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Meat Factory por Hotaru

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Alan Johansson



Su vídeo estrenó en el sitio de Meat Factory dos semanas después de la grabación. Alguien de la productora le había enviado un mensaje para felicitarlo, aunque desconocía de quién se trataba dudaba que se trata de Roger como intentaba hacerse pasar; era más probable que se tratara de su secretaria.

No lo había visto y había evitado entrar al sitio desde entonces. Habían pasado dos días. Al menos su familia y sus amigos no se habían enterado, porque conociéndolos ya se lo hubieran hecho saber e intentarían meterle a la cabeza algún plan de denuncia para obligarlos a retirarlo del Internet. De cualquier manera ya era muy tarde, ya se había gastado parte del dinero en una nueva computadora.

En realidad lo que le preocupaba más era que no lo llamaran para confirmar su primera escena en pareja o quizás un segundo solo en el que usara juguetes como habían hecho un par de veces con modelos como Cameron Green. Ya había entrado a la industria, o al menos se había atrevido a intentarlo, sería terrible que su carrera fracasara antes de despegar, todos los contras y ninguno de los pros. Ser rechazado confirmaría toda inseguridad y generaría otras.

Procuraba mantener la calma y seguir con su vida como si nada hubiera ocurrido. Después de todo ese había sido el plan desde el principio. Sus vidas profesional y personal estarían bien divididas, si incluso tenían nombres distintos.

Después de terminar los cursos en la universidad fue a hacerse un lugar en la pequeña cafetería que quedaba a dos calles de su edificio. Era un local pintoresco y bonito, por dentro se sentía un poco apretado y la decoración le resultaba abrumadora, pero en la terraza se sentía bastante cómodo.

Su amigo con el que había quedado de verse era de tomarse muchas confianzas, por lo que no le extrañó que lo besara en la mejilla mucho antes de siquiera decirle hola. Personalmente no le molestaba.

Le sonrió al tenerlo sentado frente a él, sólo separados por la pequeñísima mesa para una persona o dos.

—Te ves fantástico —dijo Alan, burlándose de su cabello despeinado. Desde que se conocían, no recordaba haberlo visto peinado una sola vez.

Siempre parecía descuidado, dándole un aire como de artista excéntrico cuando probablemente no podía llamarlo tal cosa a pesar de sus aspiraciones. Su cabello negro de largo mediano y corte asimétrico, su vello facial sin forma que cambiaba todo el tiempo entre muy poblado y extrañamente disperso, las ojeras bajo sus ojos oscuros protegidos detrás de gruesas gafas bastante sencillas y comunes como si nada le importara como podía asumirse ya por su ropa que en muy pocas ocasiones combinaba. Al menos no era feo, a pesar de ser guapo de una manera poco convencional.

—Tú también —respondió él. Alan no notó ningún rastro de sarcasmo, por lo que no le quedó claro si había entendido que su intención era hacerle broma; pero si tenía que aclararlo ya no tenía sentido.

—¿Ya pediste algo? —preguntó entonces, extendiendo su mano para ofrecerle del té helado que estaba tomando.

—Sí… Me harás sentir culpable por haber pedido una rebanada de pastel —dijo en voz baja.

—No lo haré si lo compartes. —Sonrió.

—Esperaba que dijeras que soy muy delgado y no debería importarme —dijo entre risas.

Alan rió. Era saludable, pero no diría algo que no le conseguiría pastel gratis.

—Eres tan gordo que deberías dármelo todo —dijo en tono serio—. Debería comenzar a llamarte Gordo-Adam —continuó, entonces imitando un acento de la gente más adinerada.

—Eso es cruel —se quejó él, exagerando su afecto.

—Eh. —Se encogió de hombros.

Una voz de mujer llamó el nombre de Adam. Adam Weatherly. Adam la había escuchado, pero la mujer tuvo que insistir mientras él miraba directamente a los ojos de Alan y le sonreía hasta que Alan señaló hacia atrás con un dedo, indicándole que fuera por su pastel.

—Espero que te guste la zarzamora —dijo Adam al volver. Dejó el plato sobre la mesa más cerca de Alan que de su propio lugar, y tomó asiento.

Alan se llevó un poco de la cubierta de queso y zarzamora a la boca y le sonrió de medio lado.

—¿De qué querías hablarme? —preguntó Alan, inclinándose hacia adelante sobre la mesa.

—¿Yo? —preguntó Adam visiblemente confundido, señalándose a sí mismo con la pequeña cuchara de plástico.

—Bueno, dijiste que querías verme…

—Quería verte. ¿No está permitido?…

—Ah. Creí que era algo importante. —Sonrió.

Estaba fastidiándolo y su comentario no tardó en hacer efecto en Adam, quien se limitó a clavar la mirada en la rebanada de pastel.

—Sólo estoy jugando —dijo Alan. Golpeó la mano de Adam con su cuchara y le sonrió cuando tuvo su mirada en la suya.

—¿Qué tal te va en la universidad?

—Es difícil decir algo sustancioso cuando sólo llevo dos meses ahí, Adam —dijo entre risas fingidas con las que intentaba aligerar el ácido de su comentario—. Ni siquiera he hecho amigos.

—Me cuesta creerlo. Será porque no quieres.

Alan rió de forma burlona.

—Puede ser de muchas formas, te concedo eso… Son gente que no me interesa, son muy comunes… —Había comenzado a hablar con firmeza, pero progresivamente su seguridad fue disminuyendo junto con su volumen— Todos hacen lo que se espera de ellos.

Tan sólo podía imaginarse lo que estaba pensando Adam mientras dejaba entrever aquella sonrisa de medio lado que siempre le había resultado tan misteriosa desde el primer momento en que cruzaron miradas en aquél bar que ya ni existía.

—No entiendo. Estas personas… son tu gente —dijo en tono burlón—. Niños blancos de clase alta, no comprendo por qué crees que no encajas.

—Como si no tuviera personalidad, por favor —respondió Alan en mal tono.

Adam volvió a sonreír. Le era muy difícil ocultar lo irónicas que le resultaban sus palabras.

—No voy a decir nada más —dijo sin dejar de sonreír—. ¿Qué vas a hacer el fin de semana? Hace tiempo que no vamos juntos a bailar.

—Ya no estás en edad, me da vergüenza que me vean contigo —bromeó, provocando una sonrisa de mala gana en Adam—. ¿Seguro que no tienes nada que decirme?, ¿todo anda bien? —Procuró no sonar demasiado intrusivo, e intentó que no fuera evidente que sabía lo que sucedía. En realidad, la razón por la que no habían salido a bailar juntos por un tiempo no dependía de él sino de Adam, por lo que levantó sus sospechas.

Su amigo se encogió de hombros y lo tomó por sorpresa arrebatándole su vaso con té helado para darle un trago. No le molestó, pero aún así se lo quedó viendo mal a pesar de la amplia sonrisa de Adam.

Adam se rascó la cabeza y dejó escapar un largo suspiro entre los labios. No estaba resuelto a hablar, pero iba a hacerlo.

—Terminé con Todd —dijo en voz baja y procuró sonreír.

Algo en el hecho de que evitara mirarlo a los ojos afectó a Alan, aunque se limitó a aclararse la garganta mientras pensaba en su respuesta. Por una parte, Adam siempre había hablado maravillas de su novio. El increíble Todd. Durante casi un año sólo había escuchado lo mucho que apoyaba a Adam y cuán perfecto era el uno para el otro. Y por otra parte estaba lo que él sabía del monstruo controlador y manipulador que realmente era Todd, pero no podía decirle nada de eso a Adam sin que se enfadara con él o se sintiera triste y dudara de todo en el universo.

Se sintió contento, en realidad, al escucharlo decir que su relación se había terminado, pero no le creía.

—¿Vamos a bailar el viernes? —preguntó Alan en voz baja.

Adam asintió con la cabeza sin levantar la mirada. Seguía sonriendo ensoñadamente.



Su mundo era muy reducido. No tenía muchos amigos, no tenía una relación idónea con su familia, no era un estudiante sobresaliente. Era sólo Alan. Apostaría que muchos de sus supuestos amigos ni siquiera sabían que su apellido era Johansson. Y no que le importara que lo supieran, en realidad, los lazos con su familia no eran precisamente algo que la gente necesitara recordar todo el tiempo.

En Internet siempre usaba el apellido de soltera de su abuela materna. Mucha gente realmente pensaba que se llamaba Alan Spell. Aquello sólo dificultaría que alguien llegara a reconocerlo en caso que su incursión en el mundo de la pornografía se saliera de su control, lo que tenía que agradecer; era como si todo el tiempo hubiera sabido que necesitaría de una segunda identidad para proteger una tercera.

“Boo :)” Leía el mensaje instantáneo en el sitio de Facebook. Era de su amigo Renzo, que se identificaba con el nombre de Ren. Ren Tracey.

“No.” Le contestó, e inmediatamente lo bloqueó para desbloquearlo sólo unos segundos después.

“No he dicho nada, perra histérica.” Dijo Ren, arrancándole una sonrisa a Alan.

Su fotografía predeterminada era una fotografía de ambos. …l aparecía avergonzado haciendo una V de victoria, mientras que Ren estaba visiblemente intoxicado de alcohol y emulando algún símbolo de un grupo criminal con las manos. Para Alan era ofensivo, pero para Ren era muy gracioso porque al parecer era irónico que un twink como él hiciera algo así. Pero Ren ya no calificaba como twink desde que iba al gimnasio religiosamente.

“Eh.” Respondió.

“Vamos a Diamond el sábado” Dijo Ren, seguido de muchas caritas felices.

“Eh… El viernes salimos a bailar Adam y yo, ¿quieres ir?”

“Pero tienes que compartirlo ;).”

“Eres un idiota y no eres gracioso.”

“Eso se lo dejo a tu novio :D.”

No le gustaba que Ren, ni nadie más, insinuara que entre Adam y él había algo más que una amistad. Siempre le parecía que lo hacían con la intención de burlarse de Adam y no parecía correcto. Le daba la impresión que la gente pensaba que Adam estaba perdida y patéticamente enamorado de él y al mismo tiempo que alguien como él jamás se podría rebajar a estar con Adam. Y eran amigos, tenía que ofenderse, lo defendería hasta de Ren si fuera necesario. Sólo llegado el momento, por supuesto, no por comentarios como ese que eran muy fáciles de ignorar.

“Adiós, zorra fea.” Dijo Alan antes de bajar la pantalla de su computador.



Había olvidado el miedo que le daba montar en la motocicleta de Adam. Siempre se abrazaba a él más de lo necesario y hundía su cabeza en su espalda con los ojos bien cerrados hasta que Adam le decía que habían llegado a su destino. A veces esperaba que se la robaran por dejarla afuera de cualquier lugar con tanta confianza, pero obviamente no lo habían hecho y no podía enfadarse, Adam era un buen tipo y no se merecía que le robaran algo que quería tanto como su motocicleta.

Habían llegado a un bar pequeño con no mucha gente como las grandes discotecas que había en la ciudad, pero era cómodo y no le ponían peros a Alan cuando presentaba su identificación falsa que Ren le había dado tres años atrás. Según la tarjeta, Alan ya tendría veinticuatro años.

El bar se llamaba GayHo. Una no muy creativa distorsión del nombre de la ciudad en la que estaban, West Hollywood o WeHo, que también significaba zorra gay. Ciertamente los dueños tenían otra expectativa al abrir el bar, porque no ocurrían tantos desfiguros como podía esperarse de un bar que se llamaba zorra gay. Era un buen ambiente para ir a tomar cervezas con los amigos y bailar un rato, y cómo extrañaba ver bailar a Adam. No porque fuera un buen bailarín, sólo era gracioso verlo intentar.

—¿Dónde está Ren? —le preguntó Adam al oído sin dejar de moverse como un pato cojo adicto a la cocaína.

—Dijo que vendría más tarde.

A veces Adam se cansaba y dejaba de moverse en seco. Era muy evidente cuando alguien alto y corpulento como él se quedaba quieto entre quizás treinta personas. Alan tenía que reactivarlo apoyando su frente en su pecho o cualquier parte de su camisa, molestándolo al limpiarse el sudor con su ropa.

—Te doy asco —se quejó Alan.

—No. —Rió.

—Sólo es sudor…

Adam intentó limpiarse la frente en el hombro de Alan, pero él se alejó.

—Sólo es sudor —lo imitó Adam.

—Es diferente, tú eres viejo y es raro —bromeó.

Ambos habían parado de moverse y estaban tomados de las manos con los brazos estirados hacia abajo, les ayudaba a descansar. Se miraban a los ojos y sonreían, sin pensar mucho al respecto aunque las personas alrededor de vez en cuando les dirigían miradas de ternura. Realmente no lo que se esperaba del bar Zorra Gay.

—¿Me permite a la dama? —interrumpió Ren, dirigiéndose a Adam con un tono dulce que no era muy común en él.

Adam dejó ir a Alan y se dirigió a la barra. Alan dio un paso para seguirlo, pero Ren lo detuvo de una mano. Hubiera sido fácil soltarse e irse, pero algo en el gesto burlón de Ren lo obligó a quedarse.

Era un muchacho alto de cabello rubio de corte moderno con ambos costados de su cabeza casi rapados, de cuerpo atlético y muy bien parecido. Vestía de manera que según él era alternativa, pero veía a casi todo el mundo en la calle vestida así; era ridículo, pero le quedaba bien. No hacía falta tener ropa diferente o usar lentes de pasta gruesa sin aumento, pero ese era Ren, se esforzaba tanto por ser diferente que había comenzado a hablar como homosexual estereotípico, seseo incluido, y a usar jerga de drag queens en un intento de resultar transgresor y gracioso por ironía. Le funcionaba al menos con él.

—¿Qué hacías, zorra? —le preguntó sin dejar de burlarse con la mirada. Le resultaba gracioso escucharlo hablar así con su tono de voz grave, mucho más divertido que conversar por Internet.

—Estábamos bailando. Bueno, yo estaba bailando… no sé qué estaba haciendo Adam —bromeó Alan.

—Te hubieras visto… —Hizo un gesto de ensoñación y exageró un suspiro.

—No hice eso. —Lo empujó de un hombro y rió.

—Deberías aprovechar que terminó con Evan, quién sabe cuánto vaya a durar eso —dijo con una sonrisa. A Alan le parecía serio, pero a pesar de eso prefirió tomarlo como una mala broma.

—Talvez deberías aprovechar tú si tanto te preocupa —picó Alan.

—Sí… no. No, cariño, le hace falta como medio millón de dólares para que me fije en él… —dijo imitando su voz de Paris Hilton que a Alan tanto le divertía—. Y otro medio millón para que me acueste con él.

—Como si necesitaras acostarte.

Dejaron de fingir que moverse así de lento era bailar y se acercaron a Adam. …l estaba bebiendo una cerveza y miraba con desinterés algún vídeo musical en una de las televisiones con bases en el techo que había distribuidas por el local.

—Anímate, grandulón —dijo Ren sin siquiera mirarlo directamente. Había sonado más a una orden. Anímate o vete de aquí.

Adam volteó a verlo con una sonrisa y le ofreció de su cerveza, que Ren no titubeó en aceptar.

—Yo no quiero, gracias —dijo Alan en tono sarcástico que Ren supo entender y le pasó la botella de inmediato.

—Van a arrestarte, Weatherly —dijo Ren—. Un anciano como tú regalando alcohol a dos menores…

—Qué chiste tan obvio y tan malo, Tracey —respondió Adam con una sonrisa.

—No tengo un doctorado en chistes como tú —se burló.

—Siempre te burlas de mi profesión pero tú no haces nada con tu vida.

—Sí… no. Ser comediante no es hacer mucho, tampoco, señorita Weatherly.

—Chicos, dejen el veneno para más tarde —intervino Alan al notar que podían llegar a discutir en serio.

Ambos suspiraron y dieron vuelta a los ojos. A Alan le resultaban como dos animales cuando tenían episodios como aquél. Era absurdo, eran amigos; ninguno de los tres hacía algo importante, no había tantas diferencias entre ellos como para ameritar una discusión.

—Me ofrecieron empleo en una firma de abogados… —dijo Adam un instante después. Aún intentaba defenderse.

—Felicidades —dijo Ren en mal tono exagerado. Había vuelto a bromear como la mayoría del tiempo.

Adam rió y Ren le siguió.

—El salario es genial, y sería bueno usar mi título que no fue gratis… pero…

—Tus pequeños shows —completó Ren.

—¿Qué tan genial es el salario? —preguntó Alan para no darle la oportunidad de responder a la provocación de Ren.

—Cuarenta mil dólares al año. —Parecía malhumorado, como si le ofendiera que le ofrecieran tanto dinero.

No pudo evitar hacer cálculos. …l tendría que hacer más de veinte escenas en pareja para ganar algo así. No necesitaba el dinero, sólo no pudo evitarlo.

—Te ves tan sexy en este momento —dijo Ren al escuchar su posible paga. No era nada extravagante, pero era suficiente para una persona soltera y a partir de cuarenta mil sólo podía subir—. Y más joven —agregó—. Espero que no lo digas sólo para parecer mejor que yo.

—No necesito mentir para ser mejor que tú —se burló Adam—. Sí, suena fantástico, pero… Si me interesara tanto el dinero no haría lo que hago.

—Si no te interesara tanto el dinero no serías abogado —dijo Alan casi sin darse cuenta.

Ren le coincidió la razón asintiendo con la cabeza, a lo que Adam no tuvo mejor opción que encogerse de hombros.

—Y estaría bien empezar tu ejercicio profesional ahora. Tienes veintiséis…

—Veinticinco —lo corrigió Adam.

—Ya los vas a cumplir, corazón, no es que tenga mala memoria.

Alan sonrió. Era obvio que era una mentira que Ren supiera la fecha de cumpleaños de Adam aunque por coincidencia faltara menos de un mes para festejarlo.

—Deberías considerarlo, parece una buena oportunidad —dijo Alan, descansando sus manos sobre los hombros de Adam en señal de apoyo.

—¿Podemos ir a bailar? —preguntó Adam, reclinándose hacia atrás para buscar los ojos de Alan.

Ren lo tomó de una mano para ayudarlo a bajar de su silla aunque pudiera hacerlo por su propia cuenta y fueron los tres a la pista de baile.

Ren hacía malos pasos de baile, sólo quería pasar un buen rato y hacer reír a sus amigos, no iba a buscar un encuentro casual en aquél local tan debajo de sus estándares; a veces imitaba a Adam para molestarlo y él se quedaba quieto hasta que Alan fingía acercarse para limpiarse el sudor en su ropa.



Cuando Ren se ofreció a llevarlo a casa en su coche no le tomó más de un segundo aceptar. A Adam no pareció molestarle, después de todo sabía que no le agradaba mucho viajar en motocicleta; si Alan fuera más fuerte podría dejarle marcas en el cuerpo por cómo se abrazaba de él.

—Puedes quedarte a dormir —le recordó a Ren cuando estacionó el coche frente a su edificio y notó que no tenía intención alguna de bajar.

—Lo sé, pero tengo que volver al departamento —respondió con una sonrisa amable.

Echó un vistazo a través de la ventana del coche. Estaba muy oscuro afuera a pesar de las lámparas de calle y le daba miedo salir. Era un vecindario seguro, pero a las tres de la mañana nada importaba. Podía pedirle a Ren que lo acompañara a la puerta, pero no sería justo para él volver solo a su coche.

—Gracias por traerme —dijo en voz baja sin dejar de observar la puerta del edificio por la ventana.

—Claro, cariño —respondió. …l tampoco lo miraba a él, estaba revisando su teléfono móvil aprovechando que no estaba manejando.

Salió del coche, le dio las buenas noches y caminó a prisa a su edificio. Ren no se fue hasta que estuvo dentro.

El departamento estaba oscuro y solo, olía a humedad y jabón porque había dejado la secadora de ropa andando aunque algunos inquilinos le habían advertido que era peligroso, suponía que sólo les molestaba el ruido y querían asustarlo para que no lo hiciera más.

Tenía hambre, así que sacó una pera del refrigerador. Le gustaba la fruta fría. Se sentó en el piso con la espalda contra la pared, estaba tan agotado que no había querido ni caminar a una silla.

Revisó su teléfono móvil al escuchar un mensaje. Era Adam agradeciéndole por la velada, con muchas sonrisas.

Sonrió para sí mismo y lanzó el centro de la pera al cesto de la basura. Entonces notó que tenía otro mensaje que probablemente no había escuchado llegar mientras en el bar con sus amigos o en la motocicleta de Adam.

Al principio creyó que alguien se había equivocado, pero no.

“Hola, Tony. Le gustaste mucho a nuestro público y nos gustaría invitarte a filmar tu primer escena en pareja el próximo fin de semana, llama a este número el día de mañana antes de las cuatro de la tarde para ponernos de acuerdo contigo.”

No sabía como sentirse. Algo se revolvió en su estómago, quizás el alcohol o quizás la pera. Lo haría.
Notas finales: Lamento la demora. Espero que les guste.

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