No podía entenderlo, sentía miedo a cada momento, tenía pánico de todo. En ese momento éramos dos críos que no sabíamos lo que realmente sentíamos. ¿Era amor verdadero? No podía estar seguro, y por eso estaba aterrado, quizá esa fue una de las razones por las que acabé medio loco, pero no me quejaba, porque él seguía conmigo.
-¿Te encuentras bien?-Me preguntó con su grave voz, esa que me hipnotizaba al escucharla.
-Claro que estoy bien, ¿por qué lo preguntas~? Fufufu~-Contesté despertándome de mis propios pensamientos.
-Últimamente estás distraído.-Comentó acercándose a mí.
Aproveché ese momento, su cercanía, para abrazarlo.-Es que me pongo a pensar en todo lo que te haría si me dieras permiso y me despisto~ Fufufu~-Mentí a medias, pues era cierto lo que decía.
Siempre empezaba a pensar en todas las maneras posibles de follármelo en la cama y fuera de ella y acababa un tanto deprimido y, por qué no decirlo, confundido, por no saber con exactitud si nuestra relación se basaba en amor o en pasión.
-Pervertido...-Murmuró apoyando la cabeza en mi hombro.
Nos quedamos un rato en silencio, en esa posición, se sentía muy bien.
-Dime, Croco-chan, ¿te puedo hacer una pregunta?-Rompí el agradable sonido de la nada con un poco de preocupación en mi tono de voz.
-Claro que sí.-Contestó mi amado levantando la cabeza para mirarme a los ojos.
-¿Tú... me amas?-Noté como se separaba de mí de golpe.
-¿Realmente tienes el valor de preguntarme eso?-Sentí como el aire empezaba a enrarecerse y me fijé en que la hierba de mi jardín que había a nuestro alrededor se iba secando. El moreno acababa de comerse la fruta hacía unas semanas y por ello no controlaba muy bien sus poderes, si encima le sumábamos que estaba cabreado el desastre que se prevenía era muy grande.-¿De verdad has tenido la poca decencia de dudar de mi amor?-Se notaba la furia en su mirada y, quizá, también dolor.-¿Piensas en serio que si no te amara me habría dejado hacer todo eso que me has hecho?-Me asusté cuando vi acercándose un gran remolino de arena desde la lejanía.-La verdadera pregunta no es ésa si no...-Me miró fijamente a los ojos.-¿Tú me amas a mí, Doflamingo?-
Bajé la cabeza casi con ganas de llorar, me dolía demasiado que se cabreara así conmigo.-Claro que te amo, baka.-Contesté sin más, sin poder mirarle a la cara.
-¡¿Entonces por qué dudas de mí?!-Gritó con rabia y yo apreté los puños.
Realmente estaba asustado, todo el mundo decía que a nuestra edad, al ser tan jóvenes, las relaciones duraban poco, pero yo quería pasar el resto de mis días con el moreno.
-Porque te amo locamente y tengo miedo de perderte.-Estaba al borde del llanto, pero si era delante de él no me importaba llorar.
-Idiota...-Lo escuché murmurar.-¿No crees que yo tengo más razones que tú para tener miedo?-Me preguntó y lo miré asombrado, sin saber por qué me decía esas palabras tan dolorosas.-Es sabido por todos que eres un pervertido de primera desde hace unos años, yo soy el que puede salir peor parado aquí, pero decidí correr el riesgo de que te fueras detrás de cualquier cosa que tuviera culo y pasaras totalmente de mí.-Cerró los ojos y llevó una de sus manos al pecho.-No quiero que eso ocurra, pero si es así no tendré más remedio que apartarme y dejarte ir, porque yo no te deseo ningún mal, al revés, quiero que encuentres tu felicidad aunque ésta no esté conmigo.-
Sonreí levemente y lo abracé de nuevo, con cariño.-El único traserito que me interesa es el tuyo así que no te preocupes~ Fufufu~-Reí con suavidad y le robé un beso a mi amado.
De repente noté que el aire se había vuelto más feroz, algo no andaba bien. El moreno se separó de mí y se giró, viendo lo mismo que yo en ese momento, el tornado de arena estaba demasiado cerca.
-¡Aléjate, Doflamingo!-Gritó intentando controlar ese monstruoso ataque de la naturaleza causado por él.
-Ni pensarlo, Croco-chan, no te pienso dejar solo. Fufufu~-Dije quedándome detrás de él, pues parecía que estaba logrando pararlo.
-¡Que te largues!-Se giró hacia mí y me empujó haciéndome caer al suelo.
-¡¡Croco-chan!!-Del tornado que consiguió hacer desaparecer había salido disparado un trozo enorme de cristal, el cual no había logrado esquivar del todo por culpa de haberse ocupado de mí. Me acerqué corriendo de nuevo a él, viendo ese gran corte horizontal en su cara.-Aguanta un poco, en seguida estarás bien.-Hablé para calmarlo, aunque parecía estar inconsciente, cogiéndolo en mis brazos al estilo nupcial, dándome cuenta en ese preciso instante que había perdido una maldita mano.-Todo irá bien, Croco-chan...-Murmuré metiéndome en mi casa y avisando al médico, a gritos, de que tenía que curar a mi amado.
Pasé los dos peores días de mi vida, pues el moreno no despertaba de la inconsciencia, y cuando lo hizo lo primero que le dije fue un “te amo”. Lo besé en los labios hasta quedarnos sin aire, y cuando estuvo totalmente recuperado lo hice mío tantas veces como pude.
Desde ese día jamás volví a dudar de mi hombre y, aunque pocas veces nos decíamos esas dos palabras, ambos sabíamos a la perfección que no podríamos vivir sin el otro. Ahora, veintidós años después, seguimos igual de enamorados que el primer día, o quizá más, pues a cada rato que estoy con él me prendo un poco más de ese atractivo y gruñón hombre.