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Imitation Lover por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Serie de adaptaciones. Imitation Lover es el primero, aqui...

Notas del capitulo:

Imitation lover es el segundo shot de Gene of love de Hori Erio. Aquí he hecho una adaptación…

Queria un kaiha, pero mientras más pensaba en que rumbo darle se convirtió en un kairu y canon además… AMO los fic´s canon y el kairu por supuesto, la combinación es explosiva. Aunque es sencillo, estoy muy a gusto con el resultado.

Imitation Lover
Yume Ryusaki


 

Takanori Matsumoto, alias Ruki. Vocalista  de -the GazettE- 31 años. Amnesia.

 

—Eso significa que he perdido mi… memoria —susurró apenas, repitiendo las exactas palabras cada que despertaba desde hacía dos semanas en que había ocurrido el accidente. Su visitante le dirigió una mirada que no comprendió. Pensó que quizás era lástima y aunque le desagrado que fuera así, lo dejo pasar. Había cosas más preocupantes que eso.

—La recuperaras... Todo estará bien —asintió con somnolencia, preguntándose porque no tenía más visitas, no es que quisiera que esa habitación blanca estuviera llena de personas consumiéndose en preocupación pero que solo Kai estuviera ahí, era un poco decepcionante.

—No vino nadie más —dijo con amargura. El batero le miró por largo rato y aun con duda se sentó en el suave colchón.

—Kouyou está con el manager asegurándose que nada de esto se filtre a la prensa —explicó pausadamente—; Akira y Yuu siguen trabajando, no podemos atrasarnos con los proyectos de la banda. Como líder, vine en representación de todos… ellos están preocupados por ti. Todos lo estamos.

—Lo entiendo —suspiró con pesadez—, lo entiendo… pero me habría gustado verlos. Esto da miedo, estamos empezando el 2013 pero yo no recuerdo nada del año pasado. No sé qué hice en todo el 2012, no sé a quién conocí, con quien discutí, con quien reí. No sé nada.

—Todo estará bien —susurró con increíble dulzura, alargando una mano y atrayendo al vocal para que reposara su cabeza en su hombro y se desahogara a gusto. Ruki se sobresaltó y tuvo el impulso de huir del contacto, al final se dejó hacer—. Aunque ellos no estén aquí, están rezando por ti. Y yo me quedaré contigo hasta que te recuperes.

—¿No te irás? —preguntó como un niño en su primer día de clases, temeroso e inseguro, aferrándose a lo único familiar que veía.

—Me quedaré contigo —«siempre» añadió en su cabeza. Pero tan solo se quedó viendo el expediente médico que el doctor había dejado en el buro. Y según el informe que recién les había dado el médico, Ruki estaba bien, aparte de la pérdida de memoria no había más daño.

Pero…

Quería que le dijeran que no era cierto lo que había visto. Quería creer en un verdadero accidente, quería preguntar, por qué y cómo es que se había caído de las escaleras. Ruki era, sin ofender, lento. Caminaba con una parsimonia que aburría, él era del tipo de persona que no se caería de las escaleras ni siquiera porque estuviera borracho. Entonces… entonces, ¿cómo…?

Pero prefirió guardar silencio. No quería incomodarlo. Quería que estuviera bien y volviera a mostrar esa cara  de -eterno- aburrimiento o aquella de diva inalcanzable. Eso estaría bien, eso era mejor.

—Matsumoto-san tome su medicamento, en un rato tendremos sus análisis —Se apartó tan pronto el doctor ingresara a la habitación. Y mientras Ruki tomaba dos pequeñas píldoras y después un vaso con agua, Kai se quedó inmerso en su costado donde había estado recostado el vocalista y la calidez que se había ido junto a su cuerpo.

Se rascó detrás de la cabeza y suspiró. En la compañía había tanto por hacer, en su vida había tanto por arreglar y confesar.

No notó la mirada de interés de la enfermera que pasaba en el momento en que el doctor  cerraba la puerta. Regresó su atención al enfermo, estaba cabeceando.

 

*** *** ***

 

—Me quedé dormido —abrió los ojos y pestañeó con inusitada pereza. El segundo en el que comprendió que ese lugar ya no era el hospital, se enderezó tan rápido que tuvo que cerrar los ojos para no marearse—. ¿Qué?

—Eh, ya despertaste…

—Evidentemente —dijo con sequedad. Observó todo a su alrededor y aunque había algunos cambios, reconoció la estancia como casa de Kai—. ¿Perdí la memoria otra vez? Estaba en el hospital.

—Estaba un poco asustado, no despertabas —confesó el baterista después de negar. Aún tenía la sensación de la mano de Ruki aferrada a su camisa. Sin dejarle marchar siquiera para ir por un café, o más urgente, ir al baño. Al final, cuando los exámenes clínicos habían confirmado que Ruki estaba en perfecta salud, exceptuando por supuesto, la pérdida de memoria y la casi cicatrizada herida en la cabeza y seguía sin soltarle, por un impulso había pedido al doctor que le permitiera llevarlo a casa y el médico aunque un poco dudoso tampoco objetó. 

>> ¿Cómo te sientes?

—Bien, supongo… —respondió, mirando con inusual interés el sofá verde. ¿Qué antes no había sido de color beige?

—En verdad perdiste tu memoria —dijo con increíble amargura que Ruki no alcanzo a percibir—, de verdad olvidaste…

—Sí, olvide —susurró apático. Kai sonrío, al final no solo la memoria de Ruki se había perdido…

También lo poco que había avanzado con Ruki. Diez años para que le considerara un igual, diez años para que pudieran ser verdaderos amigos, para ser tomado en serio. Todo perdido. Ahora Ruki volvía a esa frialdad e indiferencia de siempre.

Que Ruki perdiera solo sus recuerdos del año en que habían logrado un acercamiento era tan penoso como irritante. ¿Por qué justo ese periodo? Suspiró por décima vez en el día. No tenía caso…

—Es un poco extraño estar en este lado —comentó el vocal con una diminuta sonrisa—, el de la mala memoria eras tú.

—Lo prefería así…

—Te dejaste crecer el cabello. —Qué increíble conversación, pensó con cierta apatía. La prueba de que entre ellos volvía a instalarse un muro invisible que les impedía llevar una conversación de más de dos frases—. Supongo que… debo irme —si la mano de Kai no se hubiese movido y le agarrara de su bata de hospital, Ruki se habría puesto de pie y se habría marchado. Pero no se movió.

Sin atreverse a preguntarle porque le detenía o cualquier otra cosa, se quedaron en silencio… sin nada que decir.

—Entonces… —empezó con duda—, ¿me cuentas que ha pasado en este tiempo?

—Ah… —un poco de información no le haría mal, no le había preguntado al doctor si debía o no contarle, pero lo que fuera para matar esos incómodos silencios entre ellos—, ha pasado mucho —dijo sin saber por dónde empezar a relatar. Quizás por el aniversario de los diez años.

Ruki sonrío feliz cuando supo del éxito que había tenido DIVISION  y los tour de HETERODOXY. Se sorprendió un poco con la novia de Aoi y que solo le había durado una semana, entornó los ojos cuando Kai le confirmó que Reita se había burlado a morir del guitarrista. El único que no había dado problemas había sido Uruha, como siempre, aplicado, serio, ordenado.

 

—Qué hay de mi… espera, ¿y tú qué hiciste? —preguntó con inusitado interés, mientras veía la entrevista del j-melo.

—Tú… bueno, yo… —¿por dónde empezaba? Regresó su mirada en la pantalla en el momento en que Ruki se revolvió incomodo al notar las miradas de reojo que le dirigía a él en la entrevista; sonrío, si tan solo pudieran recuperar eso. Volvió a sonreír cuando en la pantalla Ruki murmuraba algo y él reía con confianza y hasta cariño, Ruki también había reído. Recordó que en ese momento, había sentido un gustito al sentirse cómplice de un gesto que había tenido Ruki en público. Fue  en ese momento que tuvo un segundo de inspiración—, estamos saliendo.

—¿Eh? —dijo confuso. En la pantalla, Kai hablaba con soltura, seguido de Reita— ¿Quiénes están saliendo? —preguntó y volteó a mirarlo, la mirada seria que Kai le dirigía le corto la respiración—. Quieres decir, ¿tú y yo…?

No iba a negar que la expresión de disgusto de Ruki al saber que estaban saliendo le dolió en igual medida que le molestó. Él no tenía un gran ego como Aoi o Reita pero, se consideraba algo apuesto. No podía ser tan mal partido para Ruki, pero al final, no importara lo que hiciera, él siempre seria poco para Takanori Matsumoto.

—Hemos estado viviendo juntos unas semanas antes del accidente.

—¿Sí?

Asintió, preguntándose si, acaso, no era mejor terminar con eso.

>>No me acuerdo —dijo. Parecía interesado en recordar—, ¿vivimos aquí?

—Takanori…

—Quiero llamarle a Akira —se puso de pie a donde el teléfono. Kai bajó la cabeza, esperando la reacción furiosa del vocal. Volteó a verlo cuando, después de un rato, no pasó nada—. No contesta —refunfuñó. Y Kai recordó, que el bajista había cambiado su número un par de veces el año pasado, el que no lo había hecho había sido—: Kouyou, contesta… ¿sí?

Se levantó rápidamente y le tomó la mano antes de que marcara el último dígito.

—No —dijo casi suplicante—, no lo llames. Yo les avisé que estarías aquí. Nos dieron una semana libre, fueron a visitar a su familia.

—Pero quiero hablar con ellos…

—¿Quieres malgastar nuestro único tiempo juntos? —preguntó con evidente tono sentido. Ruki le esquivó la mirada—. Cuando regresen puede que aún no recuerdes nada y tu irás por tu lado y yo por el mío, así que, dame estos días. En memoria de esos que no recuerdas.

—Kai, es precisamente eso… yo no recuerdo.

—No necesitas recordar, solo tienes que abrir los ojos y aceptarlo —dijo señalando la pantalla en referencia a las entrevistas en grupo. Ruki asintió, él nunca se había dejado llevar, incluso cuando estaba molesto no lo evidenciaba, pero en esas últimas entrevistas su comportamiento con Kai había cambiado y era tan obvio que:

—Quiero recordar —suplicó, a nada que la voz le saliera quebrada.

Kai le abrazó al mismo tiempo que empezó a desear que tardara mucho en recuperar la memoria.

 

*

—Hey, esto es… —se quedó inmóvil, Kai rio suavemente y le quitó la toalla húmeda sobre sus hombros  y la extendió para que se secara—. ¿Dormimos en la misma cama?

—Es así —respondió, tirándole sobre el colchón—Takanori… — Ruki tembló nervioso ante el apasionado susurro de su nombre e intento empujarlo cuando el batero se sitúo sobre él—hacemos esto todo el tiempo… deberías acordarte —añadió desabotonando el pijama y deslizándolo por la blanca piel.

—Kai, no —la tela se atoro al borde de sus caderas—. Yutaka, por favor.

—No te preocupes —suspiró, pasando sus grandes manos por el pequeño dorso. Lamio una tetilla que le sacó un jadeo de susto al vocal.

Kai se enderezó para verlo y Ruki aprovechó para acurrucarse en posición fetal.

—No puedo… lo siento.

—No te obligaré, no tengas miedo —afirmó con una calmada tristeza. Jaló una sábana y lo cubrió con cuidado.

Se levantó y fue a la cocina por un vaso de agua. Cuando regresó se recostó a un lado del vocal y no dijo nada. Se durmió dándole la espalda.

Cuando Ruki despertó eran las nueve de la mañana; Kai no estaba. Encontró, junto al desayuno, una nota donde le decía que iba a hacer la despensa, pero a la una de la tarde aún no regresaba. Tuvo deseos de salir pero, de alguna manera, sin parte de sus recuerdos se sentía indefenso. Optó por quedarse dentro. Para entretenerse vagó curioso en la casa, encontró un peluche de panda en un armario. Había solo un par de mudas ropa suya, pero no le prestó atención. Y ni siquiera, por muy mal padre que pareciera, recordó a Koron. Dos pares de cepillos, un pijama de su medida… si, parecía que recién empezaban a vivir juntos.

Corrió cuando escucho la puerta de la entrada abrirse.

—Bienvenido —dijo tímidamente. Kai le sonrío y le tendió una bolsa donde había comida. No hizo preguntas por la tardanza y se apuró en sacar dos platos de la alacena para servir las porciones mientras Kai se encargaba de las bebidas.

La tarde la ocuparon hablando de los proyectos de la banda. Le entregó su móvil y después de tuitear y revisar las innumerables peticiones de las fans, comentó el presionar sobre la idea de salir al extranjero, Kai prefirió no decir nada al respecto sobre ese avanzado asunto.Y con esto y aquello, la hora de la cena llegó.

—¿Por qué Koron no está aquí? —preguntó, pasándole su plato a Kai.

—Porque se supone que estaría contigo en el hospital y no podría cuidarlo. Uruha se lo llevó…

—Ya… —respondió no muy convencido. Esperaba que el guitarrista tomara todas las medidas que su bebé necesitaba para viajar o podría enfermar.

Cuando llegó la hora de dormir, no hizo dramas por compartir la cama y Kai no le dio la espalda. El batero le abrazo y él se quedó dormido pensando en que las manos grandes de Kai no se sentían mal.

 

*

Para el cuarto día ya se había acostumbrado casi por completo a estar en casa de Kai. A cada rato se quejaba por no tener cerca de Koron, pero cuando Kai no le prestaba atención, refunfuñaba algunas palabras y se concentraba en el twitter, sentía que estaba convirtiendo en un Aoi. Y sentía, también, que vivir junto al batero no era extraño… más bien, como siempre imaginó: pacífico y tranquilo pero sin caer en la monotonía y tan suavecito como vivir en una nube.

 

—¿Qué haces con eso?

—¿Qué? —preguntó, levantando la mirada del teléfono—. Ah, lo encontré en tu armario —Kai asintió y regreso su atención al portátil desde el diván donde estaba acostado, Ruki le miraba con curiosidad—. Si te molesta, puedo regresarlo.

—Es tuyo —respondió después de un rato—, te lo mandó una fan en tu cumpleaños. Fue lo primero que trajiste.

—Entonces es mío —susurró apretando el panda contra su pecho. Kai frunció el ceño, ¿era sano querer asesinar un oso de peluche? Cerró el portátil y le observó con detenimiento—¿Qué pasa?

—Nada —respondió con simplicidad. Se acercó al sofá con paso lento—, no pasa nada —repitió al tiempo que subía una rodilla al diván y se agachaba y dejaba un beso sobre la mejilla y labios de un choqueado Ruki.

De cómo llego a la cama y como es que estaba desnudo y jadeando, no sabía. Solo reaccionó cuando un húmedo dedo, seguido de otro, se abría paso y dilataban su entrada con ligera dificultad.

—Debería acordarme de esto —chilló cuando Kai irrumpió en su interior con dulce brusquedad.

—¡Dios! ¡No aprietes tanto!

—¡Idiota, me duele! —gritó aferrándose y arañando los portentosos brazos. El brioso vaivén de caderas empezaba a nublarle la razón—. ¡Oh dios! —jadeó cuando un latigazo de placer le recorrió todo el cuerpo. Kai sonrío y siguió embistiendo contra esa glándula que a Ruki arrancaba sonoros gemidos y gruñidos por igual.

—Debimos haber hecho esto antes.

—¡Cállate!

—Ah, me gusta este Taka tan… enérgico —bromeó pero no llego a reírse, Ruki terminó en un gruñido de satisfacción, su cara sudada, su expresión de gozo y sus paredes contrayéndose alrededor de su dureza fue más que suficiente para que llegara al borde del abismo.

 

—Debería acostumbrarme a esto, pero no me acuerdo de nada —dijo Ruki, su respiración empezaba a regularizarse.

—Ya habrá tiempo.

—Yo solo sé, que si vuelves a correrte dentro de mí… te mataré.

Kai rio con tranquilidad. Ruki no había objetado con que hubiera una próxima vez.

 

*

El séptimo y supuesto último día llegó, había neblina y una llovizna tan ligera como el pelo de un gato. Era una mañana fría.

Pero cuando Kai salió para hacer algunas compras, Ruki no hizo comentario alguno de planear regresar a su casa, más bien parecía haber olvidado que tenía un lujoso departamento esperándole. En ese corto tiempo se había acostumbrado a que los pantalones se le cayeran y nadara en las playeras, lo cierto es que la ropa de Kai era bastante cómoda.

 

Kai regresó a eso de las tres de la tarde. Había pensado que Ruki ya no podría estar pero cuando salió a recibirlo, no pudo evitar sonreír.

Buscó en su bolso un envoltorio y se lo tendió. Ruki descubrió un libro infantil, «el cuento de las estrellas»rezaba el titulo; frunció el ceño confundido.

—Prometimos ir a ver las estrellas la próxima primavera —explicó con una amplia sonrisa—. ¿Dónde quieres verlas?

—Tokio —respondió rápidamente. No recordaba haber hecho esa promesa y la idea le parecía bastante tonta, pero de alguna boba manera, quería ver estrellas junto a Kai.

—Supongo que eso está bien —dijo distraídamente—, buscare un lugar.

—¿No estás siendo más amable que de costumbre? —Indagó, hojeando sin interés el libro—. ¿Por qué eres tan bueno conmigo?

Kai guardó silencio y le miró con una expresión impenetrable.

—Porque te amo —dijo finalmente. Fue inevitable que las mejillas de Ruki se colorearan de un ligero carmín. No esperaba una confesión tan directa.

Fue inevitable también que terminaran besándose y que los jadeos se convirtieran en gemidos, o que se perdieran la cena por la flojera para levantarse de la cama. O hacer planes de cómo se escabullirían del manager para ir a ver sus ansiadas estrellas.

El libro quedo arrumbado con las paginas dobladas en una esquina del sofá y Ruki aceptó para sus adentros que al final, no importaba cuantas veces se diera por vencido, Kai siempre seria la persona a la que amaba con ridícula posesividad. Desde los comienzos de la banda, hasta el final.

 

*

—Tuve un sueño —comentó en el desayuno—, estábamos caminando por la playa…

—Tal vez sea un recuerdo.

—Es una pena que me haya olvidado de nuestro año juntos.

—Sí —dijo secamente. Su expresión en un segundo se había vuelto bastante tosca—, voy a salir.

—¡Cuídate! —Kai asintió y se marchó. «Regresa pronto», añadió en su cabeza y terminó de comer. Kai ni siquiera se había terminado una tostada.

Fregó los trastos. Prendió el televisor un rato, se aburrió pronto y se dio un baño.  Suspiró con pesadez cuando no tuvo más que hacer.

—Debería ir a la compañía —se animó con ese pensamiento, buscó su ropa y salió, pensando que quizás y se encontraba a Kai en el estudio y regresaban juntos. Bailó en un pie, esperando que el ascensor se apiadara y llegara pronto, pero al ver que estaba en un piso bajo se decidió a caminar. Desde el accidente no daba más de tres pasos, eso más la buena comida que Kai le daba, equivalía a mucho peso extra.

 No, no iba a decir la palabra. «Gordo» era una expresión muy fea.

Sonrío. Era casi como ese dicho que acostumbraba su papá, «se estaba dando atole con el dedo».  Se mentía a sí mismo.

—Quizás deba hacer alguna dieta —se dijo no muy convencido—. ¿Qué demonios…?

Al llegar al pie de la escalera se sintió mareado.

«No es cierto.»

Mente en blanco, el corazón golpeando histéricamente en su cavidad torácica, al borde de la taquicardia juró lo sintió bombear en la garganta, ahogándolo. Sus manos sudadas las apretó en un puño y una risilla seca se dibujó en sus labios.

«No es cierto.»

Sintió sus ojos arder pero no le prestó atención. Con desesperación lleno sus pulmones de aire y exhaló con pasmosa lentitud.

«No es cierto.»

Como un torbellino sus recuerdos regresaron. Uno cada más vergonzoso que el anterior, pero todos tan verdaderos como la vida misma. Se sintió asqueado.

«Por dios, no puede ser cierto…»

Y lo era… los recuerdos del accidente estaban frescos, iban y venían atormentándole. Mostrándole la verdad:

«Si me caigo… entonces podría escapar.»

 Cerró los ojos con fuerza, concentrándose en el dolor de cabeza y no en el hecho de que el accidente él mismo lo había provocado. La vocecita de burla en su mente que le decía, «hazlo, hazlo», esta vez no se presentó y aunque lo hubiera hecho nadie más la escucharía, y una cosa era segura, él no tenía justificación alguna por lo que había hecho.

 Que los directivos se hubiesen negado a darles unos días libres, que los presionaran con la presentación del aniversario de la banda, que les mostraran las innumerables propuestas en las que participarían, que dudara del rumbo que le estaban dando a the Gazette, que los fans presionaran con el world tour, que  esto y aquello, sí, tampoco era justificación válida.

—Ah, también paso eso —susurró con amargura cuando un nuevo recuerdo le golpeó inmisericorde.

«Megumi le pedirá a Kai-san salir. Creo que tiene muchas posibilidades.»

Aquello, había sido el detonante. Algo que jamás aceptaría y menos al batero, pero ese día era la centésima vez que se daba por vencido con él. Había pasado tanto tiempo desde que había notado que la atracción física que sentía por Kai era más que eso y el acercamiento que nunca se permitió, empezó a sucumbir. Y Kai estaba ahí, sonriéndole siempre con amabilidad. Esperando siempre por un pequeño atisbo de interés de su parte, que cuando había pasado no se le había separado. Y lo había amado aún más y le había dolido su tonto distanciamiento; se había arrepentido cuando lo vio con aquella chica… se dio por vencido tan fácil, tan ridículamente fácil que hasta risa daba por ser tan inseguro.

Eso. Siempre había sido eso: se sentía tan chiquito cuando de Kai se trataba. Él tan alto, tan apuesto, tan amable. Con una sonrisa hermosa, tan responsable y amado por todos. Tan sincero. Como podía alguien tan… perfecto como Kai fijarse en una persona como él. Él que sí, tenía una voz privilegiada, pero ¿qué más? Era, como Reita siempre le decía, enano. Siempre cubierto de maquillaje para ocultar todas esas imperfecciones, desde las manchas de sol, los golpes pasados, su agrio carácter.

Vendiendo una imagen frívola a las revistas, a las fans, incluso a sí mismo. Cómo podría entonces tener una mínima oportunidad con Kai.

«Olvídate. Olvídalo y continua como siempre.»

Quizás aquel pensamiento un segundo antes de dejarse caer había sido lo que provocó su amnesia y no la caída por si sola.

Oh.  Podía recordar el día en que despertó en el hospital. Todos reunidos en su habitación, blancos del susto, Aoi lloriqueando en silencio y Uruha, siempre calmado, casi histérico. Reita caminando de un lado a otro, impaciente porque le dijeran que estaba bien. Solo Kai permanecía en asombrosa calma. Cruzado de brazos en una esquina, escuchó sin inmutarse siquiera el diagnostico. Y al notarlo tan indiferente cerró los ojos y se hizo el dormido mientras el doctor rezaba mil argumentos que le helaron la sangre. Lo habían descubierto:

«Es un poco confusa la caída, pero todo indica que se cayó de las escaleras a propósito.»

Las risitas nerviosas, los gritos y las acusaciones de ser un mal medico siguieron a aquel acertado diagnóstico. La amenaza de demanda por difamación, llevárselo del hospital a uno más capacitado, todo eso lo escuchó, fuerte y claro y con apenas un atisbo de culpa.

Y Kai en su eterno rincón, cruzado de brazos en impertérrito silencio.

«Es verdad»  dijo finalmente con una aguardentosa voz que jamás le había escuchado y sus compañeros guardaron silencio, mirándole con reproche por creerse la patraña del doctor. «Yo lo vi… no fue un accidente. Sabía lo que hacía.»

Y un segundo antes de que Reita se lanzara a golpear a Kai por, también, difamar a Ruki, él habló:

«Váyanse.»

Y aunque también había olvidado lo sucedido, repitió las mismas palabras en la segunda visita. Y decidieron respetar la petición, aun cuando no estaban de acuerdo. Solo Kai se presentaba todos los días, le daba una mirada que nunca descifro el significado, le dirigía algunas palabras, le decía que iba en representación del resto de la banda, y cuando se quejaba de estar solo en ese lugar, Kai nunca le dijo que era porque los había corrido con palabras poco amables. Y se marchaba después de afirmarle que todo estaría bien. Siempre la misma rutina. Siempre las mismas palabras… Hasta que lo había llevado a su casa.

Sus manos seguían temblando y su corazón seguía latiendo desbocado, su mente tenía ya los recuerdos que no deseaba.  Rio con vacuidad y bajó con paso tembloroso los escalones. Reemprendió su camino a su casa. La compañía podía esperar.

Llegó, se quitó los zapatos y entró. Su departamento nunca le había parecido tan frio y tan solitario. Encendió el plasma, puso música para que se sintiera que vivía alguien ahí, pero con todo eso, la casa seguía tan vana como antes. Quizás hacían falta los ladridos de Koron y las visitas inoportunas de Reita, las pausadas risas de Uruha.

Quizás estaba tan solo y apenas se estaba dando cuenta de ello. Ni siquiera tenía un peluche perdido en alguna cajonera. El panda que jalaba de un lado a otro en casa de Kai nunca fue suyo. Fue un regalo de una fan, sí, pero para el batero… no para él.

Una diminuta sonrisa se dibujó en sus labios al hacer un conteo y darse cuenta que ese panda llevaba seis o siete años con Kai. Recordaba la expresión tímida del batero cuando una niña le tendió el peluche, le había dado una enorme sonrisa de agradecimiento y la niña, sonriendo satisfecha se había marchado corriendo a donde su madre. Después, Aoi andaría brincando, quejándose porque a él no le habían dado un panda. Reita bromeaba sobre los gustos pedófilos y Uruha con su cámara nueva tomaba fotos aquí y allá sin prestarle atención a nadie en particular. Y cuando Kai dejo el panda, él lo había tomado y le había hecho caras, mientras le decía que no era tan bonito como se suponía. Uruha que aun rondaba por ahí, y al verlo con esas infantiles expresiones le había tomado una foto que aún rondaba en internet.

Sonrío con amargura. ¿Cómo es que había olvidado días tan blancos?

No queriendo pensar más, se fue a su habitación, sin quitarse la ropa, se tiró en la cama esperando dormirse.

 

*

—¡Taka! —saludó enérgico Uruha en cuanto lo vio entrar al salón.

—Hola, chicos —cabeceó tímidamente, pero fue suficiente para que Reita y Uruha corrieran a su encuentro, sonrientes.

—¡Hey! —llamó Aoi, unos pasos atrás de ellos—. No importa que tan amnésico estés, no te olvides de nosotros.

—Nunca en esta en vida, Yuu.

—Bienvenido, Matsumoto —asintió con una sonrisa sincera. Había sido un largo tiempo.

—Masato-san cree que debemos invertir… —Kai entró al estudio con un cerro de papeles, cuando levantó la mirada se topó con la de Ruki, le saludó con la cabeza y continuó con su informe sin prestarle más atención… Ruki se vio obligado a sonreír y ponerse al tanto de lo ocurrido en su ausencia.

No se sorprendió mucho cuando se enteró por Reita que no solo no habían tenido semana libre, si no que nadie había salido de la ciudad; que la novia de una semana no había sido de Aoi sino de Kai. Asintió con protocolo a cada palabra que Reita soltaba. Solo una cosa estaba en su cabeza: Kai, simplemente, le había mentido.

 

*

—Así que… recuperaste tu memoria —Kai se situó a su lado, sin mirarle se agacho a acariciar la cabecita de Koron. El pequeño can le dio un gruñido amistoso y se acomodó en los brazos de su amo. Ruki tragó saliva con dificultad, presintiendo las próximas palabras que Kai soltaría—: todo fue una mentira. Lo siento.

Que lo sospechara no significaba que al escucharlo le dolería menos.

—¿Por qué? —La pregunta sonó tanto a súplica como acusación—: ¿Por qué?

—Quería intentar con un hombre… y tú estabas ahí, linda cara, lindo cuerpo y con amnesia. Circunstancias perfectas, ¿no?

—Así que fue eso —escupió sin peculiar molestia, más bien aburrimiento—, el pijama y el cepillo, Uruha los llevo al hospital para mí, ¿no? Qué oportuno.

La, aparente, indiferencia con la que Ruki llevaba el asunto, a Kai le hirvió la sangre de indignación. ¿Por qué?  Ni siquiera era capaz de ser merecedor del enojo del vocal, solo nada.

—Tu forma de hacer el amor no estuvo mal —comentó con saña—, hay que hacerlo de nuevo alguna vez.

Ruki agachó la mirada a sus brazos donde Koron dormitaba, una sonrisa fría y se marchó sin responder. Kai no hizo amago de seguirle. No se sentía tan amable como para retractarse ni tan sincero como para pedirle una disculpa. Tan solo prendió un cigarrillo y lo consumió hasta que su culpa termino por envolverlo.

 

*** *** ***

 Con satisfacción, el aniversario de los once años de la banda fue un éxito. Fans de todos los países fueron a verlos y el world tour estaba empezando a cobrar forma.

Aoi seguía obsesionado con el twitter y Reita con one piece; Uruha con los videojuegos y Kai con el trabajo; Koron seguía tan lindo como siempre y el manager cada día comentaba la noticia del día; el dólar había bajado nuevamente, y Gackt seguía sin comer arroz. Con esto y aquello, estaba en la víspera el día de la primavera.

Con esto y aquello, deseo volver a tener amnesia.

Contradictoriamente…

Con esto y aquello, guardaba celosamente como a un tesoro sus recuerdos junto a Kai y el panda y esa horrible sala verde musgo. Kai necesitaba asesoría para decorar su casa.

Y con esto y aquello, seguía pensando que la razón de Kai para mentirle era extraña, pero ante todo estaba el hecho de que había confiado en él. Y…

«Prometimos ir a ver las estrellas la próxima primavera.»

No había mucho que pensar en realidad.

 

*

El panda regreso al armario, pero el pijama y el cepillo dental se quedaron en el justo lugar donde Ruki los había dejado. No los movió, era como si Kai pensara que en algún momento Ruki fuera a regresar a hacer uso de ellos como si nada hubiese pasado. Si los movía quizás ya no los encontraría y podía enojarse.

El libro que había comprado sobre las estrellas estaba en la basura, pero nunca se había animado a tirarlo realmente.

Cerró el portátil y se levantó con paso dudoso, el timbre repiqueteaba una y otra vez, sin descanso. Al abrir la puerta, se sorprendió. Si era sincero, no esperaba esa visita en un millón de años. Verlo entrar sin permiso y revolotear de un lado a otro le recordó a sí mismo: cuando llego entusiasmado, le llamo y no le respondió, lo busco y no lo encontró; cuando Ruki se marchó sin una palabra y él se quedó a altas horas de la noche esperanzado de que llegara en cualquier segundo.

—Quiero preguntarte —levantó una ceja, esperando lo que el vocal quisiera decirle—: si nunca hubiera recuperado mi memoria, ¿qué hubieras hecho?

«Amarrarte a mí», grito en su cabeza. Se masajeó el cuello sin intención de responder. Ruki suspiró largamente, se agachó y recogió el libro de la basura y se lo mostró.

>>¿Podría confiar en ti; en que somos amantes?

Ruki nuevamente recibió esa mirada que nunca supo descifrar y casi siempre confundió con lastima.

Kai se decidió. Si no era ahora no era nunca.

—Nosotros dos… —dijo, rascando con nerviosismo detrás de la cabeza, estiró la mano y le quitó el libro—, nosotros dos vamos a ver las estrellas juntos —completó con una sonrisa.

Ruki asintió.  Era justo lo que necesitaba escuchar. Sonriendo, aceptó la mano que el batero le tendía. Si se apresuraban aún llegaban para ver las tan ansiadas estrellas.

 

Y así, todas las mentiras que Kai dijo un día se convirtieron en realidad.

Notas finales:

 

Y eso ha sido todo...

Gracias...


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