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De cómo controlar el caos (y fallar en el intento) por kata_c

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Disclamier:
Naruto no me pertenece, lo uso únicamente para las salidas de mi mente perversa.

N/A: Hace muchísimo no escribía sobre este fandom, pero digamos que son la OTP de eterno retorno. Por todo lo que es y nunca dejará de ser.

 

De cómo controlar el caos (y fallar en el intento)

Las historias felices lo son todas de la misma forma. Las tragedias lo son cada una a su manera.

__________

Todo vuelve siempre al Valle del Fin. Para. Suspira. En realidad si Sasuke hace memoria va mucho más allá. Todo comienza con dos huérfanos  y sus formas antagónicas —incompatibles—  de enfrentarse ante el destino.

Todo inicia con su manía del control absoluto, de los esquemas y como la vida son un montón de piezas que deben ser colocadas una a una en su lugar. No importa si tienes que forzar un poco los bordes, si debes limarlos y romperlos hasta que no quede una saliente a la vista.

Sasuke busca el encuadramiento perfecto de su resolución, el sentido máximo de su venganza que desdibuja todo con un esquema ya preconcebido, él sólo se limita a rellenar con pinceladas de color y realidad el bosquejo que ha estado grabado a blanco y negro (y rojo, el de los ojos de Itachi y el de la sangre que apesta en todos lados, que se le filtra en las fosas nasales y se le enrosca en la base de la garganta) desde su infancia.

Y fue un sistema eficiente. Veía su obra y aunque la modificase constantemente no existía un trozo fuera de lugar.  Las piezas cuyos bordes, por alguna razón, comenzaban a insinuarse y a dañar la apariencia impoluta del conjunto eran erradicadas sin demasiadas contemplaciones.

Excepto una.

Sasuke había tenido que obligarse a mirar.

El cuadro de Naruto era caótico. Los bordes se agrietaban y las puntas se besaban furiosas en las esquinas —asimétricas y despulidas—  Estaba plagado de matices y claroscuros. Construido completamente a parches, como si los retazos de sus vivencias hubiesen sido cosidos y descosidos una y otra vez sobre otros, cambiando el orden, replanteando la jerarquía, reflejando una cacofonía en imágenes e ideas que no se precipitaban como una pirámide de naipes y se destrozaba contra lo indefectible por virtud de simple fuerza de voluntad. La del rubio que parecía no tener fin ni márgenes definidos, que parecía abarcarlo a él —completamente—  y tocar al resto.

—Digamos que lo logras Sasuke —Están rodeados de escombros, huesos limpios del campo de batalla. Lo ha estudiado mientras luchaban, lo ha observado rodeado del poder imposible del Kyubi y de las garras de chakra que se le clavaban en cada parte de la piel. Lo ha visto, pero ahora en el impasse que les concede el combate que sosobra, Sasuke repara en ciertas cosas que tienen muy poco que ver con el ninja, no con el del momento actual, al menos. Ha pasado demasiado y a Uchiha le cuesta reconocer (escarbando en su pasado)  la voz que le habla, seria, ronca, ausente de inflexiones exageradas. ‘Diferente’. Los años lo han cambiado, el cabello rubio se ha oscurecido un poco, los hombros se han vuelto anchos y poderosos, la mandíbula recta y fuerte. La guerra (y las pérdidas) refulgen detrás de las pupilas y lo inundan todo, incluyendo sus palabras.— Digamos que acabas con todos los que te han hecho daño, a ti y a tu familia. ¿Qué queda después?

No sonríe, ni siquiera gesticula y no debería estar pensando en lo mucho que le exaspera sentir que algo está terriblemente mal en todo aquello. Porque para el Uzumaki todos los días parecían ser el mejor de su vida. O el peor, según fuese el capricho de su ánimo.

Extremo y en carne viva. Naruto solía escocer bajo la piel (Sasuke lo había descubierto a través de los años, cuando su recuerdo —usualmente insidioso y en sueños—  se le introducía entre cada una de las capas)

Sus reclamos suenan tan medidos, tan estudiados (tan faltos de añoranza y tristeza) que tiene que reprimir el impulso, justo a tiempo, de fruncir el ceño y torcer los labios en descontento.

—Se habrá hecho justicia

—¿A cambio de cuántos? ¿Cuál es tu justicia? Todos están muertos, los que quieres matar y a los que quieres de vuelta.

—Siempre queda alguien — El enfado que lo embarga le hace consciente de cuan cerca ha estado de sonar desesperado. En su vida no ha conocido más que el poder que otorga el odio y necesita aferrarse a algo.

—Quieres arrebatar vidas en base a suposiciones. Quieres sangre porque crees que no sirves para más. Quieres guerra y miseria porque la felicidad te asusta. Itachi no lo habría querido. Date cuenta Uchiha, tu dolor te ciega, crees que eres más listo, que eres capaz de utilizar hombres como herramientas para tus fines y es al contrario.

Las palabras se estrellan como agujas finísimas contra su orgullo, pero es la manera en que las dice (sin moverse y extender las manos hacia él, sin que se le quiebre la última sílaba como si desde el inicio hubiese estado renuente a abandonar su lengua. Sin subir la voz en el último momento en un espasmo de reproche)  la que se le clava como un dardo envenado. “Porque eres mi amigo y te quiero” las compara y escupe ácido.

—¿Qué sabes tú lo que habría querido mi hermano? ¿Qué sabes tú de perder lo último que te queda si nunca has tenido nada?

Es una fracción de segundo, pero se siente otra vez con doce años. Todo vuelve al Valle del Fin.

Algo se retuerce en su interior —victorioso, vibrante—  cuando los ojos cambian y son menos el Kyubi —el guerrero maduro—   y más lo que él conoce.

—Lo sé muy bien — le mira, de esa forma, y es él, ‘Eres mío’, piensa ‘Mío, aún’.—  Como también sé, y tú lo sabes, que no puedo permitírtelo.

‘Imbécil’ Héroe, eternamente con el complejo de mártir, invariablemente siendo mejor persona de lo que nadie jamás le ha agradecido. El flujo furioso le palpita detrás de los oídos, su nobleza le sulfura, le hace sentir enfermo, su nobleza que no debería ser de dominio público.

—Ya te lo dije Naruto, si te entrometes en mi camino me obligarás a matarte.

Sonríe, por fin, y siente que el cuadro se astilla por todos lados. Curva los labios como si supiera algo que él desconoce. Sonríe con intención, y es descolocante porque la sonrisa de Naruto es natural e improvisada, la del hombre que tiene en frente, llena de discernimiento y experiencia.

Ha empezado a llover, pequeñas gotas se deslizan hasta la punta de su nariz y escucha a sus espaldas el murmullo de un riachuelo. Las sandalias del rubio pisan una ramita y el chasquido es un estruendo desproporcionado. Lo obliga a encontrarse con el azul otra vez.

La respuesta la lee, límpida, en sus ojos. La sangre se le agría dentro de las venas y el chakra es un picor en la punta de sus dedos. Dilo, piensa. Vamos, dilo.

—Puedes intentarlo. — Suena a un “no lo harás

—¿Lo harás tú entonces?— Se mofa.

—Sólo si me obligas.  — Al principio se escucha como una traición. Pero Naruto da un paso adelante y se relame los labios antes de continuar.— Sasuke bastardo.

Lo entiende. Lo hacen ambos.

—Te obligaré. Tarde o temprano. Idiota

Las comisuras de sus labios se estiran hasta dejar al descubierto los colmillos, más largos de lo normal. No puede, ni quiere, evitar contagiarse del gesto.

El sabor de la resolución le llena la boca y es un peso muerto en el pecho.

—No veo por qué hay que esperar más en ese caso. —Suena a otra época, a otra escena. El aire le sacude el cabello arrancando gotas brillantes y se le eriza la piel.

Inició con el choque de mundos y tiene que terminar con la pirámide naipes precipitándose. Han dejado de colisionar hace mucho para convertirse en una infusión de energía misma, una implosión que no les permite alejarse, que les consume hacia adentro, que si se tocan estalla. Comparten demasiado de lo que no puede compartirse, del caos, la sangre y el alma.  No existe otro final posible. Y quizá siempre lo han sabido.

“Mío”. Se pertenecen, hasta el último aliento.

Notas finales:

La opinión del lector es siempre un punto de referencia para el autor. Una crítica asertada es siempre bien recibida.

Si tuviste tiempo de leer definitivamente lo tienes para dejar un review. Kata_c


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