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Love Lesson por Thai Maqui

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por sus comentarios, siempre me alegra saber que les guste.

Advertencia: Drama y más drama.

— Así que eres el nuevo juguete de Ikky.

Seiya frunció el ceño mientras apretaba la libreta en sus manos. No esperaba que su primer cliente fuera un rubio idiota que lo miraba despectivamente. 

— ¿Quién eres?  — Le costó mucho sonar tranquilo.

- Hyoga – se presentó -  asistente personal de Ikky y su favorito.

Seiya abrió la boca, pero la volvió a cerrar antes de decir algo que no debiera. ¿Favorito? Acaso Ikky tenía varios asistentes y ese cretino era el mejor. Debía ser excelente en su trabajo para no despedirlo.

—Lo siento  —dijo con su mejor sonrisa falsa—. Si deseas verlo estará en la tarde, le diré que viniste.

Seiya prácticamente huyó de aquel loco. Respiró profundo y una vez tranquilo limpió el mostrador, haciendo espacio para los postres que saldrían del horno. Levantó la vista para alcanzar el trapo, justo a tiempo de ver a Hyoga asomado por la barra, con esa maldita mueca que lo desesperaba.

—Ikky no… —Empezó.

—Vengo a verte a ti… Seiya.

— ¿Porqué, no te conozco?

— Es una costumbre, dar la bienvenida a todos los chicos de mi jefe.

— ¿Todos los chicos?  —repitió con voz vacía.

La risa de Hyoga llegó clara, burlándose abiertamente. —No me digas que Ikky te ha hecho pensar que eres su único amante.

- Soy su no…vio – no quería sonar inseguro pero el nudo en su garganta era asfixiante. Solo imaginarse que su Ikky se viera, besara o lo hiciera con otros contrajo su pecho.

— Seiya que ingenuo eres, claro si apenas tienes dieciocho – Hyoga había hecho un buen trabajo investigándolo y ahora estaba disfrutando el dolor del castaño, quería más - ¿Creías que un hombre así realmente se fijaría en ti?

- Mírate eres tan simple, sin gracia – descargó todo su desprecio y celos, porque ese patético mocoso tenía a la persona que más amaba - insignificante.

- Ikky es inteligente, exitoso y atractivo – Hyoga  lo miró directamente agachándose a su altura, odio puro flameando de sus irises azul hielo -  y tú un simple empleaducho sin futuro.

Seiya mordió fuertemente su mejilla hasta que probó el sabor metálico. Sangre. Era preferible a que sus lágrimas brotaran. Nunca se había sentido inferior, hasta hoy. Bajo la mirada a sus zapatillas maltratadas, los pantalones vaqueros parchados estratégicamente y su sudadera de manga larga, un poco manchada con harina. Resistió la necesidad de limpiarse, no, no le daría ese placer.

- ¡Cállate es mentira! – Gritó tan fuerte que Hyoga se cayó de espaldas, soltó una risita - Ikky es mi novio, estoy seguro que nunca me engañaría.

- Quieres pruebas – sacó su teléfono celular - Te mostraré.

Las imágenes pasaron como afiladas cuchillas destruyendo todo a su paso. Ese era otro Ikky, uno que no conocía. Uno frío y cruel que usaba a la gente como divertidos juguetes para su satisfacción. Seiya se limitó a mirarlo sin dejar salir una sola palabra de sus labios  mientras  se sentaba  lentamente. Era eso o colapsar en el suelo cuando sus rodillas no lo soportaran.

—No me engaña —dijo con tal convicción que Hyoga no pudo esconder su sorpresa. ¿De verdad su relación era tan fuerte? Envidia malsana lo recorrió.

Seiya sabía que era mentira. Habían pasado juntos cada minuto libre desde que se conocieron. Once meses durmiendo en la misma cama, preparando la cena cada noche, disfrutando largo tiempo jugando en la tina. Sabía que todas esas imágenes eran de antes que se conocieran, pero aún así dolía. Lo que realmente había dolido era enterarse de la vida de Ikky por un loco y celoso acosador y no por boca de su novio.

- Quizás no – Hyoga tuvo que admitir a medias – pero lo hará.

— ¿Acaso Ikky te ha dicho que eres su único, que te ama?

- Créeme se aburrirá cuando dejes de ser una novedad, siempre lo hace – lo había visto tantas veces, espera que esta vez fuese igual. - Cuando lo haga no te olvides que te lo advertí.

— Buena suerte - .Acarició la mejilla de Seiya antes de que tuviera oportunidad de alejarse.

Unos momentos más tarde, Hyoga salió del local y estiró sus brazos. El cielo era el límite. El día le pareció más claro y hasta los molestos graznidos de las aves sonaban como un coro de ángeles.

Tenía deseos de caminar y disfrutar la mañana, su trabajo estaba hecho. Aunque no salió como esperaba, había sembrado la duda en el corazón de Seiya.

Ikky volvería a ser suyo muy pronto.

 

Lección 2.

Si la desconfianza y los celos te controlan. Terminarás con el corazón destrozado

 

- ¿Te sientes mal? – Seiya colocó el último plato en vitrina empotrada de fina caoba. Secó sus manos y tomó asiento en el regazo de Ikky, pasó sus brazos por el cuello jugando con algunos mechones. Miró fijamente sus ojos azules. El solo pensar no verlos más le daba unas inmensas ganas de llorar.

- No, solo estoy cansado –  sus ojeras eran prueba de ello, sufría de insomnio desde que ese indeseable rubio lo visitó hace treinta días. Pesadillas recurrentes que Ikky lo dejaba o engañaba. De seguir así se volvería loco.

Seiya agarró un puñado de galletas del bol al centro de la isla. Le ayudaban a mantener sus manos ocupadas.

- ¿Ikky me quieres? – Soltó de repente sin verlo, al segundo se arrepintió cuando sintió el cuerpo de Ikky tensarse bajo suyo. No quería forzarlo, pero necesitaba escucharlo desesperadamente.

- Claro – Ikky lo hacía y lo amaba, pero no se sentía cómodo diciendo esas palabras. Con toda una vida de escarceos y encuentros sexuales furtivos no era bueno demostrando sus sentimientos, llevaría tiempo.

- Cuéntame más de tu trabajo – esa respuesta fue tan fría y vacía. El castaño empezó a morder insistente la cabeza del elefante de su galleta, en un intento por cubrir su  nerviosismo.

- Soy abogado, tengo varias cuentas importantes a mi cargo, ya te lo dije – Seiya notó que por allí no llegaría a nada.

- ¿Qué hay de tu familia?

- Conoces a Shun, mi adorado hermano – le encantaba Shun, a pesar de las pocas semanas que se conocían se hicieron bueno amigos y salían mucho ahora que Ikky estaba tan ocupado con el trabajo. Pero por muy dulce y comprensivo que fuere no podía comentarle sus temores acerca de la relación con su hermano.

Era patético, probablemente Shun lo conocía mejor que su propio novio.

- Y al estúpido de su amiguito, el venenoso escorpión ese – Lo único claro es que Ikky tenía un serio complejo de hermano mayor.

- ¿Has tenido muchos novios?

- Vamos Ikky trato de conocerte, ayúdame. - Era el ferviente deseo encerrado en sus ojos marrones.

- Solo tú – no era mentira, ligues de una noche había perdido la cuenta hace años.

- ¿Amantes? – Se aventuró a preguntar.

- Unos pocos – Seiya no pudo esconder su sorpresa - ¿qué?

- Eres muy guapo, seguro atraes las miradas de todos.

Por favor dímelo, dime todo sobre ti. – acaso no notaba lo afectado que estabao simplemente no le importaba.

- ¿Quién no quisiera tener sexo contigo?

- Entiendo ¿te gustaría tener sexo conmigo? – coqueteó tratando de aligerar el ambiente. Por el ceño fruncido de Seiya tuvo el efecto contrario.

-  Cómo te hiciste esa cicatriz en la frente – si seguía así lloraría. Solo sexo, eso significaba en su vida.

- Seiya porqué tantas preguntas.

- Tiene algo de malo – sonó acusador y dolido mientras apoyaba su cabeza en el fuerte pecho de Ikky. Necesita de su calor, seguridad, confort. - Solo quiero conocer mejor a mi novio.

- Sei…

- No importa, olvídalo, lo siento – lo que menos deseaba era tener una discusión, tan susceptible como estaba diría cosas de las que luego se arrepentiría. Pelearían y gritaría todos sus malditos temores. Solo lograría alejarlo más rápido.

- Por qué no salimos – no se daría por vencido, amaba a Ikky y valía la pena. - Mañana sábado tienes libre – afirmó sabiendo su horario.

- ¿Donde quieres ir? – Seiya era como un niño, eligiendo lugares llenos de ruido y dulces. Realmente empezaban a gustarle, se divertían mucho juntos.

- Porqué no eliges – casi rogó - nunca hacemos cosas que te gusten.

- Así solo te aburrirás de mí. – Tuvo que morderse la lengua para no decirlo.

- Hasta ahora no sé de tus lugares favoritos o de tus amigos – A menos que Seiya se refiriera a sus amigos sexuales y el club que frecuentaba para tener sexo, no tenía muchas opciones. Negó.

- Que tal si cenamos con Shun.

- Está bien – Se quedaron allí en un silencio incómodo, como dos perfectos desconocidos sin saber que decir. 

- ¿Ikky te gus… tan las flo… res?

- No – incluso tenía alergia a los crisantemos pero no lo dijo.

- Ni los caramelos, las películas cómicas y todas las tonterías que me gustan – No tenían nada en común. Suspiró conteniendo una traicionera lágrima. Que se supone que los unía, nada.

- Ikky te gustaría… quisieras… irías a…  

- ¿Sí? – alentó. No entendía porque su Seiya estaba tan extraño, ningún intento por acercarse parecía funcionar, estaba tan distante. ¿Qué cambio?

- Nada importante -  finalmente se rindió. - Debo irme.

- Espera – lo jalo del brazo volviéndolo a sentar sobre sus piernas. - No te quedas esta noche.

- Tienes mucho trabajo– Seiya evadió los ojos azules, si los veía lloraría - no quiero interrumpir.

- Sei nunca lo hac…

- Adiós – Necesita irse, pensar y llorar su dolor en la soledad de su propia habitación. 

Ikky escuchó el fuerte portazo y vacío inundó la habitación. Ni siquiera un beso o un abrazo. Frunció el ceño. Su rabia finalmente explotó. Harto de la situación, tiró el vaso de grueso cristal contra la pared. Los fragmentos traslúcidos cayeron al suelo. Acaso ese sería el destino de su relación. Solo trozos que irían a la basura.

- Qué demonios te está pasando Seiya. – Ikky agarró su chaqueta y sus llaves, saliendo de su departamento, necesitaba un trago urgente.

Ese fue el principio, del quiebre en sus corazones.

 

***

 

- Que pasa cariño no te divertiste anoche – preguntó el rubio mosqueado.

Ikky lo miro fijamente por la estupidez que preguntó. Tenía una resaca de los mil infiernos y para colmo Hyoga nunca le pareció tan pésima compañía. Que pensaba al considerarlo su amigo y tratar de contarle sus problemas, claro hipotéticamente. Nunca se dio cuenta de lo superficial, egocéntrica y desagradable que era su personalidad. Bueno, antes siempre lo mantenía con la boca llena y prácticamente no hablaba solo gemía. Le dio escalofríos de solo recordarlo.

-¿Iras a mi cumpleaños? – Era su décimo intento, jamás se rendiría.

- Tengo trabajo. – Un trabajo llamado Seiya y estaba dispuesto a recuperarlo.

- Sabes, este lugar es fabuloso – cambió de tema, a sabiendas que se trataba del mocoso ese.

– Te encantará el restaurante cuando lo veas – Hyoga a duras penas escondió su felicidad. Siempre fue muy eficiente, más aún cuando se trataba de cumplir sus objetivos. Checó la hora en su lujoso reloj de pulsera, rió,  perfecto. 

- Que… Sei – apenas movió sus labios.

Desde la acera del frente, observo el gran ventanal. La escena podría ser muy romántica sino se tratase de su novio abrazando y recibiendo un enorme arreglo floral de un tipejo de larga cabellera celeste y rasgos delicados. Lo peor fue la bella sonrisa de Seiya, esa sonrisa dedicada solo para él, ahora  se la regalaba a otro.

- Sabes que Hyoga iré a tu fiesta – sus puños estaban blancos, la ira fluyendo por la vena marcada en su frente.

- Gracias cariño – sonrió, que fácil fue salirse con la suya. Si Ikky supiera que esas patéticas flores eran para él. - Eres el mejor regalo que puedo recibir.

Después de eso, los celos y el rencor tomaron posesión de Ikky. No volvió a ver a Seiya, no lo buscó, ni atendió sus súplicas por verlo. Su razón demasiada contaminada para escuchar al corazón.

 

***

 

Todo estaba en silencio.

Seiya sabía que el ruido a su alrededor debía ser ensordecedor, pero no lo escuchaba. La gente extasiada con drogas, sexo y alcohol lo empujaba con fuerza, entre codazos y pisotones. No lo sentía, no dolía.

El pasillo se veía largo y oscuro, no importaba que tan iluminado estuviera. Porque allí al final, tras la puerta de blanco alabastro encontraría la peor de sus pesadillas hecha realidad, tangible y cruda. La simple y llana verdad.

Ikky lo engañaba.

Lo sabía desde hace cinco días, lo comprobó apenas dos y concluiría hoy, porque la tercera era la vencida.   

Suspiró, contó hasta diez y giró la manija… Era como tirarse a un barranco sin cuerdas de protección. A Sabiendas que era un suicidio, que caería y se estrellaría convirtiéndose en millones de pedazos. Muriendo lentamente hasta el último latido.  

- Te lo dije Seiya – su presumida risa se escuchaba lejana - Ikky es mío.

Efectivamente, ambos estaban en la cama, desnudos y sudados. Agradeció mil veces que la sábana los cubría. No quiso saber los sucios pormenores o actos morbosos tras bastidores, era más que suficiente. Seiya se quedó en el marco de la puerta, viendo a Ikky dormir. Sueños intranquilos por su ceño fruncido y sus ligeras ojeras, seguro por trasnocharse con tantas fiestas.   

- Sí, lo hiciste te felicito –su voz sonó plana, no reflejaba sentimientos. - Son la pareja perfecta se merecen el uno a otro.

- Feliz cumpleaños Hyoga parece que recibiste el regalo que querías.

- Gracias…

- Seiya… – Ikky despertó por el eco de la dulce voz de su amado. Demasiado ebrio para enfocarlo. Al igual que cada noche, borrando todo rastro de conciencia, porque era la única manera de soportar el dolor. Con la mente envenenada por sucios rumores y mal intenciones. En lugar de buscar la verdad de la boca que anhelaba besar.

Pero lo supo enseguida, que no se trataba de otra alucinación, en esas su novio siempre le sonreía. Ahora, su frágil figura iluminada por la luna parecía etérea y espectral, las lágrimas fluyendo de esos ojos que tanto adoraba. Duele podía leerlo con claridad, duele tanto que estoy destrozado.

- Espera – Ikky corrió y lo abrazó. Sintió su piel enrojecer y la sangre brotó al estrellarse las llaves de su apartamento contra su mejilla. Las llaves que pertenecían a Seiya.

- Sé feliz Ikky – entre llantos lo dijo sincero  - y gracias por la linda farsa.

- Gracias por perder tu valioso tiempo con un ingenuo pobretón – golpeó sin fuerzas el pecho desnudo. Ikky igual sintió el doloroso reclamo, transfiriéndose con cada toque de su puño.

- No es así me encanta pasar el tiempo contigo, hacer cosas juntos – lo abrazó más tratando de cubrir su cuerpo para no dejarlo escapar.

- Pero tú estabas tan raro, no me besabas, o hablabas, estabas distante – comenzaba a desesperarse, no había solución que evitara el desastroso final. 

- Diablos estaba tan frustrado, dolido, ni siquiera querías hacerlo conmigo.

- Es cierto, lo único que hacíamos juntos era tener sexo – dijo ofendido - cuando ya no quise buscaste a un puto, fue tan fácil reemplazarme –  Hyoga ni se sintió insultado, seguía cómodamente recostado  disfrutando el espectáculo.

- Seiya basta – lo  removió angustiado. – Sabes que no es así.

- Quería una verdadera relación, te pregunté muchas veces, quería saber todo sobre ti, te amo – lloraba, solo podías soltar lágrimas. - Pero no valgo la pena el esfuerzo. 

- ¡Seiya no! - gritó - significas todo para mí.

- Deja de mentirme, ni siquiera sé tú maldito color favorito o el nombre de tus padres – gritó también. - Nada, absolutamente nada.

- No, no entiendes déjame explicarte.

- No tienes qué – fue muy difícil librarse de su abrazo, lo necesitaba tanto.

- Tampoco me interesa.

- Este verdadero tú – dijo despectivo - Este Ikky no es el hombre que amo.

- Y al parecer nunca existió.

- Adiós.

El eco del portazo rebotó en su corazón vacío, tan fuerte que dejó de latir un instante. Comprendiendo que sino hacia algo pronto lo perdería para siempre.

- Finalmente te libraste del estúpido mocoso – Hyoga no podía estar más satisfecho, todos sus deseos pronto se harían realidad. Quiso abrazarse a su amante pero un fuerte empujón lo tiro al suelo.

- No me toques – dijo comenzando a vestirse.

Hyoga sintió un terror visceral recorrer desde su garganta hasta el estómago. Contuvo las arcadas mientras su cuerpo temblaba involuntariamente. El rubio lo vio, el deseo por matarlo impregnado en las irises de Ikky.

- Y nunca quiero volver a verte.

Ikky trató de salir, pero el mar de gente lo acorraló, muchos coqueteando descaradamente, restregándose y ofreciéndose como en los viejos tiempos. Ikky comprendió lo decadente y miserable que había sido su vida hasta ahora. Estaba asqueado.

No quería los viejos… Sino los buenos tiempos que comenzaban a deslizarse entre sus dedos.

Seiya.

Su Seiya. Dulce, hermoso, apasionado. El único que lo hacía reír y soportaba su mal genio con una sonrisa. El único que podía convencerlo de hacer cualquier tontería y ser un tonto romántico.

No, Ikky realmente deseaba toda esa cursilería. Tomarse de la mano, darse besos furtivos en calles transitadas, gritar al mundo cuanto lo amaba y supieran que era suyo, celebrar aniversarios con grandes cenas y regalos. Lo deseaba porque así lo sentía en su corazón.

Solo con Seiya.

Su amado Seiya.

Se detuvo en medio del parque con finas gotas de agua mojando su cabello. Sin saber a dónde dirigirse. Jaló sus húmedas hebras en un gesto de frustración.

Su dirección, teléfono, amigos, familia… No conocía absolutamente nada.

Volvió tras sus pasos al único lugar que conocía, una locura pero necesita la esperanza. Golpeó la puerta de la cafetería con tal desesperación que sus puños se entumecieron y las manos enrojecieron.

- No hay nadie – informó la anciana que venía paseando a su chihuahua  - se cambiaron hace tres semanas.

Cuanto tiempo que no venía ¿un mes, dos? Siempre era Seiya el que estaba allí, esperándolo. En su hogar dándole una cálida bienvenida. Solo a él.

- Seiya - murmuró - el mesero.

- Oh te refieres al dueño – había tanto que Ikky no conocía. - Es tan encantador aunque últimamente siempre estaba triste, lloraba mucho.

- Sabe a donde fue – dolía preguntarle a una extraña, un dato tan básico que debería conocer.

Ella negó. – Lo vi hace dos días, dijo que había perdido a su persona más importante y era doloroso seguir aquí, así que alquiló el local. Ayer vi por la ventana un camión de mudanzas, van a poner una florería – dijo emocionada.

- Flores -  el joven de cabello largo en el restaurante. Entonces el ramo…

- Seiya es un chico tan joven y amable no se lo merecía – murmuró la mujer con tristeza – es una lástima que murió su novia.

- Buenas noches. – La señora se retiró cuando el cachorro comenzó a ladrar de hambre. 

Ikky quiso corregirle que no se trataba de una novia sino un novio y no estaba muerto, solo era un maldito bastardo que merecía ser sepultado. Pero no importaba, la única verdad era que Seiya no se lo merecía. Él no lo merecía.

- Gracias.

Ikky amaba la lluvia, desde que conoció a Seiya ese inesperado día, la amaba por todo lo que significaba, por limpiar su alma y regalarle un bello arcoíris. Ahora empapado en el mismo lugar que se vieron por primera vez la odiaba.

Se odiaba.

 

Notas finales:

Es probable que no les haya gustado. Pero prometo un buen final.


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