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Five colours in his hair por FubukiHell

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Notas del fanfic:

Pues he creado este one-shot para estrenar nuestro blog de escritura *O* Y ya aprovecho y os lo dejo aquí e_é lost-innowhere.blogspot.com

Notas del capitulo:

Pues espero que os guste >w< A mí es que los maknaes me han robado el corazón *^*

Huang ZiTao podía considerarse una persona con suerte. Era un deportista destacado en su instituto, era atractivo y cada día le regalaban al menos cinco cartas que contenían el amor de jóvenes adolescentes tal vez demasiado hormonadas. Sin embargo a él nunca le había importado lidiar con las chicas, una bonita sonrisa y un simple “déjame que me lo piense” le bastaba para que ellas se fueran contentas y él se librara de su problema. Pero había algo que se escapaba a su control y eso, por mucho que le pesara, no le gustaba nada de nada a Tao.

 

Aquello que se escapaba de él no era nada más ni nada menos que Oh SeHun. SeHun era totalmente opuesto; era antisocial o demasiado tímido, como prefieras, pésimo en cualquier actividad que conllevara moverse y las chicas no le prestaban demasiada atención que digamos... de hecho, nadie parecía reparar en su presencia, excepto ZiTao.

 

De alguna forma que aún no lograba comprender, aquel chico un año menor que él captaba toda su atención. Su actitud desafiante le resultaba atractiva, le encantaba como jugaba de forma sutil con el aro que decoraba el lado derecho de su labio, moviéndolo con suavidad con ayuda de su lengua, y ni hablemos ya de su aspecto en general... Las ropas negras, ceñidas, su maldita manía de llevar camisetas rajadas o aquella cadena pegada a su cuello fino y largo, todo en perfecto contraste con su pelo, rubio y con mechas de hasta cinco colores distintos, o cinco eran los que había contado Tao.

 

Puede que SeHun prefiriese la compañía del aire que respiraba antes que cualquier contacto humano, pero el joven chino estaba más que dispuesto a sacarlo de su burbuja de soledad y para ello haría todo lo que pudiese, aunque creía que siendo él no le costaría mucho trabajo. Huang ZiTao pecó de optimista, ¿quién lo hubiera imaginado?

 

* * *

 

– ¿Otra vez embobado mirando a ese bicho raro?

 

Tao chasqueó la lengua, ¿por qué demonios tenían que interrumpirlo cuando estaba tan entretenido?

 

– ¿Quieres hacer el favor de dejar de llamarlo “bicho raro”, gege?

 

LuHan puso los ojos en blanco, estaba ya harto de la frase comodín de su menor cada vez que salía el tema de SeHun, o lo que venía siendo lo mismo, siempre.

 

Dejó caer su desayuno sobre la mesa de madera algo destartalada y pintada con todo tipo de frases y nombres, sentándose al lado de ZiTao. Suspiró al sentir la superficie crujir bajo su peso, estaba seguro de que algún día acabarían los dos en el suelo si no hacían nada por arreglar el mobiliario del instituto.

 

– ¿Por qué debería dejar de llamarlo así? Eso es lo que es, y él precisamente no se molesta mucho en ocultarlo.

 

– Bueno, pues lo haces porque te lo pido yo, no creo que sea tan difícil. Yo no voy por ahí llamando “chulo putas” al crío ese con el que te has encariñado.

 

– ¡Es que JongIn no es eso! – refutó el mayor, visiblemente enfadado por la forma en la que su amado didi hablaba del chico que le robaba más de un suspiro.

 

– ¿Y tampoco es un “bicho raro” como SeHun? Porque te recuerdo que los dos son prácticamente inseparables.

 

– ¡No es lo mismo! – se quejó LuHan después de calcular durante algunos segundos qué era lo más adecuado para contestar. Por supuesto había fallado miserablemente, pero el chico no estaba dispuesto a que metieran en el mismo saco a su precioso, maravilloso y talentoso JongIn y a aquel vago con cara de tonto que se hacía llamar SeHun, ¡por encima de su cadáver!

 

Tao negó con la cabeza, era inútil hacer que el muchacho rubio de finos rasgos entrara en razón. Si algo era destacable de LuHan era su gran cabezonería.

 

Le gustara o no, también había ido a dar con uno de “aquellos raros” a los que la gente tanto criticaba desde que habían llegado a su apacible y terriblemente pijo instituto. No eran más que cuatro personas, pero los tenían a todos revolucionados sin hacer prácticamente nada.

 

El primero era su pequeño Oh SeHun, sin duda el mejor de los cuatro. Al parecer SeHun era modelo fuera de su horario escolar, pero aun así nadie parecía reparar en su belleza.

 

Luego estaba Kim JongIn, el idiota por el que se había colado su mejor amigo. Kai, como le gustaba que le llamaran, era un pésimo estudiante que había llegado hasta allí gracias a su habilidad con el baile. El chico desde luego causaba sensación entre las chicas del instituto de al lado, al ser considerado de los más guapos y atractivos según ellas.

 

El tercero, el más alto del grupo, era al que él había apodado cariñosamente “el loco”. Su nombre real era ChanYeol, pero tampoco le importaba mucho saber ese dato. La razón de su mote no es que estuviera loco de verdad, solo que lo aparentaba. Puede que no fuese una excusa, pero si vieseis los ojos tan grandes que tenía y la forma tan fija en la que acostumbraba a mirar a las personas, habríais opinado como Tao. También tenía mucho que ver esa sonrisa enorme que no borraba aunque lo estuvieras insultando, era algo como... creepy... Ni siquiera había una palabra en español para definirlo (?).

 

Y por último estaba otro estudiante chino de intercambio igual que él y LuHan. Lo conocía bien porque los estudiantes que venían de China solían reunirse todas las semanas para ayudarse mutuamente, ya fuese con alguna asignatura, con las localizaciones en la ciudad o con el idioma. Yixing se hacía llamar Lay y a Tao le caía bien porque cada vez que lo veía le entraban ganas de achucharlo y darle muchos mimos. Lay era inocente y terriblemente despistado, su memoria no era lo que se dice prodigiosa y su capacidad de abstracción dejaba alucinando a más de un profesor. Lay era... Lay, no hay mejor definición.

 

Visto así realmente parecía que todos eran muy dispares y que no había un lazo que los uniera, pero sí lo había: su amor por el rock y la ropa negra. ZiTao no sabía si clasificarlo de heavy, punk, rock, gotic o lo que fuese, pero sabía que les gustaba un estilo de música que iba por ahí. De hecho, ellos mismos habían formado su propia banda con un quinto chico, Byun BaekHyun. Tao había oído por ahí que ellos preferían una voz femenina, pero en un instituto privado para chicos eso era más bien imposible... a menos que se lo pidiesen a una profesora, que dudaba mucho que lo hicieran.

 

– No insistas, gege, sí que lo es – Tao suspiró, dirigiendo su vista por última vez a SeHun antes de que el chico se perdiera entre la marea de estudiantes junto con JongIn –. De todas formas, ¿qué importa como sean? No vamos a lograr nada con ellos...

 

– De verdad te gusta ese chico, ¿no?

 

Tao se giró para mirar a la cara por primera vez en todo ese rato a LuHan. Le había sorprendido escuchar aquello, pero aún más ver la mirada de tristeza y compasión que le regalaba su gege.

 

– Supongo que sí, gege... No lo sé, sabes que nunca me había gustado nadie antes.

 

– Ya, ya, recuerdo perfectamente a las pobres chicas que vienen del instituto de al lado para hablar contigo y se marchan sin una respuesta. Pero... si de verdad te gusta, ¿por qué no intentas acercarte a él?

 

– Sí, claro, ¿y qué más? – ironizó el menor – ¿Tú lo has visto? Preferiría estar con un cadáver antes que conmigo.

 

– No digas tonterías, Panda – LuHan le pasó una mano por la espalda, dándole cariño y apoyo aunque en el fondo supiera que era más bien inútil –. Solo tienes que enseñarle tus encantos. ¡Nadie en su sano juicio pasaría de ti!

 

– ¿Tú crees, gege? – una pequeña sonrisa comenzó a ganar terreno en los labios del menor.

 

– No lo creo, ¡lo sé! – afirmó – Así que ahora vamos a ir a donde sea que estén, te vas a acercar a SeHun y mientras yo me llevo a Kai.

 

LuHan le guiñó un ojo antes de agarrarlo del brazo para levantarlo por la fuerza del banco, olvidando que tenía un desayuno esperando por ser devorado.

 

No tenían mucha idea de dónde podían estar ambos chicos, pero el instituto tampoco era excesivamente grande, así que no tardaron mucho en encontrarlos tirados debajo de un árbol, a la sombra que este les profería.

 

En cuanto la mirada de Tao se cruzó con la de SeHun, el chino pensó que todavía estaba a tiempo de huir y correr a refugiarse en su cama con su panda de peluche, pero no había contado con que su gege lo conocía demasiado bien y no tardó en agarrarlo del brazo para que no huyera.

 

– ¡Buenos días! – saludó el mayor de los cuatro con una de sus perfectas sonrisas – Tao y yo nos preguntábamos si podíamos sentarnos con vosotros – y antes de que alguno pudiera contestar, LuHan ya estaba sentado entre SeHun y JongIn.

 

Kai se puso de pie inmediatamente después de que LuHan se sentara, casi como si tuviera un resorte para alejarse del otro, y miró a ZiTao con miedo, diciéndole algo como: "si te llevas al cervatillo de aquí te hago un striptease", o eso le pareció a él... Sin embargo el chino no hizo más que encogerse de hombros, no es como si estuviese ahí por gusto.

 

LuHan miró a JongIn como si lo hubiera atropellado un coche, poniéndole ojos de cachorrito para luego reprocharle con la mirada a Tao que no estuviese ya sentado junto a SeHun. Y comenzó una guerra infernal de reproches, chantajes, ayudas silenciosas y encogimientos de hombros, todo sin palabras y excluyendo al menor del grupo; SeHun.

 

– ¿Queréis parar ya? Me ponéis nervioso – suspiró el chico que hasta entonces se había dedicado a dormitar bajo el árbol –. Kai, no huyas más de tu destino y vete ya con Bambi, es inútil que lo sigas evitando.

 

El aludido se puso tan rojo como si se hubiera tomado un chupito de tabasco y comenzó a gesticular con las manos mientras miraba alternativamente a su amigo y a LuHan.

 

– Y-yo... yo n-no... d-de verdad... ¡lo juro! – como habréis imaginado, le elocuencia no era la mayor virtud de Kai.

 

– Tú dedícate a bailar, ¿eh? – lo interrumpió Tao, dándole unas palmaditas en la espalda que sonaban a derrota. Sin embargo, LuHan vio el cielo abierto.

 

– ¡Genial! – se levantó de un salto, agarrándose al brazo de JongIn – Ya no tengo que buscar una excusa para llevármelo de aquí. ¡Suerte, didi!

 

– ¡No, no, no! ¡No me puedes dejar sol...!

 

"Tarde" – se dijo a sí mismo, mordiéndose el puño derecho para no correr tan lejos de SeHun como pudiera.

 

– Bueeeeeeno... y-yo soy Tao – se presentó, tendiéndole la mano al otro, gesto que omitió completamente.

 

– Ajá, interesante –SeHun se acomodó un poco sobre el césped, buscando la posición ideal para dormir – ¿Te puedes mover un poco a la derecha?

 

ZiTao lo miró extrañado. No solo no se presentaba o le estrechaba la mano como debería, ¡sino que además le pedía cosas! Vale que era algo que no le costaba ningún trabajo hacer, pero al menos podría haberlo mirado a la cara o pedírselo por favor. Qué maleducado... ¡pero qué sexy a la vez!

 

– S-supongo... – dio un paso hacia el lado indicado.

 

– Un poco más, por favor.

 

Tao repitió el proceso, algo extrañado por aquella petición.

 

– ¿Así? – preguntó tímidamente.

 

– Perfecto – asintió, sonriendo un poco –. No soporto que me dé el sol...

 

El chino frunció el ceño, ¿lo estaba usando para que le diera sombra? ¿Pero qué demonios se creía? Por mucho que le gustara, no pensaba permitir que lo tratase así.

 

Tao apretó los puños, controlando su rabia interna, y acabó optando por marcharse. Total, no le iba a hacer caso...

 

– Ahí te quedas – gruñó, apretando el paso para ir al gimnasio a desfogar un poco.

 

* * *

 

A la mañana siguiente, ZiTao no estaba precisamente de muy buen humor, ni siquiera pasarse toda la tarde practicando para su próximo torneo de wushu había logrado calmar sus humos, y empezar el día dando dos horas de matemáticas no es que lo entusiasmara...

 

Tras las tres primeras eternísimas horas de clase, Tao vio el cielo abierto al escuchar la campana que avisaba a los estudiantes de que su descanso acababa de comenzar. Como una exhalación, el chico corrió por los pasillos en busca de su amigo para pasar juntos aquellos escasos treinta minutos de libertad, pero no contó con que LuHan ya había hecho planes.

 

Cuando Tao llegó a la puerta de la clase de su gege y entró, esperaba ver a LuHan sentado con su comida esperándolo para hablar de cómo le había ido el día anterior. Sin embargo, lo que vio fue a JongIn peloteando a su gege, solo le faltaba seguirlo como un perrito faldero... El deportista suspiró, estaba claro que en el pequeño romance de aquellos dos sobraba... y mucho.

 

Sin más alternativa, salió al patio del instituto en busca de algún entretenimiento, pero ¿a quién iba a engañar? Estaba cansado y cabreado, lo último que le apetecía era soportar al idiota de turno, así que simplemente se dedicó a andar disfrutando de la soledad que hacía tanto que había perdido.

 

El paisaje del instituto no era precisamente bonito, pero era mejor que nada desde luego. Los edificios grises salpicados por aquí y por allá y, entre medias, algún que otro árbol decorado con pequeñas flores al pie de sus enormes troncos. Tao recordaba que antes de las reformas era más bonito, pero ya daba igual.

 

ZiTao iba a echarse en algún lugar a dormitar para hacer tiempo cuando unas voces le llamaron la atención. Siguiendo el ruido, buscó el origen de lo que parecía era una discusión encontrándose con SeHun, quien aguantaba impasible como un grupo de unos cinco chicos se metían con él por su aspecto. Tao frunció el ceño, ¿es que no pensaba hacer nada por defenderse? ¿Pensaba permitir que lo insultaran, que lo trataran como si no fuera nadie, como si no mereciese vivir por ser él mismo? Apretó los puños con fuerza para intentar controlarse, no soportaba a aquellos tipos que se creían mejor que nadie por ser de último año... Sin embargo antes de calcular bien sus movimientos, el chino ya se estaba abalanzando sobre uno de los chicos que estaban molestando a SeHun. Lo empujó con fuerza, tirándolo al suelo y haciendo que las mofas cesaran por la sorpresa.

 

– ¡¿De qué vas, gilipollas?! – le recriminó el que acababa de tirar.

 

– Soy yo el que debería preguntar eso. ¿Qué demonios hacéis? ¿Os creéis guays por insultar a alguien menor que vosotros?

 

– ¿Pero tú de qué vas? – repitió otro de ellos – ¿Qué pasa? ¿Vienes a salvar a la princesita en apuros?

 

Los idiotas aquellos rieron la gracia del que parecía el cabecilla del grupo, haciendo que a Tao le comenzase a hervir la sangre. Y, como ZiTao era partidario de las acciones antes que de las palabras, simplemente le dio una patada al chico en cuestión, tirándolo al suelo con un doloroso golpe seco.

 

– ¿Qué? ¿A que ya no eres tan gracioso? – rió el chino, viendo como aquellos acosadores en potencia empalidecían por segundos – Ahora quiero ver como movéis vuestro culo lejos de aquí si no queréis llevaros otra como esa – señaló, refiriéndose a la patada que le había propinado a uno de ellos.

 

El grupo no tardó mucho en poner pies en polvorosa, dejando a SeHun y a Tao solos por primera vez desde que ayer el segundo se marchó cabreado.

 

ZiTao suspiró pesadamente, pasándose una mano por la frente. Sabía que no había hecho nada malo, solo había defendido al chico que le gustaba, pero a pesar de eso se sentía mal por usar su fuerza y habilidad para algo así.

 

Algo pesaroso, se giró hacia SeHun, que había quedado detrás suya durante el enfrentamiento, esperando que al menos le agradeciera el gesto y así no sentirse tan mal. Sin embargo, antes de tan siquiera poder mirarlo a los ojos, el menor le dio un guantazo.

 

– ¿Pero qué haces? – se llevó una mano a su mejilla izquierda, dolorido.

 

– Eso mismo me pregunto yo, fíjate. ¿Te crees que eres un especie de superhéroe o qué?

 

– ¡Yo solo intentaba ayudarte! – se defendió.

 

– ¿Sí? Pues podrías haberte estado quieto, ¿o es que en algún momento te he pedido ayuda y no me he dado cuenta?

 

Tao agachó la cabeza, algo avergonzado. Él solo quería ayudarlo, demostrarle que podía confiar en él, que aunque sea podía ser su amigo y defenderlo cuando lo estuviese pasando peor. Pero estaba claro que SeHun no lo veía igual... Jamás había visto al chico tan cabreado como en ese momento.

 

– Lo siento... – murmuró, apenado.

 

– Gracias a ti ahora me van a tratar como a un cobarde, espero que estés contento.

 

El chino observó impotente como se marchaba el otro chico a zancadas largas y rápidas. Ahora sí que la había hecho buena, SeHun ya no querría volver a verlo de nuevo, estaba seguro.

 

* * *

 

– Vamos, Panda... No ha podido ser tan malo, ¿no?

 

Tao se encogió más sobre sí mismo al escuchar el décimo intento de LuHan para hacer que se animara.

 

– No... ha sido peor – el menor suspiró –. Tú no sabes como me miró, gege, parecía como si quisiera haberme hecho explotar o algo peor... Ya sí que no tengo ninguna oportunidad con SeHun...

 

– ¿Qué tontería es esa? ¡Nada está perdido hasta que yo lo diga!

 

ZiTao suspiró, no tenía ganas de contradecir a su amigo otra vez. Le daba igual lo que le pudiese decir, el mayor seguiría en sus trece, pero el menor era de aquellas personas que no se podían quedar calladas cuando algo no les gustaba.

 

– ¡Es que para ti es todo muy sencillo! Desde que sales con JongIn todo es color de rosa, ¿no? Pues te voy a decir un secreto, ¡no lo es! Tú puedes haber tenido suerte con él, pero yo no la voy a tener con SeHun. ¡Asúmelo ya!

 

LuHan bajó la mirada, no le quedaba más remedio que darle la razón a su Panda. El propio Kai le había dicho que el menor de todos era obstinado y absolutamente antisocial, pero él seguía empeñado en que todo podía cambiar.

 

– Tienes razón, Panda... Siento mucho haberte molestado – el rubio se inclinó sobre su menor, abrazándolo y siendo correspondido de inmediato –. Pero al menos disfruta de la fiesta, ¿vale? Así tal vez te olvides un poco de todo esto.

 

Tao solo pudo devolverle una sonrisa débil a la espléndida y brillante que le había regalado su gege, pero tampoco tenía fuerzas para mucho más. Cuando el mayor se perdió entre la marea de gente que bailaba por toda la pista central, el chino borró su sonrisa y se hundió de nuevo en aquella improvisada barra.

 

No tenía ganas de fiesta, aunque fuese la que daba uno de sus mejores amigos por su cumpleaños. Había ido allí porque le habían jurado llevarlo de los pelos si no lo hacía por su propio pie y, si algo había aprendido Huang ZiTao, era a temer y confiar en la palabra de Kim Minseok.

 

Se estiró sobre la barra antes de levantarse del taburete que había logrado robar a una muchacha despistada y fue a buscar algo de beber, por desgracia las bebidas estaban al lado de uno de los gigantescos altavoces de la fiesta. Cuando Tao por fin se hizo con un vaso de plástico y logró llenarlo de bebida, decidió huir tan lejos como podía de la casa para salir al jardín trasero. No soportaba la música tan exageradamente alta de la fiesta retumbando en su cabeza, bastante le dolía ya...

 

Cuando logró hacerse hueco entre las parejas que bailaban excesivamente pegadas y llegar al jardín trasero, suspiró de felicidad. El contraste entre el interior y el exterior de la casa era increíble, desde luego, pero casi lo prefería así.

 

Miró su bebida, ya ni recordaba lo que había mezclado ahí dentro. “Lo que no mata, engorda”, se dijo a sí mismo antes de darle un largo sorbo. Se sorprendió al descubrir que no sabía ni mal, tal vez debería dedicarse a barman... Con su pequeño cóctel molotov de alcohol en la mano, buscó un lugar donde pudiese sentarse y descansar hasta que la fiesta acabase, pero el destino parecía estar en su contra aquella noche.

 

Cerca del columpio que había tomado como suyo, había un par de chicos discutiendo acaloradamente, o tal vez eran tres... no estaba seguro, suponía que el alcohol ya se le había subido a la cabeza. Sin prestar mayor atención, trató de omitir la presencia de las otras personas y apoyó la cabeza contra una de las cadenas que sujetaban el columpio. Sin embargo ya no pudo desconectar cuando escuchó su nombre.

 

– ¡¿Pero por qué eres así con Tao?! ¡Es que no tiene sentido!

 

– ¡Pues no lo tendrá para ti!

 

– Por favor, SeHun – ¡hey! ¿Qué? ¿SeHun y él en la misma conversación? ¿Qué se había perdido ya? –. ¡Si en el fondo te mueres por que salga a defenderte de nuevo!

 

– ¡Eso no es verdad!

 

– ¿Pero por qué te empeñas en decir siempre lo contrario? Es que ni siquiera sé por qué te sentó mal que te defendiera el otro día, ¡si solo lo hace por ti! Parece mentira que aún no te hayas dado cuenta de que Tao solo tiene ojos para ti – el que sea que estuviera gritando soltó un bufido de frustración, pero el chino estaba más ocupado en averiguar quiénes eran. Estaba claro que uno de ellos era SeHun, ¿pero y el otro? ¿Sería LuHan? No, su amigo nunca hablaría así... ¿JongIn tal vez? Podría ser que el mayor le hubiese contado algo... Tampoco había muchas más posibilidades, la verdad.

 

– N-no digas tonterías, por favor...

 

– No es ninguna tontería, SeHunnie... – esa vez parecía que era otro chico el que hablaba por el tono más tranquilo y calmado que estaba usando – Y sino, ¿por qué no lo compruebas por ti mismo?

 

Sinceramente, aquella conversación ya comenzaba a asustar a Tao. ¿Le estaban haciendo de Celestina o qué?

 

– ¡E-está bien! Pienso hacerlo

 

El menor habló decidido y ZiTao pensó que en un lugar tan abierto como ese jardín no tenía sitio donde esconderse antes de que SeHun lo viera, porque dudaba de ser capaz de llegar a la casa de nuevo. Ahora sí que estaba perdido...

 

El chino miró a su alrededor, tal vez podría pasar desapercibido apoyado en algún árbol o algo donde hubiera más sombra, pero no había ningún lugar así. Bufó, parecía mentira que la luna pudiera iluminar tanto aquel maldito sitio.

 

Los pasos que parecían ser de SeHun no se hicieron de rogar, haciendo crujir algunas hojas secas bajo sus pies. Con cada paso, Tao sentía que se ponía más y más nervioso. ¿Y si lo pillaba? Qué tontería, estaba claro que lo iba a pillar. ¿Y si le pegaba de nuevo? ¡Pero joder, Tao! ¡QUE SABES WUSHU, LE METES UNA PATADA Y YA ESTÁ! Parece mentira que seas tan tonto, hijo mío...

 

Antes de que su atontada cabeza por culpa del alcohol encontrara una respuesta a su dilema medianamente satisfactoria, el menor ya lo había encontrado en aquel columpio con cara de circunstancia.

 

– ¿Q-qué haces aquí? – lo señaló con el dedo índice, algo asustado.

 

– Eeeeeeeeeeeeeeeemm... – “Vamos, Tao, ¡busca una excusa creíble!” – Pues... tomaba un poco el aire – sonrió un poco, nervioso. “Eso no es creíble, eso es la verdad”

 

– ¿Y cuánto llevas aquí?

 

Oh, sí, genial, interrogatorio. No había nada que le gustase más que eso, nótese la ironía.

 

– N-no sé... ¿Diez minutos? – el chino suspiró, acariciándose la nuca con algo de resignación – ¿Querías algo?

 

SeHun se asustó un poco al escuchar aquella pregunta tan directa. Sí que quería algo, quería hablar con él... o algo así, pero ya no lo tenía tan claro. Les había dicho a Kai y Lay que iría a comprobar si de verdad él también le gustaba a ZiTao tan solo para que se callara de una maldita vez, su verdadera pretensión era volver a la fiesta y perderse un rato. Sin embargo, la aparición estelar del chino en mitad del jardín había mandado su perfecto plan a tomar viento.

 

– S-sí... quería hablar contigo.

 

– Adelante – al propio chico le sorprendió la tranquilidad que lo dominaba en aquel momento.

 

– Yo... – SeHun tragó saliva. ¿Qué demonios le pasaba? Él no era así, ¿dónde había quedado el chico al que todo le daba igual? – ¿Te gusto? – preguntó directamente, volviendo a su habitual serenidad y tranquilidad.

 

ZiTao abrió los ojos sorprendido al escuchar al menor, desde luego eso de irse por las ramas no iba con él. Bajó la mirada, algo avergonzado por la respuesta que en teoría solo conocía él mismo, y jugó un poco con el vaso aún medio lleno entre sus manos antes de darle un largo trago para armarse de valor, al menos el alcohol lo ayudaría a soltarse un poco.

 

– Sí – contestó simplemente, suponiendo que lo que había bebido ya había hecho el suficiente efecto como para que no le importara responder afirmativamente a la pregunta que le habían lanzado.

 

– ¿D-de verdad?

 

– Vamos a ver, SeHun, ¿tú crees que defendería a cualquiera de un grupo de tíos más grandes que yo? Te voy a ahorrar la respuesta, no – lo miró a los ojos, dejando el vaso ya medio vacío en el suelo y levantándose para acercarse al otro chico –. Parece mentira que no te hayas dado cuenta todavía de que llevo casi cuatro meses detrás tuya – Tao rió un poco, divertido por lo patético que sonaba eso dicho en voz alta –. Pero tú parece que siempre estás perdido en ti mismo y me da mucha rabia, porque eso me impede acercarme a ti. Sinceramente, el día que me pediste que te diera sombra fue cuando me di cuenta de que había llegado al culmen del patetismo.

 

SeHun bajó un poco la mirada, jugando con el aro de su labio para descargar de alguna forma su nerviosismo. ¿De verdad era así? ¿Tan tonto había sido de no darse cuenta? No... no se había querido dar cuenta, que era distinto...

 

Estaba tan acostumbrado a que lo trataran mal en aquel instituto, a que pasaran de él por ser como era, que no se podía creer que le gustara a uno de los chicos más populares de aquel agujero negro. Que Tao estuviese colado por él era algo que simplemente su mente no podía concebir, lo veía totalmente imposible, pero se había equivocado.

 

– Pero no te preocupes – ZiTao rompió el silencio que se había creado entre ambos, cogiendo de la barbilla a SeHun para que volviera a mirarlo a los ojos –, no te voy a molestar más.

 

Observó el rostro del menor con tranquilidad, casi queriendo grabar cada uno de sus rasgos para siempre en su memoria, como si pudiera acariciarlo con sus ojos, y se dio la vuelta para marcharse a sabiendas de que si seguía allí jamás dejaría ir a SeHun. Sin embargo, el otro fue más rápido y lo agarró del brazo antes de que pudiera dar un solo paso.

 

Tao se giró hacia el menor de nuevo, extrañado por aquel gesto. Creía que no le importaba nada, pero al ver la preocupación reflejada en el rostro de SeHun se dio cuenta de que había estado equivocado después de todo.

 

– No te vayas, por favor... ¡No me molestas! – se apresuró a añadir – De verdad...

 

Oh SeHun sentía como poco a poco se hacía más y más pequeñito bajo la mirada incrédula del chico que, como a muchos otros, le había robado el aliento la primera vez que lo vio.

 

– ¿Me estás tomando el pelo? – a Tao le costó la misma vida articular esa simple frase, el solo pensar que pudiese estar jugando con él le dolía en lo más profundo de su alma.

 

El chico de las mechas negó con la cabeza, aún sin ser capaz de mirar a los ojos al chino.

 

– Jamás podría hacerte algo así... de verdad.

 

Sin poder contenerse más, ZiTao lo cogió con suavidad de la cara, alzándosela, y se inclinó ligeramente sobre él, apoyando su frente contra la ajena. Dejó escapar un suspiro de felicidad y sonrió ante el nerviosismo del menor antes de unir sus labios suavemente con los de SeHun.

 

El muchacho rubio sonrió entre el casto pero largo beso. Aquella sensación era mucho mejor de lo que jamás había imaginado, sentirse querido por Huang ZiTao era algo simplemente inexplicable para su escasa expresión. Se sentía como si algo hubiera estallado en su interior, dando color a su pequeña burbuja de soledad, llenando de calor su pecho y pintando de forma permanente una sonrisa en sus labios finos. Era perfecto...

 

Tao se separó apenas unos centímetros de él para observar esa sonrisa por la que semanas atrás habría matado con tal de verla. Por su mente se cruzaron miles de frases para definir ese pequeño gesto, pero ninguna le parecía lo suficientemente perfecta, así que se limitó a volver a besarlo de forma lenta y profunda, saboreando sus labios rosas.

 

Huang ZiTao podía considerarse una persona con suerte. Era un deportista destacado en su instituto, era atractivo y cada día le regalaban al menos cinco cartas que contenían el amor de jóvenes adolescentes tal vez demasiado hormonadas. Sin embargo a él nunca le había importado lidiar con las chicas, una bonita sonrisa y un simple “déjame que me lo piense” le bastaba para que ellas se fueran contentas y él se librara de su problema. Pero había algo que se escapaba a su control y eso, por mucho que le pesara, no le gustaba nada de nada a Tao.

 

Aquello que se escapaba de él no era nada más ni nada menos que Oh SeHun. Su novio era totalmente opuesto, y sin embargo no podía imaginarse una vida sin las locuras de SeHun o su curiosa forma de entender la vida. Pero si había algo que a Tao lo volvía loco, era la cantidad de veces que el menor podía robarle un beso al día o simplemente quitarle el aire con una pequeña sonrisa.

 

Sí... Huang ZiTao era un tipo con suerte; era un deportista destacado en su instituto, era atractivo y tenía la suerte de haber conquistado el corazón de Oh SeHun.

 

Notas finales:

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