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De Ladronas y asesinas, ha diosas del amor. por sebastiana michaelis

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Sebastiana POV.

Mi mente iba de un lado para otro sin rumbo fijo. Por fin me encontraba con Claudia y Willa, y estaba feliz por ello. Pero ahora también aparecía una mujer que parecía saber mucho sobre la situación en la que nos encontrábamos. Me sentía muy furiosa ante la presencia de esa mujer y mis instintos de demonio se disparaban de manera incontrolable. Cuando iba a preguntar otra vez quién era, Sebastian y el mayordomo del recién llegado se pusieron delante de nosotras en posición de ataque, con cuchillos entre sus dedos. Miré a Sebastian fijamente, su rostro se encontraba muy serio y tenía los ojos entrecerrados con desconfianza.

-¿Qué está pasando aquí?-dijo Ciel de manera autoritaria.

Todos nos giramos para ver que Ciel había llegado. Venía acompañado de Tanaka que se encontraba en su forma normal. Su rostro se encontraba serio como siempre, pero se puso tenso al ver la actitud de los mayordomos y a la mujer.

-Bien-habló calmadamente la mujer-Ya casi estamos todos.

-¿A qué te refieres?-preguntó Sebastian todavía más desconfiado-¿Por qué una criatura como tú, ha venido hasta aquí?

-Todo se aclarará pronto, Sebastian- respondió amablemente- Todavía falta una persona por llegar.

-¿Criatura?-susurró Claudia a mi lado para después mirarme.

-No sé-le contesté.

Miré a cada uno de los presentes de la sala. ¿Qué podría interesarle a esa mujer de nosotros? Un joven rubio de 14 años, un hombre con gafas de pelo rojo, un mayordomo de pelo negro con ojos ambarinos y gafas, Willa, Claudia, Ciel, Sebastian y yo. Más una persona que no había llegado.

Si toda nuestra realidad ya era rara, ahora se estaba volviendo caótica. Viajes en el tiempo, demonios, cosas sobrenaturales y, ahora, una mujer muy extraña. Mis instintos demoniacos estaban casi incontrolables, sentía demasiadas entidades sobrenaturales a mí alrededor. Cerré mis ojos durante un momento en un intento de calmarme. Por un momento me sentí relajada pero de repente, mi mente volvió a descontrolarse. Abrí mis ojos desmesuradamente, mis sentidos detectaban tres demonios y tres criaturas más que no sabían que eran.

Un fuerte dolor en la cabeza hizo que me llevara mis manos a las sienes. El dolor era casi insoportable. Caí de rodillas al suelo con las manos aún en la cabeza. Las cosas a mi alrededor daban vueltas, mi conciencia se iba apagando lentamente.

Pero paró.

-¡Sebastiana!-oí que decía Claudia a mi lado-¡Sebastiana! ¿Estás bien?

Parpadeé durante un instante para disipar mi confusión. ¿Qué había pasado? Por un momento había perdido el control. A mí alrededor se encontraban Claudia, Willa, Ciel y el chico rubio. Todos me miraban extrañados y, excepto el chico rubio, preocupados. Incluso Sebastian que seguía en posición de ataque, pendiente de la mujer, me miraba preocupado.

-Sí, estoy bien-dije levantándome del suelo, tambaleándome un poco-No sé qué me ha pasado…De repente me ha empezado a doler la cabeza y…

-¿Y?-preguntaron Claudia y Willa a la vez.

En otro momento me habría reído, que Claudia y Willa hablaran a la vez ocurría pocas veces, pero esta vez teniendo problemas con mi lado demoniaco, lo único que pude fue esbozar una sonrisa cansada.

-Y…-pero me callé al darme cuenta de algo.

Mi instinto demoniaco me había avisado de la presencia seis seres sobrenaturales. Tres demonios, aparte de mi misma, y tres criaturas que desconocía. Sebastian era uno de esos demonios. La mujer debía de ser una de la criaturas que desconocía, por la actitud de Sebastian. El otro mayordomo también debía de ser un demonio, ya que se había movido con la misma velocidad que el ojirojo. Y el pelirrojo de la motosierra también debía de ser un ente sobrenatural. Pero, ¿y los otros dos? Ciel y el otro joven no podían ser, podía notar sus almas.

Abrí mis ojos como platos.

-Vosotras sois…-un fuerte golpe me interrumpió.

De repente apareció un hombre trajeado, pelinegro y con los ojos iguales a los de Willa, que llevaba una especie de pinzas. En su rostro podía notarse que estaba furioso. Recorrió el vestíbulo con la mirada, hasta que se paró en el hombre pelirrojo.

-Grell Sutcliff… -dijo calmadamente y eso lo hacía más intimidante-Honestamente, creí que terminarías tu trabajo como te había dicho, pero veo que sigues causando problemas…-se acercó a él amenazante.

El hombre que se hacía llamar Grell, fue retrocediendo a cada paso que daba el recién llegado mientras tartamudeaba alguna excusa.

-W-W-Will…-balbuceó asustado-T-te lo puedo explicar…

-¡Me dan igual tus excusas Sutcliff!-exclamó furioso, estaba tan enfadado que hasta mí me dio un escalofrío-He tenido que hacer horas extras para arreglar tu estropicio.-lo agarró de su gabardina y lo arrastró hacia la entrada- Pienso informar a los superiores y no te libraras esta vez.

Cuando estaban a punto de salir, las puertas se cerraron con un fuerte estruendo. Miré a la mujer peliblanca, seguramente había sido ella. Si de por sí, ya desconfiaba de ella esto solo hizo incrementarlo. La mujer sonrió amablemente y empezó a bajar las escaleras lentamente. Sebastian y el otro pelinegro se tensaron y se pusieron en guardia. La sonrisa de la mujer se hizo aún más grande al notar eso. Cuando terminó de bajar las escaleras, se dirigió al salón. Abrió la puerta y se giró para mirarnos.

-Vamos, ¿no querréis estar todo el rato de pie?-dijo soltando una risita divertida- Y con esto me refiero a todos. Incluido tú shinigami- miró al pelinegro que se llamaba Will, y entró en la habitación.

 Me quedé mirando fijamente la puerta del salón. ¿Qué podía querer esa mujer? Si quisiera hacernos algo malo, ya lo habría hecho, ¿no? Pero eso era muy típico. Haces confiar a tu enemigo para después acabar con él. Eso lo había usado cuando todavía éramos asesinas.

-Aquí hay algo raro-dijo Willa en voz alta.

-No me digas Willa-le contestó Claudia sarcástica-¿Es lo único que se te ocurre decir?

-No me hables así, que yo no te he hecho nada-replicó Willa con el ceño fruncido.

-Pero tiene razón, es estúpido decir eso cuando todo el mundo se ha dado cuenta-dijo el joven rubio con una sonrisa de suficiencia.

-Tú no te metas que contigo no estamos hablando-Willa lo miró con desprecio.

-Su especialidad es meterse en donde no le llaman-añadió Ciel sonriendo arrogante.

-Mira quién habla-dijo Claudia mordazmente.

Sin darme cuenta, se armó una pelea a gritos. Los mayordomos fueron con sus respectivos amos y Grell y el tal William se pusieron del lado de Willa, mientras Claudia fue con el rubio y su mayordomo.

Me quedé apartada de la discusión, pensando. ¿Qué hacer? ¿Qué estaba pasando? Estas y más preguntas similares no me dejaban pensar con claridad. Los gritos en aumento de la pelea tampoco ayudaban y me estaban poniendo cada vez más estresada. La mujer no se iría, por mucho que no le hiciéramos caso. Una especie de sensación, como un presentimiento, me decía que no iba a pasarnos nada pero que lo que nos contaría no sería bueno. Una parte de mi quería olvidar todo lo relacionado con la mujer. Pero otra, quería y ansiaba saber lo que tenía que decir. Todo era tan confuso.

Suspiré para mí misma. No tenía claro que hacer. Cerré los ojos, intentando mitigar los ruidos del mundo. Por un momento, todo fue oscuridad ante mí y un silencio sepulcral. Pude pensar durante un momento. Analizar a la mujer. Sus movimientos, sus ojos, su sonrisa y…Un flash me hizo recordar algo.

Invierno. El frío calaba hasta los huesos. Llevaba un abrigo azul oscuro y debajo un precioso vestido negro. Tenía 6 años. Caminaba por las calles del Londres actual, agarrada de las manos de mis padres. La nieve caía y el cielo era una masa de nubes grises, un muro que impedía el paso del sol. Mis padres me balanceaban y jugaban conmigo y me hacían reír. Los miré y sonreí. Ellos correspondieron a mi sonrisa. No podía distinguir sus caras, una especie de sombra me lo impedía. Solo podía ver sus sonrisas cariñosas, llenas de ternura. Pero esa sonrisa no duró mucho…

-….debemos irnos…-dijo uno de mis padres cogiéndome en brazos para salir corriendo. Su sonrisa cambio a un profundo terror.

No entendí que les preocupaba. Y mientras corríamos, miraba por encima del hombro de mi padre. Solo pudiendo distinguir una persona vestida de blanco, con unas alas blancas y unos ojos violetas.

Abrí mis ojos. Ese recuerdo lo sentí tan vivo, como si acabará de pasar. Mis padres. Las personas que me habían criado y querido. Me llevé las manos al pecho, con ganas de llorar. Algo en mi corazón se sintió vacío y completo a la vez. Después de tanto tiempo había recordado algo de ellos pero no eran sus rostros. Solo sus sonrisas.

Sonreí de felicidad mientras una lágrima se me escapaba. La limpié de mi rostro delicadamente. La miré durante un segundo. Una lagrima por mis padres. Una pequeña risa escapó de mis labios. ¿Cuántas lágrimas debería derramar por ellos? Había llorado mucho por ellos pero esta vez, esa lágrima me pareció la última.

Apreté mis puños con decisión. Esa mujer salía en mi recuerdo. Ella debía saber mucho sobre todo. El por qué habíamos viajado al pasado, por qué las personas que estábamos aquí estaban metidas en el ajo y por qué habían muerto nuestros padres y quién fue…

Los gritos de la pelea me sacaron de mi ensoñación y mis pensamientos. Esa pelea absurda se estaba volviendo incontrolable y los chillidos se podían oír desde los jardines.

-¡¡¿¿Y QUIÉN ERES TÚ PARA RECLARMARME??!!-gritó el joven rubio sobre la cara de Ciel.

-¡¡QUIERES DEJARME EN PAZ, ERES LA TÍA MÁS PESADA DE LA HISTORIA!!-chilló Claudia empujando a Willa.

-¡¡ESTA ES MI MANSIÓN!! ¡¡Y PUEDO HACERLO SI QUIERO!!-le gritó Ciel al rubio.

-¡¡TÚ NO TE CREAS MEJOR!! ¡¡QUE SI YO SOY PESADA, TÚ ERES INAGUANTABLE!!-le contestó Willa devolviéndole el empujón a Claudia.

Los mayordomos no hacían nada, los tipos raros discutían por su cuenta. Tanto griterío me estaba dejando la cabeza como un bombo. Apreté aún más mis puños clavándome las uñas, me estaba poniendo furiosa. ¿Cómo podían estar discutiendo en esta situación? Tomé aire y con toda la fuerza de mis pulmones grité.

-¡¡¡¡¿¿QUEREÍS DEJAR DE PELEAROS COMO NIÑOS DE 3 AÑOS??!!!-grité a todo pulmón. Dejaron de pelear y se me quedaron mirándome sorprendidos, creo que no se acordaban de que estaba ahí-¡¡¡POR SINO LO SABEÍS ESTAMOS ANTE UNA SITUACIÓN BASTANTE DIFICIL!!! ¡¡¡Y MIENTRAS VOSOTROS ESTÁIS AHÍ HACIENDO EL IDIOTA, HAY UNA MUJER QUE PARECE SABER MÁS QUE NOSOTROS SOBRE LO QUE OCURRE!!!

Mi respiración era agitada. Había descargado toda mi ira y frustración en esos gritos. Ellos seguían asombrados y cruzaban miradas por el rabillo del ojo. Me erguí cuan larga era y puse mi espalda recta con autoridad. Les di la espalda y me dirigí al salón. Me paré en la puerta para darles un último vistazo y entré cerrando la puerta de un portazo.

-Tú carácter cada vez se parece más al de tu madre-dijo la mujer de ojos violetas, soltando una risita.

La miré con desconfianza. Si el recuerdo que tuve ya me había hecho desconfiar de ella, que dijera eso no hizo sino aumentar mis sospechas.

-Supongo que eso es un cumplido…Gracias-dije sentándome en el sofá que estaba delante de ella.

Ella sonrió de forma misteriosa. De la mesita de cristal que se hallaba en medio de las butacas y el sofá agarró una copa con vino. Le dio un pequeño sorbo y la sujetó entre sus manos en su regazo.

-Espero que no te importe-dijo señalando la copa, cruzando sus piernas haciendo que su vestido ondeara como una sábana ante un leve brisa.-Viendo que ibais a tardar tanto me he tomado la libertad de tomar un pequeño refrigerio.-siguió con su sonrisa misteriosa.

-No me importa-dije con indiferencia encogiéndome de hombros-No es mi casa y tampoco tengo poder sobre tus decisiones-crucé mis brazos sobre mi pecho.

-Qué curioso que uses esa palabra-dijo pensativa-Cuando podrías perfectamente acabar con cualquier humano, ser sobrenatural y ser celestial.

-No sé a qué te refieres…Seré un demonio pero no tengo ese poder que dices-dije manteniendo mi cara imperturbable. No quería que notara que me afectaban sus palabras-Y supongo que tú eres un ángel.

-Supones bien-dijo orgullosa-Tienes un sentido deductivo muy bueno, como el de tus padres.

Cada frase en la que mencionaba a mis padres era como una puñalada a mi corazón. Parecía que los conocía mucho y eso me dolía.

-Si los demonios existen, los ángeles no son una excepción-dije como si fuera lo más lógico del mundo. Aunque también lo sabía por la energía que desprendía. Ahora que estaba a solas con ella podía identificarla como la propia de un ángel- Pero dejando eso de lado. ¿Quién eres? ¿Y cómo es que conoces a mis padres?

-Bueno-dijo dejando la copa de vino en la mesita-Sabía que me ibas a preguntar, pero no tan pronto.

-¿Y bien?-inquirí impaciente.

-Antes de nada me gustaría explicaros el motivo por el que he venido-dijo evasiva, aunque con una pizca de arrepentimiento-Solo te diré que conozco a tus padres desde hace tiempo. Al igual que los padres de Willa y Claudia.-se inclinó hacia delante hablando en voz baja, como si quisiera mantenerlo en secreto.

-Eso no ayuda mucho-dije desecha. Mi actitud orgullosa y autoritaria se desasió como una voluta de humo.

Cualquier esperanza de poder recordar a mis padres y saber quién fue su asesino desaparecieron dejando solo frustración y desesperación. Cada paso que daba hacia la muerte de mis padres, hacía que retrocediera dos para atrás.

-Lo sé, querida-su voz sonó suave y cariñosa, muy diferente al tono que llevaba usando en la conversación-Pero no todo está perdido. Pues mi motivo para venir a hablar con vosotros tiene algo que ver con ellos.-inclinada hacia adelante me tomó la mano con afecto.

La miré a sus ojos violetas. Había leído sobre los ángeles pero nunca me habría imaginado que pudieran tener un sentimiento de bondad, de aprecio y amor tan notorios, ni que pudieran salir con tanta naturalidad. Una parte de mi le parecía muy bonito. La otra, seguramente mi lado demoniaco, le parecía asqueroso y repulsivo. Sin poder reprimir mis instintos aparté mi mano de la suya.

Ella volvió a sentarse correctamente, mirándome comprensiva. Volvió a coger la copa de vino y dio un sorbo. Mirándome por encima de la copa, su sonrisa misteriosa hizo aparición otra vez en su rostro.

Entonces la puerta se abrió. La primera en entrar fue Claudia, acompañada de los demás. Todos entraron en silencio. En sus rostros podía verse que estaban avergonzados y arrepentidos. Por lo menos Claudia y Willa, Ciel y Alois seguían mirándose con odio de reojo. Sebastian y el ojiámbar se encontraban imperturbables y William y el tal Sutcliff parecían resignados.

Ciel se sentó a mi izquierda y Claudia a mi derecha. Alois se sentó en una butaca al lado de Claudia, Willa en otra butaca al lado de Ciel, mientras Sebastian y el otro mayordomo se quedaron de pie detrás de cada uno de sus amos. El pelirrojo se sentó en uno de los brazos de la butaca en la que se encontraba Willa y el pelinegro se mantuvo de pie lo más alejado de los mayordomos.

La tensión era palpable. La pelea de antes había dejado bastante resentimiento y mis gritos no habían ayudado a enfriar la situación. Miré un segundo por la ventana del salón. Era muy entrada la noche. Había tardado mucho en tomar la decisión de venir a hablar con la mujer. La conversación con ella fue demasiado corta como para que se haya hecho tan tarde y los demás no habían tardado en venir. Como siempre soy demasiado lenta a la hora de tomar decisiones…lo mismo me pasó con mis padres.

-Memento mortus-pensé tristemente-Recuerda que murieron.

Latín. Una de las cosas que me enseñaron mis padres. Será una lengua muerta, pero para mí, era lo único que me hacía sentirme viva desde la muerte de mis padres y lo único que hacía que mis ganas de vengarme siguieran latentes en mí.

-Bien-la voz del ángel me sacó de mis pensamientos oscuros-Para empezar, me presentaré. Mi nombre es Angela y soy un ángel. Aunque eso ya los sabéis la mayoría.-su voz sonaba entre dulce y divertida, su mirada iba a cada uno de nosotros para mantener nuestra atención hacia ella.

-¿Un ángel?-preguntó Willa incrédula- ¿De verdad puede ser posible?-miró a el pelirrojo.

-Claro que es posible-le contesté sin emoción en la voz, no tenía ganas de empezar otra discusión y la conversación de antes me había dejado sin fuerzas-Al igual que existen los demonios y seres sobrenaturales como vosotros.

-¿Demonios? ¿Cómo nosotros?-Willa me miró aún más sorprendida que antes-¿Sabes que soy un shinigami?

-No sabía lo que eras, hasta ahora. Y sí, demonios.-dije cansada, articular cada palabra me suponía bastante esfuerzo.-En esta sala hay cuatro demonios y estás hablando con uno.

-Un momento-interrumpió Claudia confusa-¿Cómo que está hablando con uno?

-Soy un demonio, al igual que tú-ella me miró sorprendida.

-Veo que te has acostumbrado a tus poderes y que vas mejorando-dijo Ciel sonriendo, parecía estar orgulloso de que hubiera mejorado cosa que me extrañó, pero estando tan agotada lo único que hice fue sonreírle.

-Gracias a Sebastian-dije mirándole agradecida-Si no fuera por él, nunca habría averiguado que era un demonio.

-Solo he hecho mi deber My Lady-dijo Sebastian haciendo una reverencia.

-Tsk-chistó molesto el mayordomo del rubio.

-Como siempre, Sebas-chan es perfecto-añadió el shinigami pelirrojo con picardía.

Sebastian se estremeció y lo miró con molestia y asco. Por lo que se ve, ya se conocían y tenían una relación bastante mala. Mientras una de las partes quería seducir al mayordomo, la otra quería alejarse lo máximo posible del shinigami. Seguramente vería muchas situaciones cómicas gracias a ellos dos.

El pelinegro miró con odio a Sebastian y dijo algo que sonó como “alimañas” en voz muy baja. Lo miré con los ojos entrecerrados, eso no solo iba dirigido hacia Sebastian sino a los demonios en general. Puede que fuera un demonio, pero no había hecho nada para recibir esa palabra de desprecio.

-Veo que ni vosotras mismas sabíais lo que erais hasta llegar aquí-interrumpió Angela terminándose su copa de vino-Esperaba que lo descubrierais con el tiempo, así las cosas serían más fáciles.

-¿Qué es lo que quieres, ángel?-preguntó Will, colocándose las gafas con las especies de pinzas-Los tuyos nunca os inmiscuís en los temas de los mortales y los shinigamis, mucho menos en los de los demonios.-su mirada fue a nosotros cuando dijo esto último.

-No hay que precipitarse, William-dijo paciente dejando la copa vacía en la mesa-El tema por el que he venido es grave y no es fácil de explicar-respiró profundamente antes de hablar.

Se mantuvo un momento en silencio, eligiendo mesuradamente sus palabras. Se podía notar nerviosa, pero hasta yo lo estaba. Observé a cada uno de los presentes, era palpable la tensión e intriga de todos. Willa se recolocaba sus nuevas gafas una y otra vez mientras se mordía el labio inferior. Claudia, a mi lado, se mantenía quieta con los puños apretados. Yo, era la más tranquila de las tres y no era porque me fuera indiferente Angela. Más bien, mi mente era la que procesaba el nerviosismo mientras mi cuerpo se encontraba relajado.

-Yo fui quien os trajo hasta aquí-empezó a relatar Angela. Sus ojos violetas se oscurecieron un poco mientras hablaba-Vosotras sois las únicas que podéis detenerlo.-se mordió el labio inferior con frustración y su mirada fue al suelo.

-¿Detener a quién?-preguntó Claudia interrogante y con el ceño fruncido-¿Para eso nos traes al pasado?

-Espera ahí… ¿Cómo que pasado?-por primera vez desde que entraron en el salón Willa y Claudia se miraron.

-¿En serio?-Claudia arqueó una ceja con incredulidad-¿De verdad no te has enterado?

-¿Enterarme de qué?-para mi sorpresa fue Ciel quien le contestó.

-Que estáis en el siglo XIX. Concretamente en 1889-Ciel se masajeó los ojos, irritado. A veces Willa podía ser bastante despistada.

-Eso no me lo habías dicho, Claudia- habló el rubio mirándola con los ojos entrecerrados.

-Lo averigüé poco después de empezar a dar clases con Hannah-dijo con un poco de arrepentimiento en la voz, pero fría como un tempano- No te lo dije porque creo que eso hubiera complicado más la cosas. Tampoco sabía si podía confiar en ti, Alois- sonrió con suficiencia y chulería, sonrisa que le devolvió Alois.

-Viajes en el tiempo. Por eso no podía encontrar tu ficha en los archivos-añadió William mirando seriamente a Willa.

-Eso es muy interesante-los ojos bicolores de Grell brillaron con admiración y una especie de afecto que no supe identificar.

-¿Por qué traer a las señoritas al pasado?-preguntó Sebastian que hasta el momento se había quedado en silencio escuchando las conversaciones que se formaban alrededor.

-Porque son las únicas que pueden detenerlo-repitió el ángel saliendo de su trance y mirando a Sebastian.

-Eso ya lo has dicho-replicó el mayordomo de Alois mirando con frialdad a Angela.

-Deja que se explique Claude, esto se pone interesante-Alois hizo un gesto con la mano dándole a entender a su mayordomo que se tranquilizara. Parecía estar disfrutando mucho la situación pero podía notarle nervioso debajo de esa capa de indiferencia.

-Ash-continuó Angela con un suspiró cansada. Toda su fortaleza de antes se había evaporado, ahora parecía frágil aunque su tono de voz, cuando continuo, fue fuerte y seguro.-Hace mucho tiempo Ash y yo éramos lo mismo. Un ángel con hermosas alas blancas-sonrió con melancolía y anhelo. Por un momento sus ojos se aguaron y dejaron entrever una tristeza muy profunda. ¿Qué podía pasarle a un ángel para que llorará y mostrará tal estado?-Protegíamos el orden de las cosas naturales. Como el nacimiento de un infante, la muerte natural de los seres humanos…Cosas que a cualquiera le parecerían insignificantes pero que sin ellas, el ciclo de la vida no podría existir.-tragó saliva ruidosamente para seguir hablando- Nuestro trabajo era simple pero no por ello era aburrido. Por mi parte era una tarea bonita y la hacía con gusto, pero para Ash solo era una tarea. Era verdad que a veces podía ser desquiciante y por ello no discutía con él, pero no compartía su opinión de que era una pérdida de tiempo.-calló durante un momento llevándose una mano al pecho-Pasaban los días, los meses, los años y los siglos. Todo era monótono, no había novedades por el reino de los cielos hasta que el caos se desató. Dios, nuestro Padre, había dado un consentimiento bastante especial, intentando ser justo quiso dar una oportunidad y así lo hizo. Muchos en el cielo se alegraron por ello, creían que la decisión de Padre era correcta. Otros en cambio, vieron esto antinatural y como una abominación, había demonios en medio y esto desagradó a los ángeles más antiguos. Hubo una guerra entre ángeles, como la de antaño.-se puso pálida recordando todo aquello, no sabía que había podido vivir allí pero era claro que nada agradable-No llegó tan lejos pero no fue algo que quisiera recordar continuamente. Dios puso orden y dejo ver que no era tan malo como lo pintaban los ángeles contrarios. Prometió no volver hacerlo a menos que fuera necesario pero aun así dio su consentimiento. Esta idea, aunque no agradó a muchos consiguió apaciguar a los ángeles, menos a unos pocos. A mí no me importaba la decisión de Padre, de hecho me alegré, así todos podrían ser felices pero…a Ash no le gustó. De alguna manera consiguió separarse de mí….y….

-¿A qué te refieres con separarse de ti?-preguntó Ciel curioso. La interrupción pilló por sorpresa a Angela que miró al conde confusa.

Mi mirada fue de Angela a Ciel. Estaba tan concentrada en la historia de la peliblanca que fue como si me transportara a otro mundo y la voz de Ciel fuera mi vuelta a la realidad. La sala quedó en silencio durante un momento.

-Bueno…-meditó su respuesta-Como sabes los ángeles son asexuados, es decir, no tenemos género.

-¿Y…?-inquirió.

-Los ángeles podemos cambiar. Si queremos podemos aparentar ser hombres o mujeres según nuestras necesidades-esa información me impresionó. ¿Cómo sería pensar como un chico o como una chica cuando se te antojará? Seguro que era muy confuso.-Éramos la misma cosa…Pero Ash empezó a pensar por su cuenta y acabó teniendo conciencia propia…y, hasta hace poco, un cuerpo propio.-desvió la mirada al suelo haciendo una mueca de dolor. Sus ojos brillaron oscuros. Sombras siniestras se reflejaron en ellos y sus labios se transformaban en muecas de angustia y dolor, sus recuerdos debían de ser muy dolorosos para quedarse casi estática, como si fuera una estatua.

Sus hombros temblaban levemente y su respiración se agitaba a cada vez más. Se veía claramente que lo estaba pasando mal. Claudia se levantó y fue hacia ella lentamente pero segura. La tomó de los hombros y la agitó ligeramente. Angela salió de su trance y la miró sorprendida. No podía ver el rostro de Claudia pero sabía que estaba seria como William.

-Si te hace daño, no pienses en eso-su tono de voz fue suave pero firme. Los ojos de Angela se abrieron sorprendidos e intentó decir algo pero Claudia se giró y volvió a su sitio.

Con el rostro sereno, asintió dando pie a que siguiera su historia.

Angela se aclaró la garganta y siguió su historia.

-Como iba diciendo…Ash consiguió un cuerpo propio y juntó a los ángeles contrarios a la idea de Dios. Su plan era acabar con las personas a las que Padre había dado ese “don”, por llamarlo de alguna manera. Yo…intenté detenerle pero me capturó y encerró-tragó saliva duramente y empezó a acariciar su manos con las yemas de los dedos-Me absorbía la energía para seguir fuerte y corpóreo, ya que siendo los dos la misma cosa no podemos estar separados mucho tiempo. También conseguía energía de ángeles más jóvenes, incautos e inocentes. No es un proceso agradable, por lo que muchos murieron al cabo de pocos días.-sus ojos se cristalizaron por un momento pero sacudió la cabeza, como negándose a recordar eso- Mató a los suficientes ángeles para poder viajar a este tiempo con su grupo para acabar con las personas que tendrán ese don. Y ahí es donde entráis vosotras, sois las únicas que podéis derrotarlo…tenéis que hacerlo…

Esto último sonó más como una súplica en vez de una afirmación. Con sus hermosos ojos violetas observó a cada uno de los presentes en el salón, deteniéndose en mí. Abrí la boca para preguntar algo pero se me adelantaron.

-¿Y cómo llegaste aquí?-preguntó Claudia arqueando una ceja con desconfianza-¿O soy la única que se lo pregunta?

- Yo más bien me pregunto, ¿a quienes quiso dar una oportunidad? –replicó Willa mirando a Claudia con superioridad.

El duelo de miradas no se hizo esperar. Bufé agotada, atrayendo las miradas de ambas.

-Mientras Ash estaba distraído, noqueé a uno de los ángeles y me colé.-respondió Angela sin pestañear.

Tenía sentido. Sin embargo, era demasiado fácil. No creía que ese ángel genocida fuera tan estúpido.

-Los humanos a quienes Padre dio una oportunidad eran muy especiales-siguió el ángel frente a nosotros-No puedo deciros por qué lo eran, la verdad es que…no lo recuerdo.-un leve tono rojizo apareció en sus mejillas.

-¿Lo estás diciendo en serio?- preguntó incrédulo Alois, a punto de levantarse del sillón-¿Nos pides ayuda para salvar a unas personas que no sabemos quiénes son? De verdad no me lo puedo creer-se dejó caer en el sillón enfurruñado.

-En realidad no nos está pidiendo ayuda a todos nosotros, solo a ellas-replicó Ciel indiferente, ganándose una mirada de odio de parte de Alois.

Quise reírme ante la actitud infantil de ambos pero no lo hice. Me sentía tan cansada. Sentía un frío vacío en el estómago, no era hambre más bien era otra sensación extraña y difícil de explicar. Parpadeé varias veces para aclarar mi mente y volví a intentar preguntar pero se me adelantaron otra vez.

-¿Entonces qué haremos?-preguntó Willa mientras daba toques irritantes en el reposabrazos que tenía libre. Cada golpecito era como un mazazo en mi cerebro.

-Solo sé que tenéis que quedaros con quienes os he enviado-respondió Angela mirando por la ventana del salón- Ellos os ayudaran con vuestra misión.

-¿Y por qué tenemos que ayudarte?-exclamó Claudia elevando el tono de voz, mientras se levantaba del sofá y encaraba a Angela. Otro mazazo a mi cabeza.

-Claudia…-supliqué en susurro. De repente mi cabeza iba a explotar.

-Por que sois las únicas que podéis detener…

-¡Eso ya lo has dicho! ¡Pero no nos has preguntado si queremos ayudarte!-volvió a elevar la voz Claudia.

-Claudia…-repetí un poco más alto.

-¡Antes de traernos a otro tiempo deberías haber acudido primero a nosotras! ¡Nos has traído aquí contra nuestra voluntad!

-¡KIRA!-grité su apodo atrayendo las miradas de todos.-Por favor…baja la voz…-resollé mientras me levantaba.

Claudia abrió los ojos como platos viéndome por primera vez a los ojos. Debía de verme muy mal para que su cara se encontrara en estado de shock. Observé a Angela. Entendía las razones de mi amiga para gritarle pero también podía entender los motivos de Angela. Supongo que se encontraría desesperada y solo vio esta solución. Aunque no quisiera en mi fuero interno, la ayudaría. Eso sí, ella sabía cosas de mis padres por lo menos eso quería como recompensa.

-Te ayudaremos-decidí ante todos. Ella sonrió y fue a decir algo pero la interrumpí-Pero quiero algo a cambio.-la sonrisa de Angela se fue haciendo pequeña ante esas palabras- Creo que ya te lo imaginas.

Entonces caminé hacia la puerta del salón un poco tambaleante. Claudia me intentó ayudar pero no me deje, no porque estuviera enfadada con ella ni porque quisiera hacerme la fuerte ni ninguna de esas excusas baratas. Solo que no quería descontrolarme otra vez, y menos delante de ella. Sentía mis ojos arder como cuando mis ojos se ponían púrpuras, dejando ver mi lado demoniaco. Intentaba controlarlo pero me estaba quedando sin fuerzas, solo quería descansar. Cuando llegue a la puerta la abrí pero antes me di la vuelta y los miré a todos.

-Siento mi comportamiento de ahora, no me encuentro bien. Podéis seguir sin mí- hice una reverencia a modo de disculpa.

-Espera te acompaño-dijo Claudia haciendo amago de seguirme.

-No te preocupes Clau-dije cariñosamente mientras le sonreía.-Prefiero que te quedes y escuches todo. Después me lo cuentas, ¿vale?

-Claro…-no quería hacerle daño pero sabía que lo había hecho.-No te preocupes, lo tendré todo bajo control-intentó parecer más animada pero yo sabía que era una falsa ilusión.

-Lo siento…-susurré antes de salir y cerrar la puerta.

Cuando la puerta se cerró me recargue en ella aliviada. El silencio de la mansión me acogió y me envolvió con sus brazos acallando el dolor de mi cuerpo y mente. Esperé unos momentos sin escuchar nada más que mi respiración pausada hasta que decidí dar el primer paso para ir a mi habitación. Fui lentamente, dejándome absorber por la oscuridad que había en la mansión sin más ruido que el repiqueo de mis tacones contra el suelo y el de mis pensamientos que zumbaban en mis oídos sin orden alguno. El único pensamiento que podía sacar en claro era que tenía una misión que cumplir. Aunque no me gustara, aunque no la entendiera…tenía que cumplirla. Algo me lo decía en lo más profundo de mi mente y en lo más hondo de mi corazón. Sin embargo, la parte más racional de mí, me decía que era una tontería. ¿Por qué debíamos ayudar a otras personas? ¿Por qué lo ordenará Dios? ¿De verdad no había más ángeles que pudieran encargarse de ese genocida?

Sacudí la cabeza disipando esos pensamientos lo menos que quería en ese momento era que mi mente colapsara por tantas contradicciones. Abrí la puerta de mi habitación y me desvestí automáticamente, no fue hasta que me encontraba acostada en la cama y con el camisón que usaba de pijama que salí de mi trance. No me pregunté como lo había conseguido, no me pregunté porque me encontraba así, solo cerré los ojos y esperé dormir sin más sueños y pesadillas.

Dejé que el sueño tomará el control sobre mi mente y que me llevara a otro mundo, el mundo de mis pesadillas.

Silencio, demasiado silencio. Eso era lo que me encontré en mi sueño. Me encontraba en el salón en el que hace un momento había estado. Veía como todos a mí alrededor hablaban pero yo no podía oírles, no podía hablar. No sé en qué momento la situación cambió, la habitación se volvió oscura y Angela era la única que estaba.

-¿De verdad crees que voy ayudarte?-un sonrisa diabólica fue lo que recibí- No eres más que una alimaña. Un ser inferior que no debería existir. Y no soy la única que lo piensa- su sonrisa se ensanchó y aparecieron los demás.

Mis ojos se abrieron de la impresión al ver a todos reunidos mirándome con odio y desprecio. Algo en mí se rompió en ese momento. Noté como mis pupilas se alargaron hasta formar una fina línea, mis uñas crecieron unos centímetros al igual que mis colmillos y mis ojos ardieron haciéndome saber que se habían vuelto púrpuras.

Todo pasó tan rápido. Desgarré, rompí y destruí a cada uno de los presentes. A Angela, Ciel, Alois, Sebastian, Grell, Claude, William, Willa y Claudia. Algo en mi pedía sangre y destrucción, algo imparable que no podía controlar. Cuando acabé, miré mi obra. Sin embargo no pude reprimir un grito ahogado. No solo había matado a mis amigos sino que ahora mis padres se encontraban entre ellos, despedazados…casi irreconocibles. Caí al suelo de rodillas todavía medio transformada, llevé mis manos llenas de sangre a mi cabeza sin creérmelo.

-Esto es lo que somos- dijo alguien detrás de mí.

Me giré asustada por esa voz, era tan sobre humana pero a la misma vez reconocible. Era mi voz.

-No somos más que oscuridad materializada en un cuerpo-dijo una versión de mí oscura y retorcida que sonreí malvadamente-No te resistas, tú has causado todo esto. No dejes que los sentimientos humanos te manipulen, ven conmigo…-tendió una mano hacia mi invitándome a cogerla-Te enseñare lo que de verdad eres.

-¿Y por qué debería creerte?-pregunté aún asustada, alejándome de su mano.

-Porque soy tú-dijo riendo mientras se acercaba a mí- Te conozco más de lo que te conoces tu misma.

Entonces me agarró de la mano e intentó llevarme a la profunda oscuridad que se encontraba detrás de ella. Intenté soltarme pero nada hizo efecto, grité lo más alto que pude pero la risa retorcida de mi otra yo mitigó mis gritos de ayuda.

-¡¡¡¡NO!!!-grité despertándome de golpe.

Ante mí se encontraba Claudia mirándome horrorizada. Tenía una de mis manos agarrando su cuello mientras la otra estaba a pocos centímetros de su cara. Mis uñas estaba hechas garras como en mi sueño, así que pude imaginarme como debí verme. La solté y me alejé de ella, escondiendo mi cara en mis rodillas. ¿Por qué había pasado esto? Casi mató a mi mejor amiga.

-¿Estas bien, Seb?-preguntó Claudia medio asustada aún.

No dije nada. No quería hablar en ese momento. ¿Qué me estaba pasando? Esta mañana casi mataba a Ciel y ahora casi hacía lo mismo con Claudia. Me estaba empezando a dar miedo a mí misma. Mis hombros temblaban al igual que mis manos. ¿Acaso era verdad esas palabras de mi sueño? ¿Era una alimaña? ¿Un ser inferior? ¿La maldad en un ser corpóreo?

-Seb…-añadió Claudia más cerca de mí. No sé en qué momento se había colocado a mi lado- No pasa nada, todo era un sueño.

-No, no lo era…-dije aún sin mirarla.

-Bueno, una pesadilla. Qué más da, no era real-río para darme ánimo y me abrazo.

¿Una pesadilla? Creo que esa palabra era muy suave para lo que yo sentí con ese sueño pero aun así me reí. La risa de Claudia era contagiosa.

-¿Estas mejor?-preguntó abrazándome más fuerte.

-Un poco sí-la miré con una pequeña sonrisa.

-La próxima vez no grites tanto. Me has despertado-entonces se acostó en la cama dejándome  un sitio.

-Lo siento-reí un poco avergonzada-No quería molestar.

-Bueno, como me has despertado dormiré aquí. No quiero volver a mi habitación, estoy vaga-cerró los ojos y roncó haciéndose la dormida. Yo solo reí aún más y me acosté a su lado.

-Por lo menos deberías abrigarte, hace mucho frío de noche- dije mientras nos cubría a los dos con las mantas. Era una buena sensación sentir las sabanas calentitas ante el frío que había.

Claudia solo abrió un ojo y me miró para volver a cerrarlo y seguir fingiendo. Sonreí cariñosamente ante eso. Me recordaba a cuando eras pequeñas y nos quedábamos a dormir juntas. Jugamos y nos quedábamos hasta altas horas de la noche hablando de cualquier cosa que se nos pasara por la cabeza pero eso termino después del asesinato de nuestros padres. Era muy doloroso recordar cosas anteriores a ese incidente.

-Por cierto, ¿qué haces aquí? Creí que te irías con Alois devuelta a su mansión-pregunté dándome cuenta de ese detalle.

-Es demasiado tarde y el camino hacia la mansión de Alois es largo-respondió abriendo los ojos mirándome con esos ojos azules celestes- Ciel nos invitó a quedarnos. Supongo que después de lo que ha pasado se ha relajado.

-Mejor, no quería despedirme tan pronto-me acerqué más a ella enredando mis piernas con las suya, como hacíamos de pequeñas- ¿Y Angela?

- Se fue. Dijo que no podía quedarse más tiempo-comentó frunciendo el ceño ante la mención del ángel-¿De verdad vamos ayudarla? No es que me moleste, pero nada de esto me gusta.

-A mí me gusta menos de lo que crees pero creo que esto nos ayudará con nuestros padres-Claudia abrió los ojos sorprendida.

-¿Esto tiene que ver con nuestros padres? ¿Cómo lo sabes?- exclamó subiendo el tono de voz.

-Recuerdos-hice un gesto para que bajara la voz, solo quería compartir ese secreto con ella.

-¿Has empezado a recordar?-asentí sonriendo tímidamente. Ella me sonrió devuelta.

-Eso es genial, por fin podremos saber que pasó-sus ojos se iluminaron de esperanza y eso me hizo más feliz de lo que nunca había sido hasta ahora.

-No recuerdo a voluntad y tampoco son recuerdos nítidos pero ayudan-dije encogiéndome de hombros.

-Eso es mejor que nada. Ahora entiendo porque estabas así en el salón-murmuró culpable-No debí de ponerme así.

-Tranquila, no lo sabías y yo no había dicho nada tampoco-dije intentando animarla, no quería que se sintiera culpable por algo que no era culpa de nadie.

-Digamos que estamos en tablas-añadió con humor sacándome una carcajada a la que ella se sumó.

Seguimos hablando y haciendo bromas hasta que el sueño nos venció. Era la primera vez que me relajaba de verdad desde lo de mis padres. Volver a ser una chica normal era satisfactorio aunque por la mañana volvería a la locura en la que me había metido.

Cuando me desperté, el sol ya estaba alto. Miré el reloj de la habitación y eran las diez de la mañana. Era bastante tarde, el desayuno ya había pasado pero hambre era lo último que sentía en ese momento. Bueno hasta que me rugió el estómago.

-Veo que tienes hambre-comentó Claudia que estaba frente al espejo vistiéndose.

-¿De dónde has sacado esa ropa?-pregunté aun soñolienta frotándome los ojos en un intento de despejarme.

Se estaba vistiendo con unos pantalones negros y una camisa blanca que tenía arremangada por los codos. La verdad es que le quedaba bien, le daba otro aire más elegante. Acostumbrada a verla con chaquetas de cuero, esto era un cambio bastante grande.

-Le pedí al mayordomo que me dejara otra ropa que no fuera un vestido- dijo mientras se colocaba los tacones que traía con el vestido-Prefiero esto a verme como una Barbie otra vez.

Reí muy fuerte. Era verdad que parecía una Barbie con ese vestido.

-A ti te trajo esto-dijo señalando la ropa encima de la cama- Dijo que sería de tu gusto.

Me levanté y cogí la ropa. Era una camiseta negra con unos pantalones rojo sangre. Creo que Sebastian captó que mis colores preferidos eran el negro y el rojo.

-Te espero abajo, tengo un hambre que tira para atrás-comentó abriendo la puerta y salía-Date prisa o si no me lo comeré todo-añadió una vez fuera de la habitación.

Me preparé lo más rápido que pude. Me puse los tacones de ayer y me peine el pelo haciéndome una coleta que cogió todo mi cabello. No quería ningún adorno o flequillo prefería poder ver bien. Las tripas volvieron a rugirme impacientes.

Una vez lista, baje corriendo al comedor tenía un hambre atroz. Cuando llegué estaban todos desayunando. Ciel hablaba animadamente con Alois, Claudia y Willa. Los mayordomos se encontraban detrás de sus respectivos amos y los shinigamis estaban más apartados pero aun así se metían en la conversación.

-Buenos días, Sebastiana-sama-me saludó Sebastian con una sonrisa haciendo una reverencia.

-Buenos días Sebastian-respondí sonriéndole también.

Claude solo hizo una reverencia cuando pasé a su lado para sentarme. Ciel estaba en la cabecera de la mesa. A si izquierda estaba Alois y a su derecha Willa. Claudia estaba sentada al lado de Alois y los shinigamis estaban cuatro sillas a alejados de Willa. Supongo que para evitar estar lo más cerca de los dos demonios mayores de la sala. Me senté al lado de Claudia mientras daba los buenos días a todos.

-¿Qué tal has dormido, Sebastiana?-me preguntó Ciel mientras bebía de su taza de té.

-Bien, es una de las mejores noches que he dormido-respondí alegremente disponiéndome a desayunar.

Pero antes de que la comida tocara mi boca, unas nauseas muy fuerte me invadieron. Empecé a marearme y todo a mí alrededor se oscureció. Noté como volvía esa sensación de mi sueño, como me volvía a transformar. Mi mente se desvaneció como humo y no supe que pasó después.

 Fin Sebastiana POV.

Notas finales:

Lo sé, lo sé. He tardado mucho en subir este capítulo. De verdad me disculpo ante esto, en el instituto y que la inspiración no venía a mí ha sido como un infierno escribir este capítulo. Gracias por apoyar esta historia que aunque no tenga mucho apoyo como otras a mí me alegra ver cada comentario vuestro y voto. Sinceramente, sois un gran apoyo para escribir.

He de decir que ahora me centraré en el epilogo de mi otra historia, me he atrasado mucho en él y ese fanfic lleva bastante tiempo terminado salvo por el epilogo. Intentaré tenerlo lo más pronto posible, aviso que es bastante largo y llevo poro más que la mitad (si hablamos de desarrollo de la historia, porque yo siempre me voy por las ramas XD)

 Muchas gracias a todos lo que habéis leído este capítulo, espero que os haya encantado tanto como a mí.

 

Nos leemos :)


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