Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Por tenerte a mi lado por Kikyo_Takarai

[Reviews - 44]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

He estado de cabeza en la escuela, pero al fin pude subir esto y eso que lo tenía hace mucho u.u Gracias por leer!

—Creí que habíamos acordado que nuestra relación estaría basada en el respeto, Will.

—No te he faltado al respeto, Frederick.

—Mentirme, es una falta de respeto, no decirme que el Alfa que intentó marcarte y que aparentemente es padre de tu hija está aquí y por lo que entiendo frecuentándote, es una falta de respeto, enorme.

—Viene a ver a Abigail, no a mí.

— ¿Qué diferencia hace? Will, es inadecuado que un Alfa y un Omega no vinculados estén a solas, sea el lugar que sea, especialmente si estás viendo a alguien más. Debiste llamarme en seguida.

—Lo lamento… No sabía que más hacer, Abigail necesitaba su sangre, no podía mantenerlo como un secreto a costa suya.

—Estoy muy enfadado. —Expresó el Alfa, Will notaba sus hombros tensos y sus ojos verdes irritados. — Creo que retiraré de la mesa mi oferta de vincularnos en el futuro inmediato.

—Frederick…

—No, sólo… Me ocultas cosas, estás en una habitación privada a solas con él. ¿Te interesa? ¿Tienes intenciones de formar una familia con él?

—No… no lo sé, Frederick, apenas estoy tratando de asumir que no es una alucinación… Abbie está grave, lo que menos puedo pensar ahora es con quien quiero salir.

—Respuesta equivocada, Will. —Murmuró, decepcionado y herido. — Voy a irme a casa ahora… sólo…hablaremos después, tal vez.

Will no lo detuvo, ahí iba su última oportunidad de casarse con un Alfa más o menos decente y darle a Abigail una familia. Regresó a la habitación en silencio, Hannibal estaba sentado junto a Abigail, rodeándole con su brazo mientras le leía. Un suspiró escapó de sus labios. Con Chilton o sin él ahora Hannibal estaba en la vida de Abigail, y de una forma u otra eso era algo bueno. Se sentó en el pequeño sillón, duro y frío, y se quitó las gafas, frotándose el puente de la nariz, agotado.

— ¿No salió bien?

— ¿Tu qué crees?

—Lo lamento, parecía algo serio.

—Pensaba vincularme con él en mi próximo celo. —Dijo Will, derrotado, Hannibal respiró profundamente, la idea de que aquél a quien consideraba suyo se uniera a alguien más, especialmente un perfecto idiota como era Frederick Chilton, le hacía hervir la sangre. — Pero ahora eso está fuera de discusión, dice que volverá a llamar, pero lo dudo. Nunca lo hacen.

— ¿Lo hacen? Así que no es tu primer intento.

—No, no lo es. — ¿Por qué le decía todo eso? Y con tanta facilidad, bueno habían tenido sexo y era el padre de su hija. — Los Alfa no suelen acercarse a un Omega marcado, especialmente uno a medio marcar, y ni hablar de alguien con una niña. Estoy acostumbrado.

—Sé que estás molesto conmigo y yo estoy sorprendido, ahora tengo una hija en quién tengo que pensar. Pero no voy a negarte que me alegra lo que ha sucedido.

—Vete al infierno, Hannibal. —Musitó Will, evadiendo su mirada, intensa y fija en él.

—No haré nada que no quieras, pero por favor dame la oportunidad de hacer bien ahora lo que no logré hace ocho años, déjame cortejarte.

— ¿Cortejarme? Por dios, Hannibal, no valgo un cortejo…

—No es así, tienes un valor incalculable para mí, no hay nada sobre tu persona que te haga indeseable, eres trabajador,  responsable, ridículamente hermoso y ahora incluso sé que me has dado el regalo de una hija. Si hay alguien ahí afuera con más derecho que yo a cortejarte, te pido que me informes de inmediato.

—No tienes ningún derecho. — Dijo Will, tajante. En algo tenía razón y es que podrían formalizar esa unión. Es decir, ¿Qué habría pasado si hace ocho años Will le hubiera dicho sobre Abigail? Aún si Hannibal no lo amaba, y seguía creyendo que no era el caso, se habrían casado. Compartirían una vida juntos por el bien de su bebé y eventualmente el aprecio, el vínculo y su hija habrían hecho nacer o un profundo afecto o un total repudio. Hannibal le estaba ofreciendo el primero al parecer.

—No quiero que hagas esto por la razón equivocada, puedes ser parte de la vida de Abigail sin formar parte de la mía. Además, tus padres no van a permitirlo.

—Mis padres me importan una mierda. —Will se sobresaltó ante palabras vulgares, no sabía que Hannibal maldecía. — No creas que por ser Omega tus sentimientos son más intensos que los míos, te dejé esa mordida porque quería pasar toda mi vida contigo y no he cambiado de opinión. Si están de acuerdo o no bueno me temó que está vez no va a cambiar nada.

—Hannibal, por favor. No valgo la pena, si tus padres se enojaran y te destituyeran ¿qué harías?

—Me subestimas, Will. —Dijo Irritado. — Te aseguró que soy mucho más que el dinero de mi familia, al que Abigail como mi hija tiene derecho. Preferiría mil veces mudarme aquí al departamento más sucio y diminuto disponible a volver a separarme de ustedes.

—Hannibal, por dios… —Se había sonrojado, pero aquello sonaba como menos irreal, Hannibal no tenía idea de lo que decía, o tal vez sí, estaba completamente seguro y eso aterraba a Will mucho más, ya que él no tenía idea lo que quería. — Bien. ¿Quieres la oportunidad? Ahí está.

— ¿Lo dices en serio?

—Sí… Es lo que quería antes y puede ser lo que quiera ahora, pero no lo arruines, Hannibal, no voy a darte otra oportunidad.

—No lo haré. —Su sonrisa de triunfo hizo a Will suspirar una vez más.

-----000-----

Will no tenía idea lo que significaba un cortejo, realmente bajo su condición nunca había sido especialmente protegido o apreciado, quienes se acercaban a él sabían que estaba a un paso de la desesperación, no Hannibal. Hannibal era amable, pero no por lástima. Además nadie cortejaba un Omega usado como él, tenían citas. Un cortejo tenía la finalidad del matrimonio, sin otra posibilidad.

Pasaban mucho tiempo juntos, claro, Hannibal pasaba todo el día en el hospital, tomaban turnos para dormir en ese incómodo sillón y para ir a bañarse y cambiarse de ropa. Bill se había sorprendido cuándo Will le dijo que iba a permitirle a Hannibal cortejarlo, pero no estaba molesto. “Ya eres mayor para decidir qué hacer con tu vida, no voy a meterme, hasta ahora has decidido bien”. Will agradeció su apoyo, si bien continuaba siendo algo hostil hacia Hannibal que hacía gala de infinita paciencia.

—Ten.

Will levantó la cabeza, casi se había quedado dormido cuando Hannibal fue a comprarles algo de comer. Le ofrecía un vaso de una cafetería cercana.

—No tomo café.

—Lo sé, es té de manzanilla y manzana, con un poco de canela para darte energía.

—OH… ¿Cómo lo sabes?

—Me lo dijiste hace 8 años, que el café te parecía muy amargo.

— ¿Lo recuerdas? —Dijo sorprendido. — Luego de tantos años…

—Durante años las cosas que me confesaste esa noche fueron la única forma de recordarte, eran todo lo que tenía.

—Gracias… —Eso, eso era lo más molesto sobre Hannibal, esa capacidad de destruir todas sus defensas con las más honestas confesiones que, como esa, le daban a entender a Will que sentía un afecto profundo por él, era casi doloroso. Sería muy fácil ceder ante eso, dejarse ir, dejarse enamorar por aquellas palabras. Pero no quería hacerlo, no podría soportarlo si algo salía mal y Hannibal desaparecía de su vida una vez más.

—Deberías comer algo…—Dijo Hannibal ofreciéndole un emparedado, Will tomó la mitad y le dio un mordisco.

— ¿Cuánto tiempo más crees que este dormida?

—El doctor dice que el trauma en su cráneo no fue grave, que la costilla fracturada fue lo que causo la hemorragia interna, realmente dudo que tenga alguna secuela neurológica, pero es muy pequeña, su cuerpo debe estar agotado por la cirugía Will, podría tomarle mucho tiempo.

—Hannibal ¿Y si no despierta? —Gimió asustado, mirando a su pequeña que respiraba acompasadamente.

—Lo hará, sus signos vitales son fuertes y hay actividad cerebral, sólo necesita tiempo… es una chica fuerte. —Susurró Hannibal, tratando de no sonar tan preocupado como Will, se sentó a su lado, rodeándolo con un brazo, para su sorpresa Will se reclinó sobre él, con los ojos cerrados, sin duda mucho más necesitado de apoyo de lo que creía. Recordaba su aroma, dulce, fértil, pero sin duda había cambiado con los años, ahora incluía colonia barata y tinta. Quería sentirse inundado en ese aroma para toda la vida.

—Lo siento… —Susurró pasados unos minutos, separándose de él. Hannibal negó con la cabeza, besándole los nudillos, Will se tiñó del más adorable tono de rojo mientras retiraba la mano. Cuando sus miradas se encontraron el impulso de besarlo fue casi imposible de resistir, pero Hannibal sabía que no sería bienvenido, no aún.

—Yo también recuerdo lo que me dijiste sobre ti ese fin de semana.

— ¿Todo?

—Todo. Lo mucho que te gustaba la ópera, tu alergia al pelo de gato, lo emocionado que estabas por el clavicordio que tu padre había mandado comprar. Querías tocar para mí, querías mostrarme tu casa en Lituania. Éramos un par de chicos raros…

—Yo siempre he sido raro, jamás he actuado como el resto de los muchachos de mi edad, o así fue hasta que te conocí y deje salir el adolescente impulsivo que vivía dentro de mí.

—Yo siempre he sido malo dejando entrar a la gente, pero te deje llevarte todo de mí en dos días… Sí que éramos tontos.

—No creo que enamorarse sea una tontería.

—No estábamos enamorados, Hannibal, ni siquiera nos conocíamos.

— ¿Entonces porque me aceptaste? ¿Por qué te entregaste a mí de esa forma si no sentías nada por mí? —La firmeza de su voz tomó a Will por sorpresa, su expresión era imposible de leer. — Me dejaste amarte, me dejaste marcarte.

—Era… No era amor, no sé lo que era, algo muy parecido supongo, pero… no tuvimos el tiempo de saber en qué iba a convertirse. Te acepte…—Will no sabía cómo responder esa pregunta más que con total honestidad. — Te acepte porque nadie me había hecho sentir tan estúpidamente deseado, tan… valioso.

—Will…

—Será mejor que vaya a buscar una manta con las enfermeras. —Dijo poniéndose de pie, esa era una conversación que no quería continuar. — Está haciendo algo de frío no quiero que Abbie despierte helada…

—Will, no hemos terminado de hablar.

Pero ya no estaba ahí. A Hannibal no le sorprendió la rapidez que tenía para huir, era claro que le había hecho mucho daño, en su confianza, en su propio valor. Miró a Abigail, a su hermosa niña, y deseo de todo corazón hacerlos a ambos felices por el resto de sus vidas.

----000-----

Los días pasaron tan lentamente que Will ya no estaba seguro de que el tiempo estuviera corriendo a velocidad normal, Abigail seguía dormida y el comenzaba a entrar en pánico. Dormía cada vez menos y de comer ni se diga. Hannibal no estaba mucho mejor, se sentía inútil y frustrado por no poder hacer nada por ayudar al Omega, o a su hija, apenas y se pasaba por el hotel y su familia comenzaba a preocuparse por las ojeras que mostraba cuando así era.

Si hubiera estado sólo quien sabe que habría hecho, Will agradecía profundamente que Hannibal estuviera a su lado casi todo el día, separándose solo cuando buscaban algo de comer o bien cuando tomaban turnos para ir a casa, bañarse, cambiarse de ropa y atender otros asuntos. Hannibal continuaba siendo extremadamente dulce y honesto, haciendo su corazón latir con doloroso deseo, pero no podía pensar en él ahora. Sólo aceptar sus múltiples intentos por distraerse, hablando por horas, leyéndole a su hija. Bostezó abiertamente y se puso de pie, Hannibal detuvo su lectura, era el segundo libro que leía para Abigail.

—Creo que iré a darme un baño… A no ser que quieras ir primero.

—No, adelante. Estaré aquí en caso de que el doctor vuelva.

—Vale… No tardaré.

Nunca lo hacía. Llegaba a casa y se metía directo a la regadera, el agua caliente le ofrecía algo de calma, algo de calor y renovaba su energía. Probablemente sin Hannibal estaría aún más cansado, pero no podía negar que su presencia traía un montón de peso emocional a una situación ya bastante difícil de manejar. Se secó el cabello con calma, disfrutando de la soledad, de poder sumir su mente en profundo silencio, olvidarse de todo. Escuchó su celular sonar, se ató una toalla a la cintura y respondió sin ver quien era.

— ¿Hola?

—Will

—¿Hannibal?

—Will, Abigail está despierta. 

No necesito más, se vistió tan rápido como pudo, salió corriendo del departamento aún con el cabello húmedo y condujo tan rápido que le sorprendió que no lo arrestaran en el camino. Aún con todo eso tardo casi una hora en llegar al hospital con el tráfico de la tarde. Cuándo finalmente entró a la habitación Abigail estaba acurrucada con el perro de peluche que Hannibal le había llevado y charlaba en voz baja con él.

—Abbie

— ¡Papi!

Le sonrió y Will se acercó a besarla cariñosamente, en la frente, las mejillas, sentía los ojos húmedos pero no dejó que eso lo detuviera.

—Gracias a Dios, ¿Cómo te sientes?

—Me duele mucho la cabeza…

—El Doctor ya vino a verla, no parece haber daño neurológico pero tiene una ligera pérdida de memoria. No recuerda nada sobre el accidente. — Explicó Hannibal. Will lo miró y luego recordó que tenía que decirle a Abigail que hacía ahí, cayó en cuenta entonces que Abigail no hacía preguntas.

—Abbie… Hannibal, bueno…

—Es mi padre. —Dijo sonriendo, su pequeño rostro parecía tan mayor con los golpes y el cansancio, pero sonreía. — ¿No ibas a decírmelo?

—No sabía que hacer… Cuando papi era más joven… bueno las cosas no salieron bien, no sabía qué hacer. — Repitió, atontado.

—Pero yo quería a mi papá. —Le recriminó Abigail, Will se mordió el labio, contrariado. — Tenías que decirme.

—Abigail. —Dijo Hannibal con la voz calmada. — A veces las cosas que hacen los adultos no tienen mucho sentido, pero te aseguro que no queríamos lastimarte.

—Pero ¿Ahora vas a quedarte verdad? ¿Vas a estar conmigo para siempre?

Hannibal y Will se miraron por un segundo que parecía eterno. Ese era el momento clave, cualquier cosa que Hannibal dijera a partir de ahora sería determinante para su futuro, si Hannibal prometía quedarse, no a Will a Abigail, tenía que ser en serio. Su voz estuvo perfectamente firme cuando habló.

—Sí, cariño, voy a quedarme contigo para siempre.

-----000-----

Cada día que pasaban visitando a Abigail era un día que Will se sentía menos tenso pero más preocupado. Ahora podían conocer a Hannibal a fondo, Abigail pasaba cada minuto consiente preguntándole todo sobre su vida. Una vez que superaron la incomodidad de explicarle porque no estaban juntos desde el principio, las cosas fluyeron cómodamente. Hannibal continuaba gustándole, no, encantándole. No era sólo su apariencia, porque bueno si era guapo en la preparatoria los años le habían hecho maravillas, ni su aroma, que era delicioso, a colonia, especias y una potente esencia de Alfa que Will encontraba embriagante. Le tomó días darse cuenta que era así porque era parcialmente su Omega, probablemente ese aroma pretendía atraerle, y mierda si lo estaba logrando.

Pero al final Hannibal era un hombre interesante, venía de otra cultura y había recibido otra educación, así que  sus costumbres eran algo diferentes a las suyas y sus gustos un misterio. Abigail le preguntaba cientos de cosas al día, sobre la ópera, sobre los libros que le gustaban, sobre sí tenía pareja (Will fingió educado desinterés). Pasadas unas dos semanas lo sabían casi todo uno del otro. Sin duda su hija tenía en su cabecita el ideal de que estuvieran juntos. Pero Will continuaba dudoso.

Sin embargo le permitía a Hannibal comprarle de comer, ofrecerle su abrigo si el día era frío, pedirle el ascensor cuando iban por comida, besarle la mano cuando se despedían en la noche. Sus labios se sentían como llamas en su piel, todos esos actos que su Alfa haría sin dudarlo…

Ese día llevaba un grueso volumen bajo el brazo, pero rechazó su ayuda para subirlo.

—Es una sorpresa. —Respondió Will misteriosamente cuando Hannibal preguntó, y aunque parecía un poco irritado no dijo nada.

Ese pesado libro resultó ser un Álbum de fotos. De Abigail, desde que nació hasta ahora. La niña se sentó tan recta como pudo y sus padres se pusieron a ambos lados en la cama para mirarlo.

—Abbie fue un bebé pequeño. —Explicó Will, Hannibal tenía que admirar el trabajo que había hecho, las fotografías estaban ordenadas, decoradas según la ocasión, tenían etiquetas con notas y una fina capa de plástico protegiéndolas del uso. Hannibal pasó los dedos por la diminuta huellita del pie de Abigail que decoraba el libro. — Apenas dos kilos y medio. Pero fue muy fuerte.

—Tenías unos piecitos. —Dijo Hannibal sonriendo, dio gracias por la fotografía, podría al menos vivir una parte de los años que se había perdido. Su piecito no era más que una marca de lo frágil que había sido de infante.

—Pero ya no, Padre. —Dijo Abbie. — Ya soy una niña grande.

—Claro que sí, Abbie. Enorme…—En un acto impulsivo le besó la frente, Will tragó saliva pero Abbie parecía encantada.

Había muchas fotos de Abigail en pequeños mamelucos de colores, con toda clase de sombreros, y con su abuelo. Luego una foto con su papi, Hannibal quería esa foto en su oficina para mirar cada segundo del día. Will aún no cumplía los 17, con los rizos mucho más largos que ahora, descontrolados y suaves, justo como lo recordaba. Con las mejillas sonrojadas, los ojos azules brillantes y cargando un diminuto bebé envuelto en una cobija entre sus brazos. Hizo hasta lo imposible por grabar esa imagen en su memoria, su pequeña familia, cuando no sabía que eran suyos.

Abigail, o Will, le contaron sobre cada fotografía, sobre sus disfraces de Halloween, sobre sus fiestas de cumpleaños, las fotografías abriendo emocionada regalos cada navidad. Casi todas las fotografías eran con Will o con Bill, en algunas estaba a quien ahora recordaba como Beverly. Casi tan increíble como ver a su hija crecer en minutos era ver el radical cambio de Will, del más adorable de los Omega a un muchacho serio y responsable, que no sonreía en las fotografías a no ser que Abbie estuviera a su lado. Hannibal escuchó en silencio todo lo que tenían para decir, las historias que le contaban, los lugares que visitaron, lo que comieron ese día.  Will había sido muy generoso en compartirle aquello, era sin  duda íntimo, perfecto.

Abigail quedó dormida como piedra esa noche, abrazada a su perro de peluche, ahora llamado Buster, y son una sonrisa en los labios. Will y Hannibal se habían mudado al sillón dónde el primero bebía té y el segundo ojeaba de nuevo el libro. Will no le había mostrado las primeras páginas. Pero cuando las abrió reaccionó de inmediato.

Eran unas 5 páginas sobre su embarazo, probablemente nadie había celebrado mucho eso, no estaban decoradas, no había notas al pie. Will sonreía tristemente en las fotografías, muchas tomadas en la escuela, en paseos o en Navidad. La sonrisa del Omega no subía a sus ojos hasta que su embarazo era más evidente. Hannibal casi podía saborear el dulce aroma de su Omega, preñado con su hija, luciendo extremadamente frágil, vulnerable y solitario. Will le quitó el libro, su pecho ardiendo con el mismo dolor.

 —Si… Si quieres alguna foto podemos imprimirlas para ti, puedes armar tu propio álbum. —Dijo nervioso.

—Eso me gustaría mucho. Mañana te diré cuales quiero.

— ¿por qué no ahora? No estamos haciendo nada…

—No, Will, no es el momento. —Dijo Hannibal firmemente, acercándose de manera casi predatoria y haciendo desaparecer el espacio entre ellos. Will lo miró a los ojos, con las mejillas encendidas.

—Hannibal… no, esto es un hospital.

—No me interesa si es la casa del Papa, Will. — Dijo posando una mano ardiente en su mejilla fría, su aroma nubló su mente y se recargó contra ella. Sus ojos siguieron el mismo recorrido que los de Hannibal, de sus ojos a su boca y de vuelta, había abierto los labios, sólo un poco, y ambos sabían que era más que suficiente invitación. Su beso fue como un golpe de calor, como un tsunami golpeándole de lleno, haciéndole olvidar todo el dolor, toda la confusión que sintió por años. Will soltó un jadeo quedo y Hannibal aprovechó para introducir su lengua en la boca ajena, disfrutando un sabor con el que tenía años soñando, en segundos Will había renunciado a todo intentó de mantener la cordura y exploraba también, rodeando su cuello con sus brazos y atrayéndolo más.

No fueron más de unos minutos, pero parecieron estar unidos por horas. Se separaron con los ojos cerrados, Abigail continuaba dormida cuando volvieron a separarse. Will estaba rojo hasta las orejas, aunque Hannibal parecía sólo divertido. Evitaron mirarse unos segundos, pero sus dedos se entrelazaron cariñosamente hasta que se separaron para irse a casa esa noche.

Los siguientes días fueron borrosos, fugaces. Abigail tendría que terminar de recuperarse en casa cuando la dieran de alta, probablemente perdería el resto del año escolar, considerando que para cuando Will finalmente tuvo permiso de llevarla a casa había pasado dos meses en el hospital. Hannibal efectivamente había pagado sus cuentas sin siquiera dudarlo.

Había continuado visitando a Abigail a diario, su familia ya no podía ignorar su ausencia, pero eso tampoco parecía cambiar su opinión. Mischa no preguntaba, pero se sentía sola sin su hermano y sin su nueva amiga para jugar. Sus padres en cambio parecían más conscientes de lo que hacían.

—Hannibal, tenemos que hablar. — Dijo su Padre finalmente, evitando que cruzara la puerta. Hannibal suspiró, ese día darían de Alta a su hija y quería estar ahí. — Imagino que sabes que gastaste varios miles de dólares en estos meses.

—Estoy consciente de ello.

— ¿No piensas explicarte?

—El dinero pertenece al fideicomiso que se me concedió desde mi nacimiento, Padre, puedo usarlo como mejor considere.

—No estas nunca en casa, vuelves cada dos días, y no es un comportamiento aceptable, Hannibal, no has llamado a Bedelia desde que llegamos.

—No voy a casarme con Bedelia du Maurier, Padre. —Aquello definitivamente lo hizo reaccionar, vio su bigote hincharse, irritado.

— ¿Se puede saber porque no? Pertenece a una familia respetable de artistas y es de tu misma edad, es una buena candidata, lo discutimos antes.

—Antes no tenía motivos para negarme, ahora sí. No voy a casarme con Bedelia, y es mi última palabra.

—Vas a casarte con ella, no es una pregunta, como heredero de la familia Lecter tienes obligaciones, muchacho. —Ahora si estaba enojado, Hannibal se mantuvo firme, serio y quieto en su lugar. — Eres joven y tonto, pero no vas a cometer otro error que pueda perjudicar a nuestra familia.

— ¿Otro error?

—No creas que no sé qué tu único interés en esta ciudad es ese Omega que tuvo la osadía de seducirte hace años.

—Te aseguro, Padre, que la seducción entre Will y yo fue perfectamente mutua. —Aclaró Hannibal, irritado. — Y buscarlo es lo más honorable que puede hacerse con un Omega que dejaste marcado.

—Marcado, por favor Hannibal, ambos sabemos que sin el celo de por medio tu marca no es más valiosa que un centavo. No te quiero cerca de ese muchacho.

—No puedes evitarlo.

—No te lo permito.

— ¿No me lo permites? Padre no tengo 15 años, no puedes prohibirme nada.

—Puedo y lo haré, o te casas con Bedelia du Maurier o te advierto que habrá consecuencias.

—No voy a casarme con ella, puedes divertirte insistiéndome.

—Hannibal, no me retes. No sabes que es lo mejor para ti.

—Lo sé, Padre, por una vez en mi vida estoy seguro de lo que es mejor para mí, y no es casarme con una frígida muchacha desconocida.

—Vas a ser Conde cuando muera, Hannibal, necesitas una familia digna a tu lado, no un Omega sucio de clase baja que sacaste de una fiesta vulgar a tus 17 años. No vas a salir de aquí hasta que reacciones.

—Oh, padre, créeme que he reaccionado. —Dijo Hannibal, alzando la voz, su madre y Mischa miraban preocupadas desde la puerta. —

—Si sales por esa puerta Hannibal te prometo que no serás más mi hijo. Te quedarás en la calle, a ver sí te gusta vivir la vida de esa gente.

— ¿Eres tan despreciable, padre, que estarías dispuesto a hacerme renunciar a todo, incluso a mi nombre, para conservar la supuesta dignidad de esta familia?

— ¿Eres tan tonto como para renunciar a todo lo que te hemos ofrecido por un plebeyo sucio?

—Sí, sí lo soy. — Dijo Hannibal. Su padre le gritó camino a su habitación y su madre le gritó a él. Mischa estaba llorando, pero eso no lo detuvo. Tomó una maleta tan grande como pudo encontrar y metió en ella sus documentos más importantes, tanta ropa como pudo, un par de fotografías y su computadora antes de regresar a la puerta.

—Hannibal, si sales por esa puerta esa maleta es todo lo que vas a tener en la vida.

—Adiós, Madre, te haré saber dónde me hospedo. —Dijo Hannibal ignorándolo, haciendo al hombre irritarse aún más. Mischa se aferró a su cuerpo, el propio convulsionándose por el llanto.

—Hanni, por favor, no me dejes sola… ¿Por qué no te puedes quedar Hanni?

—Perdóname, Mylimasis. Te amo. —Le beso la frente y le ofreció una sonrisa antes de soltarse y salir de la casa sin mirar atrás. Fue directo al banco por tanto dinero como pudo transferir de una cuenta a otra, su padre no iba a quitarle el dinero que había ahorrado en sus años de trabajar. Y tampoco iba a permitir que destruyera el futuro de su hija, puso el fideicomiso a nombre de Abigail y tomó un taxi al hospital. Cuando entró a la habitación con su enorme maleta ambos lo miraron curiosos.

— ¿Te vas de viaje, Padre?

—No, cariño. En realidad acabo de quedarme sin casa.

—Oh —Chilló emocionada, Abigail era muy lista como para perder esa oportunidad. — ¡Puedes quedarte con nosotros! ¿Puede, papi?

—Abigail. —La reprendió Will, miró a Hannibal, su expresión triste. No tenía que ser un genio. — Les dijiste de nosotros.

—Algo así.

—Hannibal, te dije que sucedería… — Will se sentía culpable, ahora Hannibal no tenía nada.

—No te sientas comprometido, me quedaré en un hotel hasta encontrar dónde vivir y un trabajo.

—Pero, papi…

—Abigail, no tenemos tanto espacio…

— ¡Padre puede dormir conmigo! —Insistió la niña. Will le puso las manos en los hombros para que no rebotara en la cama. Pero no podía resistir la ilusión reflejada en sus ojos azules.

—Bien, bien… —Suspiró, mirando a Hannibal. ¿Vivir con él? ¿En menos de dos meses de reencontrarse y empezar a salir? No salían, se habían besado y claramente Hannibal tenía intenciones románticas pero. ¿Vivir juntos? Cómo una familia. Bueno, eso definitivamente les haría saber si eran el uno para el otro o eran alucinaciones de un muchachito tonto. — Puedes quedarte con nosotros mientras arreglas tus asuntos, Hannibal.

—No quiero causar molestias, Will.

—Lo digo en serio, ven con nosotros. —Abigail chilló emocionada y Will le sonrió entre resignado y ansioso. No tenía a dónde ir, y no debería tirar el dinero en un hotel. Miró su maleta, todo su mundo, y sonrió.

—Entonces aceptaré. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).