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The blue prisioner por sleeping god

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Notas del capitulo:

Una disculpa si hay alguna incoherencia pues el capítulo lo escribí y revisé estando algo pasado de copas, igualmente me sirvió para la letra de canciones que por algo no soy musico.

Sin más, continuo.

Despierta con el sonido de algo arrastrándose fuera. En silencio camina a la puerta y la abre de golpe. El perro lo mira directamente para volverlo a ignorarlo y seguir arrastrando su viejo cojín por el pasillo. Regresa a dentro, dejando al vigilante canino continuar su camino a platicar con el prisionero que le pidió tener una larga y agotadora conversación, prometiéndole una vieja bota para morder.

Buscó en su cuarto y ahora no había obsequio ni mensaje. Aun con la duda se marchó a desayunar. Era el único en la cocina, Starrk arreglaba todo en el hotel y hacia un silencio mortal. Sintió miedo, uno extraño, como si no perteneciera ahí, no, peor aún, como si fuera una amenaza quedarse.

-te sirvo algo más-le preguntó Coyote, recogiendo los platos.

-no, gracias… Disculpa ¿es temporada baja?

-más de lo normal-se marchó a lavar los trastes. Ese chico se veía muy tranquilo y eso le agrado, parecía que su inquilino se había amansado.

Recargó la cabeza sobre la bota que ya no tenía la punta del pie.

-sospechará-contestó sin duda alguna.

-ya sé, pero hablaremos de muchas cosas. Le preguntaré a qué se dedica, qué le gusta hacer, voy a alabarlo y decirle que es muy lindo.

-tus intenciones son buenas pero no está bien que no te presentes, debes de hacerlo esta noche, no importa si no le agrada tu… rasguño.

Se ríe estrepitosamente.

-cállate-silenció volviendo a levantar la cabeza de la bota, rascándose una oreja.

-lo siento-se disculpa-rasguño, sí, es solo un leve rasguño en la cara pero aun si lo espantaré, igual que a todos.

-entonces no sigas, ya sabes que pasará.

-lo amo, estoy seguro.

-has lo que debas hacer-recoge con la boca la bota negra y se marcha al jardín.

Se queda dentro de otra habitación, sentado en la cama, tarareando hasta cantar.

-es como una niña que juega con mi corazón. Duele y me hace reír. Su cuerpo es de una diosa y su alma demasiada alta, demasiada…-sonríe, tocando el hueso al aire libre de su mejilla derecha-…si tiene bondad me dará una oportunidad. Solo una, niña, sino funciona te dejaré brincando por el mundo sin escucharme llorar.

Regresó y todo en su habitación en orden, nada nuevo. Quizá se arrepintió el misterioso visitante nocturno. Después de ducharse prendió una lámpara y se acomodó en el escritorio para llenar sus informes.

Aclaró su garganta, tronó los huesos de su cuello y tocó la puerta.

-¿Quién?-cuestionó confundido, miró el reloj electrónico y comprendió: las 11-hola, GJ.

-hola, Ichigo.

-¿tampoco podré abrir la puerta está vez?

-… preferiría no tener que hacerlo. No quiero hacerte enojar por lo que te tengo un obsequio y para dártelo debes prometer apagar las luces.

Por un momento lo dudó pero la voz de ese joven era muy agradable y le inspiraba confianza, aunque admitía su curiosidad.

-está bien. Espero me guste.

-te gustará, lo prometo.

Apagó su lámpara, quedando en una oscuridad total. Escuchó la puerta abrirse, distinguía una sombra alta, fornida, delgada, con un cabello muy rebelde. Se quedó a un metro de él.

-cierra los ojos.

-no veo de todas formas.

-aun así, por favor- Lo hizo y siguió escuchando los pasos hacia él, después unos brazos fríos rodeando su cuello, abrochando algo.

-aun no los abras, espera-abrió un poco los ojos, solo un segundo, lo único que pudo ver fueron los pectorales marcados de un hombre. Se sonrojó. Escuchó como se alejaba y lo tomó de la mano por la curiosidad tan grande que le daba. Ahora notaba un brazo fuerte, un cuerpo bien trabajado y le parecía que el cabello azulado, más no le daba la cara, permanecía de espalda.

-déjame verte bien.

-por favor, no quiero hacer eso.

-¿Por qué no?

Volvió a tocar su rostro, temblando de la cálida mano del inquilino.

-voy a asustarte.

-¿de qué hablar?

-no estoy listo-se zafó y corrió a la salida, cerrándola y recargándose en esta-no hagas eso de nuevo. No me gusta.

-quería saber cómo eras-prendió la luz y vio lo que tenía puesto. Se sorprendió, brillaba la cadena y el dije de calavera en color dorado-… ¿es oro?

-sí, es oro puro.

Se quedó sin palabras por un momento y luego dijo-¿de verdad me lo regalas?

-sí, de verdad.

-muchas gracias… ¿ya me dirás tu nombre?

-si me respondes mis preguntas-sonrió, era el momento que le hacía más feliz, conocer a ese joven-¿de dónde eres? ¿A qué te dedicas? ¿Qué te gusta hacer? ¿Día o noche? ¿Mar o tierra?

-wow, tranquilo-calmó al curioso-una a la vez.

Se sintió mal por hablar tanto pero era muy diferente entablar plática con un perro y una persona.

-sí, quiero saber… ¡ya sé! ¿Qué te gusta hacer? Sí, eso quiero saber.

Meditó unos segundos.

-me gusta… me gusta manejar en la noche, tomar vino con la cena, salir cuando llueve… no lo sé.

-¿de dónde…?

-es tu turno. Responde lo mismo-pidió, volviéndose a sentar pero en la cama, cobijándose por el creciente frio.

Rio un poco, alegre de esa charla y la iniciativa del chico.

-me gusta fumar cuando hay luna, cantar a todas horas, tocar la armónica, mirar las estrellas con luna en cuarto menguante, platicar contigo, oler tu perfume, escuchar tu voz, mirarte en cualquier momento y ser tu prisionero.

-jajaja, que coqueto-hizo sonrojar al prisionero-muchas gracias.

-de nada… es solo la verdad.

-podrías cantarme algo o tocar algo.

Recargó su frente en la puerta.

-no sé si lo haga bien. Siempre canto para mí.

-me gustaría escucharte.

Infló el pecho, deseoso de complacer a su pretendido, seguro que podía cantarle algo lindo, no una canción de sexo.

-solo una visita, extiende tu mano, intercámbiame unas palabras y prometo no te arrepentirás. Con cada noche me enamoro y me das tu corazón-toca la armónica para darle más ritmo-aquí y ahora, nada pasara porque lo mantendré así para ti. No hay cambios. Sin hablar, sin movernos, infinitos, esa eternidad es mi regalo y promesa de vida y muerte.

Admite la hermosa voz del prisionero y a la vez se emociona, su corazón late muy fuerte, hace bien su trabajo para enamorar aun si tiene algo horrible en el rostro.

-eso fue hermoso.

-muchas gracias, Ichigo, me inspiré en ti.

Va a la puerta y se recarga en ella, asustando al otro.

-no la abriré solo quiero estar cerca.

Llora un poco, queriendo abrazar al jovencito que cautivó.

-será mejor que duermas.

-no quiero.

-es necesario.

-¿vendrás mañana?

-sí, mañana volveré a la misma hora. Espera por Grimmjow Jeagerjaquez.

Se retira de la puerta.

-Grimmjow-se derrite con su nombre de la boca del otro-¿puedo darte algo yo?

-no puedes.

-déjame hacerlo. No miraré.

Ignora el que no debe aceptarlo y abre el mismo la puerta, encontrando al joven con la luz apagada y los ojos cerrados. Se admira de su belleza.

-voy a tocarte-le comunica empezando a sentir un fuerte vientre y el temblar asustado del otro-no tengas miedo.

-lo siento.

Sigue al cuello y en la cara le detienen las manos del otro.

-¿Dónde no debo tocarte?

-la cara.

-debo tocarla.

-no, no puedes.

-señálame una parte que pueda.

-¿Qué planeas?

-quiero darte un beso, tonto-se emociona de sobremanera pero debe pensar donde, entonces coloca su mejilla izquierda delante del chico.

-aquí está bien.

Acerca sus labios a la piel fría, dándole un beso, moviéndose a la boca y sentir las manos del otro acariciar las suyas, posiblemente excitándole, aprovechando ese momento abre los ojos, quedando ante un rostro hermoso a simple vista pero luego unos ojos azul cielo brillantes como los de un gato.

-¡TE LO ADVERTI! ¡TE DIJE QUE NO ME MIRARAS!-recibe un golpe en la cara que lo deja en el suelo, un portazo y los pasos fuerte de ese hombre que con furia descontrolada le dijo eso.

Sobó su mejilla roja, derramando algunas lágrimas. Al recostarse no sabía cómo conciliar sus sentimientos de miedo y tristeza. Durmió bajo esa pena y los aullidos del perro.

Notas finales:

Gracias por leer.


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