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Follow the Music por breakingbad

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Notas del capitulo:

me basé en la película de August Rush pero el fic es mío espero que les guste, es muy dificil escribir mpreg, no sean tan duras >.< 

espero, sea un three shot :D

Tenían diecinueve años cuando se enamoraron, los dos iban a la universidad y cada uno estudiaba una carrera que odiaba, por eso se conocieron. Los dos terminaron saltándose clases juntos y aun así los dos compartían algo que los uniría para siempre, la música. Claro que eran de mundos distintos y eso desde el principio les causó problemas, a la vista de todos, lo que ellos sentían estaba mal. 

Uruha era un chico alegre, estudiaba música y ciertamente lo odiaba por el simple hecho de que pensaba que la música no debía estudiarse, debía sentirse. A su escasa edad era uno de los pianistas con mas futuro en Japón, los rumores decían que en cuanto terminara la escuela se uniría a una de las orquestas mas importantes de Europa. Sus padres estaban orgullosos de él, creían ciegamente en la capacidad de Uruha para lograr ese brillante futuro, pero odiaban a su pareja, lo odiaban porque era quien lo distraía de aquel futuro de fama y reconocimiento.  A su vista, Aoi, la pareja de su hijo, no era mas que un delincuente que buscaba aprovecharse de él y sacarle jugo a su prominente carrera.

Aoi por su parte un chico de cabello negro y aspecto rebelde, tocaba la guitarra en una banda de rock que se estaba haciendo fama, al mismo tiempo estudiaba leyes puesto que sus propios padres no le veían ningún futuro en la música. Querían que al menos tuviera algo con que defenderse en el mundo real y no querían que al final se volviera un muerto de hambre.

Con todo esto se conocieron, se atrevieron a iniciar algo y a ir en contra de muchos de los estándares que estaban predestinados para ellos. Ni siquiera ser hombres era el peor de sus problemas, pero ahí estaban, se amaban y eso para ellos era lo único que importaba.

-en una semana es el concierto mas importante hasta ahora, estoy nervioso. Se decidirá si voy a Viena o no – dijo Uruha apartando un mechón de cabello castaño de sus ojos. Él y Aoi tomaban café en una de las pequeñas mesas situadas afuera de la cafetería de la universidad – desearía que estuvieras ahí – hizo un puchero y prendió uno de sus cigarros.

Aoi sonrió de lado acariciando la mejilla de su acompañante – lo harás excelente, no me necesitas para nada – animó – soy yo el que necesita toda la suerte posible, si ganamos este duelo de bandas podríamos conseguir grabar un disco – jugó con la pieza de su labio a manera de nerviosismo.

-es gracioso que sea el mismo día – hizo una mueca – una fecha y una ocasión sumamente importante para los dos – le dio una bocanada a su cigarro y sintió unas terribles nauseas de repente, pero logró controlarlas.

-aun si fuera sólo para ti, sería igual de importante para mi – sonrió – ¿quieres pastel? – le ofreció un trozo con el tenedor.

Uruha negó fervientemente, el simple olor del chocolate le devolvieron las nauseas y sin poder controlarse se levantó tirando el cigarro al piso, corriendo sin detenerse hacia el baño. Entró a duras penas y devolvió todo su desayuno en el toilette.

-Uru ¿estás bien? – Aoi lo había seguido y ahora lo miraba con suma preocupación.

El castaño asintió tratando de tomar aire y sentándose finalmente en el piso del baño, recargándose en una de las paredes que dividían los cubículos – sí – tenía los ojos cerrados y un poco llorosos por el esfuerzo – creo que algo me hizo daño – torció la boca levantándose – no es nada – sonrió, pero el pelinegro no pudo ocultar su preocupación.

-x-

-y ¿estás nervioso por tu recital? – los padres de Uruha lo habían llevado a comer como era su costumbre una vez por semana. Su madre le preguntó emocionada de la gran oportunidad que se le presentaba a su hijo.

El castaño hizo una mueca cuando le sirvieron la comida que había pedido, de pronto no se veía para nada apetitosa, a pesar de que hacía alguno minutos se le había antojado de sobremanera, alejó el plato con cara de asco y encaró a su madre quien lo veía confundida – no, no estoy nervioso. Me siento triste de que Aoi no podrá asistir – dijo con toda honestidad. Acto que provocó un sonoro bufido por parte de su padre.

-no entiendo que tiene que ver ese chico con el recital, lo único que te debería de importar es tocar el piano – apuntó con severidad.

-Aoi es mi novio, me encantaría que pudiera estar conmigo en un momento tan importante – ya estaba acostumbrado a defender a Aoi frente a sus padres, pero no por ello dejaba de ser tedioso y cansado – además, él también tiene algo importante que hacer y también me gustaría acompañarlo – dijo con pesar.

-ni se te ocurra faltar al recital por ese delincuente bueno para nada – su padre lucía molesto.

Uruha rodó los ojos – claro que no, cómo se te ocurren esas cosas. Entiendo muy bien lo que este recital significa, jamás faltaría – realmente se había enojado – contigo nunca se puede hablar, eres tan molesto a veces – explotó.

-Uruha…-su madre habló con tono de advertencia.

-¿Qué? ¿no le puedo hablar como yo quiera? Si él lo hace todo el tiempo – el pianista jamás se comportaba así, generalmente era tranquilo y paciente con los demás, pero por alguna razón se había enojado demasiado rápido y su nivel de tolerancia estaba muy por debajo de lo normal - ¿saben que? No tengo ganas de estarlos soportando – se levantó de la mesa sin haber probado un solo bocado – los veo en el recital – diciendo esto se marchó del restaurante con unas ganas inmensas de comer carne de soya.

-x-

Por fin llegó el día de la presentación y de su recital, había pasado la mayor parte de la mañana hablando con Aoi por teléfono  deseándole suerte y había pasado la otra parte vomitando en el baño, de plano la infección no se le iba o peor, tal vez eran meros nervios lo que le producían aquellas reacciones. Sea lo que fuera, esperaba que no fuera lo que estaba pensando.

El timbre sonó finalmente y Uruha saltó del sillón como resorte, abrió la puerta rápidamente encontrándose con su mejor amigo detrás de esta. Lo hizo entrar tan rápido que parecía que estaba ocultando algo – antes mínimo me decías hola – se quejó sobándose el brazo que se había lastimado al entrar tan bruscamente al departamento.

-hola Reita ¿trajiste eso? – dijo rápidamente y casi con ansias.

El mencionado alzó la bolsa de papel que tenía en las manos, Uruha le arrebató la bolsa sin cuidado – Uru, ¿realmente crees que….? Bueno, tu sabes – parecía ciertamente incomodo.

-espero que no – suspiró – pero las nauseas no se quitan, mi estado de ánimo cambia todo el tiempo, tanto que me está desesperando y ni siquiera te quiero hablar de mis extraños hábitos alimenticios – se recargo en la pared viendo el contenido de la bolsa.

-hazte la prueba y sal de dudas, no tiene sentido que te quiebres la cabeza si no pasa nada – le aconsejó sentándose en el sillón de la sala del pequeño departamento.

Uruha entró al baño con la dichosa prueba en las manos, temblaba de pies a cabeza, no estaba listo para el resultado ¿Qué le diría a Aoi si resultaba positivo? ¿Qué le diría a sus padres? Se mordió el labio, sus padres eran su mayor preocupación. Seguramente su padre mataría a Aoi ¿Qué haría él? ¿Podría viajar a Viena si resultaba positiva? ¿Aoi y él podrían cumplir sus sueños si resultaba que esperaban un hijo? Por supuesto que no, sería una enorme carga. No estaban listos para algo de ese tamaño. Y sin quererlo comenzó a temblar con mas fuerza. La prueba decía que tenía que esperar dos minutos para saber el resultado y fueron los dos minutos mas largos de su vida.

-Uru – Reita terminó por tocar a la puerta, ya había pasado demasiado tiempo desde que el castaño se había encerrado en el baño y comenzaba a preocuparse – Uru, abre la puerta – tocó varias veces pero no hubo respuesta. Sin mas remedio giró el picaporte y encontró a su amigo hecho un mar de lagrimas sentado frente al toilette con la prueba en la mano - ¿Qué paso? – rápidamente el rubio se asustó y fue a sentarse junto a él.

-vamos a tener un hijo – dijo después de varios minutos de sollozos y dejando caer la prueba directo al piso.

Reita tragó saliva, no tenía ni la mas mínima idea de que decir, jamás se imaginó estar en una situación como esa. Su mejor amigo se deshacía en llanto a su lado y él simplemente se había quedado mudo – ok – dijo tartamudeando – cálmate, no es tan malo. Aoi se hará cargo, estoy seguro, él te ama, seguro estará feliz – abrazó a Uruha protectoramente.

-mis padres van a matarme – fue lo único que alcanzó a decir – no puedo hacerle esto a Aoi, no puedo – comenzó a decir histéricamente.

Reita lo tomó por los hombros – Uruha ¿de qué demonios hablas? Aoi estaría feliz de saber que va a ser padre – le dijo como consuelo, él también conocía a Aoi lo suficiente para saber de su reacción.

Sin embargo el castaño estaba hecho un  mar de lágrimas, sabía de la reacción de sus padres. Sabía lo que podría pasarle a Aoi de enterarse que tendrían un hijo pero, ¿Qué se suponía que hicieran? Terminó por calmarse, se limpió las lagrimas y en menos de cinco minutos tomó su decisión.

-me iré con Aoi, huiremos, será la mejor solución – se levantó pasándose las manos sobre las mejillas para eliminar cualquier rastro de lagrimas.

Su mejor amigo se levantó bruscamente - ¿te volviste loco?  El recital, podrías ir a Viena Uruha, piénsalo, nadie rechaza una oportunidad como esta. Se supone que nos iríamos los dos – Reita, un chelista con mas premios que años cumplidos sabía de la importancia de ese recital para los dos – no lo eches a perder – lo persiguió hasta la habitación.

-ya lo eché a perder, voy a tener un hijo – sacó una mochila y comenzó a guardar su ropa aleatoriamente y sin prestar realmente atención a lo que estaba guardando.

Reita se quedó ahí mirando al piso, avergonzado de sus propios pensamientos, pero tenía que intentarlo – podrías no tenerlo – sugirió, pero la cara de Uruha le demostró que estaba desquiciado de sólo pensarlo.

 

No tardó en llegar al pequeño auditorio donde se llevaría a cabo la guerra de bandas, miró su reloj con incertidumbre, faltaba media hora para que iniciara su propio recital. Mentía si dijera que no pensaba en eso, en lo mucho que le hubiera gustado participar, sin embargo, el nuevo cariño que había nacido en él después de calmarse un poco, lo llenaba de un calor inmenso. Y Aoi estaría a su lado, quería criar al niño que ahora crecía en su interior.

Estaba en la puerta del auditorio cuando pudo ver a Ruki, el vocalista de la banda de Aoi. Un enano de mal carácter con el cabello tan rojo que parecía un tomate. Lo saludó de lejos apenas esbozando una sonrisa. El vocal lo miró y le hizo señas hacia el backstage, dándole a entender que le hablaría a su novio, Uruha asintió y esperó nervioso. Vio a su novio acercarse con cara de preocupación, sabía que había algo mal si el castaño estaba ahí, no habría forma de que él faltara por voluntad a su recital. Estaban a menos de dos metros de distancia cuando Uruha sitió un fuerte jalón en su brazo.

Se giró y vio a su padre con horror - ¿qué haces aquí? – alcanzó a pronunciar, pero fue una bofetada la que recibió por respuesta y otro jaloneo.

Aoi trato de alcanzarlo, pero su padre se interpuso – déjalo, no lo vuelvas a buscar y si lo haces te demandaré por acoso – le advirtió tomando al pelinegro por sorpresa. Se quedó estático al ver como arrastraban a Uruha fuera del auditorio.

 

Ese día el castaño tocó el piano como era su deber, pero Aoi no regresó a la guerra de bandas, trató de entrar al recital de Uruha pero nadie se lo permitió. Sabía que algo muy malo debía haber ocurrido para que estuviera buscándolo y que ahora su padre se pusiera de esa forma, si tan sólo pudiera hablar con él. Pero le fue imposible. Ni aquel día, ni el siguiente, ni la semana que siguió, ni el mes siguiente ni el siguiente.  Trató de buscarlo en su departamento, pero al parecer ya no vivía ahí, trató de ir a la casa de sus padres pero jamás le abrieron, su celular estaba desactivado y todas sus redes sociales estaban cerradas. Simplemente no había forma de comunicarse con él.

Pasaron siete horribles meses sin hablar con él, después de haber perdido la guerra de bandas porque él no estuvo presente. Aoi siguió tocando la guitarra pero no de la misma forma, sus ganas de tocar se habían desvanecido y esto se reflejaba en la banda, a la que cada vez le resultaba más difícil conseguir trabajo en algún bar o pequeño concierto. Ruki le había retirado el habla y eso le dolía aún más, su mejor amigo no podía ni verlo, puesto que era su culpa que la banda se encontrara en aquel estado pero tampoco lo echaban, porque habían prometido lograrlo juntos.

Para el octavo mes, Aoi pensó que lo mejor sería olvidarse de una vez por todas de Uruha, después de todo ya no había esperanza y estaba más que claro que el castaño estaba en planes de irse a Viena. El recital, aquel fatídico recital le había dado pase directo a la orquesta de Viena, donde comenzaría la temporada al año siguiente, bueno, ya quedaba poco tiempo para que se fuera, pues si no había recibido noticias de él estaba más que seguro que se iría a Europa.

Caminaba rumbo a un pequeño bar que había accedido a contratarlos, algo lejos de los bares a los que acostumbraban pero lleno de adolescentes a los que no les importaba demasiado la calidad de la música sino pasarla bien. Caminaba sin ganas cuando alzó la vista a un enorme anuncio que pasaban en las pantallas del edificio al otro lado de la calle, era de un grupo que no le gustaba per las luces habían llamado su atención, su mirada bajó hacia las personas que caminaban, había un auto estacionado afuera de la pequeña plaza. Algo que sin duda llamaba mucho la atención puesto que no se estacionaban ahí con regularidad. Sintió un hueco en el estomago al ver a Uruha caminando hacia el auto.

El castaño lucía igual que siempre a excepción de su vientre, el cual estaba demasiado grande, no se necesitaba ser un genio para notar porque. Aoi caminó lo más rápido que pudo pero había demasiada gente que obstruía su paso - ¡URUHA! –gritó para evitar que su antiguo novio subiera al auto.

El pianista alzó la vista, sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver a Aoi, parecía querer decir algo pues abrió la boca. Por un momento se quedaron mirando como si nadie a su alrededor existiera, Aoi notó las lagrimas en los ojos de Uruha y también notó el brazo que lo jaloneaba una vez más lejos de él. Trató de correr, cruzar la calle pero fue imposible, el semáforo no le permitió pasar y había demasiada gente. Vio completamente frustrado como el auto se alejaba con el amor de su vida y esperando un hijo. Entonces lo comprendió todo, entendió que hacía Uruha el día del recital, había ido a buscarlo para decirle que esperaba un hijo, un hijo suyo; sin embargo su padre se le había adelantado. Por eso no lo dejaban verlo ¿Qué pensaban? Era suyo, tenía derechos.

-¡déjame salir! – gritaba Uruha con lágrimas en los ojos, jalando la puerta para abrirla sin ningún éxito, la puerta era automática - ¿Por qué no me dejas verlo? Es suyo – sollozó. Había perdido la cuenta de las veces que había dicho eso.

-tienes que pensar en tu futuro – le repitió su padre, ambos estaban en la parte trasera del auto, pues contaban con chofer.

-mi futuro está con él – volvió a decir.

-¡Uruha ya basta! Ya hemos hablado de esto, darás al niño en adopción y te irás a Viena – dijo sin una pizca de remordimiento – no sé que habríamos hecho si Reita no nos hubiera hablado aquel día …

El castaño se mordió un labio para no soltar una grosería, aquel que se decía su mejor amigo lo había traicionado vilmente ante sus padres, argumentando que era lo mejor para él. Se irían juntos a Viena, si Uruha lo permitía, pero no estaba en sus planes, tenía que escapar, buscar a Aoi y hacer su vida juntos. Se acarició el vientre, jamás dejaría que algo le pasara a su bebé. Y ese fue su último pensamiento antes de ver como un camión salía de la nada y chocaba directamente contra ellos. Se cubrió el estomago por reflejo, nada iba a pasarle a su hijo.

-x-

Despertó con un inmenso dolor y sintiéndose vacío, le faltaba algo, sus manos fueron directamente a su vientre pero no lo encontró abultado, no había nada. Trató de levantarse pero un profundo dolor le atravesó el estomago y lo obligó a recostarse. Examinó la habitación, claramente estaba en el hospital y poco a poco su memoria regresó, habían chocado, después de eso todo era borroso.

-tuvieron que hacer una cesárea de emergencia – su padre habló, lo encontró junto a la ventana con las manos cruzadas en la espalda – el bebé no sobrevivió – le dijo finalmente girándose hacia él.

Uruha lloró entonces, lloró como jamás había llorado en su vida, lloró por Aoi y por el pequeño bebé. Lloró por su horrible suerte y lloró porque a partir de ese momento nada sería lo mismo. Él no sería el mismo y sabía que Aoi tampoco, porque ante sus ojos había abandonado al pelinegro ahí en la calle y no le había importado. Ahora no tenía nada, nada.

-podrás ir a Viena – lo trató de consolar su padre acariciando su cabello.

Y el pianista lo miró incrédulo - ¿Cómo puedes decir eso? Mi bebé está – se le cortó la voz al no poder decirlo en voz alta.

-piensa esto como un capricho Uruha, un capricho del destino para decirte que debes enfocarte en tu música…

La música, la música sería su único escape. Cuantas veces mientras estaba solo le había hablado a su bebé prometiéndole que le enseñaría música, que la amaría tanto como sus padres la amaban. Aquello que los había juntado, aquel perfecto escape para ambos y el refugio más hermoso. La música. Sin embargo ahora todo parecía sólo silencio.

-x-

Doce años después…

Aoi salió de la corte con cara de pocos amigos. El caso no parecía ir a ningún lado y ya llevaban dos semanas de juicio, se estaba volviendo loco, necesitaba pensar en una mejor estrategia. Caminaba por el pasillo del ayuntamiento hacia su oficina.

-parece que vas a matar a alguien – Tora, su abogado asistente lo esperaba en su escritorio – parece que el fiscal más joven de Japón tiene problemas – río con sorna.

El pelinegro bufó – si los testigos dejaran de contradecirse mi vida sería más fácil – apuntó dejando el maletín sobre el escritorio con brusquedad – no te burles, ¿sabes lo difícil que estrabajar cuando todos están esperando que falles? – apretó el puente de su nariz - ¿no es suficiente que sea el más joven y mejor pagado que muchos aquí? No, además tengo que demostrarle a todo el mundo que merezco el lugar que tengo – se sentó finalmente casi dejándose caer.

-y lo mereces, deberías dejar de presionarte. Sal, toma algo, relájate

Aoi negó – me voy a quedar a revisar el caso, tal vez hay algo que no he notado – se acercó al escritorio y sacó un montón de papeles del maletín.

Tora giró los ojos y se cruzó de brazos – se me olvidaba que para tener tu posición no hay que tener vida social – le dio una palmada en la espalda – sólo no te quedes dormido aquí…otra vez – le aconsejó saliendo de la oficina.

Por supuesto que no tenía vida social, sólo tenía las leyes, su trabajo. Era todo lo que tenía desde aquel fatídico que se había cruzado con Uruha en las calles de Shibuya doce años atrás. Desde aquel momento había abandonado la música y se había dedicado a lo que sus padres siempre quisieron que fuera, un prominente abogado. Y lo era, era el mejor, el fiscal más joven en la historia del tribunal penal de Tokio, pero eso no lo hacía sentir bien, estaba vacío por dentro. No había día en que pasara sin que se preguntara que había pasado con su hermoso castaño y el hijo que esperaba la última vez que lo vio. Últimamente lo pensaba más que de costumbre, después de su encuentro Uruha nunca había hecho por buscarlo y Aoi tampoco, menos cuando supo que por fin se había ido a Viena. Aunque jamás supo si se fue con el niño.

Miró su computadora, se había reprimido infinidad de veces al pensar en Uruha, obligándose a no pensar en eso pero hoy no tenía ganas de trabajar. Lo hacía para distraerse pero esta vez no estaba funcionando. Sin pensarlo mucho tecleo el nombre del pianista en el buscador y dio “enter”. Varias noticias se desplegaron ante él, pero todas era de cuando Uruha era joven, la promesa que alguna vez había sido y como su carrera se había desvanecido aun antes de empezar al rechazar la oferta de la orquesta de Viena.

Aoi abrió mucho los ojos, Uruha no estaba en la orquesta, pero ¿se había ido no? Buscó, pero no encontró nada del castaño. Intrigado como estaba tecleó el nombre de Reita y la pantalla desplegó un sinfín de resultados, el chelista era famoso como era de suponerse, una de las figuras más solicitadas dentro de la música clásica en Europa, un japonés que llevaba el orgullo de su país hasta el viejo continente. Actualmente residía en la ciudad de Londres, pero planeaba su regreso a Japón después de haber sido invitado a participar como maestro de ceremonias en la orquesta nacional de Japón, la cual daría un concierto especial para el emperador.

El pelinegro había oído de ese concierto, sería la próxima semana. Odiaba usar sus influencias, pero si alguien sabía algo de Uruha sería Reita. Así que llamó a su secretaria y le proporcionó los datos necesarios para arreglar un cita con el chelista.

-x-

Uruha estaba con los brazos cruzados mirando como subían el equipaje al taxi, no decía ni una sola palabra, como si se hubiera olvidado de cómo hablar japonés, dejaba que Reita hiciera y dijera lo necesario y él se limitaba a verlo o a fumar.  Subieron al taxi sin decir mucho.

-lo bueno es que el gobierno paga esto ¿te imaginas cuanto saldría un taxi de aquí hasta el hotel? – rubio trató de hacer la platica, pero sólo obtuvo un gesto con la cabeza como respuesta – ¿de verdad te pone tan mal regresar a Japón? – preguntó un poco fastidiado.

Uruha ya no era castaño, ahora tenía el cabello pintado de chocolate y lo usaba más corto, se volteó hacia su amigo – odio este maldito país – fue lo único que pronunció y lo hizo en inglés, no había hablado una gota de japonés desde hacía doce años.

-es momento de seguir adelante Uru…-iba a decir algo más pero se calló al ver la expresión del otro- bueno, venir a ver a tu padre es un gran comienzo – sonrió ligeramente.

-se está muriendo en el hospital, es lo mínimo que puedo hacer – siguió hablando en inglés.

Llegaron a Tokio pasado el mediodía, dejaron las maletas, se dieron un baño y Uruha salió hacia el hospital. No había hablado con su padre en doce años, ero sentía una punzada de remordimiento al no visitarlo estando tan enfermo. Llevaba varios meses rogándole porque fuera a visitarlo y ahora había accedido. Llegó al hospital sin problemas, preguntó aún en inglés y señas donde estaba la habitación y entró sin tocar.

Su padre yacía en la cama enchufado a varias maquinas que monitoreaban su salud, sin embargo Uruha sabía que su padre estaba muy lejos de recuperarse. Cerró la puerta detrás de él y vio la expresión de alegría en el rostro de su progenitor al notar que era él. Su madre también estaba ahí, sentada junto a su esposo con los ojos rojos y cansados.

-Uruha – se levantó en el momento en que lo vio – mi niño de verdad estás aquí – sus ojos se llenaron de lagrimas y lo abrazó sin vergüenza. El castaño chocolate le regresó el abrazo torpemente, se había vuelto un tempano de hielo, casi no sonreía ni hacía bromas como antes, parecía que alguien le había arrebatado los sentimientos de un jalón y tal vez así era.

-que bueno verte hijo – su padre sonrió débilmente, pero Uruha permaneció parado con las manos en los bolsillos traseros de sus jeans y ligeramente apoyado en la pierna izquierda. Lucía incomodo de estar ahí – escucha, sé que tuvimos muchas diferencias en el pasado, pero no las puedes hacer aún lado ¿aunque sea un día? Estoy muriendo – alzó la mano hacia él pero este sólo lo observó alzando los hombros.

Se acercó pero no demasiado – lo siento – siguió hablando en inglés, sus padres lo entendían perfectamente – triste verte así – volvió a alzar los hombros.

Su padre suspiró – leí tu articulo, es muy bueno. Tu apreciación musical es única – Uruha también había renunciado al piano, pero al no saber hacer mucho había optado por volverse critico, un trabajo no tan bien remunerado pero lo suficiente para vivir bien y en el anonimato – como detallaste el sonido del piano, hermoso – dijo su padre con suavidad - ¿has pensado…

-no- lo interrumpió de inmediato – jamás volveré a tocar – pasó su mano por la nariz y se giró -  creo que ya he pasado mucho tiempo aquí – hizo el amago de irse, pero su madre lo detuvo, suplicándole con la mirada que se quedara.

-hijo, -prosiguió su padre – no es novedad y te puedes dar cuenta que me estoy muriendo, quien sabe cuantos días me queden – por su tono no parecía querer sonar dramático, al contrario, sonaba desesperado – quiero hacer las paces contigo – dijo con seguridad – perdón por presionarte de la forma en que lo hice cuando estabas joven, compréndeme yo sólo quería lo mejor para ti. Al abandonar el piano nos rompiste el corazón a mi a tu madre, pero luego comprendimos que podías hacer las cosas que tu quisieras y las harías bien, lo has demostrado estos últimos años y te quiero perdón – se le terminó el aire.

Uruha asintió – no hay problema – volvió a girarse, quería salir de ahí antes de que su padre tocara el tema que lo mataba por dentro desde hacia tanto tiempo.

-hay algo más…- El ex -pianista paró en seco pero no se volteó – aquel día del accidente – Uruha hizo lo posible por no parecer dolido, aunque no los estaba mirando aun le costaba trabajo no llorar cada vez que pensaba en su bebé – tuvieron que practicarte una cesarea, es cierto. Pero… - el castaño chocolate se giró bruscamente.

-pero ¿qué?

-el bebé no murió – dijo finalmente – yo, lo di en adopción y te hice creer eso para que te enfocaras en el piano, pero de todas formas no resultó ¿verdad? De todas maneras abandonaste el piano y el niño se había perdido entre las agencias de adopción, lo hice por tu bien…

Uruha demostró por primera vez alguna expresión, era furia, furia mezclada con dolor - ¿qué clase de padre eres tu? Podría comprender que me trataras de alejar de Aoi, pero esto…- su voz fue subiendo de tono – y aparte argumentar que fue por mi bien ¿Cuál bien? No quiero volver a tocar un piano en mi vida, Aoi se fue para siempre. No sabes las incontables noches que quise acabar con mi vida, traté de suicidarme varias veces – se descubrió las mangas y le mostró sus muñecas llenas de cicatrices – no sabes lo que era estar en un país desconocido completamente solo, soñaba diario con aquel niño que había perdido, no pasa un maldito día en que no piense en él. Terminé en el psicólogo e incluso con antidepresivos y ese, ese es el menor de los problemas porque mientras yo pasaba por todo eso. Mi hijo, MI hijo estaba sin su madre y sin su padre – se hizo el cabello hacia atrás – seguro piensa que lo abandoné, que jamás lo quise. Quien sabe que habrá o estará pasando y tu vienes a decirme que lo hiciste por mi bien…mi hijo, tu nieto – negó con la cabeza – no, tu lo hiciste por maldito egoísta, porque querías que tu hijo tuviera renombre y ¿Qué crees? Ni una ni otra, dejé el piano y tu, tu te acabas de quedar sin hijo – sin decir más salió de la habitación dando un portazo.

Tenía unas ganas increíbles de llorar, pero no era de tristeza, por primera vez en doce años no era de tristeza. Era de absoluta felicidad, de esperanza y de amor. Estaba vivo, pero ¿Dónde lo iba a encontrar?  Y sobretodo ¿Aoi sabía algo?

-x-

-¡Kanon la cena! Te quedarás sin comer otra vez – uno de sus compañeros lo jaló del brazo.

Kanon tenía doce años y había llegado al orfanato recién nacido. Al parecer sus padres no lo quisieron porque nació muy débil o al menos eso fue lo que le dijeron las cuidadoras. Sin embargo el no podía creerlo, sí, era débil pues había nacido a los ocho meses pero no era diferente a los otros niños, no en estatura ni peso. Jamás había sido adoptado debido a sus multiples enfermedades cuando era chico, nadie quería un niño enfermo. Afortunadamente a la edad de cinco años las enfermedades no volvieron, pero él ya era muy grande para tener oportunidad de ser adoptado.

A pesar de que el niño era lindísimo, las cuidadoras siempre decían que sus padres debieron ser modelos y por eso lo abandonaron, para evitar el escándalo. Si algo lo caracterizaba era su denso cabello negro y la forma tan particular de sus labios, de los cuales los otros niños le hacían burla, pero a él no le importaba. ¿Por qué? Porque aunque no tenía amigos como tal, Kanon tenía algo que nadie más. Música. No sabía tocar nada, no cantaba, pero oía música en todos lados, la armonía de los sonidos al mezclarse en hermosas melodías. Le gustaba la música clásica y deseaba con toda su alma aprender a tocar algún instrumento, sin embargo sentía una extraña debilidad por la música rock, que nada tenía que ver con la primera.

La música le hablaba, le susurraba palabras de aliento cuando se sentía solo y sobretodo le decía que sus padres lo buscaban, lo amaban y que jamás lo abandonaron ¿cómo sabía? La música, la música le daba esa sensación y sabía que a través de la música los encontraría.

-vamos o te quedarás hambriento – le volvió a decir.

Sin embargo Kanon estaba muy lejos, escuchaba música, música como nunca. A pesar de que el orfanato se encontraba frente a las oficinas de la orquesta de Japón y constantemente la música llenaba el ambiente, esa música era diferente. Alzó la vista y vio una ventana del edificio de enfrente, un rubio practicaba con un chelo. Aquello lo hipnotizó por completo, quería verlo de cerca, debía verlo de cerca.

 

 

Notas finales:

¿que les pareció?

lo sigo? 


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