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Plan de vida. por Angel_Chan

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Notas del capitulo:

Resumen: Era el olor que estaba llenando toda la casa, todo el bendito departamento… su departamento.

Serie: Sherlock BBC

Pareja: John-Sherlock.

Clasificación: Romance-Amistad-Hurt/Confort-Drama.

Advertencia: Omegaverso.

Capítulos: Prólogo+05/¿00?

Palabras: 2,517. (Capítulo cinco).

Notas: Quinto capítulo, yupi!!! Si aun tienen ganas de seguir leyendo esto, aquí les dejo otra entrega de la historia.

Fecha: 14/01/2014.

Beta Reader: Pleasy TheYoko Stay.

Disclaimer: Todo lo referente a Sherlock Holmes pertenece a Arthur Conan Doyle.

Plan de vida.

 

Capitulo 05.

 

Las luces fuertes lo cegaron apenas abrió los ojos. Su cabeza dolía como si la hubiera estado utilizando durante siglos sin darle descanso alguno. Pero ciertamente no recordaba estarla utilizando… Oh sí, el caso.

Un caso aburrido y sin verdadero reto para su mente una vez que las piezas encajaron en su lugar. Si John hubiera estado con él…

Sus ojos parpadearon confusos, rápidos, como si buscaran imágenes pregrabadas en las retinas y cada parpadeo cambiara una nueva imagen para ver…

“¡John!” Gritó su mente cuando algunas de las imágenes que encontró… simplemente no fueron las que él esperaba.

—Bienvenido, hermano; me alegra que estés nuevamente entre nosotros.

La voz de Mycroft lo hizo girar en la cama con brusquedad, el gruñido gutural escapando peligrosamente del fondo de su garganta.

—No, Sherlock… Sólo conseguirás lastimarte.

El detective sintió el dolor en las muñecas, llevando su atención directamente hacia sus manos.

—Sé que parece del siglo pasado, pero en tu caso me vi en la necesidad de utilizarlas.

—¡Oh, Dios! —Sherlock gimió, su pecho agitándose demasiado rápido, mientras se iba quedando sin aire.

Las manos… SUS manos, llenas de sangre. Una visión horrible, y un pensamiento que él no quería acabar de formar en su mente.

¡Por favor, no!.

—No tienes que preocuparte de nada, querido hermano… Nada de esa sangre es de tu precioso doctor. —Mycroft no pudo evitar una mueca, que si Sherlock no hubiera estado tan conmocionado, hubiera dicho mucho más que sus palabras. —Pero un par de mis hombres tuvieron que ser hospitalizados… Nada grave por suerte.

—¿Qué sucedió? ¿Dónde está John?.

Mycroft se acercó hacia donde Sherlock estaba tendido, buscando en el pequeño bolsillo de su chaqueta la llave de las esposas. Liberó tanto los pies como las manos de su hermano, sentándose a un lado de la cama luego.

—Siempre has dejado más que claro que mi intervención en tu vida es más molesta que provechosa… Esta vez, creo que tendrás que apreciar mi intervención.

—¡John, Mycroft! ¿Dónde?.

—Si tu temor es que esté en algún hospital, puedes estar tranquilo. Aún está en Baker Street, cuidado y seguro.

Sherlock presionó los lados de su cabeza, antes de tirar de su cabello con algo más que frustración y enojo. Era rabia, puro y salvaje odio hacia sí mismo. Él había… él estaba…

Sintió que el aire no llegaba a sus pulmones… ¿Él había…?

—Yo…

—No, Sherlock… Respira, nada de lo que tu mente pueda pensar pasó. —Mycroft intentó tranquilizarlo, aunque eso al parecer estaba muy lejos de ser logrado. —Dudo mucho que hubieras lastimado a John…

—¡Pero lo hice! ¿No es así?.

—Ciertamente no… Aunque estoy seguro de que sin mi intervención, tu siguiente movimiento hubiera sido ese.

Mycroft bufó, separado de su usual postura. Y por ‘ese’ se estaba refiriendo a la alta posibilidad de que Sherlock optara por ‘quitar’ con sus propias manos el olor del otro Alfa de John.

Algo que simplemente le hubiera costado la vida a su compañero.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo, Mycroft? —Sherlock estaba a punto de saltar sobre su hermano. —He hecho muchas cosas en mi vida; de las mitad de ellas no estoy ni medianamente orgulloso, pero…

—Volveré a repetírtelo, Sherlock… Y es que veo muy difícil que hubieras dañado a John, aunque no estabas completamente en ti en esos momentos. El doctor es tu Omega, y ningún Alfa lastima a su pareja.

—John no es ‘mi’ Omega, Mycroft. Ahora no es nada…

Mycroft no negó el hecho del que Sherlock hacía hincapié con tanta seguridad, simplemente suspiró con desgano y permaneció inmóvil, observando a su hermano.

A Sherlock no le estaba gustando para nada el silencio de Mycroft, pero menos aún le gustó que contestara su teléfono. ¡Estaba hablando con él! Y era algo sumamente importante. ¡Por Dios!.

—Está bien, puedes traerlo cuando quieras, Anthea. —Fue lo único que el hombre de la Reina pronunció antes de cortar la llamada.

Los ojos claros de su hermano no tardaron en estar sobre su figura, aterrado de lo que esa simple frase significaba.

—No lo hagas…

—No pasara nada, Sherlock… De eso puedes estar seguro.

Sherlock no estaba seguro de lo que su hermano decía. Y si John llegaba a estar con él y… ¡No podía perder la cabeza nuevamente!.

Además, John ni siquiera tendría ganas de verlo, no después de lo que había hecho. Le había permitido a su parte irracional ganar, había liberado al Alfa para que hiciera lo que quisiera. No sólo reclamar a John como un objeto de su posesión, sino que también…

Era el olor. Aunque John había vuelto a olor igual que siempre, su vientre… ese hijo que llevaba allí tan orgullosamente lo estaba volviendo loco.

En esa semana no había dejado de pensar una y otra vez en ese bebé, en el Alfa que lo había engendrado junto con su compañero. John había dicho que era un compañero… pero si no tenía un nombre, qué cara darle a la razón de que su instinto más bajo hubiera hecho acto de aparición de esa manera.

Jamás se lo perdonaría. Y era obvio que John tampoco lo haría.

Permaneció solo en aquella habitación, en la que Mycroft lo había encerrado poco después de sacarlo de Baker Street, afortunadamente antes de que cometiera el peor error de su vida.

Su mente no paró ni un solo segundo en los cuales estuvo en silencio y en plena oscuridad.

Las luces sólo se encendieron cuando la puerta se abrió, y todo su cuerpo se estremeció por completo al oír los pasos suaves acercarse hacia él.

—Quédate allí. Es mejor mantener una distancia prudente, John.

—¿Quién te esposó? ¿Fue Mycroft?.

—No… yo lo pedí, no podemos correr riesgos. Estoy bien, y es mejor así.

John no estaba de acuerdo en las esposas en las muñecas blancas del detective, cuyas marcas rojas comenzaban a ser muy evidentes, lo que significaba que había tratado de quitárselas mientras todavía estaba fuera de sí.

—Yo no estoy bien de esta forma, Sherlock… ¡Voy a quitártelas!.

—¡No! He dicho que no, John… Y permanece allí, por favor. —pidió Sherlock; su voz estaba realmente baja, en un tono lastimoso y totalmente desesperado. —Jamás me pasó algo así antes, nunca perdí la razón de esa manera; y he estado al lado de mucho Omegas, John… Yo no puedo ni imaginar lo que hubiera pasado si Mycroft no…

—No es tu culpa, Sherlock. No pienses ni por un momento que es tu culpa… Yo soy el culpable de todo esto.

El doctor pudo dar un paso al frente sin que el detective se alejara de él o lo hiciera retroceder nuevamente a su lugar.

—Te violé, John… Ni siquiera tú puedes negar que Donovan tenía razón al llamarme psicópata. Tal vez hubiera matado a tu bebé…

John no pudo evitar el estremecimiento de su cuerpo al pensar en ello. Sabía que hubiera sido una posibilidad muy grande, pero no quería pensar en ello.

No quería pensar en nada en realidad, y tenía mucho en que hacerlo. Suspiró con desgano cuando dio un paso más hacia Sherlock, quedando solo a unos pasos del detective.

—Hay algo que debes saber, Sherlock.

No sería nada que no se lo esperara ya. Su salida de Baker Street ahora sería un hecho. Y ni siquiera la amistad con el doctor le quedaría a Sherlock. Si no levantaba cargos formalmente seguramente que sería por su ‘amistad’… o por la presión de Mycroft, más bien.

Hora de oír la obvia sentencia.

—¿Qué es lo que haces?.

—Dije que hay algo que debes saber… y para ello debo quitarme el suéter. —John fue directo al esclarecer las razones por las cuales se estaba desvistiendo.

Pero para Sherlock eso no era más que un llamado a la tentación. Sintió que sus manos quemaban de repente, y las ganas de llevarlas al cuerpo del doctor eran demasiado grandes como para ignorar el pedido de su propio cuerpo.

Afortunadamente aun tenía las esposas y John estaba a salvo y a una relativa y segura distancia. Esquivó la mirada de la figura pequeña; no recordaba que John fuera tan pequeño, pero al parecer sí recordaba su cuerpo. El cuerpo que había probado sin merecérselo, y sin el consentimiento de su compañero.

Vio el suéter beige de John caer a sus pies, y pensó que en poco tiempo la camisa a cuadros le seguiría, pero luego de unos momentos no hubo ninguna prenda que siguiera a la primera.

—Mírame, Sherlock. Esto es importante.

Apenas había desabrochado los primeros botones de su camisa para echar su cuello hacia abajo, mostrando sus hombros. Sherlock casi gruñó ante lo frustrante de no poder ver a John nuevamente desnudo, pero inmediatamente se reprendió por ello. Lo que tenia frente a él era lo bastante serio como para olvidar su recién descubierta lascivia por unos momentos.

—Esto fue lo que sucedió anoche… Esto es lo importante ahora.

Las marcas, casi perfectamente simétricas en el cuello del doctor, marcas que obviamente no tenía antes de su ‘perdida momentánea de la razón’, y que dejaba más que claro que había sido él quien las hiciera.

—Yo lo siento, John… Yo no…

—Guarda silencio, Sherlock… No es tu culpa, y no hay nada por lo que debas pedir perdón.

—¿No entiendes que pude haber…?.

—Lo sé, y aun así estoy más que seguro que no habría sido tu culpa… ¿Lo entiendes?.

John dejó que su camisa volviera a su posición normal. Él también había pensado mucho desde que el mayor de los Holmes había irrumpido con varios de sus hombres en su departamento. Afortunadamente había conseguido estar lo suficientemente lúcido para decirle a Mycroft que Sherlock no era culpable de nada.

—Sher… —El rubio se acercó lo suficiente como para sostener el rostro pálido y demacrado de su compañero. —Cuando yo pensé en hacer esto, no creí que desataría todo lo que acabó desatándose… Aún quiero a mi bebé, Sherlock. Pero también te quiero a ti, porque has sido parte de mi vida… la parte más principal de ella, desde hace meses. Y quiero que sigas siéndolo.

—Yo no quise hacerte daño, John… Sólo no pude evitarlo.

—Eso está pasado ahora, Sherlock. Necesitamos ver cómo seguimos de ahora en más. Necesito que estemos tranquilos y en casa…

—¿Quieres decir que no te irás? ¿Por qué?.

 John parpadeó confuso. Había pensado que había sido lo suficientemente claro con Sherlock al respecto.

—Porque es mi casa, y porque no quiero separarme de ti, Sherlock. —Sentenció, completamente seguro de lo que decía. —Vamos a casa; será mejor que hablar aquí.

El rubio tiró de una de sus manos, instando al detective a ponerse de pie. De golpe Sherlock estaba sorprendido de que las esposas no estuvieran en sus muñecas. ¿Cuándo…? Sonrió al pensar que John podía ser doctor, pero también había sido soldado. Y uno muy bueno al parecer.

—Tú jamás quisiste unirte a un Alfa, no ibas a hacerlo tampoco. —Sherlock murmuró dentro del auto que los estaba llevando de nuevo a Baker Street. Sabía que el doctor y su hermano habían tenido una acalorada discusión, algo no muy común de ver cuando era Mycroft quien estaba del otro lado de la disputa verbal. Simplemente Sherlock jamás lo había visto.

—Tú tampoco… Ni con un Omega ni con nadie, según entendí tus intenciones. —John apenas contuvo el leve suspiro. Habían estado callados por largos minutos, al parecer la charla no esperaría a llegar a casa.

El rubio se giró para enfrentar al detective, pero este tenía la vista perdida al otro lado de la ventanilla.

—¿Quieres que me vaya?.

—¡No! —La respuesta fue inmediata y casi desesperada. Los ojos claros clavados en los azules de John con temor a que ya no estuviera allí si los cerraba y volvía a abrir por una fracción de segundo.

—Bien… Porque yo no quiero irme, Sherlock.

—Bien.

John hizo sonar su cuello, aún bajo la atenta mirada del detective.

—Podemos hacer que esto funcione… ¿no es verdad? Tú y yo, quiero decir… realmente puede funcionar.

Sherlock parpadeó. En verdad ese tipo de pregunta era la que menos se estaba esperando en una situación como la que ellos dos acababan de vivir hacia tan sólo unas escasas horas. ¿John de verdad le estaba preguntando acerca de su relación, cuando acababa de violarlo y prácticamente atentado contra la integridad de su hijo no-nato?.

—¿Tú quieres un ‘tú y yo’?.

John lo pensó muy bien. Había empezado a pensarlo apenas tuvo a un muy celoso Alfa frente suyo. El rubio nunca había vista a Sherlock de esa manera, y esa fue la primera vez que pensó que había cometido un error en todo eso. Porque por más que le hubiera dicho a la Señora Hudson que ellos no eran una pareja, y que por lo tanto él no había engañado a Sherlock en ningún momento, se sentía como si sí lo hubiera hecho.

Sherlock llevaba tiempo siendo su compañero tal y como se lo había dicho; parte principal, si no total, de su vida. Estaba dispuesto a dar su vida por él, pues confiaba plenamente en que el detective también la daría con gusto por su persona.

—Quizás debí pedírtelo desde un principio.

—No me quieres; es obvio que no querías un hijo de alguien a quien no amas.

John sonrió y negó suavemente a las palabras del detective.

—A Pel no lo amo, pero acepté su ayuda… Creo que quería que este bebé no tuviera otro padre más que yo. Tú hubieras sido también parte de él, si yo te lo pedía. Eres una constante en mi vida, y lo serias en la suya también… No sé, quizás sólo estoy buscando excusas ahora que sé que no pensé bien las cosas desde un principio.

Sherlock asintió. Podía llegar a entender eso. Había permanecido buscando excusas a lo que había hecho, y a lo que casi estuvo por hacer, tan sólo por darse cuenta que…

—Y no es verdad eso de que no te quiero… Lo hago, pero no había pensado en ti en términos románticos, ya sabes…

—Casado con mí trabajo… Sí.

Apenas se curvaron sus labios, en una sonrisa tímida, antes de que el silencio volviera a caer entre ellos, de manera más cómoda ahora.

El auto de Mycroft los dejó frente a la puerta de su departamento, y John instó al detective a pasar directamente hacia su piso. Era obvio que estarían evitando a la señora Hudson. Sin embargo la charla que el rubio había prometido no se llevó a cabo cuando la puerta de su departamento se cerró detrás de ellos.

Sherlock acabó metido a la fuerza en la ducha, si bien Mycroft había ayudado a lavar sus manos manchadas de sangre –que afortunadamente no era de John; no que eso fuera del todo bueno–, no se había duchado apropiadamente.

—¿Quieres que me acueste?.

—No, no sólo que te acuestes… Quiero que duermas y descanses bien. Necesito que estés descansado para la charla.

—Pensé que esa charla se llevaría a cabo hoy.

—Mañana. Descansa. —John pronunció, instando a Sherlock a recostarse y permanecer en la cama.

 

Continuará.

Notas finales:

Notas Finales: Este capítulo prácticamente lo escribí mientras esperaba en la consulta médica. Tenía un borrador casi completo, sólo era cuestión de rellenar algo más la trama… Es que cuando boceto, pongo puros diálogos.

Notarán que John reacciona más como él, y menos como una ‘mujer embarazada’ y constantemente asustada… Es también culpa de las hormonas.


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