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Abismo por Yuu Sakamoto

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen *sad* La historia, sí. 

Notas del capitulo:

Espero les guste~ 

Los escombros impedían mi respiración, me asfixiaba. No recuerdo exactamente qué había pasado, los gritos, la sangre; no quería morir, me negaba a hacerlo. Tenía que vivir, por él, aún debíamos de habernos encontrado. Necesitaba apresurarme, tal vez ellos le habían herido. No, debía pensar positivamente.

Con toda mi fuerza, retire las enormes piedras, entre estas, podía ver una pequeña línea de luz ¿Ya era de día? Un dolor en mi abdomen hizo que terminara de rodillas, soltando un grito, mi camisa estaba empapada de sangre. Mi propia sangre. Le reste importancia y seguí quitando las rocas.

Por fin la línea de luz se hacía cada vez más grande, podía sentir la felicidad de estar vivo. Sonreí una vez que estuve en la sala de la casa, o lo poco que quedaba de ella, una parte –donde se encontraba el comedor– había sido destruido con un avión de combate que estaba allí, solo una parte, las llamaradas aun seguían presentes.

Caminé y deseaba no haberlo hecho, aquellas personas eran irreconocibles. Su piel dejó de ser pálida y viva, a una de color gris con aspecto podrido, sus ojos eran de color blanco y caminaban como “zombies”, mi respiración comenzó a agitarse. Uno de ellos había pasado a lado de mí pero al parecer no notaba mi presencia, solo se escuchaban jadeos. Pero, en un momento, todos se vieron girando hacia una casa. Se escuchaban gritos, diciendo “Aléjate”, intenté acercarme pero el que estaba aún a mi lado me miró, podía sentir algo impuro en ello. Solo quería salir corriendo. Me detuve y todos empezaron a caminar donde se originaba el ruido. Apreté los puños, me veía incapaz de hacer algo.

Finalmente se habían alejado a una distancia considerable, empecé a caminar lentamente. Lo que conocía por ciudad no había nada. Los edificios había sido –algunos– derribados, la sangre estaba en la mayor parte, los autos unos sobre otros, las llamaradas de un fuego muy intenso rodeando ¿Cuándo había pasado esto?

Hace menos de cinco horas estábamos todos tranquilos, celebrando el año nuevo, año 2048, me sentía perdido y giraba sin rumbo fijo, corría de un lado para otro pero estaba desierto, no había visto a alguien vivo desde aquel ruido. Mi herida cada vez sangraba mas, no quería mirarla pero por encima de la camisa de mi pijama se podía sentir horrible, cuando la tocaba un dolor insoportable se hacía presente llegando a hacerme gritar como nunca lo había hecho.

Me deje caer de rodillas, ya no podía seguir, tal vez él ya era uno de ellos. Comencé a toser, mi garganta ardía. Como lo había previsto mí tiempo se acaba.

Escuche el sonido de un motor.

Se había previsto el accidente del experimento, un error del gobierno que llegó  a costar demasiado.

Cinco horas antes se había hecho la evacuación del personal más importante en los estatus gubernamentales, principalmente  la familia Sakamoto. La cabeza de esta familia era nada más y nada menos que el creador del experimento, se necesitaba una cura, sin ninguna excepción.

El hijo del científico; Takashi Sakamoto, se reusaba a partir, la ubicación de la vivienda de su pareja se encontraba cerca de los laboratorios.

Los militares le negaron ir por él, ya era demasiado tarde.

El ejército quemaba los cuerpos en descomposición, algunos de ellos se habían acercado al lugar por el ruido de los motores. Se escuchaban los disparos más frecuentes. Más de ellos se acercaban a una velocidad que creía imposible, los mismos soldados disparaban con duda.

Un charco de sangre me rodeaba, la herida se había abierto mucho más. Jadeaba en busca de aire; mi vista se nublaba y  mis brazos perdían fuerza.

–Ciudadano de código Rojo, solicito afirmación de eliminación– Un soldado se había percatado de mi presencia, se había acercado, uno de ellos estaba a punto de contagiarme, desconocía cómo lo hacían. Fue cuando capté sus palabras ¿Planeaba eliminarme?

– ¡No soy uno de ellos!– grité con lagrimas en los ojos, debía de encontrarle. No podía irme así. Me tomaron de las manos y del cabello. Arquearon mi espalda y escuche el sonido de mi piel desgarrarse. Grité, otra vez. Estiraron mis brazos e incrustaron con una jeringa un líquido azulino. Una pequeña proyección, proveniente de la jeringa, mostró mi identificación.

“Ogata Hiroto; 28 años; INFECTADO”

–Sus pupilas han cambiado– digo sobre el radar. Miró mis pupilas y suspiró –Lo siento, te has infectado– susurró sobre mi oído entre todo el alboroto, terminaron muy rápido con grande parte de ellos. Agaché la mirada y me preparé. Sostuvo su arma y apunto hacia mi cabeza. Cargó su arma y antes de disparar alguien, o mejor dicho, algo se interpuso entre el soldado y yo. Un rugido me dejó sordo, debía de medir unos tres metros o cinco. Tenía pelaje cubriendo su cuerpo color gris con líneas negras. Sus ojos eran de un azul intenso.

“Experimento 234; excelente estado. El primero en completar los indicios requeridos para la aceptación. – dije firme; mientras observaba mi experimento, ese cachorro de pelaje griseado con algunos mechones oscuros, apenas visibles; con sus ojos como el mismo océano. –Roo, bienvenido–toqué el cristal que nos separaba y el proyecto se acercó al vidrio para lamerlo, justo donde yacía mi palma extendida. Soltó un rugido bastante gracioso, parecido al de un león o leopardo en sus primeros meses de vida”.

Siete años habían pasado desde eso. . . Mi herida terminaría con mi vida. Sentí un balanceo y mi vista se alejaba del suelo, su pelaje era suave y eso me relajó. Era bueno saber que el seguiría conmigo hasta el final, incluso si no le defendí cuando atacó al científico. Escuchaba los disparos lejanos, sentía que entraba a un abismo; obscuridad sin fondo.

Dejé de sentir dolor, la paz me rodeaba y sentía que no había pasado nada. El túnel era largo pero al fondo podía ver una pequeña esperanza, una luz que se veía tan lejana pero era alcanzable. Comencé mi camino, esperando que él se encontrara bien, seguro, y que, si llegaba a ver el exterior, no sufriera. El suelo  se sentía húmedo bajo mis pies descalzos. Era agua, agua clara.

La ambición por el poder los llevó a su destrucción, los problemas los llevó a la locura. Lograron controlar la infección por tres años; después, se propagó por los alrededores. Ese día se dio el inicio del fin de la humanidad.

Destruyendo lo que el pasado había construido, destruyéndonos a nosotros mismos. 

Notas finales:

¿Un comentario?

 

Gracias por leer~ 

 

Hasta luego.


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