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Sexy, Naughty, Bitchy Mello por Kurumi2413

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Un estornudo se escuchó en la habitación, seguido de una tos seca. Algo que Matt había aprendido, era que Mello tenía una salud muy delicada. Mientras él no se había enfermado en todo el año escolar, el rubio ya llevaba las veces que se había puesto mal contadas. Sin tomar en cuenta algunos desmayos. Era inevitable no preocuparse, y aún más sabiendo que vivía solo y la mayoría del tiempo tenía que arreglárselas sin ayuda de nadie. Por eso, en cuanto escuchó la voz de Mello más ronca de lo normal, estornudos y carraspeos mientras hablaban por teléfono, acudió ahí de inmediato, a pesar de las muchas veces que le habían dicho "No".

—Salud. Ha~ No entiendo como te enfermas tanto, es preocupante, ¿Sabes? –Dijo el pelirrojo, pasándole una caja nueva de pañuelos.

—Esto no es nada, comparado a como me enfermaba de niño. Casi me daba asma porque tenía una alergia horrible, se me subía mucho la temperatura, tanto que una vez llegué a los 40.5º C. Y bueno, casi muero, de milagro no me convulsioné. Al único que le importó fue a mi abuelo, ¿Te imaginas? –Mello respondió como si nada, haciendo un ademán con los hombros. Se sentó en la cama como pudo, tratando que la bolsa con hielos que sostenía con una mano en su frente no se cayera.

—Ya no estás solo. –Se había sorprendido demasiado, cuando él se llegaba a enfermar rara vez, sus padres eran de las típicas personas que mimaban demasiado. No se podía ni imaginar como habría sido. Le admiraba demasiado, pues a pesar de la rudeza externa que trataba de hacer notar, por dentro, era una persona amable, con muchos sentimientos y para nada egoísta.

—¿A qué viene eso? –Le preguntó, arqueando una ceja, seguido de otro estornudo.

—Es que... No sé, antes... Tu pasado fue duro, y aún así tú... Eres tan buena persona que... –No pudo terminar de hablar, pues Mello hizo un gesto de desaprobación como señal para que callara, y no le quedó más remedio que hacerle caso.

—Me alegra que pienses eso... –Sonrió levemente, y continuó. – Pero no es así. Sabes que no soy "Buena persona". Creo que incluso doy pena, es por eso que me molestaba tanto cuando las chicas me decían cosas como que mi horrible y fría actitud era genial. Además, sigue siendo duro, también sufro contigo, eres como un niño pequeño al que se debe cuidar. –Suspiró, diciendo lo último en forma de broma.

—¡Hey..! ¿A sí? Eso debería decir yo, ahora mismo tú eres el que parece un niño, siendo que YO soy quien está cuidándote. –Hizo un puchero fingiendo enojo, y cuando estaba a punto de agregar más cosas, Mello le tomó con las manos ambas mejillas, aplastándoselas y moviéndolas de un lado a otro.

—Maldita sea, es que acaso eres taaaan idiota. –Sonrió de lado y lo soltó, para después volver a su semblante de seriedad. –Eres demasiado tonto, ¿No comprendes que desde que tú apareciste para mí todo dejó de ser sufrimiento? Eres estúpido si no logras ver lo malditamente feliz que soy. Y deberías sentirte dichoso, ese sentimiento se había vuelto desconocido y distante para mí, hasta que cierto pelirrojo apareció. –Matt se quedó helado. ¿De verdad era Mello quien había dicho eso? Se sonrojó de tal forma que el rojo de sus mejillas le hacía competencia en su cabello. ¡Lo estaba haciendo de nuevo!

—Ah... Tú... Eh... ¡Deja de hacer eso! –Cerró los ojos, sintiendo como incluso las orejas le ardían.

—¿Eh? —El rubio estaba confundido. ¿A qué se refería?

—¡Eso! ¡Eres asquerosamente tierno y cursi sin darte cuenta! —Al principio Mello seguía confundido. Sin embargo, analizó la naturalidad con la que había dicho lo anterior, y se dio una palmada interna en la frente.

—Eh... Yo... ¡Además ese no es el caso! –Frunció el ceño, tratando de esquivar eso cambiando el tema. – A nuestra edad es normal que las parejas se idealicen demasiado, sin ver los defectos del otro y... –Esta vez fue Matt quien le interrumpió.

—Oh vamos, cállate, que sé todos y cada uno de tus defectos. Eres arrogante, molesto, un bastardo pervertido, orgulloso, que nunca quiere reconocer sus errores, descuidado, olvidadizo, adicto al chocolate, algunas veces tienes un humor de los mil demonios peor que una mujer durante su periodo, demasiado celoso, sobreprotector que... –Después de varios puntos más, Mello lo miraba con una gota de sudor en la frente, sin saber si su punto era ofenderlo o "halagarlo." Hasta que por fin siguió con otra cosa. — Pero... Aún así, y por todos esos defectos es que te amo. –Dijo lo último en tono más bajo, sonrojándose.

—Ah, maldita sea, ¿Y yo soy el "cursi"? –Dijo Mello, sintiendo su rostro aún más caliente de lo que ya lo tenía, debido a la fiebre.

—Supongo que sigo siendo yo, ya que tu lo haces "inconscientemente"... –Murmuró.

—Mjm, creo que debo cuidar más mis palabras. –Cerró los ojos mientras tosía unas cinco veces, aproximadamente.

Aunque no lo admitiera, lo que había dicho su compañero lo hizo por demás feliz. Eso significaba que para ambos esa relación era más que un simple juego de niños. Y es que existían muchas definiciones de "amor". Los dos escuchaban seguidamente a los adultos diciendo que el enamoramiento y el amor eran cosas distintas, mientras que otros, incluyéndose, creían fielmente que para el amor no había edad. Y quien sabe, tal vez tenían razón, o tal vez no. Eso apenas podrían descubrirlo más adelante, cuando fueran "mayores". Pero no era momento de preocuparse por el futuro. No, no, no, claro que no.

Observando a Mello, Matt colocó su mano en la frente del otro, comprobando lo que creía. Estaba hirviendo.

—Tienes que tomar la medicina para la fiebre. –Al escuchar eso, Mello soltó un quejido. Odiaba las medicinas.

—Dicen que tener sexo quita la temperatura porque logras sudar. –Sonrió de forma pícara, tratando de librarse de la medicina, a pesar de saber lo poco probable que era aliviarse de "esa forma".

—¿Ah sí? Pues que mal, ese no será el remedio que usaremos. –Le contestó, seguro de lo que decía, alcanzando el frasco de las pastillas y una botella de agua. Antes de dársela a Mello, la abrió y le tomó un sorbo para estar seguro que no estaba fría.

—No es justo, Jeevas. –Dio un suspiro, resignado. Finalmente, no tuvo más remedio que tomarse la amarga pastilla.

—Con eso seguramente te baja la fiebre... Ahora... ¿Tienes verduras? Te prepararé caldo. –A pesar de no saber cocinar, lo intentaría, no le importaba quemarse unas diez veces.

—Ha, no gracias, a lo mucho una sopa instantánea. –Rodó los ojos, temiendo que su pareja cocinara.

—Una sopa instantánea no tiene los mismo nutrimentos que un caldo de verduras. –Sentenció, en una pose de médico.

—Pero quién sabe que le echarás, seguramente me enfermaré más con eso. –Sonrió divertido.

—Idiota.

—Enano.

—¡Oye! ¡Tampoco soy tan bajo! –Le replicó, haciendo un puchero que Mello consideró gracioso.

—Claro que no, por eso tengo que agacharme para besarte. –Le dijo, sarcásticamente, mientras Matt se sonrojaba.

—Hm. Y entonces, ¿Dejarás que te cocine? –Insistió.

—No.

—Pero...

—No es que no quiera que cocines, estoy bien.

—Es que...

—Dije que no.

Mello no sabía cómo, pero había terminado cediendo. Harto de que Matt insistiera tanto, lo dejó cocinar. Y en ese momento, realmente se arrepentía.

—Di 'Ahh'. –Matt tomó un poco del extraño caldo que había hecho, soplándole a la cuchara y ofreciéndosela al rubio.

—Ngh... –Este no había tenido más remedio que abrir la boca y comerla, a pesar de que tenía un pésimo sabor.

Lo único bueno, era que la fiebre le había bajado por la medicina. Y faltando tan sólo una semana para el viaje de graduación... Lo que ambos chicos no sabían, era que esa sería la peor semana de todas.

***
Una vez más, se había desvelado a pesar de estar enfermo, y por lo visto, no le había caído para nada bien. Pero esos desvelos eran necesarios, si no era así, no terminaría. Y lo que se encontraba haciendo incluso a él le resultaba "cursi", pero ya no podía echarse para atrás. Por lo menos las noches sin dormir tendrían que valer la pena, ¿O no?

Se encontraba caminando con Matt hacia la escuela, a un paso increíblemente lento, pues tenía un horrible dolor de cabeza.

—¿De verdad te encuentras bien? –Le preguntó el pelirrojo, sin poder ocultar su creciente preocupación.

—No es nada, de verdad. La fiebre se me quitó, por lo tanto ya puedo venir a clases. –Trataba de ocultar lo mucho que le pesaba su mochila, aunque cada vez se volviera más y más difícil cargarla.

—Dices que yo no te puedo mentir, y es verdad, pero tú tampoco puedes mentirme a mí. ¿Por qué te has estado desvelando tanto, Mell? –Le preguntó, deteniendo su caminar. Mello lo imitó.

—Insomnio. –Mintió con indiferencia.

—No es verdad. Dime, ¿Por qué? –Matt comenzaba a molestarse un poco, ¿Es que no se daba cuenta de lo preocupado que estaba y de todas formas no quería contarle?

—No es nada importante, vayámonos ya a la escuela. –Siguió caminando, sin embargo se detuvo al no sentir las pisadas de el gamer detrás de él.

—No me moveré de aquí hasta que me digas. –Ahora era Mello quien comenzaba a irritarse.

—No seas infantil. –El rubio suspiró, sin saber lo mucho que le molestó lo dicho a su "amigo".

—No lo estoy siendo, no te quejes, soy yo quien debería de hacerlo. ¿O es que no me tienes confianza? –Se atrevió a preguntar, temiendo levemente por la respuesta.

—Ahora estás siendo estúpido. –Esa fue la gota que derramó el vaso. Lo había dicho con tanta frialdad que asustó a Matt. Si bien Mello lo insultaba seguidamente, sabía que nunca era con la intención de herirlo. Pero en esa ocasión... Su tono de voz y mirada fueron diferentes, realmente lo había insultado, y lo había herido.

—Bien, has lo que quieras. –Caminó lo más rápido que pudo hacia la escuela, con la cabeza gacha y tratando de dejar a Mello tan atrás que no pudiera alcanzarlo, a pesar de que en el fondo eso era lo que quería. Que fuera tras él y le explicara las cosas. Pero eso jamás pasó en todo el trayecto que quedaba.

Por su parte, Mello estaba más tranquilo que el menor, pero a la vez, algo molesto. ¿Le decía que si no le tenía confianza? ¡Pero si él era el que no confiaba en él como para saber de sobra que no era nada malo! De todas formas, trató de calmarse. Pronto pasaría esa pequeña discusión, y probablemente no llegaría a mayores. Iba a ir tras su búsqueda, pero se retractó al sentir una horrible punzada en la sien.

Al llegar, todos los observaban extrañados, preguntándose por qué no habían llegado juntos. A ambos les preguntaban, mayormente las chicas extrañas que los defendían de los demás. Ninguno contestó ninguna pregunta, no querían andar por la vida contándole a otros las pequeñas discusiones que tenían.

Las que más se extrañaron de todo eso, por supuesto, fueron Alice y Ailyn. Ambas idearon un 'plan' para saber lo que sucedía, pues después de todo, eran sus amigos y no podían quedarse de brazos cruzados. Habían decidido que en el receso Ailyn hablaría con Matt, puesto que como fue "amiga" de Mello en la infancia, el pelirrojo no dudaría en tratar de comprenderlo.

Ninguno se habló durante el transcurso de las clases. Y cuando llegó la hora, como era de esperarse, se sentaron en diferentes sitios. Aprovechando eso, Ailyn fue con Matt, y Alice se mantuvo cerca de Mello, para estar segura que no se moviera de ese lugar. Después de todo, aún no hablaría con el rubio. Tenía que esperar o tal vez algo se les saldría de las manos.

—¿Pasó algo? –Preguntó tímidamente. Después de todo, no era sencillo hablar con la pareja de tu mejor amigo después que estos habían tenido una pequeña discusión.

—Ailyn... Tú eras la única persona cercana a Mello... Dime... ¿Alguna vez te insultó? –Le dijo, observando hacia algún punto indefinido del cielo. Lo que el pelirrojo no sabía, es que la chica celebraba por dentro. Había sido bastante más fácil de lo que pensó, y con ese simple comentario había podido deducir de que se trataba todo eso.

—Pero por supuesto que sí, ¿Por qué? –Le sonrió.

—Es que... No sé, incluso yo siento que es patético sentirme mal por algo así, pero es que su actitud fue tan... Fría... –Suspiró.

—Entiendo cómo te sientes, de verdad. Comienzas a sentir dudas, pensando si realmente eres importante para él, o si se molestó... Pero créeme que así es. ¿Acaso no te ha demostrado que te quiere? Piénsalo de esta forma, recuerda que le es algo difícil decirlo. –El pelirrojo observó la sinceridad en la sonrisa de la chica, que quedó convencido, y de alguna forma, le reconfortó.

—Gracias, supongo que tienes razón. –Le devolvió la sonrisa.

—Y no creo que Mello venga a disculparse o algo así, además de su orgullo, el seguirá creyendo fielmente que no hizo nada malo.

—Eso ya lo sé... –Contestó, con una sonrisa nerviosa.

Por su parte, el rubio se debatía si ir a hablar con Matt o no. Por un lado, estaba impaciente, y por el otro, pensaba que era mejor esperar a que se calmara, pues fue al que más le había molestado el asunto. ¿Pero por qué? Eso se preguntaba. No es que estuviera preocupado, porque tampoco había sido la gran cosa. Otras veces también había discutido, y nunca llegaba a mayores, en esa ocasión no había por qué, ¿O acaso sí? Tampoco es que hubiera dicho algo tan malo... O tal vez sí, ni siquiera él mismo lo sabía.

Parecía que todo estaba en su contra ese día. Los regañaron varias veces en clase por estar distraídos, y el tiempo les parecía eterno. Ninguno podía esperar a que por fin dieran el timbre de salida, y poder hablar con el otro.

Y cuando por fin escucharon el timbre, ni bien el profesor había acabado de hablar, guardaron sus cosas de una forma un tanto apresurada, al igual que los demás. Del otro lado del salón ambas chicas los observaban. Si bien había sido tan sólo una pequeña discusión, ya se veían desesperados por hablar el uno con el otro. Ahora, ¿Qué pasaría si se peleaban "en serio"?

Los alumnos, incluyendo al maestro, salieron del salón, quedando los cuatro solos. Las chicas se intercambiaban miradas, mientras los chicos dudaban si quedarse o irse.

—Mello, ¿Estás enojado? –Preguntó sorpresivamente Alice.

—No. –Contestó con simpleza.

—Bien, Matt, ¿Tú estás enojado? –Prosiguió.

—Eh... No...

—¿¡Entonces cuál es su maldito problema!? Por favor, saben que ignorarse no es la forma de solucionar sus discuciones. –A la azabache comenzaba a notársele la desesperación que le daba verlos así.

—Lo entenderás cuando ustedes dos lleguen a discutir. –Mello suspiró.

—Pero si ya hemos discutido. –Dijeron ambas al unisono.

—La diferencia... –Pronunció Ailyn, poniéndose al lado de Matt, mientras Alice se ponía al lado de Mello. — Es que nosotras arreglamos eso hablando calmadamente como personas normales, no como ustedes, que se ignoran hasta que se les pasa la molestia del momento. –Sentenció.

Los tres observaron sorprendidos a la castaña, siendo que había sido ella la que dijo esas cosas.

—Ella tiene razón, así que, quiero escuchar a ambos pedirse disculpas. –Alice sonrió.

—¿¡Qué!? –Espetaron ambos.

—No sean así, chicos. Ambos son unos orgullosos. –Antes de que alguno pudiera protestar, ambas chicas se miraron fugazmente para terminar lo que habían "planeado".

—Bien, si no quieren pedir perdón... –Alice pisó a Mello, logrando que se agachara un poco.

—¿¡Pero qué crees que... –No pudo terminar de maldecir, pues sintió como lo empujaban directo a Matt.

Se miraron de tal forma que las palabras estaban demás. Una antigua leyenda decía que las personas que se quieren, cuando se enojaban, gritaban porque su corazón se alejaba, y era necesario gritar para escucharse mutuamente. Mientras que, cuando hablaban despacio, era que su corazón estaba tan cerca de tal manera que se escuchaban a la perfección. Y cuando no se hablaban, era porque con una mirada era suficiente para interpretar las palabras que querían decirse.

Sonrieron, y de la nada, Matt comenzó a reírse, seguido por Mello.

—¿Y ahora les dio el ataque de risa? Vaya, son extraños, muchachos. –Suspiró Alice, feliz en el fondo por lo fácil que había sido.

—Es que... Es absurdo si se piensa bien por qué discutimos. –Agregó Matt.

—Tienes razón, pero tú fuiste el que se enojó primero. –Mello volvió a su postura "normal", es decir, no estando agachado para poder ver a su compañero a los ojos.

—Es que estaba preocupado por ti, ¿Qué querías? –Volteó la cabeza, tratando de ocultar el sonrojo que tenía en sus mejillas.

—Bien, te prometo que dormiré toda la tarde en cuanto llegue a casa, ¿Sí? –Le sonrió, sin poder evitarlo al darse cuenta cómo Matt lo veía desde abajo.

—Muy bien, ahora, que Matt se ponga de puntitas para besar a Mello. –Dijo Alice, a pesar de saber que eso molestaría al pelirrojo, incluso a ella le parecía tierno lo considerablemente más bajito que era éste a un lado del rubio.

—No haré eso... –Sonrió nerviosamente.

Lo que no notó, fue cuando Mello se agachó para besarle. Le tomó por sorpresa, y más aún que fue un beso rápido, simple, tierno.

—Awww... –Murmuraron Alice y Ailyn.

—Oh, cállense. –Ambos les dirigieron una mirada de enojo.


La noche ya había caído, y Matt no podía ni pegar ojo. Caminaba de un lado a otro en su habitación, preguntándose si Mello ya habría dormido y si estaría mejor. Observó el reloj. Las 9:30 P.M. Seguido, vio que recién había salido el nuevo disco de la banda favorita de el rubio. Sin perder tiempo alguno, grabó todas las canciones en un CD, y se preparó para ir a la casa del otro. No podía esperar a entregárselo, y por otra parte, quería saber si ya estaba mejor.

—Papá, mamá, iré a la casa de Mello a entregarle algo, no me tardo más de quince minutos, ¿Siiií? –Miró a sus padres con ojos suplicantes, al ser casi las diez de la noche, resultaba 'sospechoso'.

—Ve hijo, pero no te tardes. –Su madre le guiñó un ojo, dejando a Matt con una expresión confundida. ¿Acaso pensaba que iba para 'otra cosa' y le estaba dando permiso?

—No irás. Además, ¿Qué le vas a entregar al chiquillo ese? –El gamer suspiró. Sabía de antemano que su padre diría algo así.

—Esto. –Sacó de su bolsillo un CD, y su padre lo observó, analizándolo.

—Chris... Deja al chico ir, ¿O acaso crees que harán cosas malas? –Dijo Angie.

—No pero... ¿Por qué no se lo diste antes? –Incluso Matt podía darse cuenta que inventaba excusas para no dejarlo ir.

—Porque es de su banda favorita, acaba de salir en internet hace algunos minutos y mañana en la escuela no puedo porque está enfermo y no irá. –Todavía cuando lo último que dijo era mentira, sabía que era la única forma de que su padre lo dejara ir.

—Bien, te quiero aquí antes de las once, si no, sin consola por un mes. –Sentenció, bufando con molestia.

Matt suspiró y salió de su casa a paso apresurado, no quería perder tiempo, y tampoco su consola por un mes. Su padre a veces exageraba 'un poco', en los asuntos que tenían que ver con Mello, y si no fuera porque realmente se le veía feliz, seguro no lo dejaría ni verlo.

Gracias a que la ciudad era pequeña, no tardó ni siete minutos en llegar. Sabía que su "amigo" normalmente dejaba la puerta abierta, y cuando iba a dormir, le ponía llave. Sin embargo, decidió que lo mejor era primero que anda, tocar.

—¿Mello? –Preguntó, mientras tocaba la puerta con los nudillos.

Al no obtener respuesta, intentó girar la perilla de la puerta. Le pareció extraño, ya que estaba abierta y el rubio no le había contestado. Cuando abrió, su expresión no tenía precio. Sintió como los ojos se le humedecieron, y una fuerte punzada le atacó el pecho. Tratando de ser fuerte y no ponerse a llorar y reclamar ahí mismo, así como abrió la puerta, la cerró dando un fuerte portazo que fácil se escuchó en toda la cuadra.


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