No sabía muy bien lo que estaba pasando, solo veía fuego y fuego por todas partes. Se sentía renacer. Los árboles ardían y tenía el presentimiento de que alguien muy querido para él estaba en peligro.
Su cuerpo volvió a la vida, y no tardó en divisar a su hermano, que se hallaba indefenso en el foco del incendio.
Derrotó al caballero que lo había provocado y salvó a su hermano de las garras del infierno.
Lo tenía rodeado con los brazos, y este no dejaba de decirle lo mucho que lo había echado de menos. Pero de pronto, su hermano fue fundiéndose y se deslizó por el cuerpo del fénix como la lava.
Se despertó sudando y nervioso, mirando hacia todas direcciones.
''Solo ha sido un sueño'', pensó. Aún así, se arregló el cabello azul y fue hasta la habitación de su hermano.
Lo encontró durmiendo abrazado a peluche. Había tirado la fina manta al suelo e Ikki la cogió y se la colocó por encima. Sonrió y salió del cuarto cerrando la puerta suavemente.
Las nubes se aproximaban cada vez más, pero aún les quedaba bastante para llegar. Hyoga estaba tirado en su cama mientras escuchaba música. No había soñado nada en particular, más bien un sueño difuso.
''Mejor'', pensó. ''Así dejo de torturarme''.
Alguien llamó a su puerta y se preguntó quién sería. Eran las seis y media de la madrugada. Se levantó y fue a abrir.
-Hola, Hyoga.
-Hola June- arqueó una ceja. ¿Qué estaba haciendo ella allí?
-Supongo que te preguntarás qué hago aquí.
El rubio asintió con la cabeza.
-Supe que estabas despierto, y yo no podía dormir -lo miró-. Pensé que no sería mala idea conocernos un poco más -le guiñó un ojo y se acercó a él.
-June... ¿qué...? -no le dio tiempo a terminar la frase. La rubia lo rodeó con los brazos y le besó en los labios. Hyoga cerró los ojos, dejándose llevar, pero al darse cuenta de lo que estaba pasando se alejó, mirándola con los ojos muy abiertos-. No entiendo -dijo.
-Solo déjate llevar -le sonrió pícaramente. Lo tiró encima de la cama. Hyoga estaba perplejo, pero no hizo nada al respecto. June cerró la puerta tras de sí.
Se despertó del sueño que lo tenía cautivo. En él se sentaba junto a Hyoga a la sombra de un árbol, y se besaban. Había sido muy extraño, sí, pero le pareció bonito de todas formas.
Se sonrojó. Jamás había pensado en aquella posibilidad, pero no la vio tan lejos después de todo. Se levantó de la cama y se miró al espejo. Imaginó que Hyoga estaba a su lado y eso le hizo sonreir. Era una tontería pero era divertida.
Hizo la cama y salió al comedor.
-Hola, Shun -lo saludó Saori, que estaba sentada sola a la mesa.
-¿Dónde están los demás, princesa? -le preguntó.
-No lo sé, pensé que tú igual me podrías responder a esa misma pregunta -lo miró extrañado-. Además, ahora en el desayuno iba a decir lo que haremos hoy, pero visto lo visto, mejor lo reservo para otro momento.
El peliverde se sentó al lado suyo y desayunaron solos.
-Qué extraño es todo.
-Así es...
-Igual Shiryu sigue con Shunrei -sugirió.
-E igual Seiya con Miho... -giró la cara hacia otro lado para que no la viera, pero se dio cuenta.
-¡Seiya es un desgraciado! -le sonrió.
Saori volvió a mirarlo y sonrió también. Siguieron desayunando.
-¿Qué te parece si vamos un rato a la arena? -le preguntó Shun cuando hubieron terminado.
-¡Claro! -asintió la diosa.
Se reunieron todos en la entrada del bosque a las cinco de la tarde. Tatsumi tenía una caja con papeles entre las manos, y los miraba a todos indiferente. Saori fue la primera en hablar.
-Vamos a hacer una competición por toda la montaña. Consiste en lo siguiente: cada uno de vosotros vendrá hasta aquí y sacará un papel. En cada uno hay descrito un objeto que tendréis que traer hasta la casa -Todos la miraron, interesados.
Ikki se percató de que el mayordomo también iba a participar, y no le gustó mucho la idea.
-¡Empecemos ya! -exclamó Seiya, que se moría de impaciencia.
-Primero Miho, saca un papel -la muchacha se acercó y metió la mano en la caja. Le tendió el papel a Saori y esta lo leyó en voz alta-. Tendrás que encontrar y traer una rosa de color azul -Miho la miró con los ojos muy abiertos y asintió sonriendo-. Shunrei -se acercó y sacó un papel, la diosa lo leyó-. Tendrás que encontrar y traer un colgante de oro -. La chica asintó con una sonrisa.
A Seiya se le encomendó encontrar una hoja con forma de corazón, y protestó todo lo que pudo diciendo que eso iba a ser imposible.
-Los objetos son lo bastante grandes y vistosos para que se puedan encontrar, Seiya -le dijo la diosa.
A Ikki le tocó buscar un diamante de color blanco. A Hyoga una rosa roja. A Shiryu un conejo de color negro con una pinta blanca en el ojo derecho. A Shun un anillo en forma de flor con pétalos azules. A Saori una figura de un ave. A June una ardilla albina y, por último, a Tatsumi le tocó encontrar una flauta dulce.
-Princesa -empezó Shiryu -. Los caballeros tendremos ventaja en la competición.
Saori lo miró. Sonrió y añadió:
-Miho, Tatsumi y Shunrei buscarán sus objetos juntos.
-¿Y tú, princesa? -dijo Seiya.
-¿Yo? -le dio la espalda y se rio-. Tendremos hasta el anochecer para encontrar todos los objetos -anunció, sin contestar a la pregunta -. Preparados, listos... ¡ya! -gritó, y todos corrieron hacia el bosque.
Un rato después, ya se habían dispersado unos de otros.
En el interior del bosque se oían todo tipo de cantos de aves, que le resultaban una bella música para los oídos. Sonrió. Tenía que encontrar cuanto antes el anillo con forma de flor. No sería cosa fácil, ya que no tenía la menor idea de dónde buscar. El bosque era inmenso.
Encontró un arroyo y se paró a inspeccionarlo. Se dijo que no podría estar tan cerca, pero aún así prefirió no arriesgarse.
Se rindió y lo cruzó. Siguió caminando por entre los árboles. El terreno se elevaba cada vez más a medida que avanzaba, y se preguntó si el anillo estaría en lo más alto de bosque, casi alcanzando la cima.
-¡¡¡He oído algo!!! ¡¡¡Estoy seguro!!! -gritaba Tatsumi a las chicas.
-Has oído multitud de cosas desde que entramos en el bosque -le espetó Shunrei.
-Tranquilízate un poco, no creo que haya nada peligroso -Miho lo cogió por el brazo y lo llevó con ellas.
Habían encontrado una esplanada hacía un rato, pero ni rastro de sus objetos, así que salieron de allí y continuaron su camino.
Saori avanzaba ágil entre las ramas de los árboles. No había ido a clases a mejorar su físico para nada. Se encontraba tan bien sin tener que depender de nadie...
Subió hasta la copa de un árbol que se alzaba por encima del bosque y miró a su alrededor. No tenía ni idea de dónde habían escondido cada objeto. Solo sabía que algunos estaban en la montaña. Esperó que no fuese el suyo.
Estaba a punto de bajar cuando oyó ruidos provenientes del suelo. Asomó la cabeza entre las ramas y se encontró a Ikki, que no dejaba de maldecir a los árboles por no dejarle ver más allá. La diosa se rio, y casi tuvo miedo de que el fénix la hubiera oído, pero no fue así. Cuando se hubo ido, bajó deslizándose por el tronco y siguió buscando la figurilla de un ave.
Hacía ya rato que no sabía dónde estaba, y temió que hubiera estado dando vueltas en círculo. Pero no era así. Se dio cuenta de que cada vez el terreno se elevaba más bajo sus pies. Miró a su alrededor. Árboles.
Una ardilla albina se posó en su pelo rubio, y pensó en June. Había sido todo muy extraño. Jamás hubiera imaginado que ella podría sentir algo hacia él. O igual solo lo había hecho para llamar la antención de Shun. No lo sabía. Había sido agradable estar con ella, pero se sentía algo culpable. Por un momento tuvo miedo de que le gustara ella, pero apartó ese pensamiento de su mente, muy molesto.
''Mi corazón siempre pertenecerá a Shun...'', pensó, no muy convencido. Sabía que el peliverde no sentía nada por él, aunque una lluvia de dudas le rondó la cabeza al recordar todo lo que había pasado desde que llegaron a la isla.
Posó con cuidado a la ardilla en el suelo y esta salió corriendo hacia un árbol. Hyoga prosiguió su camino.
Su pelo larguísimo y negro no dejaba de enredársele entre las ramas, y ya lo tenía desesperado. De todas formas no dejaba de pensar en cómo estaría Shunrei. Los últimos días habían sido maravillosos para ambos: lo habían compartido todo y estaban más felices que nunca.
Estaba sonriendo mientras recordaba todo lo que habían hecho juntos, cuando se chocó de frente contra la rama baja de un árbol y cayó al suelo.
Seiya se lo estaba pasando genial. Le encantaba trepar a los árboles y correr mientras esquivaba las ramas. Casi se había olvidado de que tenía que encontrar una hoja en forma de corazón.
Se había alejado demasiado de la costa, y cuando se dio cuenta, se paró frente a un gran árbol y trepó hasta la copa. Cuando hubo llegado miró hacia todas las direcciones. No vio la costa. En su lugar, avanzaba una nube de color gris, casi negro, a la que no le faltaba mucho para alcanzarlos.
Perdió el equilibrio y cayó dándose con todas las ramas del árbol al que había subido y de sus vecinos. La cabeza le daba vueltas cuando se topó con la hierba. Se levantó y con una maldición siguió caminando.
Hacía ya rato que había pasado por el arroyo, buscando el anillo. El bosque estaba muy oscuro por culpa de los árboles, y se asustó cuando oyó un ruido. Había sido solo una fruta madura al caer al suelo. Se calmó.
No podía dejar de pensar en el sueño que había tenido anoche, y cada vez que llegaba a la parte en la que besaba a su amigo, se ruborizaba.
Estaba caminando cuando oyó el sonido de unas pisadas, y algo o alguien se movió entre los árboles.
-¿Quién anda ahí? -preguntó, con el corazón latiéndole con fuerza.