Marcus era un joven muy apuesto de cabello castaño y ojos mieles de 20 años, atlético y muy guapo, atraía a todas las jóvenes de su universidad. Actualmente tenía una aventura con una joven que vivía con otro chico. Una esbelta criatura de tez bronceada, de ojos marrones y pelo azabache. Vivía en su apartamento de Nueva Cork, algo pequeño pero de buen gusto, única cosa que podía pagar con lo que ganaba por ser mesero de noche en un bar. Allí había conocido a Christine seis meses antes.
Se vistió con una camisa blanca desabotonada sobre una remera azul marino. Sobre esto llevaba una chaqueta café que combinaba con sus ojos. Tenía puestos unos blue jeans y unos borceguíes negros que le daban un aspecto casual y rudo a la vez. Con su tez color leche era la envidia de muchos modelos de Vogue.
Había llegado del gimnasio, se cambió e iba para la universidad. Iba a recoger su mochila cuando tocaron a su puerta. Pregunto quien era pero nadie contestó.
Estaba ahí parado mirando la puerta que acababa de tocar. John era un joven de veintiséis años, de cabello rubio y ojos azules oscuros, de estatura mas bien mediana y cuerpo esbelto, nada en él era fuera de lo común y lo sabía. Tenía un trabajo próspero. Era contador en una multinacional, uno de tantos, era cierto pero con ciertas ambiciones de superación aunque era un hombre tranquilo sentía pasión por una cosa.
Su querida Christine.
La mujer que pensaba pedir en matrimonio en unos días y que descubrió que lo engañaba de la peor forma.
Cuando entro a ese bar y los vio corroboró todo lo que su compañero le había dicho. Ella lo miraba con unos ojos con que nunca le había mirado a él. No lo vieron. No pasó de la puerta. No era necesario.
Tenía que enfrentar a ese tipo. Quería decirle tantas cosas y saber otras. Volvió del mundo de sus pensamientos cuando la puerta delante suyo se abrió y los ojos marrones le escrutaron.
¿Y tu quien eres?—preguntó Marcus al tipo parado en su puerta.
Esa pregunta enervó a John. El mero acto de que lo desconociera lo hizo sentir más humillado por el otro. Con su mano derecha empujó la puerta en la que el otro medio se apoyaba y empujándolo con ese acto entro en su apartamento.
¡No sé quien eres pero mas vale que te vayas viejo o llamaré a la policía!—dijo el universitario. Estaba algo preocupado por la mirada furiosa que los ojos de ese tipo le dirigían.
Ante el estaba un tipo joven pero que lucía como un adulto con un traje gris y un gabán marrón y sostenía un portafolios en la mano, signo indudable de que venía o se dirigía al trabajo. ¿Qué quería ese hombre?
¡Te diré quien soy!—gritó enfurecido el contador. – ¡Soy el tipo que vive con la tía que te estas tirando!—añadió.
¡Joder!—exclamó Marcus, ahora lo entendía. El novio de Christine.
¡Así es! ¡Joder! ¡Vine aquí a molerte a golpes para que entiendas que no debes meterte con tías comprometidas!—dijo John.
¿Acaso tu me estas amenazando pequeñajo?—dijo el otro burlándose de su baja estatura. --¿Te has mirado en un espejo? No creo que seas ninguna amenaza para nadie y para que lo sepas yo no la busqué, fue ella quien casi me rogó para que saliéramos—agregó el castaño.
Y ahora me dirás que no te dijo que tenía novio—dijo poco convencido el rubio.
Si, me dijo que vivía con un mediocre idiota. Supongo que se refería a ti—le respondió el ojos mieles.
La rabia por verse humillado tanto por ella como él hizo que intentara cumplir su amenaza y John se abalanzó sobre el mas alto que apenas reaccionó cuando se dio cuenta que ambos caían al piso por el empellón del fúrico engañado.
Cayeron y se revolcaron por unos minutos. John intentando dañar al castaño y Marcus conteniendo los ataques del rubio, en verdad lo entendía. Debía ser fea su posición y que alguien le dijera que el amor de su vida decía esas cosas de él pero en fin… el mundo es así.
Fue cuando estaban agitados y cansados que se detuvo el agresor mientras el joven acostado sobre él que retenía sus manos y le miraba fijamente puso nervioso a John, sus mejillas se colorearon como siempre que se abochornaba, siempre había sido tímido y retraído, lo sucedido antes salía por completo de sus estándares normales.
Sin saber por que la boca del castaño fue acortando la distancia con la suya mientras le miraba fijamente. Cuando sintió sus labios posarse sobre los suyos una corriente eléctrica recorrió su cuerpo.
La adrenalina contenida escapó de otra forma pues la reacción del rubio motivó mas agresividad en el beso del ojos mieles y eso hizo que el ojos azules le correspondieran con ansias.
De pronto John sintió como las manos del otro buscaban librarlo del pantalón y casi gimiendo le dijo—No. Esto no está bien—
Pues para mí se siente muy bien—le susurró al oído el otro.
No era la primera vez que Marcus estaba con otro hombre. El a sus jóvenes 20 años era un tipo muy experimentado. Le gustaban las mujeres más pero era bisexual aunque jamás hubiera esperado hacerlo con un tipo tan común como John.
Mientras le sacaba pantalones y bóxer el otro gimió con una vocecilla algo tímida y grave que al castaño le gustó de inmediato y más al ver el erecto miembro liberado por él. Mientras su boca se dedicó a besar los gimientes e hinchados labios del otro, sus manos se dedicaron a acariciar el pulsante falo que emergía de la pelvis del otro.
No, no. Somos hombres—dijo John casi desfalleciente.
¿Que importa? ¿Se siente bien o no?—preguntó Marcus en su oído. Haciendo que el otro se arqueara y volteara su cara a un lado por el ardor que sentía en sus mejillas.
Una de las manos del ojimiel abandonó la carne pulsante para dirigirse a una de las mejillas y con ella enderezar la cara del otro.
¡No la escondas! Te ves muy lindo así—dijo el castaño provocando una fuerte reacción en el otro.