Sueños Congelados.
Desde la tierra, si se mira con atención al cielo nocturno, justo entre la estrella que indica el camino hacia el País De Nunca Jamás y la pequeña estrella azulada que pertenece a una historia muy diferente a la que estoy pronta a contarles, se puede observar una muy pero muy delgada línea celeste que divide el cielo en dos. Justo ahí se encuentra la frontera entre las dos dimensiones: El reino de los sueños, donde los hermanos, hijos de Morfeo, el Señor de las Pesadillas y El Guardián de los Sueños pasan sus días.
En ese sitio tuvo lugar una pequeña disputa que pudo decidir el futuro de un mundo entero, pero, para nuestra suerte y la de muchos otros, aquellos dos personajes, que llevan por nombre Taemin y Minho, ahora mantienen un acuerdo de paz.
“Inclusive si no es necesario que lo haga, respirar comienza a tornársele difícil cuando los delgados dedos recorren su espalda y sus gruesos labios se estampan contra la piel de su cuello. Siente que los dedos le tiemblan, y su cuerpo ya no es suyo de un momento a otro.
Y no es porque él estuviese siendo agresivo, en cambio, la extraña ternura con la que hacia aquello pudo atontarle unos momentos. Son las sensaciones que el causa con su presencia, el solo hecho de estrecharlo en brazos significa una revolución en su incomprensible sistema y eso comienza a preocuparle.
Porque nunca antes había sentido tal cosa.
Tal vez si él no le mirara con esos ojos tan perfectamente iluminados por destellos de los sueños que guarda consigo, no sería tan complicado controlar la torpeza en su actuar. Pero hace un esfuerzo, y pronto puede sentirse tan seguro como antes.
Enreda sus dedos en los largos cabellos dorados, tomándole del cuello con suavidad y no con aquella brusquedad que en un principio no sabía cómo controlar, porque Taemin le hace querer perderse en él, en el suave sonido de su voz y en los peligros que implicaban sus delicadas manos. Nadie más que el Señor de las Pesadillas conoce cada rincón de maldad y cada rincón de pureza que posee el Guardián.
Han transcurrido ya diez veranos desde que aquellos sueños y aquella guerra les hubiesen juntado, por lo que ahora sus cuerpos mantienen la apariencia de dos hombres de treinta años y el ciclo está por comenzar de nuevo.
Escucha el placentero sonido de sus labios al hacer contacto una y otra vez mientras siente que va cediendo. Le mira desde arriba y sonríe porque sí. Porque la hermosa soledad de los años –que para ellos son casi lo mismo que días-, no puede compararse a como se siente ahora, porque el muy desgraciado sigue tan perfecto como antes y también porque él sonríe de vuelta.
Le gustaría decir que la sonrisa del pequeño bajo su cuerpo no le parece un tanto cansada, pero después de todo, sincera. Hay algo, algo que Taemin esconde y que le está asustando. Algo que no le quiere decir.
Y eso hace que sea un poco más difícil aun. Podría ser algo que afectase el equilibrio de nuevo, y al ocultarlo podría estar siendo un grave error. Pero no le recriminara nada, porque bien podía ser algo que le estaba haciendo sentir triste, y tuvo que fallar en muchos intentos para poder recordar lo que triste significa.
Se deja hacer, sucumbiendo ante su tacto sobre sus mejillas y esa forma en que deja besos en su cuello, siendo el ahora su víctima. Agradece cuando se recuesta sobre su cuerpo y suspira cuando le abraza. Necesita un descanso, sus sueños no le decían nada, pero habían sido muy confusos los últimos días. Solo entiende la increíble tristeza que se extendía por todo su ser, haciéndolo sentir pequeño.
Como un humano entre miles de demonios hambrientos.
Minho es su única salida, y sabe que le va a necesitar más luego de que el ciclo de la edad volviese a comenzar. Solo sería un niño, semi-dios aun, pero más vulnerable a los sentimientos característicos de los humanos.
Sin embargo, aunque el siga abrazado a su cuerpo de esa forma, y sus palabras parecen estar cargadas de energía, esa sensación nueva de que alguien le necesita no se va.
~******~
Despierta, sus ojos se abren lentamente, como negándose a ver algo que sabía no deseaba. Pero, ¿Qué podría ser tan malo?
Su cuerpo tiembla, y el hielo del que está hecha su cama le provoca un escalofrió. Como advertencias, oleadas de calor recorren su cuerpo haciéndole dar un respingo. Esta tan acostumbrado al frio del lugar que una temperatura diferente puede afectarle. Oh, lo siento, se me ha olvidado por un momento de que él no es un humano.
Interesado mira a su alrededor, y no se sorprende al encontrarse a sí mismo en una de las habitaciones del castillo congelado. Camina lento, con dificultad, adaptándose a esa nueva forma pequeña de su cuerpo. Se mira en el gigantesco espejo y si, el ciclo de edades ha comenzado de nuevo. Tiene doce años otra vez.
Dispuesto a ponerse sus ropas, las toma de la cama, donde sus subordinados las debieron haber colocado horas antes de su despertar. El cambio requiere de un tiempo para adaptarse a su nueva anatomía, pero luego de unos días todo volverá a ser tan normal como lo era antes.
Recoge su cabello de nuevo en una coleta. Su cara tan pequeña llegaba siempre a estar oculta entre las hebras de cabello por lo mientras mantuviese esa contextura, las recogería.
Teniendo cuidado de no caer, se recuesta en la cama un momento con el fin de relajarse. Todo en el lugar está hecho de hielo, incluso aquel espejo. Si, ese que está allí junto la gran puerta tallada en centenares de formas, cambia cada día, pero el siempre termina perdiéndoselo porque los sueños requieren ahora de más vigilancia.
No confía en su hermano y en sus maneras para arruinar su existencia.
Por un momento desea poder ver su rostro que no conoce. ¿Sera en una copia exacta de sí mismo, o será tan diferente que no podría nunca reconocerlo como su hermano? ¿Tendrían los mismos ojos, los mismos labios o el mismo color de cabello? Se hace interesante la idea de que alguien tan perverso tenga su misma apariencia.
Sonriendo ante la idea sale de la habitación dispuesto a retomar su puesto como Guardián del laberinto. En los pasillos y corredores abiertos y en los jardines solo existen miles de rosales con millones de rosas azules. Hay por doquier, pero no se engañen, eso no le da al lugar un aspecto alegre. Sino uno más sombrío y gélido, pero a la vez tranquilizador y angustiante. En el castillo congelado el tiempo no parece transcurrir, es como si se hubiese detenido, siempre ha sido aunque la construcción cambien siempre de apariencia interior. Por fuera, siempre se le vera orgullosamente erguido, con picos de hielo como torres en espiral.
Y al salir, la sonrisa se borra, y esa expresión de eterna frialdad en el rostro angelical del Guardián de los Sueños vuelve a su sitio, tan imponente como siempre.
Y las miradas vuelven, como clavándose dentro de él y molestándole. ¿Qué demonios podría estar tan interesado en él? Las criaturas en el reino de los sueños nunca prestan atención a nada en especial, se sorprenden cuando encuentran algo que han visto miles de veces, y vuelven hacerlo de nuevo porque son tan despistadas que le vuelven a olvidar. Así que, ¿Por qué quedarse a observarle tanto tiempo?
Pero cuando voltea, la historia no se repite, y el Señor de Las Pesadillas, Minho, le sonríe tenuemente sentado en la cima de la montaña más alta de la sierra.
Él le mira más de lo debido, aparece cuando menos lo espera, y saluda como si se conociesen de otro lugar.
No puede estar seguro, pero casi puede jurar que Taemin le mira con confusión cuando hace eso. Jamás le había visto tan vulnerable como se ve ahora con esa edad, y más todavía conserva esa tenacidad en la mirada.
Este es el comienzo de la historia que les quiero contar, cuando los días grises volvieron, y el Guardián no pudo anticipar nada. La historia de un olvido repentino y de una desaparición que nadie nunca espero, dejando algo más que el equilibrio en peligro.
Por más que intenta hablarle, no puede, porque el ya no le mira, solo decide ignorarlo. Y vuelve los días siguientes a ese, obteniendo la misma indiferencia como respuesta. Hasta que se convence solo un poco, porque los sentimientos a los que se ha hecho vulnerable le impiden creerlo completamente, de que Taemin le ha olvidado. De que no desea verle. O de que tal vez, solo tal vez, el ya no puede saber quién es Minho y que paso justo antes de volver a esa edad.
Entonces hubo una idea que fue la más aterradora de todas, que le hizo lanzarse a la cama, cerrar todas las ventanas y puertas y hacer llover sobre todo el reino de los sueños durante días enteros, sumiéndose en la soledad y en la completa oscuridad, reconfortándose: La idea de que todo fuese solo un sueño.”