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Sexy, Naughty, Bitchy Mello por Kurumi2413

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Notas del capitulo:

Wow, eh, vaya. Cuanto tiempo... Pero me prometí a mí misma que no podía dejar esto así. Han pasado muchas cosas, pero no quiero entretenerles mucho. Más notas al final.

¡¡En fin!!

22.- El resbalar y levantarse

 

La universidad era dura. Realmente lo era, pensó con angustia Mello. A sus veintidós años recién cumplidos, estaba a punto de terminar su licenciatura en criminología, y había tanto qué hacer, que extrañaba aquellos días de colegio en los que sentía que un par de deberes eran un infierno. Pero no había punto de comparación, ni de broma.

 

Suspiró, y tomó la cuchara de su tercera tasa de café de la noche, revolviendo la azúcar. Le encantaba su especialidad, y era extraordinariamente bueno, admitiéndolo, a decir verdad. No era por ser arrogante. O bien, quizás un poco, sin embargo no había duda de que era el mejor de su clase.

 

Pero eso no bastaba, porque también tenía que trabajar medio tiempo en una cafetería donde la paga no le daba a basto para la renta de su pequeño departamento, los estudios, comida, y todos los demás gastos que parecían no acabar nunca.

 

Angustiado, se mordió el labio inferior. Estaba tan estresado, inquieto, y con un humor de los mil demonios. Tanto, que ni siquiera a Matt podía ver. Mas bien, menos a Matt. El chico lo irritaba, y no era porque no le quisiera. Podía jurarlo y que le cayera un rayo si no era cierto, pero tenía sus razones.

 

A los dieciocho años, y cuando ambos comenzaban sus estudios, tuvieron una pequeña pelea. O que decir, en realidad, una gran pelea. Por más que Mello ahorró durante sus años de instituto, con sus pagas de empleos ya sea de tiempo completo o medio, la universidad no era una cuestión tan sencilla. Naturalmente sus fondos llegaron a agotarse y todo parecía colapsar en su vida. Tenía la presión de los trabajos, su empleo, y para variar, a Matt, que no parecía comprender que no quería su ayuda económica, porque sabía que realmente no era suya, sino de sus padres.

 

Había sido un completo desacuerdo, porque Mello se negaba a asistir a la misma universidad que su pareja y a Matt no le agradó ese hecho. Pero, una vez más, Mello sabía que tenía sus propias razones. No eran tan sencillo, no cuando de esa elección dependiera su futuro. Y el chico parecía no verlo, no comprendía que la universidad a la que él asistiría para graduarse como profesor de informática no calzaba nada con la carrera de Mello. Era como si estuviera cegado, dentro de una enorme burbuja donde no podía ver más allá de sus narices, creyendo que la realidad era tan sencilla como él lo hacía sonar.

 

“Claro”, pensaba Mello. “Es que como a él sus padres siempre le han ayudado, y los tiene ahí para todo tipo de apoyo, es normal”, se decía a sí mismo.

 

La discusión ocasionó un, para qué mentir, enorme problema, que terminó en un distanciamiento de un tiempo considerable. Considerable, pero no agradable, se recordó.

 

Aquello fue a mitad de su primer año. Y al no saber cómo solicionarlo, reaccionó como probablemente sólo él lo haría: esquivando aquello y buscando otras salidas. Como el alcohol. El sexo. Apuestas. Y de vez en cuando, algunas drogas y ocasionales actos no considerados exactamente legales. Porque no había bar reconocido en la ciudad donde él no hubiera estado antes, y chicas y chicos con los que se había acostado una noche y al día siguiente no recordaba ni siquiera sus nombres. Los años en los que su único vicio eran los besos de Matt y el chocolate habían terminado, siendo reemplazados por otros particularmente insanos.

 

Sí, épocas difíciles en las que su anterior, pequeño y perfecto mundo se derrumbaba. Donde sentía que se encontraba en un callejón sin salida, oscuro, con las sombras de todos sus demonios internos, asfixiándolo, robándole el aire y cada gota de cordura y sentido común por el que se distinguió antes de que todo eso comenzara a ir mal.

 

Entonces, como si un jodido ángel mágicamente hubiera aparecido para salvarlo de aquel infierno, todo volvió a mejorar. Un poco, podía decirse. Seguía recuperándose de las secuelas, pero al menos Matt volvía a estar a su lado. Eso ya era mucho para él. Más cuando sentía que no lo merecía. Tantas cosas mal hechas, para que el chico siguiera perdonándolo, una, y otra, y otra vez.

 

Pasos dados en falso, y todo se iría por la borda de nuevo.

 

Otro acotecimiento que odiaba siquiera recordar la manera en la que lo afectó, fue la partida de Alice y Aylin. Las chicas decidieron mudarse a Estados Unidos para completar sus estudios en una de las mejores universidades, lo que hizo que en los momentos donde más necesitaba compañía, se encontrara solo.

 

No obstante esos eran duros recuerdos y trataba de enterrarlos. Mas era difícil, pues seguía encontrándose de vez en cuando tentado a mandar al demonio todo y embriagarse todo lo que fuera posible.

 

Y Matt estuvo ahí, en su proceso de recuperación, junto a él, como su amigo, hasta que tuvo el valor suficiente para tragar un poco de su orgullo y arreglar de la manera en la que se debía todo eso.

 

Ahora que se acercaba la navidad, era imposible no sentirse nostálgico de una forma en particular que odiaba. Era como si todos los recuerdos pasaran de golpe por su mente. Aunque aquel año, en la fría ciudad de Londres, algo era diferente. Alice y Aylin regresaban de Estados Unidos y se quedaban un par de semanas, sólo de visita, y con el único propósito de celebrar las fiestas con Matt y con él.

 

Incluso se sentía mayor de lo que le gustaría al pensar que la última vez que las vio tenían apenas dieciocho años.

 

La cena de navidad sería al día siguiente. Y a decir verdad, no sabía si estaba preparado para enfrentar una escena que lucía tan tranquila, debido a que la tranquilidad no fue una de sus mejores compañías en el pasado, y que de pronto las cosas volvieran a verse bien, lo asustaba un poco.

Pero claro, eso no lo admitiría. Ni a él mismo.

 

 

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-Eh, ¿qué hay? -preguntó Matt, abriendo la puerta de su casa y recibiéndolo con una sonrisa de auténtica alegría. Mello sintió un estrujón en el pecho que no sentía hacía bastante tiempo atrás, y no supo de qué manera interpretarlo.

 

Se limitó a no mostrarse diferente y se aceró a Matt para darle un suave beso sobre los labios. El chico estaba bastante alto. No más que él, pero apenas y le llegaba un par de centímetros debajo de la barbilla, lo cual, considerando su anterior estatura, era bastante.

 

Cuando entró notó lo cálido que estaba dentro y se estremeció, extrañamente alegre y animado. Ahí pudo observar bien a Matt. Lucía increíble, aun sin estar vestido para la cena que sería un par de horas más tarde. Su rostro no era más el de un niño que parecía pequeño y tierno. Era... Joder, realmente atractivo y con los rasgos bien definidos.

 

-Luces bien -mencionó, intentando que pareciera un comentario hecho al aire.

 

-¿Enserio? -ensanchó su sonrisa, pero después su rostro expresaba un gesto que Mello no supo reconocer del todo- ¡tú te ves horrible, hombre! -bromeó, y Mello frunció el ceño.

 

-Pagarás por eso -gruñó, dándole un suave empujón y dirigiéndose hacia uno de los sofás de la sala de estar.

 

-Oh vamos, sólo mira esas ojeras, ¿qué no has dormido en unos tres días? -inquirió, esta vez hablando en serio y con una ceja en alto.

 

-Sí lo he hecho, pero tenía tanto trabajo qué hacer... No quería tener pedientes para estos días, ¿comprendes? No tener que preocuparme y... descansar un poco.

 

-Entiendo -Matt sonrió-. ¿Qué crees que me he encontrado? -de pronto Mello encontró en su rostro una mirada de diversión.

 

-¿Qué? -preguntó, curioso.

 

Matt sacó una polvorienta caja que parecía no haberse abierto en años, y de ahí sacó un álbum de fotos color rojo algo desgastado. Al acercarse de nuevo a Mello, éste arqueó una ceja.

 

-¿Un álbum de fotos?

 

-No es sólo un álbum de fotos. Mira dentro. -se lo tendió en las piernas y Mello dudó por un segundo. No sabía lo que se encontraría dentro y temía un poco. Las fotografías eran una fuente segura de recuerdos. El problema era que no tenía idea de si serían memorias buenas o malas.

 

Al abrirlo e ir pasando las páginas, soltó una sonora carcajada que contagió a Matt segundos después. Cuando terminaron de reír, ambos sonrieron.

 

-No puedo creerlo, ¿esos idiotas somos nosotros? -agregó, aún soltando una risilla que se le escapaba de entre los labios.

 

-Vaya que sí... ¡Éramos unos críos! Cuando lo encontré no podía creerlo. Reaccioné de la misma manera que tú -dijo Matt, y Mello descubrió que estaba mirando con cariño la cubiera cerrada del álbum.

 

Ahí dentro había todo tipo de fotos. La mayoría de ellos dos, en algunas con Alice, Aylin, o los padres de Matt. Otras fotos tomadas por ellos mismos, donde hacían gestos estúpidos a la cámara y parecían divertirse al máximo.

 

-Espero algún día poder olvidar ciertas cosas que hice y dije... Especialmente en el instituto -expresó Mello, con cierto horror falso en su voz. Matt lo notó.

 

-No te dejaré olvidarlas. Señor “No tiembles, todo estará bien, y como el gran héroe que soy te salvaré del temible elevador en el que nos hemos quedado atrapados” -Matt se burló, recordando su primera pelea.

 

-Vamos, ¡Yo no dije eso! -quiso mostrarse duro. Pero fallaba si su rostro lo traicionaba y se teñía de rojo.

 

-Claro, y yo soy rubio, Mello -lo tentó. Mala idea. A Mihael Keehl nunca hay que provocarlo.

 

-¿Enserio? Entonces quizás quieras recordar que al menos yo no parecía un cachorrito abandonado en la calle, y tampoco medía bastante menos de la altura habitual para la edad -sonrió con sorna. Esta vez fue el turno de Matt de fruncir el ceño y ponerse colorado hasta las orejas.

 

-¡Teníamos deciséis jodidos años! ¡Éramos unos niños! -se defendió-. Los tiempos cambian. -se cruzó de brazos.

 

-Ahora hablas como un anciano. -siguió burlándose.

 

-Oh, sólo vete al carajo, Mello -y con fingido enojo se dirigió a una de las habitaciones.

 

-¡No decías eso el otro día en la noche, Matty! -añadió, con diversión.

 

Volvió a sonreír, pensando que, ciertamente, sí merecían algo de tranquilidad después de todo. Sería una buena noche, se aseguraría de ello.

 

Notas finales:

Eh, pues sí, como dije antes, vaya que ha pasado tiempo. No me sorprendería que ya nadie lea esto, porque es comprensible. Sin embargo han pasado tantas cosas en mi vida. 

Si sienten este capítulo diferente... Digamos que mi escritura es un poquito diferente a como lo era cuando recién comenzaba, así que... No sé, auque me he esforzado mucho con este capítulo xD 

Cuando se me pasó la primera idea de volver a actualizar por la cabeza, pensé en sólo hacer un epílogo. Pero haré un par de capítulos más. No sé cuántos, pero ahora sí no me demoraré años, con la única excepción de que probablemente ninguno sea tan largo como los anteriores... 

Y bueno, ¿qué más decir? Gracias a quien me ha acompañado desde el principio, a la mitad del camino o al final. No tengo palabras para agradecer a aquellas personas que han seguido esperando. 

Particularmente quiero mostrar mi agradecimiento a Fran, Saray y Pia, que sin ustedes esto no estaría aquí ahora. 

Pfff, siento tanta nostalgia. Es decir, creo que lo habrán notado, pero nuestros chicos ya no son niños y la vida ha tenido sus altas y bajas.

Uff, ¿qué más decir...? ¡¡Nos leemos pronto!!


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