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De Ladronas y asesinas, ha diosas del amor. por sebastiana michaelis

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Ese mismo día, horas antes.

Willa POV.

Diría que todo era un sueño sino fuera porque parecía todo muy real. Sutcliff me contó que los Shinigamis eran los encargados de recolectar las almas de las personas que morían y revisar si esa persona podía hacer algo muy importante para el mundo, entonces se podía cambiar su destino. Era tan difícil de creer que no sabía que pensar. Pero de alguna manera, que los Shinigamis existieran y que yo fuera uno explicaba muchas cosas que me habían pasado de pequeña. Una vez mientras iba por la calle, un hombre murió atropellado por pasar en rojo y vi algo extraño. De su cuerpo salía como una cinta de película antigua. Entonces llego un hombre vestido de negro que vio esa cinta, anotó algo en un cuaderno y con una especie de pinzas absorbió la cinta y se fue. Nunca entendí que había sido eso, así que creí que lo había imaginado aunque sabía que no podría haberlo imaginado.

También me explico otras cosas más complicadas. Era demasiada información para mí. Parecía que mi cabeza iba a explotar.

-Ufff….Es mucha información que asimilar-suspiré confusa.

Sutcliff me había traído a una especie de comedor. Estábamos sentados en una de las mesas más alejadas, de esa manera si venía William no podría vernos y echarnos la bronca. Toda la sala era blanca y los muebles eran de madera clara. No sé porque pero parecía que los Shinigamis estaban obsesionados con el blanco. Salvo Sutcliff, claro.

-Puede que sea así pero debes aprender todo eso, si no quieres ir al ciclo formativo-dijo revolviendo su café. Por lo que me había contado Sutcliff, los Shinigamis no necesitan comer pero era un placer que podían permitirse cuando terminaban sus trabajos.-Es como una escuela de Shinigamis y no es para nada divertido, pero si aprendes rápido y trabajas duro no tendrás que ir y podrás empezar a trabajar conmigo-dijo sonriendo mostrando un poco de sus dientes puntiagudos.

-Como si alguien pudiera aprenderse todo eso tan rápido.-dije apoyando mi cabeza en la mesa.

-Yo sacaba sobresalientes cuando estuve en el ciclo informativo, así que no es muy difícil-dijo arrogante, mientras bebía un sorbo de su café.

-Sí pero es que tú has nacido en esto, yo me acabo de enterar.-dije irritada haciendo un puchero.

Nos quedamos en silencio durante unos minutos. Sutcliff parecía muy pensativo mientras me miraba, yo en cambio me sentía como si estuviera acabando el verano y hubiera que ir a clase. Pensaba que ya había acabado mi etapa escolar, y ahora tendría que volver, a menos que hiciera lo que había dicho Sutcliff.

-¿Y qué hacemos ahora, Sutcliff?-dije con cara de aburrimiento.

-Para empezar no me llames así-dijo dejando el café a un lado- Llámame Grell, no me gusta que me llamen por mi apellido salvo mi querido Will-dijo sonrojándose perdiéndose en su mundo donde William es el centro de todo.

-¡Eh! ¡Despierta!-dije casqueando los dedo delante de su cara para que volviera en sí.

-¡Ah!… ¿De qué estábamos hablando?-dijo confuso después de volver al mundo real.

- De qué íbamos hacer…-dije cansada, llevamos con esto un buen rato.

-Ah….sí.... Pues creo que deberíamos llevarte a la Cámara Death para que te den tu guadaña, y cambiarte de ropa.-dijo volviendo su atención al café.

-¿Por qué tengo que cambiarme de ropa? ¿A caso tengo que vestirme con un traje o qué?-dije desviando los ojos con un poco de chulería y rebeldía.

-No exactamente…pero si algo más apropiado-dijo mirándome de arriba abajo.

-¿Cómo que apropiado?-que usara esa palabra no me daba buena espina. Miré mi ropa buscando algo extraño pero era la misma de siempre. Una camisa blanca con un chaleco negro, una falda negra que me llegaba por encima de la rodilla, unas medias negras y unas bailarinas negras.-Yo no veo nada raro en mi ropa, además a mí me gusta.

-Pero no es apropiado para la época-terminó de beber su café y se levantó de la mesa-Venga, andando.

-¡Espérame!-exclamé levantándome también y corriendo detrás de él. Iba bastante rápido aunque fuera con tacones. Lo seguí a través de largos e intrincados pasillos, todos de color blanco.

-Como no.-pensé mientras miraba las paredes- Podrían cambiar el color de la decoración, este blanco me está poniendo de los nervios.

Seguimos caminando por infinidad de pasillos hasta que Grell se paró bruscamente. Por poco nos caemos al suelo otra vez, pero pude mantener el equilibrio y agarrar a Grell antes de que cayera. No sé por qué pero me parecía que esto iba a ser muy habitual entre nosotros.

-Deberías parar de hacer eso-suspiré cansada. Grell me miró durante un momento con cara de no saber a qué me refería y siguió caminando. Agité los brazos exasperada, era tan difícil entender lo que le pasaba por la cabeza.

Debía admitir que William tenía razón en algo, Grell era un buen maestro. Algo excéntrico y malhumorado, también. Pero podría llegar a acostumbrarme.

Después de caminar un rato más, llegamos a un pasillo desierto y nos paramos enfrente de unas puertas dobles. Estas eran de madera de roble adornadas con molduras de rosas. Me parecía raro ver una puerta tan bonita y tan adornada en un sitio como este, todo blanco sin un ápice de colores brillantes…bueno…salvo Grell. Abrimos la puerta y nos encontramos en una habitación enorme, llena de trajes y gafas. Podría amontonarlo todo y haría una montaña tan alta como el Everest. En medio de la sala había un mostrador en el que se sentaba un señor mayor, con algunas canas en el cabello y pequeñas arrugas cerca del bigote. Estaba concentrado sobre unas gafas, mirándolas meticulosamente como si estuviera revisando sus imperfecciones, aunque yo no veía ninguna.

Grell se acercó al mostrador y mirando arrogante al hombre empezó hablar.

-¿Qué tal Lawrence?-sonrió mostrando sus puntiagudos dientes-¿Sigues trabajando en tus gafas?

-¿Qué estás buscando Sutcliff?-preguntó Lawrence sin apartar la mirada de las gafas que sostenía-No tengo tiempo para aguantar tonterías, he de preparar las gafas de los nuevos graduados…-frunció el ceño y paso a examinar otras gafas.

-Eso es precisamente a lo que venimos…-rio con suficiencia y me miró divertido.

Lawrence, por primera vez, apartó la mirada de las gafas y se dio cuenta de mi presencia. Me miró con ojos inquisitivos. Sus ojos amarillos y verdes, marca inconfundible de los Shinigamis, brillaban, de alguna manera emocionados, como si estuviera expectante por superar un reto difícil.

-¿Qué quieres decir Sutcliff?-miró a Grell exasperado y molesto- Los graduados no comienzan a trabajar hasta la primavera, y la muchacha no tiene pinta de estar estudiando en el ciclo-nos miró a ambos, mirando primero a Grell y después a mí.

-Son órdenes de William...-por una vez no se quedó embobado pensando en Will-Hay que proporcionarle sus propias gafas, un traje adecuado y su propia guadaña.

-¿Y se puede saber por qué? Los superiores no me han mencionado nada de esto.

La situación que, ya de por si era rara, se estaba tornando un poco violenta. Lawrence tenía en parte razón, ¿por qué tenían que equiparme antes que los demás? ¿Por qué había tomado esa decisión William? Fuera lo que fuese, supongo que tenía sus motivos.

-Los superiores no tienen nada que ver con esto. Las órdenes son de William, que también es tu superior.-su tono de voz cambio a uno más grave y más bajo-¿Acaso piensas desobedecer a tu superior?

La cara de Lawrence se crispó de ira ante la pregunta de Grell. Por un momento pareció que iba a contestarle, pero, en cambio, suspiró y se ajustó las gafas.

-Está bien…-me miró fijamente haciendo que me tensara ante su mirada-Tú… acércate…

Me acerqué un poco temerosa. De los dos shinigamis que había conocido, este era el que más respeto me infundía. No solo por su notable vejez, sino por sus ojos llenos de experiencia, sabiduría y años de trabajo. Cuando estuve lo suficientemente cerca Lawrence me miró detenidamente de arriba abajo, su mirada tan concentrada en mi me ponía incómoda, pero no moví ni un solo músculo mientras lo hacía.

-Bien…-dijo despacio con voz pausada-Veo que eres un poco hiperactiva e infantil, pero que cuando la situación lo requiere sabes mantener la seriedad y ser muy madura.-calló durante un momento para después seguir hablando-Para compaginar ambas cosas, te daré unas gafas de montura fina y un vestido formal y bastante juvenil. Así, tus gafas te darán un toque maduro y el vestido dejara ver esa parte infantil.-entonces se levantó y salió por una puerta al final de la habitación tapada por una cortina.

Me quedé perpleja. ¿Cómo había averiguado todo eso solo mirándome? Miré a Grell que seguía apoyado en el mostrador con cara de aburrimiento.

-¿Cómo ha sabido todo eso?-le pregunté aun manteniendo cara de sorpresa.

-Años de trabajo…-dijo mirando sus uñas distraídamente-Aunque…contigo ha tardado más que con cualquier Shinigami anterior-apartó la vista de sus uñas y me miró con curiosidad.

-Si eso es ser lento para él, no quiero verlo siendo rápido-un escalofrío me recorrió entera de repente.

Por un momento, los recuerdos de una noche de hace mucho tiempo pasaron por mi mente como una estrella fugaz.

“Tienes que ser rápida, corre”. Esa voz no era la primera vez que aparecía en mi mente. Una voz grave pero con un timbre un poco chillón, desesperada porqué corriera, que escapara.

-¿Pero de qué?-pregunté en voz alta.

-¿Pasa algo?-me preguntó Grell. Se había separado del mostrador y se había acercado a mí con cara de preocupación- Te has puesto pálida. A lo mejor todavía estas débil, ¿quieres que volvamos a mi piso?

-No, estoy bien. Solo son recuerdos de tiempo atrás-Grell me siguió mirando preocupado. Le sonreí alegremente disipando cualquier rastro de tristeza que me aportará ese recuerdo. Porque al fin y al cabo solo era eso, un recuerdo.

Justo en ese momento, Lawrence apareció en la habitación trayendo consigo las gafas y el traje que iba a usar. Las gafas, como había dicho, eran de montura fina de color plateado con los cristales cuadrados. El traje, en cambio, era corto de color negro y la zona del pecho y espalda era blanca, con un lazo en el cuello y unos pequeños botones para abrir el cuello lo que se quisiera. No era un vestido muy elaborado y su simpleza me impresionó, pero debía admitir que Lawrence había dado en el clavo, era formal pero no demasiado adulto para mí.

-Si quiere cambiarte, hay un probador por allí-señalo una puerta al lado derecho de la habitación-Tranquila tu ropa la llevaremos tu habitación.

-Pero no tengo habitación-dije agarrando las gafas y el vestido.

-No te preocupes por eso, ya te habrán adjudicado una cuando volvamos-me contestó Grell, dándome empujoncitos para llevarme al probador- Así que cámbiate rápido que llegamos tarde.-y me dio un último empujón para meterme dentro del probador.

Suspiré. Grell podría ser impaciente cuando menos te lo esperabas pero tenía razón, había que darse prisa. Me cambie lo más rápido que pude, dejando mi ropa encima de un taburete. Lo único que no me quité fueron las medias y las bailarinas, supuse que quedarían bien con el vestido. Dentro de los bolsillos del chaleco encontré una coleta que usé para atarme el pelo en una cola alta, dejando pelo suelto para hacerme un flequillo improvisado. Por último, me coloqué las gafas.

Me quedé impresionada al notar que con estas podía ver mucho mejor que con las mías. Todo era como mirar a través de una lente sin filtro. Notaba la más mínima imperfección en las paredes de madera del probador. Era increíble.

-Me encantará usar estas gafas-dije todavía impresionada.

-¡Oye! ¿Estas lista ya? No tengo todo el día- la voz apremiante de Grell, hizo que volviera a la realidad.

-Ya estoy-contesté mientras salía del probador.

Grell y Lawrence me miraron estupefactos durante un rato para después intercambiar miradas de incredulidad. No sabía porque se impresionaban tanto, puede que me quedará bien la rapa pero no era para tanto. Bueno, eso no era cierto del todo. Hasta yo misma me había impresionado cuando me vi, pero Grell quería que nos diéramos prisa así mi impresión no fue tan duradera.

-¿Nos vamos o tengo que arrastrarte?-fui hasta él y le miré seriamente.

-No hace falta eso, querida-dijo saliendo de su estupefacción, sonriendo arrogante.-Pero a ti te hará falta esto.

Señalo una espada que había en el mostrador. Es muy bonita. La hoja era ligeramente curva, un poco más ancha al final de esta y más fina cerca de la empuñadura. Tenía una calavera en el pomo de la empuñadura y el agarre era de color negro.

-Se llama Mortem-dijo Lawrence rompiendo el silencio que se había creado- Significa muerte en latín.

-Es muy bonita. Me encanta-dije casi en un susurro. No podía apartar la mirada de ella.

-Bien, entonces cógela y vamos. Hay trabajo que hacer.-y dicho esto Grell salió de la habitación.

Cogí la espada con cuidado. Para mi sorpresa no era pesada y estaba bien equilibrada. Una Death Scythe para un Shinigami.

-Si no te das prisa perderás a Sutcliff.-dijo Lawrence examinando unas gafas.

Pequé un pequeño brinco al oírlo hablar pero gracias a eso pude dejar de admirar la espada. Le miré durante un momento curiosa por saber cómo podía saber lo que necesitaba cada Shinigami. Pero solo era preguntas curiosas que podría saber en otro momento.

-Gracias por todo señor-hice una reverencia y me fui.

Salí de la habitación corriendo, buscando desesperadamente a Grell. Cuando lo localice corrí hacía él para no perderlo de vista. Una vez a su lado seguimos caminando por los pasillos laberinticos de la sede de los Shinigamis. Llegamos al vestíbulo por el que William me había hecho pasar para llegar a su despacho y nos acercamos a un portón por el que supuse que iríamos al mundo humano.

-Bien, ahora agárrate a mí. Así no te perderás y no tendré que perder tiempo.-el desprecio y la excitación fueron notorios en su voz. Parecía bastante expectante por su trabajo.

Agarre su chaqueta, entonces Grell abrió las puertas. Una sensación de mareo y ganas de vomitar de apoderó de mí cuando abrió las puertas. Caí de rodillas al suelo del vestíbulo sin soltar la chaqueta de Grell. Solo que, no era el suelo del vestíbulo. Estábamos en un campo, lejos pero lo suficientemente cerca de la cuidad. Dios, como me estaba encantando esto de ser Shinigami.

-Nuestro primer objetivo está aquí-dijo Grell arrancando su motosierra.

El ruido ensordecedor de esta, hizo que algunos pájaros salieran volando. Grell sonreía de pura excitación  demostrando lo que le encantaba su trabajo. Levante mi espada preparada para lo que tuviera que hacer, cosa que no sabía.

Un carro tirado por un burro apareció. Lo conducía un campesino bastante mayor y enfermo. Las arrugas le surcaban toda la cara y una tos bastante grave era lo único que salía de su boca. Siguió su camino hacía una pequeña casita bastante deteriorada, allí dejo el carro y desató al burro de su carga, lo llevó a un establo improvisado y después se dirigió a la casa. Pero antes de estar su tos se agravó a un más, de repente se llevó una mano al pecho, justo encima del corazón. Mi instinto me decía que debía ayudarle pero algo me lo impedía, una parte de mí se negaba a actuar. El pobre hombre estuvo ahogándose durante unos minutos más y después de desplomo en el suelo. Había muerto.

Grell se acercó al hombre y con su motosierra lo atravesó haciendo que saliera el Cinematic Record. Vio la vida que había llevado ese hombre, había tenido una infancia dura muy trabajosa pero había encontrado el amor de su vida, había tenido hijos y nietos y su mujer ya había muerto. Aunque tuvo muchos momentos malos, los momentos buenos eran muchos más y más valiosos. Una pequeña lagrima escapo de mis ojos. Era tiste presenciar la muerte de alguien que había sido honrado y honesto, pero la ley de la vida es así, nacemos para morir.

Grell miraba con aburrimiento el Cinematic Record y una vez terminó, sacó un libro de su chaqueta roja. Lo abrió anotó algo y lo  cerró.

-Hemos terminado, sigamos.-se dio la vuelta para marcharse.

-¿Ya está? ¿Y lo vamos a dejar aquí?-pregunté perpleja por la frialdad de Grell.

-Nuestro único propósito es recolectar almas, que se te meta eso en la cabeza- y empezó a correr hacia la ciudad.

Miré al hombre con pena. No era justo hacerle eso pero sabía que Grell tenía razón.

-Para este trabajo hay que ser frío como el hielo-dije en voz alta.

Me di la vuelta para seguir a Grell, pero antes le eché un último vistazo al hombre. Intentando no mostrar mis emociones aparté mi mirada de él y fui a por Grell.

Seguimos recolectando almas hasta muy entrada la noche. Recolectamos el alma de un borracho, una prostituta, un banquero y de una dama de la nobleza. Como de dispares podían ser las vidas de las personas. Unos no habían tenido problemas de ningún tipo, habían tenido la vida arreglada sin preocupaciones. Otros habían tenido que buscarse la vida como fuera para sobrevivir, una vida de penurias sin fin. La vida de los humanos no era justa. Aunque hasta hace poco me consideraba una humana.

Estábamos recolectando la última alma de la noche, cuando Grell dejo de mirar el Cinematic Record.

-¿Qué pasa?-pregunté mirándole extrañada.

-Por aquí cerca está la mansión del mocoso Phantomhive. ¿Sabes lo que eso significa?-su voz subió una octava llena de emoción y excitación.

-No-dije sin apartar la mirada del Cinematic Record- Ni siquiera sé quién es ese tal Phantomhive.

-Pues que cerca esta…¡¡SEBAS-CHAN!!-exclamó esto último de manera sensual- Ese hombre que derrite el cuerpo de cualquiera con sus sensuales ojos, piel perfecta y cuerpo deslumbrante- dijo entre suspiros y gemidos, parecía que fuera a culminar ahí mismo.-Oh, Sebas-chan… ¡Serás mío, Death!

Salió corriendo en dirección a una mansión que estaba cerca dejándome a mí la recolección del alma.

-¡ESPERA!-grité para que no se fuera, pero él hizo caso omiso a mi grito.

Intenté darme prisa en la recolección y cuando terminé salí corriendo a por él. Por cosas así, odiaba a Grell con toda mi alma y tenía ganas de matarlo. Si creía que iba a poder dejarme tira cuando le diera la gana, lo tenía muy claro. Le iba a enseñar quién era yo.

Cuando llegué a la mansión, Grell intentaba agarrar a un hombre vestido de mayordomo con el pelo negro.

-¡Por favor, Grell-senpai deje de hacer el idiota!-grité enfadada. No solo me había dejado tirada, sino que, encima, no había hecho por un hombre que no le hacía ni caso.

Lo cogí del abrigo y lo separé del mayordomo. Acerqué su cara a la mía y con la frialdad más fría y cruel que me salió le dije.

-Vuelve a dejarme tirada así…Y te juro que no lo contaras-dije bastante furiosa, y poco me faltó para darle un gran puñetazo cuando oí una voz familiar.

-No me lo puedo creer…-dijo la voz de Claudia sorprendida-… ¿Y ahora llegas tú?....

Me giré despacio y miré de dónde provenía la voz. Sebastiana y Claudia estaban abrazadas mirándome incrédulas, vestidas con elegantes vestidos. Mis ojos se llenaron de lágrimas, me llevé una mano a la boca para retener el llanto pero ya era demasiado tarde. Sollozando me acerqué a ellas y las abracé fuertemente.

-Por fin juntas-dije casi en un susurro.

-Sí, pero todavía os queda mucho camino por recorrer-dijo una voz femenina.

Todos los que nos encontrábamos en la sala dirigimos nuestra atención hacía lo alto de las escaleras del vestíbulo. Una mujer de pelo blanco y ojos violetas nos miraba con una sonrisa alegre.

-¿Quién eres tú?-preguntó Sebastiana.

Fin Willa POV.


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