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Por tenerte a mi lado por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

No siempre puedo responder cada comentario directamente, pero aquiero que sepan que los leo y que significa mucho para mí que los dejen, gracias por leer!

 

PS. Sé que quieren lemon, pero creo que Hannigram tiene mucho que resolver antes de llegar a eso.

Vida familiar.

Tal vez Will aún no era suyo, tal vez no habían hecho más que besarse bajo el resguardo de la noche, cuando Abigail dormía y Will se abría para él, cada vez más y más apasionado, más entregado pero sin permitirse ir más allá.

Tal vez ahora no tenía muchas cosas, tal vez no había lujos, ni sirvientes, ni  vino costoso añejado por años en un barril de cedro en la Toscana. Pero hubiera cambiado sus 24 años con eso por lo que descubrió viviendo con Will y Abigail en apenas una semana. Su familia era cariñosa, pero era severa y mantenía las apariencias por sobre todas las cosas, a veces se preguntaba si eran felices o simplemente se habían acostumbrado a actuar de ese modo.

Pero Will y Abigail se amaban de verdad, y su casa estaba llena de cosas que los representaban a ambos, como las figuritas de perros en el alfeizar de la ventana, o los magnetos en el refrigerador de los lugares que han visitado juntos. A Hannibal le gustan especialmente los dibujos de su hija que siempre encuentra regados por las habitaciones, dibujos de casas con flores en el jardín y perros sentados junto a la puerta, al parecer no pueden tener mascotas en ese edificio. Quisiera comprarles una casa, una enorme casa cómo en la que el creció, dónde Abbie podría tener todos los perros que quisiera y Will estaría feliz, sin preocuparse por el dinero, con el vientre lleno de sus cachorros y su marca, permanente y brillante en su cuello. La idea constantemente le obliga a calmarse, no necesita embriagarse con ilusiones sobre un futuro que está decidido a tener.

No hay nada remotamente parecido a una manzana, Abigail es alérgica. Hay muchas fotografías que parecen variantes de las que Will le mostró antes. Si no fuera un Alfa, fuerte y orgulloso, se habría permitido llorar de felicidad cuando Abigail insistió en poner una fotografía de los 3 en la mesita, junto a los otros marcos. Su presencia, a veces sin querer a veces no tanto, comenzaba a notarse por toda la casa. Comida preparada con esmero, y sin tantas quemaduras, en la cocina, su cepillo de dientes en el baño, su elegante loción de afeitar junto al espejo, sus libros en el último espacio vacío en el librero, sus zapatos y su ropa junto a la de Will en el armario.

Por un fugaz segundo Hannibal había deseado dormir con Will, esperaba que así sucediera. Pero no fue el caso. El departamento era diminuto. Dos habitaciones de unos 3 metros cuadrados, sala comedor, cocina, un baño completo. No había más. Hannibal había tenido baños más grandes que esa casa. Abigail le había ofrecido su habitación, pero ambos padres se habían negado, pues su hija tenía que descansar hasta recuperarse del todo. La cama de Will, desbordante del aroma del Omega, era una invitación del cielo, pero habían arreglado que el Alfa dormiría en la sala de estar, en un colchón inflable que una amiga de Will les había prestado. Lo inflaba cada noche antes de dormir y lo doblaba junto a sus sábanas y una vieja almohada antes de salir por las mañanas.

Conseguir trabajo no es difícil cuando eres brillante como Hannibal, o cuando tienes sus amistades, amistades que te ofrecen de inmediato uno de los consultorios en sus clínicas de salud integral en un hospital lujoso porque saben que vales tu peso en oro. Will le envidiaba ese tipo de ventajas,  no solo por ser rico, también por ser un Alfa y no deberle cuentas a nadie. Así pues Hannibal había comenzado a dar terapia a los pacientes de aquél lugar. Esperaba ganar lo suficiente para abrir un consultorio independiente, pero necesitaría la cartera de clientes y seguridad económica antes de hacer nada precipitado, así que por ahora disfrutaba el momento. No era una situación ideal. No había esperado eso cuando regreso a los Estados Unidos. Y si bien no era así como pensaba reunirse con su familia al menos estaban juntos. Volvería a casa y Abbie estaría feliz de verlo, harían algo juntos, leer un libro, jugar a algo, dibujar, ayudar a Will a preparar algo para la cena. Hannibal nunca había puesto la mesa, nunca había ayudado a lavar los platos, cada día estaba lleno de experiencias nuevas y si bien mucha gente las consideraría cotidianas y aburridas para él era un mundo nuevo.

—Tendremos que ir de compras. —Dijo Will esa noche, revisando el refrigerador. — Abbie, trae la lista de compras, cariño.

—Sí, papi. —Hannibal la miró rebuscar en un cajón de la cocina, le beso la cabeza y luego caminó hasta Will, lo sintió tensarse cuando  lo rodeó con un brazo, pero no rechazó el beso casto que le dio en los labios. Abigail chilló emocionada junto a ellos y Will rodó los ojos. La niña le dio una libreta con dibujos de perros.

—A ver, necesitamos huevos, leche, carne, no hay más sal, servilletas, jabón para la lavadora…

—Papi, podemos comprar cereal con malvaviscos.

—Veremos, Abigail…—Respondió distraído, anotando más cosas en su recorrido por la casa. Abigail hizo un puchero, Hannibal le picó las mejillas hasta hacerla reír, relajándose inmediatamente.

—Iré a darme un baño, ha sido un largo día. —Dijo el rubio, dejando el saco en el perchero junto a la puerta, Abbie sonrió, sentándose frente al televisor a ver una película, y Will asintió sin voltear a verlo, concentrado en la lista. Sonrió encantado con la idea de que en tan poco tiempo pertenecía a su mundo al punto de simplemente dejarlo ser. Le besó la mejilla a Will cuando pasaba por su lado y Will se sorprendió, dejando salir algo muy parecido a un gemido mientras lo miraba con exagerado reproche.

El agua tardaba en salir, siempre un par de minutos antes de que estuviera lo bastante caliente para poderse bañar. Definitivamente su prioridad sería cuando menos mudarse a un mejor lugar en una zona más segura. Inscribir a Abigail en una mejor escuela, tener un calentador de agua perfectamente funcional. Mientras volteaba la botella se dio cuenta de que ya no había shampoo.

— ¡Will!

—¿Sí? ¿No enciende el calentador? Puedo ir a ver. — Gritó desde el otro lado de la puerta.

— ¡No, Will ya no hay shampoo!

— ¿Qué, no es posible debe haber otra botella ahí, las compre en 2 x 1 hace unos meses.

—Will, en serio no hay más. —Confirmó luego de cerrar la llave del agua y buscar en el pequeño gabinete junto al espejo, desnudo y húmedo y sobre todo un poco irritado por no poder asearse adecuadamente.

—Estás buscando mal, espera. — Gimió exasperado, abriendo la puerta.

—Will, espera…— Musitó Hannibal, tratando de cubrirse, sinceramente la cortina no hacía un buen trabajo.

—Espera que… Oh… ¡Oh! —cerró los ojos violentamente mientras se daba la vuelta. — Lo siento mucho, no quería, cielos…

—Está bien, está bien, espera. —Se movió a su alrededor para tomar su toalla y se envolvió la cintura con ella. — Listo…

—Lo siento tanto, no pensé antes de entrar aquí… — Musitó sonrojado, sus ojos se pasearon por el atractivo cuerpo de Hannibal, cubierto de gotitas que recorrían su torso firme, sus hombros anchos y el vello casi negro que cubría su pecho, Will no recordaba ese vello, pero le gustaba. Marcaba un sendero que se perdía bajo la toalla, y Will recordó los segundos que su miembro había estado en su campo de visión, se sonrojó aún más si era posible.

—Te dejaré para que te vistas…

—Will…—Susurró Hannibal, su voz estaba ronca y se acercó a él de forma predatoria. Will se mordió el labio. Hannibal continuaba acercándose, paso a paso, pero no podía moverse con la suficiente coordinación para retroceder y abrir la puerta.

—Ha…Hannibal…

Con un paso más el espacio entre ellos desapareció y Will sintió su boca invadida por un beso mucho más salvaje que los que habían compartido hasta ahora, gimió suavemente dentro de ese beso mientras las manos húmedas de Hannibal recorrían su espalda. No, no definitivamente no estaba listo para eso. Lo empujó suavemente, negando con la cabeza y Hannibal no se resistió, le beso la frente y dejó la habitación rumbo a la de Will para vestirse. El moreno permaneció en el baño, jadeante y confundido, con el rostro encendido y encontrando el calor del baño sofocante.

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Para Will, que era transparente como cristal y terriblemente fácil de perturbar, aquél beso había sido demasiado, estar cerca de Hannibal ahora le ponía el rostro del más intenso tono de rojo y aquello le molestaba, no quería sentirse como un colegial cada vez que se miraban, lo cual era frecuente ya que vivían bajo el mismo techo. De haber continuado ¿Qué tan lejos habrían llegado? Abigail miraba la t.v afuera, así que no muy lejos, pero podía sentir la mano de Hannibal recorriendo su espalda mientras se presionaba contra su cuerpo desnudo y húmedo.

Luego de reflexionar un momento Will se dio cuenta de que en los 7 años que se había dedicado a criar a Abigail casi no había tenido sexo.  Había entrado en una especie de carrera cuando Hannibal se fue, se había buscado el chico más malo y rebelde que pudo encontrar y se había revolcado con él hasta que descubrió su embarazo. Contando, hasta un niño se daría cuenta de que el niño no era de aquél Alfa, pero si Will hubiera continuado ese camino probablemente habría terminado preñado de cualquier manera.

No recordaba esos días, eran días oscuros desde los cuales había madurado. Se había alejado luego de cortar con el muchacho, ambos habían fingido que no había significado nada, pero la realidad era otra. Para Will significó tocar fondo. Y creía que para Matthew había significado algo similar a lo que él sentía por Hannibal en esos días.

¿Qué clase de naturaleza más estúpida era esa? Odiaba esa extraña suerte de sentimentalismo y apego emocional que los Omega generaban. Tanto tiempo después su sangre ardía por el mínimo toque del que su cuerpo quería considerar su Alfa. Al punto de masturbarse esa misma noche, en la soledad de su cama, mordiendo la almohada para ahogar los gemidos que escapaban de sus labios pensando que era Hannibal quien presionaba su hombría resbaladiza entre sus dedos, haciéndole enloquecer.

Sentía la saliva correr por sus labios y su entrada húmeda escurriendo entre sus piernas, sus dedos probablemente no serían suficientes esa noche, meditó mientras se penetraba con ellos al ritmo del bombeo de su mano sobre su miembro. ¿Por qué lo deseaba tanto? Sólo de imaginar su enorme polla de Alfa abriéndose paso por su cuerpo, rompiéndole, golpeándole, azotando todo a su alrededor, se sentía arder. Imaginó sus labios suaves en su cuello y su estómago frotándose contra su miembro a cada estocada, jadeando su nombre,  susurrándole palabras de amor entre sus gemidos.

Fue un orgasmo silencioso y vacío, pero se sintió liberado y dio gracias por eso. ¿Qué clase de reacción era esa? Y a un simple beso… No podía engañarse pensando que lo que sentía por Hannibal no era intenso y aterradoramente real. Pero no quería lanzarse de cabeza y terminar cometiendo otro error.

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Hannibal vivió una nueva experiencia mientras vivía con Will y Abigail, la primera fue hacer las compras en un supermercado normal. Will tenía un presupuesto apretado, pero divertido con todo lo que había a su alrededor Hannibal se ofreció de inmediato a pagar los gastos, por un lado le fascinaba la idea de proveer a su familia, y por el otro tenía que hacer algo a cambio de su estadía, después de todo Will se negaba a cobrarle algo como una renta.

Hablando de rentas, tendría que buscarse un lugar para vivir, claro que preferiría quedarse con ellos, pero sería inadecuado seguir viviendo con un Omega sin estar vinculados, por ahora claro. Y se esforzaba, todo el tiempo. Se esforzaba en ayudar en la casa, en trabajar solo el tiempo suficiente para ganar dinero que pudiera ahorrar, pero también en pasar las noches y los fines de semana con su hija. No tenían muchas oportunidades de avanzar su cortejo de la forma tradicional, pero podía ganarse el favor de Will con su encanto.

Preciosa criatura, sonrojándose cuando le hacía un cumplido, desviando la mirada cuando descubría a Hannibal mirándolo desde el otro lado de la habitación, jadeando imperceptiblemente cuando el mayor subía inesperadamente la intensidad de los besos que compartían a la luz de la luna. Lo que daría por probar su piel, recordar la suavidad de sus formas, sus secretos, descubrirlo todo como había hecho tantos años atrás. Sentía su propio miembro presionándose dolorosamente contra la ropa cuando se separaban jadeantes. Daría 10 años de su vida por hacerlo suyo en ese momento, en lugar de conformarse con escucharlo masturbarse del otro lado de la puerta. Algo mantenía a Will lejos de él, probablemente la desconfianza, tendría que seguir trabajando en romper esas barreras, más por el interés en ganar su corazón, no su cuerpo.

Asunto diferente era la posesividad. Abigail apestaba a él ahora. Pasaban mucho tiempo juntos, y la pequeña era sumamente dulce y cariñosa. Incluso Will, que salía por las mañanas, comenzaba a despedir el aroma con él que sus feromonas de Alfa lo marcaban, algunas veces incluso contra su voluntad.  Criado de forma relativamente tradicional para Hannibal Will era, de forma inconsciente, su propiedad. Nadie debería mirarlo, olerlo, desearlo, pero algunos lo hacían y eso lo enfurecía, teñía de rojo sus ojos ambarinos y hacía arder su sangre. Ese era su Omega, padre de su hija, tal vez un día el padre de muchos más de sus hijos.

Una parte de él estaba cansada de esperar a que Will decidiera entregarse a él. Si no fuera capaz de un total autocontrol se habría lanzado sobre él luego de dos semanas, desbordado por el deseo, para marcarlo y hacerse con su cuerpo. Era algo instintivo que encontraba repugnante, pero que ardió con violencia en su pecho cuando cumplió un mes en su casa.

Estaba doblando la ropa, con excesivo cuidado según Will, cuando el teléfono sonó. Acostumbrado a estas alturas respondió al segundo timbrazo.

—Residencia Graham.

—Buenas noches, hablo para confirmar la reservación del Señor Will Graham para mañana al medio día.

—Reservación. —Hannibal levantó una ceja extrañado, Will entró a la habitación y le hizo señas para llamar su atención. — Will, te hablan sobre una reservación.

—Ah, gracias. — Hannibal le dio el auricular, pero no se movió. — Diga, sí. Sí, entiendo, le agradezco mucho, ahí estaré. Hasta entonces.

— ¿Vas a salir? — Cuestionó el rubio, concentrado en un par de calcetines como si aquello no le importara.

—Algo así, quería hablarte sobre eso. — Will se sentó a su lado y lo miró fijamente. — Normalmente lo hace mi padre, puedo pedírselo si te preocupa, pero… ¿podrías quedarte con Abbie los próximos días?

— ¿días? Will ¿Qué sucede?

—Bu… Bueno, es… — Parecía avergonzado. Hannibal lo miró más a fondo, las mejillas sonrojadas, la piel suave, ese aroma afiebrado y dulce.

—Vas a entrar en celo. — Lo dijo como una afirmación y Will sacudió la cabeza sonrojado.

—Sí… y bueno, cada vez que sucede pago una residencia en una clínica para Omegas, es mucho más fácil así…

Lo era, aquél lugar le había ayudado mucho, le ayudaba a relajarse, a sentirse seguro, a estar rodeado de Betas y otros Omega que probaban toda clase de técnicas experimentales para mantenerlo cuerdo durante el celo. Aromaterapia, comida especial, incluso pequeñas drogas a base de hierbas que ayudaban a reducir el calor en todos los pacientes que, cómo Will, no tenían un Alfa para hacerse cargo.

Las instalaciones eran seguras, con rejas  y guardias de seguridad, mucho más que su propia casa. Lo que menos quería era que algún Alfa lo oliera, tumbara la puerta y lo violara violentamente enfrente de su hija, tenía mucha suerte de que Abbie fuera beta, nunca tendría que preocuparse por cosas como el Celo o la marca, podría enamorarse como una persona normal.

— ¿Vas a pasar tu celo completo ahí? — Hannibal parecía ofendido, pero su máscara de confusión era muy buena, no que pudiera engañar a Will. — Pero pensabas pasarlo con Chilton antes.

—Lo que… fuera o no a hacer con Frederick Chilton es asunto mío. — Dijo con la voz más firme que logró sacar. — Sinceramente Hannibal, hemos estado juntos… ¿Un Mes? Bueno, vale dos meses. —Añadió al ver su expresión contrariada. — No es tiempo suficiente para conocer a alguien, para hacer algo tan importante como… vincularse.

—Hace 8 años fueron suficientes dos días.

Will lo miró sorprendido, Hannibal era normalmente bastante comprensivo y bastante amable para estándares de Alfa, pero ahora Will podía sentir su disgusto por la forma en que tensaba los hombros y sus labios se contraían en una línea finísima. Realmente esperaba pasar ese celo juntos, confirmar su unión, hacer a Will suyo como debió ser hace tanto tiempo.

—Hace 8 años cometimos un error. Ahora tenemos a Abigail, no podemos ser irresponsables.

— ¿Qué puede ser más responsable que unirte al padre de tu hija?

—Acabas de perderlo todo, y ella acaba de salir del hospital. —Dijo Will, irritado. — No estoy listo para esto, apenas te conozco, no importa sí me gustas o…si me eres sexualmente atractivo, ya no somos niños Hannibal, no puedo hacer algo tan tonto como juntarme contigo porque me gustabas en la preparatoria.

—Ven aquí y dime que no te gusto ahora. —Ordenó Hannibal poniéndose de pie. Will lo miró fijamente, como desinflándose, venga, no podía hablarle así a un Alfa. — Dime que no te arde la piel cuando me besas hasta robarme el aliento, que no me deseas de la misma forma que yo a ti.

—Esto no es sobre el deseo… —Murmuró Will, sintiéndose horriblemente dominado. Es decir claro que lo deseaba, no había tenido sexo en tanto tiempo, daría lo que sea por revolcarse con Hannibal ahora, pero ese era justo el problema, no podía basar el resto de su vida en algo como eso, necesitaba seguridad.

—Por todos los cielos, Will. ¿Crees que no puedo hacerme cargo de ti?

—En este momento, no. No tienes casa, no tienes conocidos aquí, apenas tienes trabajo, Hannibal…

—Oh, entiendo, así que necesitas un Alfa como Chilton con un trabajo para el que no estará calificado nunca y una bonita casa, ¿no? Alguien que pueda mantenerte, no importa si no sientes nada por él.

—Deja de meter a Frederick en esto, claramente tampoco era la mejor opción.

—Tú lo metiste en esto tratando de hacerlo el padre de mi hija.

—Bueno ella no tenía padre, no estaba haciendo nada malo. — Dijo Will, ambos habían comenzado a alzar la voz y la puerta se abrió lentamente.

—Papi… ¿Está todo bien?

— ¡Abbie! Discúlpame, te despertamos… — Dijo Will relajándose al instante, le lanzó a Hannibal una mirada asesina, pero este se había relajado también.

—No importa… ¿Por qué están gritando?...

—No es nada cariño, sólo tonterías, pero no te preocupes.

— ¿Padre va a irse? —Preguntó preocupada.

—No, cariño, me quedaré un tiempo más, de hecho nos quedaremos solos unos días mientras tu papi va a resolver unos asuntos.

— ¿En serio? — La niña lo miró feliz, sonriéndole a ambos. — ¿No voy a quedarme con el abuelo?

—No… pero tienes que portarte bien con papá…

— ¡Sí, lo prometo!

—Ven, cariño, te acompañaré de vuelta a la cama. — Hannibal le ofreció la mano y ella la tomó sin dudar. Will suspiró cuando estuvo solo, tirándose a la cama irritado. ¿Qué todos los Alfa tienen que ser perfectos idiotas? Maldito el día en que había nacido Omega… Bueno, no del todo, gracias a eso tenía a Abigail.

¿Qué mierda le pasaba a Hannibal? Es decir, claro que se estaban llevando bien, hacían cosas juntos, cocinaban, labores domésticas. Y esos besos, mierda, tal vez no fueran muchos, tal vez los que le hacían perder el control sucedían sólo cuando bajaba la guardia en la noche, pero lo mandaban a otro planeta sin duda.

Pero, ¿eso es suficiente para vincularte con alguien de por vida? Cuando era un chico la promesa de una familia grande y feliz con ese mismo Alfa había sido suficiente. Ahora tenía miedo de ceder ante lo mismo, tenía miedo de elegir mal y lastimar a Abigail en el proceso. Hannibal era la opción más viable porque era su padre, pero había crecido para ser un Alfa clásico y con mejores oportunidades que él, probablemente esperaba un Omega mucho más sumiso, el que pasaría su celo a su lado a la primera oportunidad.

Se frotó las cienes frustrado. A la mierda, se iría a dormir y se olvidaría de todo al menos una noche. Ya mañana ardería pensando en Hannibal, como hacía cada vez que su celo llegaba y demandaba la marca adecuada del mismo Alfa, el mismo desde que cumplió 17 años.

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Cuando se hubo calmado un poco Hannibal meditó sobre su comportamiento, había sido un error actuar como si Will le debiera algo, o algún tipo de lealtad sólo porque era su pretendiente. Es decir, claro que quería marcarlo, hacerlo suyo de inmediato, como debió hacer antes. Le sorprendía que criándolo para ser un Alfa a la vieja escuela sus padres nunca le hubieran mencionado que sólo podías crear un vínculo durante el celo, ese diminuto segmento de información le habría sido muy útil, habría sido más inteligente. Habría salido con Will unas semanas hasta su celo, le habría dado una marca adecuada y Abigail tendría hermanitos corriendo por ahí.

Entendía a Will, después de todo llevaba mucho tiempo solo, un Omega necesita un Alfa que cuide de él, que lo apoye, que le ayude a superar los periodos de celo. Will era duro porque era padre soltero, pero no tenía ideas revolucionarias sobre su género, estaba seguro que se acostumbraría rápidamente a cuidar de una casa y ocuparse de los niños. Pero no lo sentía sólido. Mierda, había considerado dejarse marcar por un perfecto imbécil como Chilton pero no por él. A ese nivel es que Will lo sentía incapaz de proveer para su familia.

No estaba nadando en dinero, pero el consultorio era costoso y la gente que lo frecuentaba pagaba buen dinero por su tratamiento, Hannibal podría permitirse rentar un departamento, podría amueblarlo en un par de meses, pero no quería eso. Lo mejor sería ahorrar un poco más, abrir su propio consultorio, comprar una casa con un enorme jardín dónde envejecer viendo correr un puñado de niños  con Will a su lado. Pero tendría que tomar todo un paso a la vez.

Algo lo despertó ese sábado, temprano en la mañana, sintió su colchón sacudirse mientras abría los ojos.

— ¡Papi!

—Abbie…. — Se incorporó perezosamente, Abigail estaba sobre él, sonriéndole con el cabello revuelto y aún en piyama. — ¿Qué te pedí, nena?

—Lo siento, padre. — Dijo sacando la lengua. Tal vez era muy formal, pero estaba acostumbrado, y la forma en que Abigail lo llamaba era tan distinta, no era esa extraña indiferencia que a veces reinaba en su familia, era la misma expresión seria y respetuosa, pero teñida de cariño. Abigail se bajó de la cama y sonrió de nuevo. Hannibal le acarició la mejilla, la sonrisa de su hija era definitivamente lo más hermoso en el mundo.

—Vamos a desayunar, y a ver las caricaturas.

—Abbie, son como las 7 de la mañana. — Se quejó mirando el reloj en su celular, la niña le jaló del brazo en dirección a la cocina.

—Por favor, padre. Yo haré el desayuno.

Claro que su desayuno era cereal con leche, pero incluso uso un cuchillo de mesa para cortar una banana y echar las rodajas al tazón. Se sentaron en el sillón de la sala a ver caricaturas, algunas bastante estúpidas, pero Abigail le platicaba sobre ellas como si fueran personas reales.  Estuvieron ahí tirados hasta casi medio día, simplemente disfrutando de su compañía, Abigail se había acomodado de costado, recargada en el pecho de su padre que la rodeaba con un brazo.

Aquella cálida familiaridad rápidamente le provocó sueño. Normalmente habría hecho algo, se habría levantado e irían a un museo, pero no quería hacerlo, quería quedarse en casa a disfrutar de estar en piyama con su hija por todo un día. En algún momento se quedaron dormidos y compartieron una siesta entre el ruido del televisor.

Pidieron una pizza, algo que Hannibal tampoco había hecho nunca y decidió que le gustaba,  comieron helado directo del bote, vieron películas sobre dinosaurios y  peces, incluso jugaron un viejo juego de mesa que seguro era más divertido con más de dos jugadores. Hannibal realmente disfrutaba de conocer a su hija. Los gestos que hacía, lo que comía y como lo hacía, lo que le gustaba, lo que no le gustaba. La forma en que se acurrucaba contra sus muñecos de peluche cuando era hora de dormir. Besarle la mejilla, la frente, sentir a su precioso cachorrito presente en su vida.

—Padre…

—¿Sí, cariño?

Abbie estaba de vuelta en la cama, Hannibal la había arropado y se llevaba el vaso de agua que le había pedido minutos antes.

—Papi y tu… ¿se van a casar?... ¿Vamos a estar todos juntos así?

—No lo sé, Abbie, espero que sí. — Confesó meditando. — Seré feliz de hacerlo en cuanto Will lo quiera.

—Papi quería estar con ese señor Chilton…pero a mí no me agrada.

— ¿Por?

—No sé… No eras tú… Papi me dijo que mi abuelo Lecter estaba enojado porque querías estar con nosotros, y que por eso ahora duermes en la sala.

—Sí, algo así sucedió. — ¿Qué tanto le contaría Will? Apenas tenía 7 años, por dios. — Pero no tienes que preocuparte de nada. Eso es asunto nuestro. Tu sólo debes sentirte bien y cuidarte para que te recuperes completamente y puedas volver a clases.

—No quiero que el abuelo este enojado… —Dijo Abigail bostezando. — Pero me gusta que estés aquí.

—Me gusta estar aquí, Abbie… ¿Qué dices si mañana salimos a pasear?

— ¡Sí!

—Bien, pero ya duérmete, es tarde. —Le beso la frente una vez más, disfrutando de su aroma y la calidez de su piel.

—Buenas noches, padre.

—Buenas noches, Abigail.

Su hermosa, hermosa niña. Tan honesta y tan feliz, que diferente de su hermana, sumida como él en la rigurosa vida de ser heredera de un linaje anticuado, muy ocupada aprendiendo a comer y a comportarse en sociedad como para disfrutar de una niñez normal. No que pudiera ayudarle, después de todo eso dependía de sus padres, no de él. Pero se aseguraría de que Abigail disfrutara todo lo posible de su infancia, de hacer lo que quisiera sin preocuparse.

El domingo fue un poco más activo. Desayunaron adecuadamente, limpiaron la cocina y salieron. Visitaron una feria del libro con talleres de dibujo y poesía, se tomaron fotografías, comieron helado junto a una fuente llena de monedas brillantes, pidieron un deseo y volvieron a casa. Hannibal quería llevarla a una función de música clásica para niños, pero cuando ningún vestido le pareció adecuado se vieron obligados a ir de compras primero.

No que Abigail pudiera pensar en despreciar toda la atención que recibía de su padre, encantada de tenerlo al fin en su vida.


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