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Pain is Beautiful por Korarin

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Siento como Jinki deja caer todo su peso sobre mi haciéndose hueco entre mis piernas. Me retira el pelo de la frente, me besa en ella con ternura. Son gestos que llegan de repente, gestos de cariño a los que no me acostumbro. No es sólo el hecho de que sean escasos, si no que me pillen desprevenido. No los veo venir y antes de que sea capaz de acostumbrarme a ellos ya se han evaporado. Son esos momentos en los que pondría la mano en el fuego y juraría que sí, que en verdad me quiere. Son tres minutos de paz absoluta en los que me sonríe, me mira a los ojos, me observa de verdad, me acaricia. Me quiere.

Pero terminan tan súbitamente como empiezan y cuando quiero darme cuenta, me está odiando de nuevo.

Se escurre entre mis piernas y me penetra sin avisar, sin prepararme. Y sabe de sobra cuánto me jode eso. Mis ojos se humedecen en cuanto empuja contra mi abriéndose paso como sea. Me llena por completo y duele. A la vez que se siente absolutamente placentero y delicioso. Me desgarra sin piedad, sujeta mis manos contra el colchón, entrelaza nuestros dedos por encima de mi cabeza en un gesto de absoluto poder sobre mi, disfrazado de pasión y me la mete una y otra vez.

-Gime para mi, Jonghyun.

Susurra en mi oído y si fuera por mi, no lo haría, porque sé que le enciende demasiado, que ama que le demuestre que me está dando placer, que es el único y que nunca le cambiaría por nadie. Pero joder, es demasiado bueno, demasiado duro, grande y grueso y con cada embestida toca ese punto que siempre logra encontrar como si fuera el camino de vuelta a su casa.

Sabe cómo complacerme perfectamente. Al principio siempre es lento y profundo, entra entero y sale casi por completo volviendo a entrar aún más potente.

-Ji…Jinki.

-Mmm – puedo notar que está concentrado porque quiere hacerlo bien. Quiere seguir siendo el mejor y se esfuerza en ello. Sé que su cuerpo le pide que acelere y él se lo niega. Lo sé porque le conozco. Lo sé porque conoce mi cuerpo demasiado bien.

Y gimo, chillo de placer, grito su nombre mientras me suelta las manos y mueve una de mis piernas colocándola junto a la otra hacia un lado de su cuerpo, estrechando la penetración. Le cuesta un poco más entrar pero lo hace y gruñe, sintiendo la presión en sí mismo. Y vuelve a salir y a entrar con decisión.

Me tira del pelo para poder disponer de mi cuello a su antojo. Puedo verle sonreír con malicia, mordiéndose el labio inferior, justo antes de que se entierre en él, antes de sentir sus dientes en mi piel en un mordisco lleno de rabia. Le digo que me hace daño pero no le importa porque en su cabeza se traduce como “placer”. Y todo resulta demasiado confuso porque muy hondo, en el fondo más absoluto, yo también lo disfruto y le miro a los ojos entre los mechones de su largo pelo castaño cuando decide que ya ha terminado con mis clavículas.

Y es precioso.

Cierra los ojos abandonándose al placer, huyendo de mi mirada, pero dejándome disfrutar de mi momento preferido y observo sus gestos de absoluto placer, sus labios entreabiertos, el movimiento de vaivén de su pelo, sus músculos en tensión, su piel resplandeciente bañada en sudor. Y sufrir por esto merece la pena porque Jinki es realmente precioso.

Quiero tocarlo, abrazar su cuello con mis brazos, pero antes de que lo haga antes incluso de que decida si lo hago o no, lo lee en mis ojos y me cambia de postura de nuevo, me pone a cuatro patas, esta vez facilitando la penetración y cómo si quisiera castigarme por siquiera pensar en rozarle con mis manos, me las sujeta por detrás de la espalda, cómo si me tuviera esposado y empuja de nuevo. Una y otra vez, con mayor capacidad de movimiento, aún más profundo. Sé que si fuera cualquier otro hombre no sería una postura estable, me balanceo sobre mis rodillas y pies mientras Jinki utiliza mis brazos para empujar aún más fuerte. Sin poder evitarlo gimo aún más fuerte y ruego por más, sintiendo el orgasmo cada vez más cerca, recibiendo otro castigo. Me agarra de las muñecas sólo con una mano y comienza a deslizar la otra por mi espalda, dolorosamente lenta, fuertemente segura hasta que alcanza mi cuello y sé lo que va a hacer conmigo pocos segundos antes de que una de mis mejillas aterrice con furia sobre el colchón. Y casi puedo notar como sonríe detrás de mi, mientras me tiene completamente a su merced y hace conmigo lo que quiere. No hay ni un atisbo de pasión en sus actos, sólo odio y más odio. Y yo aún así siento que podría correrme con cada estocada que recibo.

Y por fin me da la vuelta y penetrándome de nuevo aprieta ese punto entre el comienzo de mi pene y mis testículos y siento que en cualquier momento me voy a correr. Puedo notar como sus ojos observan deseosos ese líquido preseminal que se escapa de la punta de mi glande. Sólo al pensar en tenerlo en su boca pierde el control y acelera. En el momento justo cierro los ojos y me dejo llevar por él.

Está cerca del orgasmo, muy cerca, gruñe de nuevo en mi oído y con una última embestida potente y profunda, justo en ese punto que conoce tan bien, me lleva consigo. Derrama todo su ser dentro de mi, puedo notarlo latir contra mis paredes, sus últimas sacudidas y segundos después, el que me corro soy yo. Lame de arriba abajo mi abdomen y todo lugar dónde haya ido a parar mi semen con sus carnosos labios y mierda, porque podría correrme otra vez sólo observando cómo me recorre el pene lascivamente con la lengua y sé que, aunque me odie, al menos le gusta mi sabor. Se relame mirándome fijamente dejándose caer poco después a mi lado.

No me muevo, no me acerco a él ni trato de mantener ningún contacto físico aunque esté muriendo por ello, pero sé que lo odia igual o más que a mi. Sé que desaparecerá. No esperará ni a que me duerma. No mirará atrás ni volverá en días, quizás semanas, a buscar más. Y yo le esperaré con los brazos abiertos.

Siempre me resulta difícil hacerme el dormido. A Jinki le da igual, no preguntará ni dirá nada, pero no puedo soportar que se vaya sabiendo que me abandona. No puedo soportar que sepa que no quiero que lo haga. A pesar de que ambos somos bastante conscientes de ello. Así que me quedo allí, acurrucado dándole la espalda, calmando mi respiración hasta que parezca que en verdad me he quedado dormido, esperando que se levante y se vaya.

No suele tardar ni diez minutos en hacerlo. Diez minutos que transcurren con extremada velocidad mientras miro algún punto en el infinito de mi habitación sin mirarlo. No me molesto ni en cerrar los ojos, nunca se asoma a comprobar si estoy dormido o no. Se levanta con cuidado, se viste y se va. La puerta de la calle es demasiado pesada como para poder cerrarla sin hacer ruido.

Pero esta vez es diferente.

Jinki se mueve detrás de mi, escurre una de sus manos por mi cintura y, abriéndose paso, tira de mi hacia él. Hunde su nariz en mi cuello y puedo notar cómo sus pestañas rozan mi piel. Una, dos y tres veces. Y no vuelve a abrir los ojos más.

No sé qué está pasando, no entiendo nada. Pero duele.

Trago saliva y le llamo en un susurro.

-Jinki – Quiero una explicación, quiero entender porqué me abraza tan fuerte si no me voy a ninguna parte.

-Shhh

Me hace callar y se arrima un poco más, cerrando el abrazo, hundiéndose en mi cuerpo aún más, si es eso posible. Y siento la urgencia de darme la vuelta y hundirme también en el suyo, urgencia que freno al instante al darme cuenta de que se ha quedado dormido. Su respiración profunda y pausada cosquillea mi cuello, su pecho desnudo sube y baja calmadamente contra mi espalda. Envuelvo una de mis manos con la suya que descansa en mi cintura, la acaricio sutilmente, casi con miedo, recorriendo el dorso de ella con la yema de mis dedos, hasta entrelazarlos por fin suavemente y espero una reacción de rechazo que nunca llega.

Cierro los ojos mientras disfruto de su calor. No sé si algo ha cambiado y en el caso de que fuera así, no sé el qué puede ser. Quizás sólo esté cansado. Es tarde y llueve. Quizás hoy necesite que alguien le de calor. O haya comenzado a odiarme aún más y esta sea su manera de demostrarlo. Como cuando crían, alimentan con manjares y miman a un cerdo para después llevarlo al matadero.

O quizás simplemente se haya cansado de hacerlo.

De todos modos y sea como sea, es él el que me arropa, el que me trasmite su calor ardiente a través de su piel desnuda, es él el que me rodea con sus brazos. Y todo pierde sentido de nuevo.

Sin embargo me doy cuenta de que en realidad nunca tuvo sentido, nunca hubo un momento exacto o una acción detonante, cuando me quise dar cuenta nuestra relación ya se basaba en esto.

 

 

Recuerdo cuánto odiaba a Taemin al principio, pensaba que en verdad pretendía llevárselo de vuelta, apartarlo de mi lado. O al menos era así cuando aún pensaba ilusamente que Jinki me pertenecía, que yo era suyo y él era mío. Pero él no pertenece a nadie.

Nunca me gustó cómo me miraba, era demasiado obvio que me tenía lástima, él estuvo tiempo atrás en mi lugar así que sabe mejor que nadie como me siento. Es guapo, muy guapo. De algún modo intuyo que probablemente a Jinki le gustaran sus gruesos labios. Y siento envidia de ellos, y de su altura pero sobretodo de que haya sido capaz de escapar de esto.

- Ese Jinki que una vez conociste… - casi puedo divisarlo apoyándose contra la barandilla, mirando fijamente a un lugar que yo no era capaz de identificar – Esa persona no existe. Al principio su sonrisa brilla como el Sol pero cuánto más lo conoces, no importa cómo sonría ni porqué, cuando te quieres dar cuenta se parecerá más al lado oscuro de la Luna que al Sol. Y de repente es otra persona completamente distinta.

Se da la vuelta y se apoya con los antebrazos en la barandilla. Me mira con compasión.

- ¿Pero sabes qué es lo peor? – Tengo miedo de que ponga en palabras a lo que yo le he dado vueltas en la cabeza durante tanto tiempo y por un momento pienso en frenarlo. En irme y dejarlo allí, en volver a odiarle por querer separarme de Jinki. - Ese lado oscuro suyo, te atrapa incluso más, de la forma más insaciable y enfermiza y en el fondo eres suyo, quieras o no, eres suyo.

 

Sonrío mientras aprieto su mano entre mis dedos una vez más y de alguna manera me doy cuenta de que sólo tengo que entender una única cosa. Nunca conoceré a Jinki, por más tiempo que pase, por más sexo que tengamos, ni aunque me obsequie con veinticuatro horas de absoluta ternura y cariño, nunca llegaré a traspasar esa inquebrantable barrera que le rodea. Y no importa cuántas vueltas trate de darle a su comportamiento, nunca comprenderé cómo funciona su cabeza ni obtendré respuesta alguna de él, porque no tiene razones, simplemente es.

 Y si es oscuro, es lo que es.

Quiera o no, soy suyo y así es como es.

Abro de nuevo los ojos, suelto su mano y la aparto de mi cintura, me doy la vuelta y me acurruco de nuevo junto a Jinki, pero esta vez mirándole a la cara. Y bajo la luz de la Luna no puede ser más precioso. Sonrío y me acerco a su rostro, devolviéndole el beso en la frente que él mismo me había dado horas antes. Jinki sabe salado, y quizás también dulce. Me aparto, agarro su mano y entrelazo de nuevo nuestros dedos. Duerme profundamente y no soy consciente de si pasan segundos u horas pero sigue lloviendo ahí fuera. Y sigo mirando a Jinki y disfrutando de su calor y contacto mientras me pregunto por qué duele tanto. Por qué este dolor me resulta tan atractivo, placentero y precioso. Por qué soy tan feliz disfrutando de él.

Notas finales:

Espero que les haya gustado C=


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