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Manderlay por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Lo siento, pero DarkWill es mi Will favorito.

Cuando llegó a la mitad entendió todo. Igual que Bedelia.

“Hannibal me está envenenando. ¡Claro! Que estúpida he sido al creer que esto era una enfermedad. Debí ver las señales. No puedo moverme, estoy muy débil para eso. Cuando comencé a sospechar dejé de comer y una vez más mi mente me hizo una mala jugada. Debe ser el aletargamiento. Nunca envenenaría la comida, nunca le haría eso a la comida. Pero a mí sí. Dejé de comer por días, pensando que eso me ayudaría a reponer fuerzas, pero  no fue así. Era el té, el agua, el vino. Ahí estaba.

No sé qué día es hoy, no sé cuánto tiempo más podré sostener un lápiz ni si volveré a tener la fuerza para esconder esta pieza clave de evidencia de sus manos. Por este medio declaro que yo: Bedelia du Maurier-Lecter voy a morir, y que la causa de la muerte no será la arritmia que de pronto me invade, será el veneno que mi esposo, el Dr. Hannibal Lecter, lleva casi 2 meses agregando a todo líquido que llega a mis labios.

Iré al hospital, pero no voy a volver. Mi muerte no despertará sospechas. Hannibal me mira, sentado junto a la ventana. Me mira fijamente. Sabe mis secretos, sabe que le he mentido, que lo he humillado. Y ahora me humilla a mí. Me deja ensuciar la cama y me baña una vez a la semana. Si me niego me obliga a beber y ya no intenta darme de comer. No puedo hablar. Ni gritar cuando tengo momentos de lucidez y está ahí, mirándome, sonriendo. Esperando que exhale mi último aliento.

Voy a morir, podría darme el divorcio, pero sería muy sencillo. Sabe que de dármelo correría a brazos de Anthony y sería feliz. El correría a buscarse un Omega bonito para tener hijos como conejo. Pero ya hemos pasado ese punto. Hannibal no perdona a quien le falta el respeto y yo no me he cansado de hacerlo. Qué tragedia cuando tus secretos se vuelven en tu contra. Hannibal va a disfrutar cada agonizante segundo de mi muerte. Su veneno será indetectable y su sufrimiento creíble. Moriré sin que nadie pueda hacer nada por mí, moriré sabiendo que voy a morir y que él único que puede detenerlo ha decidido postergarlo para extender mi dolor.

No tengo miedo, ya no siento nada. Si acaso siento curiosidad por ese Omega de ojos azules de quien Hannibal quedó tan prendado en nuestra última visita a Baltimore. Irá tras él. ¿Tendrá el mismo destino que yo? No voy a saberlo. Mañana estaré moribunda, Hannibal me llevará de emergencia al hospital pero no podrán ayudarme. Me dará un sepulcro decente porque debe hacerlo. Luego volverá a media noche a dejar las flores que más odio sobre mi tumba. Mi único consuelo es que finalmente estaré libre del monstruo de mil cabezas que es mi esposo.”

Sí Will podía creer a Hannibal capaz de matar a docenas de personas a lo largo de los años, creer que mataría a su esposa debería ser más fácil. El resto del texto era una carta de Bedelia a Anthony, y Will no la leyó. Dejo las hojas sobre la mesa, jadeando y acariciando su vientre compulsivamente. La metáfora de Barba Azul se hacía más real cada segundo. Otra puerta se abría ante él. Con otro cuerpo. Uno muy cercano.

—Lo sabes… de lo que Hannibal Lecter es capaz. — Murmuró Anthony, serio, furioso. — Por eso no te sorprende.

— ¿Por qué no has ido con la policía?

—Hannibal no es un tonto, cuando murió Bedelia le pidió a una enfermera que me lo entregará. Él sabía que yo lo tenía, pero fui muy cuidadoso. No podía matarme y arriesgarse a perder esa pieza clave en su contra de vista. Así que se dedicó a destruirme.

 Intenté denunciarlo, pero es tan bueno con la gente. Les dio mis antecedentes criminales, les dijo que tenía un romance con su esposa y que lo había amenazado después de su muerte. Qué si no le daba dinero les diría a todos que él la había matado. ¡Tenía todo! Llamadas falsas en su registro telefónico, correos con amenazas enviados desde mi computadora. Nadie me creería nunca, sería el amante aprovechado que quiere perturbar el luto de un pobre viudo.

— Lo dejaste en nuestra casa. ¿Qué esperabas?

—Quería que lo encontraras, y lo hiciste. Sabes que es cierto. — Anthony se había puesto de pie, mirándolo intensamente. —Sabes que es un hombre peligroso, sabes que es despiadado y capaz de matar. Tienes que ayudarme.

— ¿Ayudarte?

— ¡Sí! —Chilló emocionado. Will retrocedió sobre el sofá. — Eres su esposo, sin antecedentes criminales, sin registros médicos por enfermedad. Eres un pobre e indefenso Omega que descubrió evidencia de que su esposo es un homicida conyugal, un Viudo Negro. Piensa en tus hijos, Hannibal te ha engañado, tienes que protegerlos de él…

—Mis hijos…—Anthony intentó tocar su vientre pero Will lo rechazó poniéndose de pie. — Es… esto es una locura. Un diario no va a probar nada.

—Claro que sí. ¡Tengo cartas de amor, documentos legales! Pueden comparar la escritura y sabrán que es la letra de Bedelia acusando a su esposo. Te creerán, verificarán su credibilidad y lo meterán a la cárcel dónde pertenece. De por vida.

—De por vida…—Will repitió sus palabras alarmado. No podía hacerlo. Bedelia se había ganado a pulso su muerte, o eso quería creer. —No lo sé…

No podía, Hannibal sería alejado de él. Sus hijos huérfanos, muertos de hambre… Aún si le quitaban la marca a la fuerza nadie querría al esposo de un asesino con 3 hijos. Tendría suerte si algún Alfa muy joven lo aceptaba en concubinato, para usar su cuerpo hasta que encontrará una pareja a quien marcar. Eso era el infierno, no, era peor. Negó con la cabeza, Anthony perdía la paciencia.

—Tienes que ayudarme, por Bedelia… Yo te daré dinero, veré que no termines en la calle… Will. — Lo sostuvo por los hombros y Will lo miró a los ojos. Pensaba mentirle, decirle que lo ayudaría y salir corriendo. Pero en sus ojos el único miedo que sentía era por su esposo.

—Lo amas… ¡Es una puta broma! —Gritó Anthony, empujándolo violentamente. Will alcanzó a meter las manos antes de golpear el suelo. — ¿En serio? Aun sabiendo que terminarás muerto cuando se aburra de ti lo amas. ¡A ese maldito monstruo!

— ¡Cállate!

—No, no vas a hacerme esto. Vas a ayudarme. Ayudarme a humillar al hijo de puta que me arrebató al amor de mi vida. —Lo levantó por el cabello y Will chilló de dolor. — ¡Vas a llamar a la policía y decirles todo!

— ¡NO! —Gimió Will, nunca, ni con Hannibal se había sentido tan asustado. Sintió los latidos desbocados de su corazón en el pecho. — ¡No lo haré!

—Maldita sea. ¡Maldito seas! No vas a arruinarme. — Estaba enloquecido, con el rostro rojo y desencajado por la rabia. — Ahora resulta que te gusta que ese monstruo te haga esto…—Will cerró los ojos, aterrado, cuando sintió una patada en el estómago. — ¿Te gusta que ese bastardo te haga cachorritos eh?

—Por… favor…

—Oh, vas a rogarme… Si no puedo encerrarlo de por vida entonces voy a devolverle el favor…—Will chilló cuando sintió el frío metal de una navaja recorrer su cuello y desgarrando el cuello de su camisa. Le faltaba el aire por la patada y le dolía la cabeza, aún lo sujetaba violentamente por el cabello. Iba a matarlo. — Voy a humillarlo, voy a destruir todo lo que ama…

—No…

— ¡OH, SÍ! —Respondió, relamiéndose los labios. — Te diré que voy a hacer, para que no te sorprendas mucho. Voy a violarte. —Will chilló de nuevo, pero la navaja se enterró peligrosamente cerca de su vientre. — Una y otra vez, hasta que me aburra. No creo que sea pronto…dicen que un Omega en tu estado es un manjar suculento…

—No… no diré nada, déjame ir…

—Shh, Will, Shh estoy hablando. —Lo reprendió y le dio un puñetazo en el rostro, intento ponerse de pie pero no lo logró, apoyándose en el sofá para incorporarse y alejarse de él. Lo tomo de la pierna y lo arrastro de regreso.

—Pensaba matarte, ya sabes ojo por ojo. Pero creo que merece mucho más que eso. Voy a violarte, hasta que no puedas hacer nada más que suplicarme perdón. Y luego voy a hacerte un favor, y voy a darte un aborto gratuito.

— ¡Bastardo! —No, no su hija, intentó golpearlo pero lo sometió sin problemas y presionó la navaja contra su cuello, bajándola hasta el estómago y desgarrando los botones de su camisa uno por uno, Will temblaba.

—Te dejaré verlo, claro, podrás ver la cara de tu hijo mientras se le escurre la vida, y luego, te dejaré en algún rincón. No morirás, pero nunca serás el mismo… traumatizado, deshonrado… Voy a dejarle el remedio de un esposo que lo torturará de por vida. Nunca podrá arreglarte, habrá perdido a su hijo, y la vida de sus primogénitos será dura, su vida será un infierno de sufrimiento emocional. Casi puedo saborearlo. — Su boca de pegó a su cuello, paseando su lengua hasta su barbilla, mientras Will soltaba un jadeo aterrado. Le ardió la boca del estómago , como si fuera a vomitar. — Creo que es un buen plan. Trataré de ser amable…

Will trató de suplicarle pero no logro nada, atrapó una de sus manos contra su espalda y con la otra presionaba la navaja por lo ancho de su vientre, rozando la piel y luego desgarrando sus pantalones. Will chilló y trató de moverse, pero Anthony era mucho más fuerte, mientras más batallaba más irritado parecía y le dio una nueva patada que le arrancó el aire y lo dejo retorciéndose en el suelo. Le pateo la espalda, el rostro y luego lo puso boca arriba, separando sus piernas y toqueteando su entrada con los dedos. Sentía el rostro húmedo. Si no lloraba de humillación o de dolor era de miedo. Su hija, su Abigail. ¿Cuánto tardaría en hartarse de él y matarla? Tenía que hacer algo pronto…

—Mmm Tu aroma es increíble. Y está tan apretado aquí…—Susurró mientras introducía 3 dedos en él. Will se mordió los labios para no gritar, incluso en pleno terror Hannibal podía excitarlo, pero él no era Hannibal. No quería esto. Tenía que detenerlo. Tendría que soltarlo. Un segundo, era todo lo que necesitaba, tenía el labio abierto y la cara entumida. El vientre le dolía horriblemente pero no podía dejar que eso le nublara la vista.

Encontró su entrada cuando Anthony se cansó de juguetear, relamiéndose los labios y llevándose una mano a los pantalones. Abrió la bragueta y sacó su polla dura e hinchada. Will había dejado de resistirse. La navaja estaba a unos centímetros de su mano.

—Estoy seguro que en cuanto tengas esto dentro te convertirás en una puta golosa, y voy a disfrutar de grabarte para mostrárselo a Hannibal…—Susurró mientras sacaba su celular de su bolsillo trasero.  Su miembro, asquerosamente caliente estaba presionado contra su entrada, y Will se incorporó como pudo mirándole con ojos húmedos y jadeos secos.

—Por favor…

—Sí… Pide ayuda…

Se estiró tanto como pudo hasta alcanzar la navaja, Anthony dejó caer el celular pero no pudo darse la vuelta a tiempo. Will le había enterrado el filo en el cuello y tiraba de él con todas sus fuerzas. La sangre salía a borbotones y se derramaba sobre su torso desnudo y su rostro. Anthony se echó para atrás, balbuceando y sosteniéndose el cuello. Will retrocedió y se puso de pie. Temblaba, jadeaba y sentía tanto dolor. Titubeo antes de saltar sobre él y apuñalarlo de nuevo. Todo era borroso, era un frenesí. Era Anthony o Abigail. Lo miró, teñido de rojo mientras se quedaba inmóvil y luego cayo de rodillas a su lado. Había matado a un hombre.

La luz había escapado de sus ojos mientras la sangre en el departamento tenuemente iluminado brillaba como brea. Negra y viscosa. Era hermoso. Era justo… el no merecía la vida. Era repulsivo.

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—Will, cariño. ¿Dónde estás? Ya deberías estar en casa. —Dijo Hannibal al teléfono. Estaba preocupado y respondió al primer timbrazo. — ¿Will?

—Ha…Hannibal… ayúdame…

— ¡¿Will?! ¿Dónde estás?

—No… no estoy seguro… —Sigilosamente abrió una cortina y echó un vistazo afuera— en un departamento de la Octava y Bremford. Hannibal…

—No te muevas… iré por ti, Will, por favor no te muevas.

¿Qué mierda hacía Will ahí? Tomó el abrigo y condujo como loco. Will sonaba extraño, adolorido, asustado. Si algo le había sucedido nunca se lo perdonaría. Subió al 3 piso, era el único departamento habitado. La puerta estaba entre abierta y dentro había algo de luz.

Abrió la puerta, cauteloso y encontró a Will, parado en medio de la habitación. Cubierto de sangre. Su corazón se detuvo. Era hermoso, salvaje… pero era terrible. Su precioso Omega teñido de violencia. Tenía el celular en una mano y una navaja ensangrentada en la otra. Temblaba y tenía la mirada perdida.

— ¿Will? —Se acercó de prisa, arrancándole el arma con un pañuelo y arrojándola lejos. —Will háblame. ¿Es tu sangre? Por dios Will.

—No… No lo creo…

— ¿Qué sucedió?

—Iba a violarme…y a matar a Abigail… era lo justo. Tu mataste a Bedelia…—Susurró Will señalando a el cuerpo inerte de Anthony unos dos metros a la derecha.

Hannibal lo miró y se acercó a examinarlo, no tenía pulso y había perdido varios litros de sangre. Sin duda estaba muerto. Tenía la garganta desgarrada,  la herida que lo había matado. Y luego 12 puñaladas en el torso y el rostro. Algunas Post Mortem.

—Will ¿Mataste a este hombre?

—Sí. —Su cuerpo temblaba, Hannibal lo miró entre preocupado y orgulloso, pero lo segundo desapareció rápidamente cuando Will comenzó a reírse a carcajadas. — Maté a un hombre Hannibal… ¡Voy a ir a prisión! Van a encerrarme y me quitaran a Abbie cuando nazca y nunca volveré a verte y lo que quise evitar va a sucederme diario… No voy a durar ni un año…

—William, tienes que calmarte. —Will no escuchaba, hiperventilaba y soltaba risotadas nerviosas mientras hablaba, Hannibal lo sostuvo de los hombros y lo obligó a mirarlo. —Aún si fueras a prisión irías a una correccional para mujeres, estarías a salvo. Pero eso no va a suceder, William necesito que confíes en mí.

—Hannibal van a encerrarme… no soy como tú, no sé cómo huir de gente como Jack…

—William… ¿Confías en mí?

—Sí…

—Bien, eres mi niño bueno. Quiero que encuentres la ducha y te metas a bañar, hay que limpiarte la sangre. Voy a revisar la habitación y volveré en un momento…

—No ¡No! Hannibal no me dejes sólo con él, por favor…

—William, él ya no puede hacerte daño, quiero que esperes aquí.

Asintió, finalmente se había calmado, o eso quiso creer. Hannibal buscó las llaves del departamento y lo cerró mientras salía. En su mente había un inventario de todo en esa pequeña casa y un plan cocinándose rápidamente. No podían argumentar defensa propia, no con 11 puñaladas Post Mortem. No. Y aún si funcionaba Will sería el tema en boca de todos. Los Omega pocas veces recurrían a la violencia. Lo que menos quería era gente como Freddie Lounds inventando historias sobre su esposo para la prensa amarillista. No.

Tenía casi todo lo que necesitaba en el auto, pero fue a 3 supermercados de la zona a comprar el resto. Pago en efectivo, todo menos una bombilla que pagó con la tarjeta de crédito de Dimmond. Que Will lo hubiera matado era casi justicia poética. Al final, a pesar de su resistencia, Will lo había cuidado y defendido. Ahora era su turno.

Sacó una maleta del auto y regresó al departamento. Will seguía de pie dónde lo había dejado. Había entrado en shock. Hannibal no se había manchado de sangre, así que se puso su hermético traje de plástico antes de acercarse a Will. Los sostuvo del cuello mientras hablaba.

—William, voy a quitarte los zapatos y llevarte a la ducha. —Will no parecía escucharlo. Caminaba automáticamente guiado por sus manos. Lo metió a la ducha y le quito la ropa, estaba en muy mal estado. Metió todo en una bolsa de basura que salió de su maleta. Había toda clase de cosas ahí. Cepillos, mopas, toallas con cloro, bolsas de basura, un cuchillo eléctrico, cinta, cuerdas. Todo lo que podría necesitar.

Dejó a Will en la regadera y salió. Decidió empezar por el cuerpo, y paso casi una hora trozándolo con el cuchillo eléctrico. Era silencioso y eficiente. Metió cada trozo en una bolsa de basura diferente, luego se encargaría de disolver la cabeza, le había arrancado los dientes, el cuero cabelludo y los dedos. Nadie podría identificarlo, aún si encontraban todas las piezas. Aún con su ADN Hannibal sabía que no darían con él, los antecedentes de Dimmond estaban en Francia y no había más que sus huellas en el registro. Regreso al baño. Will estaba inmóvil bajo el chorro de agua. Suspiró y se acercó a él.

Con delicadeza lavo su cabello, guardando cada uno de los que caían para no dejarlos detrás. Se mordió los labios con rabia mientras descubría las heridas en su esposo. El labio partido, un ojo morado, cortadas en los brazos y el pecho… un enorme cardenal morado sobre su hinchado vientre. Hijo de puta. Si algo le sucedía a Abigail lo regresaría de la muerte. Limpió con cuidado la sangre bajo sus uñas y entre sus dedos. Lo secó y vendó perfectamente. Había comprado ropa en el supermercado. Ropa horrible de algodón barato y poliéster. Pero era lo mejor que había encontrado. Unos jeans, una camiseta blanca con la fotografía de un perro y una sudadera mullida. Calcetines, zapatos. Will seguía sin hablar y miraba fijamente un punto perdido en la nada. Luego se ocuparía de él.  La ropa era horrible, pero era lo único que encontró y nadie lo reconocería, además era suave y cómoda, especialmente con 6 meses de embarazo. Hannibal no pudo evitar pensar en lo joven que Will lucía.

Lo dejó sentado en la cama mientras terminaba de limpiar. Con maestría limpió la sangre del suelo y lo dejo secar antes de dar una buena tallada bajo los muebles y entre las placas de la madera. La lámpara que Will había tirado estaba intacta, pero el bombillo se había roto, así que Hannibal lo cambio y dejó los restos del empaque en el bote de basura de la cocina. El bombillo roto fue a la bolsa de basura que quemaría en algún incinerador más tarde. Limpió todo lo que Will hubiera tocado. Reconocía el libro de cuero que había en la mesa. Lo había buscado por años. Había decidido desestimar a su testigo, incapaz de hacerse con él. Ahora Will sabía sobre Bedelia. No importaba.

Era su Alfa, estaba marcado, lo acariciaría suavemente hasta que se convirtiera en un desastre de sonrisas y ronroneos. Todo estaría bien. Lavo cuidadosamente todos sus instrumentos y luego uso los de la misma casa para limpiar el baño y la cocina. Dejó las llaves de la motocicleta sobre la mesa y una bolsa de basura en la entrada del edificio, había varias cartas y recibos de servicios dentro. Sería muy fácil para la policía asumir que Anthony había desaparecido mientras tiraba la basura. Con cuidado casi paternal subió a Will y el cuerpo de Dimmond al auto. Will no emitió sonido mientras conducían por la ciudad, dejando partes del mismo en diferentes puntos, siempre lejos de cámaras de seguridad.

Pero no era suficiente. Necesitaban una coartada. Una coartada para Will. No tenía mucho para y trabajar además de la pequeña mochila deportiva que Will cargaba cuando salía. A veces, no hoy, llevaba un cambio de ropa para ir a correr o para cuando se sentía tenso en la elegante ropa que llenaba su lado del armario.  No estaba seguro de que había sucedido pero no fue difícil adivinarlo. Will no tenía auto, así que debió tomar un taxi al médico. Dimmond lo abordó de regreso. Encontró un recibo por café en los bolsillos de Will, y una servilleta con labial. Will se había encontrado a alguna conocida y había decidido ir con ella a tomar un café cerca del consultorio, lo sabía por la dirección impresa en el recibo. Dimmond debió abordarlo cuando se quedó sólo. Pero aún si ella los había visto juntos no debió creer que irían a ninguna parte o no lo habría dejado a solas.

Will aún no respondía miraba sus manos con los ojos húmedos. Hannibal se detuvo finalmente en el estacionamiento del café cerca del consultorio. No había cámaras de seguridad en el callejón de atrás, y cualquiera con intención de llegar a la avenida principal habría tenido que cruzar por ahí para evitar rodear todo el edificio de oficinas a su lado. La ropa de Will parecía nueva, así que Hannibal maltrató un poco el borde de los puños de la sudadera y el dobladillo de los jeans. Ensució sus zapatos y  suspiró una vez más. La camiseta de perro era algo que usaría para ejercitarse, con un poco de la sangre que limpió de sus heridas horas antes manchó la camisa, imitando tan precisamente como pudo la trayectoria que la sangre habría presentado de haberlo golpeado en esa ropa. Destrozó un poco el callejón y guardo la cartera de Will en su bolsillo antes de llamar a la policía.

Cuando cortó uso el celular desechable que llevaba en la maleta para hacer algunos arreglos finales. Agregar y borrar algunas llamadas de su registro, cambiar algunas horas. Encontró un sitio de taxis que enviaba autos sobre mensaje de texto. Cambiar la hora en el sistema sería cosa de minutos para su contacto. Pero nadie investigaría tan a fondo a un pobre Omega en estado avanzado que había entrado en shock al ser asaltado violentamente mientras salía de su visita al médico.

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Cuando Will volvió en sí no sabía dónde estaba, parpadeo confundido mientras la luz de una lámpara temblaba frente a sus ojos. Las voces a su alrededor eran murmullos lejanos, extraños. No podía hilar lo que decían ni darles coherencia, en lo que a él concierne podrían estar hablando marciano. Su ropa era diferente a lo que recordaba haberse puesto en la mañana. Recordaría al perrito con gafas de su camiseta. Todo comenzó a volver a su mente y el pánico lo inundó de nuevo. Gracias a Dios no podía articular o se habría delatado. Hannibal estaba a su lado, inmaculado en su ropa, pero sus manos se cerraban sobre sus hombros posesivamente y su rostro reflejaba profunda preocupación. Con una mirada a Will le quedó claro que se había encargado de la situación. Recordaba haberle llamado. Y luego casi nada.

Decidió poner atención al hombre frente a él, sin duda le hablaba y esperaba respuestas.

—Señor Lecter ¿Me escucha?

—Sí…—El Doctor retrocedió, y lo miró con atención. Will evitó su mirada.

—¿Sabe dónde está?

—No… No lo sé… en un hospital, creo.

—Eso es casi correcto. —Lo felicitó el Dr. Mientras llenaba unas hojas prendadas a una tabla de corcho. —Estamos en la Estación norte de policía de Baltimore. Sufrió un asalto a mano armada.

—Asalto —Asalto a mano armada. No tenía idea que decir. La mirada de Hannibal se mantenía impasible, probablemente los detalles debían venir de él.

—La buena noticia es que sus heridas no son graves, los cortes no son profundos y aunque está un poco sacudido no parece haber contusiones ni traumas… ahora me temo que mientras preparamos el ultrasonido debo hacerle algunas preguntas…

— ¿Preguntas? —Meneó la cabez,a confundido. — ¿Ultrasonido? ¿Hay algo mal con Abigail?

—Su Alfa ha dejado muy en claro que no quiere que un uniformado hablé con usted hasta que yo termine. —Dijo el hombre, ignorando su última pregunta. Will se agitó pero Hannibal lo mantuvo firme en su lugar. — ¿Siente mareo o algún tipo de confusión?

—Mucha confusión… —Admitió Will.

—Entraste en shock… la confusión es normal, pero… el Dr. quiere saber si te sientes confundido sobre lo que sucedió. — Añadió Hannibal.

—No… no lo estoy.

— ¡Brillante! —Will se encontró recostado y sintió un escalofrío cuando el gel frío tocó su piel. Su mirada paso de Hannibal a la pantalla en múltiples ocasiones mientras el sistema se iniciaba. Finalmente pudo ver a su hija y algo en lo más profundo de su ser respiro tranquilo, eso era lo más importante. No importaba él, ni el hombre que había matado.

—El bebé tiene un ritmo cardiaco normal y no parece estar en alguna postura extraña. — Explicó el médico mientras movía el escáner y examinaba cuidadosamente las manchas grises que Will apenas entendía. A su lado Hannibal se relajó un poco, su Omega se relajó instantáneamente cuando él lo hizo.

—No hay desprendimiento de placenta ni ruptura uterina o de membranas. ¿Abigail se mueve mucho?

—Sí, varias veces al día…

—Si mañana, cuando se haya calmado un poco nota que Abigail se mueve normalmente entonces podemos estar seguros que no hay peligro. —El hombre le sonrió amablemente y Will asintió. — El líquido debió absorber la mayor parte del impacto, cuando mucho habrá sentido una sacudida, no puedo creer que alguien pudiera hacerle esto a un Omega preñado…

Will escuchó el sonido de los guantes de látex estirándose mientras el hombre se los quitaba y los echaba a la basura. Hannibal había tomado una toalla de papel para limpiarlo y lo ayudaba a ponerse de pie. Quería quedarse recostado.

—Me temo que ahora viene lo estresante de verdad. Aquí junto hay un par de policías esperando para tomar su declaración y proceder con la denuncia.

—No quiero hablar con ellos…—Susurró, asustado, aferrándose a Hannibal. Su Alfa le acarició el rostro, impregnándolo con su aroma y la calidez de sus manos. —Hannibal…

—Will, sólo diles lo que sucedió y todo estará bien… —Hannibal le repitió eso una y otra vez, incluso ahora, mientras estaban sentados en aquél pequeño cuarto con un Detective Alfa y su compañera Beta que miraba a Will con preocupación —Me llamaste saliendo de tu cita, ibas a cambiarte de ropa…

 —Sí… Estaba con Lucy…

— ¿Lucy? —Preguntó la detective.

—Lucy Brown… es amiga mía, fuimos a tomar café…—Hannibal sabía que Lucy era el nombre de la recepcionista del consultorio del Dr. Cook. Pero no conocía su apellido. Decidió que no le gustaba, pero no era el momento de acusar a Will por tomar café con su ex cuñada.

—Continúe…

—Nos encontramos a un conocido... y luego nos separamos. Lucy ofreció llevarme a casa pero quería quedarme a charlar un poco más, así que se fue. Me quedé sólo poco después y mientras pedía el taxi afuera me tropecé y me tiré el café encima. Me cambie de ropa y la metí en la maleta… El taxi llegaría a la avenida principal… así que quise cruzar por atrás, no puedo caminar mucho en mi estado.

—Por supuesto—.La oficial asintió sonriéndole comprensivamente, Will veía en sus ojos su simpatía por él. Sus ojos húmedos y su voz titubeante la habrían convencido de lo que sea. Su compañero Alfa podía verlo más claramente, no le creía del todo. Aún.

—Y luego, escuché una voz y me dijo que me diera vuelta y le arrojará la cartera y nadie saldría herido. Metí la mano a la mochila pero me apuntó con una navaja, me dijo que no intentará nada. Me dijo que si hacía una tontería me daría un aborto gratis…—Will sabía que la mejor manera de mentir era entrelazar un poco de la verdad. Sin embargo el recuerdo de lo sucedido funcionó mejor de lo esperado, comenzó a temblar y un par de lágrimas miserables corrieron por sus mejillas. — Le di lo que quería pero se enojó, no llevo mucho efectivo encima…

Will se examinó un momento más. No traía puesto su reloj, era una lástima, realmente le gustaba.

—Me golpeó en el rostro y me pidió el reloj… no debí dárselo lo suficientemente rápido porque no dejó de golpearme hasta que lo arrancó y salió corriendo…

— ¿Le dejó su celular? —Preguntó el Alfa, Will lo miró, haciendo uso de sus más bajos instintos de seducción Omega, con ojos enrojecidos y los labios enrojecidos y hambrientos. El hombre parpadeo un par de veces, furioso. Los Alfa deben proteger a los Omega, marcado o no Will había explotado tanto su vulnerabilidad, cosa fácil pues se sentía frágil como un recién nacido, que había despertado en el otro el deseo de servirlo. Hannibal gruñó a su lado, pero no dijo nada.

—Estaba en mi bolsillo, parecía más preocupado por el efectivo… Cuando se fue lo primero que se me ocurrió fue pedirle ayuda a Hannibal, pero no le dije lo que pasaba… cuando llegó llamó al 911…

—Sé que esto es difícil, pero haremos esto tan sencillo como sea posible, queremos que hoy mismo se vaya a casa. —Dijo la Detective Beta, sacando algunos papeles de un sobre. —Escriba aquí lo que acaba de contarnos. ¿Pudo ver su cara? ¿Puede describirlo?

—No, tenía puesta una capucha y estaba oscuro. Medía… no sé, 1.80 aproximadamente. Me parece que era joven, blanco… Lo siento. —Will estalló en lágrimas de nuevo. Hannibal trató de no hacer nada más que tomarle la mano sobre la mesa, Will quería lucir vulnerable y lo estaba logrando.

—No se preocupe, Sr Lecter. —El detective Alfa se sentó junto a su compañera, hizo ademán de tomarle la mano libre, pero se contuvo ante la mirada asesina de Hannibal. Sólo un idiota tocaría al Omega de otro luego de un ataque. — Lo encontraremos, nos aseguraremos de que no ponga la vida de nadie en riesgo nunca más.

No es necesario, pensaba Will mientras Hannibal lo llevaba a casa, Yo ya me ocupé de eso.

Notas finales:

No se crean que la cosa va a calamarse mucho, Will tiene mucho que pensar y muchas desiciones que tomar.


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