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Manderlay por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Yo intento terminar mis otros fics pero nooo este fic me consume porque quiero hacer algunas cosas antes de que termine. Y claro termine haciendo el cap mas largo en la historia de mi vida! Ahg... Bueno. Disfrutenlo.

De no ser por ese incomodo encuentro los dos días libres de Hannibal habrían sido maravillosos. Desayuno en la cama, jugando con los niños, bañándose juntos durante la siesta y terminando más sucios de lo que habían entrado. Pero no. Habían decidido salir de compras. Hannibal se había calmado y estaban listos para preparar la habitación de Abigail, blanco y gris, con elefantes, gatos y princesas, Will no quería nada rosa pero tenía una imagen muy femenina en mente para Abbie, y Hannibal estaba de acuerdo. Comprarían sabanas, juguetes, cobertores. Llevarían a los niños a una guardería por ese día y disfrutarían una salida juntos, a solas. ¿Qué podría salir mal?

Will nunca había tenido dinero para gastar, no mucho en todo caso, así que para él salir de compras era un lujo al que no lograba acostumbrarse. Hannibal insistía en comprarle ropa costosa, relojes, libros, todo en lo que posara sus ojos, pero Will aún era algo reticente a aceptar tantas cosas.  Sin embargo, a eso de las 2 de la tarde, Hannibal se las había arreglado para comprarle más cosas que a Abigail. Will meneó la cabeza frustrado, y un poco cansado, los tobillos le dolían y se sentía hambriento.

— ¿Estás bien?

—Hannibal, creo que es hora de irnos a casa.

—Pero sí no son ni las 3, William. Te sientes mal ¿es eso?

—Estoy un poco cansado… y tengo hambre—.Hannibal le sonrió mientras se detenían en uno de los pasillos del centro comercial (Hannibal los despreciaba, pero Will se sentía mucho más cómodo comprando ahí), le quitó las bolsas de compras y le beso los labios.

—Escucha, iré a dejar esto al auto. Cuando regresé iremos a ese bonito restaurante francés del 4 piso.

— ¿Hay un cuarto piso?

—Sí cariño, lo hay—. Respondió Hannibal divertido. —Espérame aquí y comeremos algo, si después aun te sientes muy cansado nos iremos a casa ¿vale?

—Vale…—Cedió Will, sentándose en una banca cercana, resignado. —Pero date prisa, Hanni, en serio morimos de hambre.

—No sabrás que me fui—. Y desapareció entre la multitud.

Will suspiro con una sonrisa en los labios, no tenían muchas oportunidades para salir juntos, mucho menos a solas. Entendía que Hannibal quisiera aprovecharlo al máximo, ambos amaban a sus hijos, pero pasar un rato viendo tiendas y teniendo conversaciones de adultos para variar era muy agradable aun con los tobillos hinchados y los pies adoloridos. Incluso con la faja de embarazo que Will usaba para ayudarlo a soportar el peso, a ratos tenía que sentarse y descansar. La banca de madera le pareció sumamente cómoda, y se relajó tanto que bajo la guardia. Una mujer mayor se sentó a su lado, probablemente igual de cansada que él, y comenzaron a charlar sobre cuantos meses tenía y sobre las náuseas matutinas. Ella le contaba sobre los remedios caseros, francamente desagradables, que tenían que tomar en sus días de juventud y Will dejó escapar una risa alegre que terminó por delatarlo. Cuando la señora se marchó, acompañada por un hombre idéntico a ella que debía ser su hijo, Hannibal aún no regresaba. Vio un par de elegantes zapatos de vestir acercarse y pensando que se trataba de su esposo levantó la vista, pero no era así. Se puso de pie de inmediato, con una expresión huraña y hostil extraña en un Omega, mucho más en uno con 5 meses de gestación.

— ¿Will? Eres tú ¡No puede ser! ¡Ha pasado tanto tiempo! — El hombre era más alto y más grueso que Will, pero tenía su mismo cabello rizado y los ojos azules de su madre.

—Jonathan…

—Te ves increíble, casi no te reconocí.

—No te culpo, hace casi 18 años que no me diriges la palabra—. Su hermano parecía feliz de verlo, pero Will no compartía el sentimiento. Guardaba mucho rencor a su familia por su desprecio cuando decidió rechazar el matrimonio arreglado de su padre y conoció a Mathew. Jonathan era 2 años mayor que él, un exitoso abogado, habían sido cercanos, mejores amigos, pero al final lo había rechazado igual que el resto de su familia.

—Will… pero mírate ahora. No sé cómo lo lograron tú y Mathew pero vaya que las cosas han mejorado para ustedes. ¿Logró entrar a la escuela de medicina? Seguro que sí, digo estás aquí. Y un bebé ¿Cómo lograron eso?

Will lo miraba hablar, confundido. Era una situación irreal. Claro, ellos sabían que se había casado con Matt, los había invitado a su pequeña boda pero ninguno se había presentado, Jonathan les había enviado dinero y un regalo, pero poco había logrado consolar a Will con eso. El daño estaba hecho. Al final habían perdido todo contacto, no había forma de que supieran que Mathew había muerto, había llamado a su padre, para pedirle apoyo, pero este le había colgado cuando escuchó su voz. Nunca pudo decirles nada. Su hermano lo revisaba de pies a cabeza. Era fácil asumir que Will ya no era el pobre diablo que esperaba que fuera casado con un Beta en una mala carrera. No con la ropa fina y el carísimo reloj que adornaba su muñeca, o el anillo de platino en su dedo.

Matt trabajaba como enfermero en el psiquiátrico de Baltimore, ese salario había pagado la escuela de Will y un diminuto departamento de una habitación y baño compartido mientras Will estudiaba y él mismo trataba de ingresar a la escuela de medicina. Nunca lo logró. Cuando Will se graduó se cambiaron a un departamento un poco más grande, pero su vida permaneció tan inestable como hasta ese momento.

—Matt…—Su voz se quebró un momento. Odiaba pensar en Matt, odiaba hablar de él. Justo cuando creía haberlo superado sus sueños, Jack y ahora su hermano lo obligaban a desenterrar los recuerdos de la más oscura época de su vida. Su amor por él era una fogata que se había consumido mucho tiempo atrás, rodeada por el incendio que era su vida con Hannibal, pero había brasas que ardían en su pecho, sintió los ojos húmedos, pero culpo al embarazo por eso.

—Matt murió.

— ¿Qué? — Su hermano parecía genuinamente sorprendido… y triste. — Will, lo siento muchísimo. ¡No tenía idea! Debiste llamarme…

—Claro que no sabías, intenté llamar a Papá, pero me colgaba el teléfono cada vez que lo intentaba, y no sabía dónde buscarte a ti o a los otros… así que deje de intentarlo.

—Pero los Brown te ayudaron, ¿verdad? Ellos te adoraban.

—No, adoraban a su hijo, y yo venía en ese paquete. Cuando Matt murió se olvidaron de mí y me vi obligado a vender el auto y los muebles para pagar las cuentas del hospital y la funeraria—. Su voz era monótona y fría. Toda la gente que debía estar ahí para él lo había rechazado. El simple recuerdo bastaba para ponerlo de pésimo humor, le atravesaba el pecho como una flecha de fuego.

—Will… lo siento tanto. Creí… creí que al fin eras feliz, con Mathew. No… no digo que lo que hice esté bien, eres mi hermanito. Pensé que él te cuidaría, que a pesar de todo podrías ser feliz. No debí ponerme del lado de Papá, pero no sabía que más hacer. Lo siento de verdad, no tenía idea…

—No es nada…—Will era bueno leyendo a la gente, pero no era tan bueno perdonando. Su hermano creía que Will estaría bien porque no estaba solo, así se ahorraría los problemas en que se metería con su padre si lo defendía. Lo comprendía perfectamente, el habría hecho lo mismo, evitar los golpes y la humillación. Su hermano tenía los ojos húmedos y sujetaba sus manos con otras grandes y temblorosas.

—No puedo arreglar lo que sucedió antes… Papá ya no tiene derecho ni poder sobre mí, por favor Will déjame estar aquí para ti ahora.

—No es necesario, Jonathan. Tú mismo lo dijiste, estoy muy bien. —Su arrepentimiento era sincero, pero Will no lo quería, no ahora. Quería irse a casa. ¿Dónde demonios estaba Hannibal?

—Por favor, Will, sé que no tienes razón para confiar en mí, déjame intentar enmendar mis errores. Eres mi hermano, eres el chiquillo que corría atrás de mí lanzándome globos de agua porque no podía darle a nadie más… —Will quería evitar su mirada, pero no podía, veía los ojos de su madre, sus propios ojos, querían hacer lo correcto. Ahora tenía una vida feliz, podía aceptar a su hermano en ella, sentirse como un niño de nuevo, tener un poco de su familia cerca, como se suponía que sucediera. Tal vez los años realmente lo habían hecho reflexionar. A sus 33 y 35 años ya no eran niños como para dejar que la intolerancia de su padre fuera un obstáculo. — Por favor, Willie… Te amo, lo sabes.

Will estaba a punto de abrir la boca, y aceptar sus disculpas cuando un puño cruzó el aire frente a él y le dio de lleno a su hermano en el rostro. Esté se tambaleo peligrosamente, la gente alrededor los miraba curiosa, o salían corriendo de su camino, una mujer gritó.

—No te atrevas a ponerle las manos encima a MÍ esposo—.Murmuró Hannibal jadeante. Había visto a Will claramente incomodo mientras un extraño le sostenía las manos, y había corrido hasta ellos sólo para escuchar que “amaban a su Willie”. El golpe había sido instintivo, y ahora se le antojaba apresurado. Will lo miraba con la boca abierta y una breve olfateada le dejó saber que ese Alfa tenía un olor similar al de Will no por estar cerca de él. Trató de no lucir avergonzado.

— ¡Hannibal! —Will se aferró a su esposo, abrazándolo y acariciándole el cuello de forma tranquilizadora. — ¡Hannibal, está bien! Es mi hermano, Jonathan. ¡Es mi hermano, mayor!

—Tú hermano mayor, ¿uno de los 5 que te dejó a tu suerte a morir de hambre por ahí?

—Realmente lo siente…—Dijo Will, y tanto Hannibal como Jonathan lo miraron incrédulos, Hannibal listo para golpearlo de nuevo y Jonathan listo para recibir un golpe que seguramente merecía. Will lo ayudo a ponerse de pie y ambos echaron a andar cuando vieron elementos de seguridad acercarse a ellos. Salieron del centro comercial y Will pidió un poco de hielo en una cafetería cercana.

—Ten… Lo lamento mucho—.Dijo ofreciéndole una bolsa de hielo a su hermano, este hizo una mueca cuando la puso sobre su rostro pero su expresión se suavizó rápidamente.

—Yo no lo siento—.Dijo Hannibal, sentado junto a Will con los ojos llenos de veneno.

— ¡Hannibal!

—No, Willie, está bien. Merezco mucho más que esto. Tiene razón. No debí dejarte sólo, no tenía idea todo lo que habías pasado—. Se sentó derecho en la silla y dejó la bolsa de hielo a un lado, con una inclinación de cabeza se disculpó antes de ofrecerle la mano a Hannibal, este la miró como si le ofrecieran patas de pollo fritas del supermercado. — Soy Jonathan Graham, es un placer conocerlo, y lamento mucho el daño que le causé a mi hermano cuando era joven e idiota…

Juventud y estupidez casi siempre venían de la mano. Su hermano estaba dispuesto a sufrir una golpiza, su disculpa era sincera. Will quería esa sinceridad, y amaba a su hermano. Pero su esposo, su Alfa era mil veces más importante y si el no creía en su sinceridad Will tampoco.

—Todos tenemos el potencial para seguir siendo idiotas aun cuando hemos dejado atrás la juventud—.Dijo Hannibal fríamente. Jonathan accedió con un movimiento de la cabeza, pero no rompió el contacto visual, era un Alfa también, un Alfa Graham. Habían cuidado del mismo Omega, algo había de compañerismo en esa experiencia. — Pero yo daría muchas cosas por tener una segunda oportunidad con mi hermana. Si William quiere dártela, adelante. Pero te advierto que sí lo haces sufrir una vez más, te golpearé hasta que no puedas reconocerte en el espejo.

Will contuvo la respiración, mirando a su esposo como quien mira a un desconocido, tan frío, tan firme y tan amenazador. Jonathan no se dejó amedrentar y asintió con la cabeza. Hannibal finalmente tomó la mano que le ofrecía y la apretó.

—Soy Hannibal Lecter, soy el esposo de William, desde hace casi 4 años.

—Felicidades, es muy afortunado.

—Sí, lo soy.

La tensión estaba ahí, pero Will al fin pudo respirar tranquilo y su mano se fue directa a su vientre, no podía estresarse así. Era demasiado para él bebé.

—William, tienes que comer algo.

—No creo que pueda pararme…—Dijo sonriéndole, se había relajado, y la presión en sus pies había regresado, quería sentarse en paz y comer por un rato.

—Esta cafetería vende comida, puedo traerte algo, yo invitó claro…—Se apresuró a agregar Jonathan mientras Hannibal tensaba los músculos de la mandíbula. —Hay un emparedado de 3 quesos en pan de centeno, como él que preparaba Mamá, Willie.

—No hace falta, William es mi Omega, yo me ocuparé de él.

—Por favor, Hannibal ¡Eso suena muy bien!

—Bien, pero no es necesario que pongas un céntimo. Paga por tu propia comida, William es mío, y yo pago por él—.Dijo Hannibal, hostil, poniéndose de pie. Jonathan se puso de pie casi al mismo tiempo, suspirando. La bolsa de hielo volvió a su rostro.

—Suena justo, Will, volveremos en un momento.

Will sonrió y los miró entrar a la cafetería. Jonathan era un poco más alto que Hannibal y se estiraba, perfectamente derecho, marcando su territorio.  Los Alfa eran tan extraños, Will estaba en contacto con otros Omega en su círculo de amigos, como Alana, o cuando visitaba al DR. Cook. Y jamás había problemas, se sentaban juntos, charlaban, había un aura extraña de compañerismo entre ellos. Como niños, en plena confianza. Pero los Alfa eran harina de otro costal, cuando había más de un Alfa en una habitación la tensión explotaba como pólvora en año nuevo. Siempre queriendo estar por encima del otro, de imponer su voluntad. ¿Cómo hacían en la policía o los hospitales para trabajar cuando había tantos Alfa alrededor? No era sorprendente que muchas enfermeras fueran Betas u Omegas.

Hannibal no era mucho de mostrar emociones, sus palabras expresaban mejor su desagrado que su rostro, su pecho hinchado y la línea tensa que era su boca era suficiente para darle a entender a otros, en este caso Jonathan, que no iba a dar su brazo a torcer. Will no tenía intención alguna de dejarse dominar por su hermano, aunque estaba acostumbrado a ello. Rodeado de Alfas al crecer estaba acostumbrado a que todos cuidaran de él. Una vez más se preguntaba cómo pudo vivir tanto tiempo ligado a un  Beta, pero la respuesta era sencilla, lo amaba. ¿Algún día dejaría de amarlo? ¿De extrañarlo? Su sonrisa burlona, su pecho firme y adornado con tatuajes extraños, su risa. La forma tan natural que tenía de sacrificar su tiempo y su vida por darle la mejo que pudieran tener. Su gusto casi anormal por él, sus gemidos de satisfacción cuando se venía una y otra vez durante el celo. Si la comida, y lo que parecía un vaso de soda italiana de manzana (su sabor favorito), no hubiera llegado en ese momento, Will se habría puesto a llorar.

— ¿Estás bien? —Preguntó Hannibal de inmediato, ignorando a su hermano y acariciándole el rostro con cariño. Will asintió y con todas sus fuerzas sacó a Matt de su cabeza.

—Lo siento, pero tengo que preguntar. —Dijo Jonathan pasados unos minutos. — ¿Es mi primer sobrino? ¿Cuánto tiempo tienes?

—Cumplimos 5 meses, es una niña… y no, si no eres un idiota este sería tu tercer sobrino. —Dijo Hannibal inmediatamente, Will simplemente se concentró en la comida, mientras Jonathan  chillaba de gusto. — Tenemos dos niños.

— ¿Tercero? Wow, ustedes no pierden el tiempo ¿eh? ¡Felicidades! No es por entrometerme, pero las niñas con maravillosas, van a disfrutarla mucho.

— ¿Tienes hijos? No sé nada de tu vida…—Susurró Will, primero emocionado y luego un poco entristecido, Hannibal pasó un brazo sobre sus hombros y se sintió mejor de inmediato.

—Tengo un niño y una niña, Alfa y Beta. Personalmente soy feliz de no tener un Omega aún, es complicado…—Su voz bajó el volumen hasta casi desaparecer, su padre nunca quiso un Omega pero Will había nacido. Hannibal endureció su mirada, tomando un trago de una taza de café a su lado para tranquilizarse. — Lo siento… no quería

—Está bien, ser Omega ya es bastante difícil, me imagino que criar uno debe ser igual de complicado. —Will no parecía realmente ofendido y ambos Alfa suavizaron su postura— Nuestros niños son Alfa, pero aún son muy pequeños para actuar como idiotas.

—Auch, lo merezco, lo siento mucho Will… Debes saber que Louis, Arnold y Richard también tienen hijos, casi todos son Beta, pero Al tiene un Alfa y Dick una Omega. Contando a mis niños, los tuyos tienen 16 primos.

— ¿16? ¿Es que todos en esta familia intentan tener más hijos que papá?

—No me lo tomes a mal, Willie, pero vas por el tercero, ya tienes más hijos que yo. — Will cerró la boca avergonzado, no ayudó que Hannibal saliera en defensa de su camada.

—Personalmente me gustan las familias grandes, debe ser porque la mía no lo fue. Realmente espero que William y yo podamos tener 6 hijos antes de que salga de su edad fértil.

— ¿6? Eres un Alfa muy razonable—.Dijo Jonathan sonriéndole, intentando con todas sus fuerzas no pensar en ese par haciendo cachorritos, era una idea extraña imaginar a Will con alguien además de Matt. — ¿A ti te va bien eso?

—Por supuesto—.Afirmó Will sonriéndole a su esposo. — Pero tampoco me importaría si fuera uno más o uno menos…

Aquél encuentro desagradable rápidamente mutó en una comida muy amena, Will descubrió que Jonathan tenía unos 6 años de casado, era socio en una buena firma de abogados y vivía con su esposa y sus hijos en una casa al norte de la ciudad. Aunque Hannibal lo rechazó al principio, ofreció organizarle a Will un baby shower para Abigail, dijo que su esposa estaría feliz de conocerlo y que no tenía que ver a sus hermanos si no quería, mucho menos a su padre. Will agradeció el gesto, y luego de discutirlo termino aceptando, quería conocer a sus sobrinos tanto como Jonathan a los suyos. Intercambiaron números de teléfono, direcciones electrónicas. Cuando terminaron de comer y se prepararon para irse eran casi las 7 de la noche. Will estaba deseoso de volver a casa y Hannibal tenía que prepararse para volver al trabajo al día siguiente.  Se despidieron en el estacionamiento y Jonathan incluso le dio a su hermano un abrazo. Will culpó a su embarazo una vez más cuando sus ojos se llenaron de lágrimas.

— ¿Estás bien? —Preguntó Hannibal mientras caminaban rumbo a su auto.

—El otro día estaba viendo un comercial con un perro y me puse a llorar…—Susurró Will secándose las lágrimas con la camisa.

— ¿Le sucedía algo malo al perro?

—No… sólo era adorable… y lloré.

— ¿Intentas decirme que no lloras por reunirte con tu hermano, sino porque Abigail te ha convertido en un lío emocional?

—Sí…— Hannibal sonrió, besándole la frente y los labios, abriendo para él la puerta del auto.

—Ya veo, no me gusta verte llorar, Will, pero creo que puedo perdonárselo a Abigail.

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Jonathan había cumplido, hasta ahora. Apenas al día siguiente Will recibió una llamada suya. La Sra. Jones estaba lavando la ropa y para sus niños era la hora de la siesta. Jonathan estaba saliendo del juzgado y lo invitaba a cenar juntos ese día para presentarle a Lily, su esposa. Will no estaba muy seguro, pero se ofreció a llamar a Hannibal y preguntarle, ya que no era muy aficionado a comer fuera de casa. Hablaron un rato hasta que Jonathan dijo algo que por algún motivo resonó con fuerza dentro de él.

—Este lugar va a encantarle a Hannibal, Will, no sé porque pero creo que es de esos hombres que disfrutan de comerse un buen plato de pulmón.

“Hombres que disfrutan comerse en buen plato de pulmón”. Esas fueron sus palabras.  Palabras completamente inocentes. Simplemente una sugerencia sobre lo que a su cuñado podría gustarle comer. Pero para Will fue como un puñetazo en el estómago. Eso era. Pulmones, corazón, baso, hígado todos eran órganos considerados comestibles, especialmente entre gastrónomos expertos. Algunas veces el Destripador tomaba algunos órganos, siempre los mismos pero no siempre todos los del cuerpo.

De un salto sacó el expediente de la tabla en el suelo y cerró la puerta con llave, pasando las hojas como un desquiciado. Una de las víctimas había perdido el corazón, el hígado y ambos riñones, pero sus pulmones estaban intactos… ¿Dónde mierda está la autopsia? 48 años, cáncer de pulmón. Dejó escapar un gemido de felicidad, tenía que llamar a Jack, pero Hannibal le había prohibido usar el teléfono celular… ¿Sería seguro usar la línea fija de la casa? No tenía tiempo para averiguarlo.

—Crawford.

— ¡Jack!

— ¿Will? Dime que tienes algo, por el amor de Dios.

— ¡Se los está comiendo Jack! —Susurró Will tan claramente como pudo. — Es un caníbal, extrae sus órganos para comérselos Jack! Por eso deja los órganos enfermos atrás, no puede comerse la carne mala.

— ¡Santo Cielo! — Jack sonaba asqueado y aturdido — ¿Estás seguro?

—Sí, al 100%. No hay otra razón para dejar órganos atrás, si quisiera venderlos para trasplantes se los llevaría todos. No lo motiva el dinero, quiere órganos sanos que pueda comerse.

—Por dios, Will. Llamaré a Beverly, le diré que deje de perder tiempo con traficantes de órganos y que empiece a buscar libros de recetas. Tal vez podamos rastrearlo por lo que coma con los órganos. Eres una bendición. Tengo que irme. Adiós Will.

—Adiós Jack.

Era pequeño, pero era un progreso, y cualquier progreso es bueno en casos como ese. Will se sentía orgulloso, ojala pudiera ayudar más. ¿Qué comería un caníbal como ese con sus pulmones frescos? Jonathan tenía razón, a Hannibal le encantaban las vísceras, especialmente el corazón. Guardaba una cajita con recetas en la mesa de la cocina. Pero no decía que vino las acompañaría… Will no era un experto en esas cuestiones, su paladar aún era de principiante y mientras fuera delicioso se comería hasta una piedra. Pero había alguien que adoraba anotar cada detalle. Sacó el diario de Bedelia de bajo las tablas del suelo y paso las páginas lentamente. Había leído más de la mitad del libro y odiaba a Bedelia con todas sus fuerzas.  Pero ella adoraba las fiestas que organizaban y anotaba cada detalle de ella. “28 de Junio, Corazón a la Tártara”

28 de Junio… 28 de Junio… Esa fecha le era muy familiar. ¿Por qué? El expediente del destripador seguía sobre la mesa, mirándolo acusadoramente, incitándolo. Ahí, sobre aquél hombre con cáncer de pulmón decía que su fecha estimada de muerte era el 26 de Junio. Su cuerpo fue encontrado el 27. Hannibal había servido corazón el 28. Era una coincidencia extraordinaria. Will sintió su corazón detenerse un segundo. No era posible, era sólo una coincidencia, tenía que serlo.

Pasados 5 minutos ni él podía creer en tantas coincidencias. Quiso creer que Hannibal tenía un mal carnicero, uno que mataba gente y se la vendía a gente como él. Quiso creer que tal vez Bedelia era la responsable, pero ella siempre especificaba que Hannibal cocinaba, y Will sabía que era así. Además Bedelia estaba muerta y el Destripador seguía por ahí. Era imposible. Todas las fechas coincidían. Todas las personas en el archivo de Jack habían muerto entre 3 días y 2 semanas antes de que Hannibal organizara una gran fiesta, una cena suntuosa llena de invitados y comida preparada por el mismo. Todos los órganos que faltaban a los cuerpos estaban siempre en el menú, no podía ser su carnicero, algunos cuerpos eran encontrados el día de su muerte, el mismo día de la cena. Es imposible cosechar órganos con tan poca anticipación si no sabes de antemano lo que buscas. No. No era posible.

Su respiración había comenzado a agitarse, pasaba las páginas como un desquiciado, una tras otra, fecha tras fecha, todas las muertes en los 2 años que Bedelia planteaba en su diario concordaban con fechas muy cercanas a una fiesta organizada en la Casa Lecter. No era posible. Arrojó todo bajo las tablas y abrió la puerta, era mejor empezar con su día… No. Hannibal no podía ser el Destripador de Chesapeake… Pero Will sabía que era perfectamente posible. La fecha coincidía, también los órganos… y el perfil. Hannibal había estudiado medicina y laboraba en un campo en el que ejercía control sobre la vida de otros, tenía mucho dinero y se movía con fluidez, sin ser notado o levantar sospechas, era atractivo y extranjero, era educado, culto, tocaba instrumentos musicales, componía su propia música, dibujaba, cocinaba y leía muchísimo.  ¿Cómo es que nadie lo había notado? Se esconde a plena vista, trabaja para el FBI, es amigo de Jack… le ha servido a Jack la gente a la que trata de proteger.

Le ha servido a Jack la gente a la que trata de proteger. Se lo ha servido a Jack, me lo ha servido a mí. Pensó en sus hijos, Hannibal se negaba a que comieran papillas compradas, así que preparaba sus comidas cada semana, puré de frutas, verduras… hígado… ¿Les habría dado a sus hijos Hígado humano? La idea era repulsiva, se dio cuenta de que no respiraba, estaba mareado y corrió al baño a vomitar, no se detuvo en minutos, hasta soltar la bilis. Podía escuchar a la Sra. Jones subiendo apresuradamente a ayudarlo. Estaba sudando. No era posible. No su Hannibal. ¿Qué mierda iba a hacer ahora?

No podía decirle a Jack, si se lo decía lo arrestarían, le darían pena de muerte de inmediato. Si lograban una defensa por incapacidad mental pasaría el resto de sus días en una institución mental… lejos de sus crías, lejos de su Omega. Les darían visitas conyugales cuando Will entrará en celo, pero no podría ver a sus cachorros. Perderían el dinero, perderían la casa, se quedaría en la calle con 3 cachorritos y una condición de género que le prohibía trabajar en nada. No volvería a ver a su amado esposo. A su amado esposo Hannibal el Caníbal.

La Sra. Jones estaba a su lado, la veía en la periferia de su visión. Pero no escuchaba lo que le decía, no podía controlar su respiración, estaba agitado, hiperventilando. Estaba aterrado. La cabeza le daba vueltas, intento volver a la cama, pero no pudo, su cuerpo cedió ante la falta de oxígeno y todo se tiñó de negro.

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Abrió los ojos cuando escuchó cuchicheos a su alrededor, voces familiares. Gimió suavemente mientras trataba de incorporarse pero una mano se lo impidió. No importaba, su bebé estaba bien, dentro de él dónde pertenecía. La voz preocupada de Hannibal le envió escalofríos por todo el cuerpo, instintivamente se alejó de su tacto y pudo ver la confusión en su rostro.

—Lo siento… me sorprendiste. ¿Qué sucedió?

—Te desmayaste Will, gracias a Dios la Sra. Jones estaba aquí para sostenerte o te habrías golpeado la cabeza. —Hannibal suspiró aliviado y le tomó la temperatura con el dorso de la mano, Will soltó un jadeo involuntario. —Parece que todo está bien, creo que sólo fue una baja de presión. ¿Te sentías mal?

—Me… Me maree mucho, vomité, cuando quise ponerme de pie… no lo sé, no recuerdo nada más.

—Ya veo, tranquilo. Abigail está bien, probablemente las náuseas y el vómito desequilibraron tu cuerpo y cuando te pusiste de pie sufriste una baja de presión. ¿Cómo te sientes ahora?

—Cansado…

—Es normal, lo mejor será que no hagas esfuerzos por hoy, William, nos diste a todos un buen susto. — Hannibal se acercó para besarlo, pero rechazó sus labios violentamente.

—Lo siento… no pude enjuagarme después de vomitar… mi aliento debe ser terrible.

—Sabes bien que eso no me importa—. Susurró Hannibal, aliviado. Le beso la frente con cariño palpable y Will trató de no temblar de miedo. — Lo haremos así. Te amo William.

—…—No podía estar en silencio, no podía titubear, era su esposo. Su esposo, su Alfa, el padre de sus hijos, su todo. — Te amo, Hanni. Lo siento, no debí preocuparte, has dejado mucho trabajo atrás…

—No te disculpes por eso. Puedo re agendar mis citas, tú eres mucho más importante. Bajaré a prepararte algo de comer y...

— ¡No! — Hannibal dio un brinco de sorpresa. Will sonrió nervioso, sentía ganas de vomitar de nuevo. — No Hannibal, pídele a Sra. Jones que me preparé un té… quédate conmigo…

—Vale, ahora regreso.

Will lo miró salir de la habitación y se secó el sudor frío de la frente. ¿Qué diablos pensaba? Tenía que actuar con normalidad. ¿Si Hannibal se daba cuenta de que sabía su secreto lo mataría? ¿Se lo daría de comer a sus invitados y les mentiría a sus hijos diciéndole que su padre había huido o se había suicidado? Tenía un historial de inestabilidad mental, podría venderles una historia de depresión clínica escondida por su esposo el Psiquiatra favorito del FBI… ¿Se lo daría de comer a sus hijos?

Quiso vomitar de nuevo, pero se contuvo, tenía que calmarse, por su bien, por el de Abigail. Tenía que pensar en lo que haría ahora. Fue al baño y se lavó los dientes. El sabor a menta le ayudo a calmarse, se sentía mucho mejor, no volvería a desmayarse así.

Cuando la Sra. Jones se fue a casa esa noche Will ya actuaba con normalidad. Los niños estaban en cama, Will les había leído hasta que se quedaron dormidos, no quería volver a su habitación dónde Hannibal llenaba algunos documentos y respondía el correo. No podría dormir junto a él, era capaz de sacarle los pulmones a alguien mientras aún los usaba para respirar, con las mismas manos que le acariciaban el cabello y las mejillas. Will casi podía oler la sangre en ellas. Respiró profundo, pensó en Abigail. Debía estar sereno por ella.

— ¿William? — Hannibal abrió la puerta buscándolo, lo vio ahí sentado y le sonrió. — ¿Por qué no vienes conmigo y nos damos un baño?

— ¿Crees que sea buena idea? Con el desmayo y eso…

— ¿Te sientes mal, cariño? Has estado mejor todo el día, comiste bien. —Parecía genuinamente preocupado y se acercó a él, lo ayudo a ponerse de pie y dejó el libro en la repisa. Salieron en silencio de la habitación y cerraron detrás de ellos.

—Me siento bien, pero nunca me había pasado eso.

—Es normal que tengas miedo—. Mira quien lo dice. —Pero tienes que asearte, y no voy a dejarte sólo, voy a dejarte limpio y relajado…

Sus manos recorrieron su espalda y sus glúteos, abriéndose paso entre sus muslos para acariciar su miembro por sobre la tela de sus pantalones, Will soltó un gemido de terror que trató de enmascarar como placer. Pero no podía hacer eso. Estaba aterrado, temía que no pudiera lograr ni una erección. Hannibal empujó contra él, frotando suavemente su propia virilidad en apogeo contra su espalda, besándole el cuello y lamiendo gatunamente el lóbulo de su oreja. Will temblaba, quería alejarse de ahí. Olía la sangre, litros de sangre que manchaban las manos que lo tocaban descaradamente, dejando sus siluetas rojas y viscosas sobre su piel. Escapó de sus brazos y sonrió tanto como pudo.

—Íbamos a bañarnos, Hanni. — Hannibal se relamió los labios y Will entró presuroso a su habitación, quitándose los zapatos. Pero no llegó al baño. Hannibal lo apreso nuevamente por la espalda, sosteniéndolo firmemente contra su erección.

—No, Will, no vas a huir de mí.

El pánico regresó, instintivamente trató de soltarse pero Hannibal no se lo permitió. Lo tomó con firmeza del cuello, dejando un sendero de besos desde su barbilla hasta su marca, arrancándole un jadeo que debió tomar como un incentivo. Con lentitud desabotono su camisa y acarició suavemente su vientre para subir hasta uno de sus pezones y molestarlo con sus dedos. Will se mordió el labio, temblando, su piel estaba sensible y enviaba descargas a su pelvis, pero su boca tenía el sabor del miedo, amargo y salado. Cerró los ojos mientras Hannibal lo desnudaba completamente y usaba sus largos dedos para masturbarlo, fue un proceso lento, pero su cuerpo finalmente cedió y se endureció bajo sus atenciones, rosado y desbordando líquido preseminal que Hannibal aprovechó para lubricar sus dedos y hacer más rápidos sus movimientos.

No quería disfrutarlo, no quería hacerlo, No ahora que sabía lo que Hannibal era. Un homicida calculador, frío, maligno, Todo lo que le habían enseñado a atrapar y destruir, alguien como Hobbs, que debía temer y detener. Sintió nauseas una vez más, incluso arcadas, pero su cuerpo lo traicionaba.

—Hanni… no.

— ¿Por qué no, Will? Ya estás tan duro.

—…Po… Podría desmayarme de nuevo…

—Shh, no harás ningún esfuerzo, Will. Yo voy a encargarme de todo.

—Hannibal… en serio…no estoy de humor…

—No uses excusas baratas conmigo, William —.Gruño molesto en su hombro. En sus años de matrimonio Will jamás se había negado a tener sexo, siempre estaba húmedo y dispuesto para que Hannibal lo hiciera suyo. Su comportamiento era inusual y lo estaba molestando. — Luego me dirás que te duele la cabeza. ¿No?

—No, Hanni…—Mierda, estaba haciéndolo enojar, eso era lo que menos quería. Pero no podía hacerlo con él, sentía muchas  y ninguna era deseo en ese momento, muchas eran terribles. — Es sólo que… tengo miedo de desmayarme de nuevo… piensa en Abbie.

—Te bajo la presión Will, a veces sucede. Abigail está bien…—Hannibal parecía satisfecho con la respuesta, pero su voz estaba teñida de impaciencia. — Anda, abre bien las piernas para mí, Will.

—Ha…Hannibal no lo sé…

—Basta… deja de resistirte, relájate y te aseguro que te vas a sentir mejor…

Lo recostó sobre su espalda, Will no quería mirarlo, cómo un depredador sobre él. Fingió vergüenza y desvió la mirada. Hannibal atacó de nuevo su cuello y Will se mordió los labios. Su entrada estaba húmeda, pero apenas por la estimulación de su esposo, no se sentía nada excitado, si Hannibal le hubiera dado sexo oral se habría puesto a llorar. Lo sintió abrirse paso entre sus piernas, separándolas con más fuerza de la que habría necesitado otro día. Su glande, caliente y punzante se abrió paso, encontrándose con la vana lubricación de su cavidad y gruño molesto una vez más. Era un sonido ronco nacido de su pecho. Primitivo y furioso. Will se agitó asustado, era un gruñido de Alfa, un Alfa irritado porque su Omega no cooperaba.

Se negó a mirarlo cuando se lo pidió y como respuesta Hannibal se enterró hasta el fondo de su cuerpo de una estocada. Will soltó un gemido miserable, no había suficiente lubricación para lo estrecho que se sentía con el embarazo, Hannibal lo sabía, pero no le importaba, bombeaba dentro de él con fuerza, golpeando su próstata sin cuidado, casi sudando ira. Era doloroso, horriblemente doloroso, y humillante. Se sentía como un Omega miserable, cuyo único propósito en la vida es ser un esclavo sexual para lo que su Alfa demandara, incluso sexo rudo y forzado que Will claramente no disfrutaba. Así habría sido su vida si se hubiera casado como su padre deseaba, como un agujero sin alma, sólo disponible cuando su Alfa sintiera ganas de meter la polla en algo.

—Hannibal… ah No por favor… detente… Por favor…

Will se sorprendió deseando que terminara pronto. No lo quería, no quería que lo tocara, no quería ese enorme miembro de Alfa abriéndose paso en sus entrañas con violencia, golpeándole en lo más profundo, quemándole por la falta de humedad y de cuidado. No quería su semen llenándolo, ni sus besos, ni sus mordidas.

Súbitamente Hannibal salió de su cuerpo, Will abrió los ojos y lo miró de reojo. Estaba agitado, jadeante y semi- erecto, de pie frente a él, con el cabello revuelto y una expresión que mezclaba la confusión, la ira y el arrepentimiento. Lo miraba fijamente, y fue entonces que Will se dio cuenta que estaba llorando. Tenía las mejillas húmedas. Hannibal se acercó y lo acunó entre sus brazos con ternura, susurrándole suavemente.

—Lo siento mucho Will, me dijiste que no querías y no hice caso, fui un idiota…

Will se agitó, quería soltarse, Hannibal lo aferró más fuerte. Prácticamente lo había violado. Estaba arrepentido y avergonzado. Will nunca lo había visto tan frágil y humillado.

—No me toques…

—William, por favor lo siento… No debí forzarte…

—Suéltame… Hannibal, déjame ir.

Hannibal lo soltó, parecía realmente herido y lo miraba con los hombros caídos. Will se alejó tanto como pudo, agitándose entre lágrimas y sollozos.

—Will, por favor, lo siento.

—Déjame solo…

—William…—Hannibal trató de acariciar su rostro pero Will se apartó con violencia. Retrocedió alarmado. — Will, habla conmigo, Sé que debí detenerme… pero entiéndeme nunca te me habías negado antes, detesto que  me digan que no.

— ¿Y eso te da derecho a violarme? Eres un maldito monstruo…

—Will… por favor. No soy el único que actúa extraño hoy.

—No quiero que me toques…Hannibal déjame solo.

—Will, por favor. ¿Qué está pasando? No me digas que nada, porque siempre vienes a rogarme que te dé hasta llorar y hoy estás así.

—Y tú normalmente no eres un Alfa idiota y respetas mis peticiones, no me entierras tu maldita polla hasta hacerme llorar… vete.

—Me iré cuando me digas lo que te sucede.

—No quiero.

—William…— Estaba perdiendo la paciencia, Will se alejó cautelosamente pero Hannibal le tomó del brazo  y lo forzó de vuelta a la cama. — Dime que te sucede o te juro por Dios que voy a follarte hasta que me lo digas. No me importa cuánto llores. ¿Quieres ser un Omega necio y desobediente? Bien. Entonces seré un Alfa idiota y voy a follarte hasta que te comportes como se supone que debes hacerlo…

—No te atreverías…

— ¿Eso crees? Mírame… — Guío su mano hasta su miembro, una vez más estaba completamente erecto, caliente, listo para penetrar a un Omega  rebelde. — ¿Eso quieres? ¿Qué te joda como a un animal y te llene de semen hasta que decidas comportarte?

—No…

— ¿No qué? No me quieres dentro Will. ¿Es eso? ¿No quieres sentir como te obligo a venirte, abierto y húmedo como un buen Omega? ¿No quieres qué te enseñe a comportarte como se debe frente a tu Alfa? Dispuesto cuando yo te lo pida, sin faltarme al respeto ni cuestionar mi autoridad.

—Hannibal, por favor, no hagas esto.

— ¿Qué no haga qué? Usa tus palabras. —Will no quería hablar, Hannibal había aprisionado sus manos juntas contra la cama y usaba los dedos de la otra para penetrarlo suavemente, jamás había tenido que usar sus hormonas para imponerle su voluntad a Will, pero ahora lo hacía, el Omega de resistía pero su cuerpo no, su entrada se calentaba y estaba cada vez más húmeda y hambrienta.

—Ha…Hannibal por favor…

—Dime lo que te sucede, William. —Dijo sacando sus dedos de golpe y presionando su miembro contra su cuerpo, apenas acariciando el anillo de su entrada contra su cabeza hinchada. — Te juró que lo haré Will, voy a hacer lo que un Alfa tiene que hacer con un Omega grosero como tú, voy a follarte hasta que tú mismo ruegues por más… Voy a quebrarte William, voy a joderte hasta que no puedas concebir tú existencia sin mi polla dentro de tu cuerpo, hasta que tu mentalidad regrese a la de un Omega de los viejos días, siempre abierto para que su Alfa le enseñe quien manda. Hasta que te conviertas en una ramerita hambrienta y suplicante, hasta que dejes de resistirte y de mentirme.

Will temblaba, de miedo, de deseo, ya no sabía porque pero lo hacía. Will era feliz con Hannibal porque era un Alfa cariñoso, no necesitaba imponerse usando cosas como sus hormonas o la horrible naturaleza dormida de Will, esa parte ancestral de los Omegas que tenía como único fin la reproducción y la satisfacción de los deseos carnales de su Alfa sobre los suyos. Hannibal estaba al tanto de eso, sabía cómo sacarlos a flote. Era un psiquiatra, maldita sea. Y era un asesino, un asesino sádico y violento. Will negaba con el cabeza, hecho un mar de lágrimas, pero Hannibal no escuchaba, le hablaba, sobre como lo trataría si se convertía en esa ramera hambrienta. Lo encerraría en una jaula, esperando a que su Alfa volviera, y luego se sentaría bajo la mesa, a darle una mamada hasta que se viniera en su boca y esa sería su única cena. Will jadeo, quería dominio, algo básico dentro de él quería eso. Pero su parte racional lo odiaría por siempre. Su entrada estaba ardiendo, lo necesitaba dentro, para poder enfriarse, para recuperar la cordura.

—Ha…Hannibal… por favor, no… no quiero ser una ramera hambrienta…—Balbuceó Will, apenas podía hilar dos frases, mucho menos pensar con claridad.

— ¿Qué quieres, William? —Preguntó educadamente, su mano libre aferro una de sus nalgas, abriéndolo suavemente y enterrándose hasta la mitad, su entrada goteaba, casi tan húmeda como cuando entraba en celo.

—Quiero ser tu esposo… bueno y bien portado… te diré todo Hannibal pero por favor… No me jodas hasta que termine como papá quería… por favor.

— ¿No quieres que te joda ni un poco? Mírate, escurriendo como un niño bueno para mí.

—Ah… Sí, por favor, Hannibal…La quiero, la quiero dentro, por favor…

— ¿Prometes decirme la verdad? —Pregunto mientras deslizaba su miembro hasta la base, Will gimió lastimeramente y agitó la cabeza en una serie de extrañas afirmaciones. — ¿Me dirás porque actúas tan extraño?

—Ah.. Ah… Sí, sí Hannibal, te lo diré… por favor, por favor…

—Es mucho más fácil cuando eres un buen niño Will. — Susurró más relajado. Se había despreciado por lastimarlo, pero no quería ver lo que había sucedido con Bedelia pasarle con Will. Sentirlo esconderle cosas, rechazar sus atenciones, forzarlo a ser lo peor que podía ser para castigarlo. — Mantén tus piernas separadas, Will, justo así, enséñame esa boquita golosa. Si las cierras me detendré.

—No…no lo haré—Jadeó Will, casi enterrando las uñas en sus nalgas, separándolas para Hannibal que se relamió antes de comenzar un vaivén lento y profundo dentro de su cuerpo. Will no podía articular, no podía ni emitir sonidos, apenas podía respirar cuando su esposo aumentó la velocidad de sus embestidas, golpeando firmemente. Dejó que el golpeteo húmedo de sus testículos contra su piel fuera el único sonido en el aterrador silencio de la habitación. Que terrible. Iba a venirse como nunca en los brazos de un asesino en serie. Iba a tener el mejor y más violento orgasmo de su vida mientras lo follaba un hombre capaz de arrancarle la espina a una mujer por pura diversión.

Era una sincronización completa, una fusión total. Apenas Hannibal sintió las paredes de Will cerrarse y apresarlo como resultado de su propio orgasmo un rugido nació de su garganta y se vació en la habitación, igual que su dueño lo hacía dentro de su esposo, mirándolo retorcerse y aferrarse a las sabanas en un intento por controlarse. Salió de su cuerpo con facilidad, seguido de un chorro de semen que escurrió hasta la cama, maldita sea. Odiaba ver a Will alterado, lo amaba, pero no soportaba la idea de ver fracasar su segundo matrimonio, lo mantendría s u lado, feliz y satisfecho como todo buen Omega debe estar, aún si era contra su voluntad.

Con movimientos lentos se recostó a su lado, Will ronroneaba suavemente, perdido en el sopor del sexo, abrió sus brazos y Will se acunó contra ellos instintivamente, calmando su respiración y perdiéndose en la somnolencia.

—Will, vas a decirme por qué actúas como tan extraño conmigo…

—Sí…

— ¿Y?

—Yo sé tú secreto, Hanni…—Susurró entre ronroneos, Hannibal lo miró fijamente, con el rostro tenso y desencajado. Will no podía mentirle, no ahora que sus feromonas habían exprimido cada gota de resistencia de su cuerpo.

— ¿De qué estás hablando, William?

—Mmm. De tu secreto Hannibal, yo sé cuál es…—Susurró bosteando, una sonrisa tonta nació en sus labios mientras sus manos recorrían su torso y bajaban hacía se sexo. Tal vez se había excedido un poco. No era su intención sumirlo en esa especie de celo inducido si no era necesario. Detuvo su mano y la llevo hacía el, obligando a su Omega a mirarlo con sus ojos azules velados por el placer y el sueño.

— ¿Cuál es mi secreto, William?

—Tú…—Remarcaba cada palabra, moviendo sus dedos sobre su pecho y luego su rostro— eres… el… destripador…de…—Un último golpecito en su nariz y Will le regaló una sonrisa idiota— Chesapeake.

Hannibal no devolvió esa sonrisa, quedó pasmado en un estado entre la sorpresa y el pánico. Will no quería tocarlo porque sabía, sabe Dios como, quien era en realidad. No quería las sucias manos de un asesino sobre su cuerpo. Su primer matrimonio se repetía, pero esta vez no iba a desmoronarse. No. Will era su Omega, su esposo, el padre de sus hijos, y sería el padre de muchos más de sus hijos. Había hecho mucho por tener a Will a su lado, incluso había matado por él. Ni ese secreto iba a separarlos.


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