Capítulo 2
Sebastian y su mayordomo Ciel habían estado toda la tarde en el estudio preparando los próximos eventos de la gran empresa del apuesto conde, un conde hermoso, que no se dejaba intimidar por nada ni nadie, pero ahí estaba él en su despacho con un niño pequeño capaz de hacerle temblar, no de miedo si no de placer mezclado con curiosidad e intriga.
-Señor, aquí tiene los informes que me solicitaste.
-Déjame verlos.
Sebastian se los quitó fuertemente de la mano, molesto por la forma en la que le miraba y se dirigía su mayordomo hacía a él, esa maldita sonrisa siempre en sus labios y esos ojos que siempre le observaban a todas horas… era demasiado insolente, se vengaría eso seguro…Decidió examinar los informes, su empresa cada día crecía más, se dedicaba a vender juguetes y artículos para niños, a pesar de que no los soportaba, a excepción de uno…
-Bien, parece que este mes hemos tenido más ingresos que los anteriores, mi estrategia de mercado ha surtido efecto, dijo con voz triunfante el conde.
-Si mi lord, es usted muy astuto, permítame una pregunta, para que quiere hablar con ese noble francés, esto… ¿Cómo se llamaba?
-Su nombre no te interesa demonio, tu solo limítate a seguir mis órdenes, solo te diré que mi venganza está cerca.
-Si su venganza está cerca quiere decir que dentro de poco saboreare esa deliciosa alma que tienes, dijo Ciel pasando su lengua por los labios.
Sebastian al ver este gesto no pudo evitar que su cuerpo se pusiera en tensión, sabía que eso formaba parte del pacto.
-¿No estarás preocupado verdad? Jajajaja dime que no, eso solo le da sabor amargo a tu alma, aunque en ocasiones mezclado con otros sabores puede estar bien… el niño demonio se quedó con mirada perdida pensando en sus cosas a lo que Sebastian aprovechó para levantarse, rodear la mesa, acercarse a su mayordomo y darle una bofetada en su mejilla.
Ciel al estar perdido en sus pensamientos, no vio venir la bofetada.
-¿Qué haces? Gritó el joven demonio, su reacción fue tal que al levantarse de la silla, está cayó al suelo.
-¿Qué qué hago? Eres mi demonio y mayordomo acuérdate del contrato que aquí el único que parece cumplir con el soy yo. Te ordeno que seas más respetuoso.
Ciel le miraba desde abajo, aquel conde era alto y bastante atractivo, cuando se ponía en esa actitud podía llegar a imponer bastante.
-jajajaja, Ciel se empezó a reír en la cara de Sebastian, lo siento, en ocasiones eres tan gracioso dijo el pequeño demonio.
Sebastian no contestó, se limitó a mirarle desde arriba, dejo que el joven demonio se riera a gusto, una vez acabado, el conde se acerco al niño y le empujó, este empujón hizo que Ciel cayera al suelo, el niño le miraba desde el suelo, la sonrisa de su cara había desaparecido.
-Vaya vaya, así que te gusta jugar duro eh Sebastian, no sabía yo eso.
-No lo sabías, parece mentira para ti, al final va resultar que eres un demonio incompetente.
-¿Incompetente yo? No me conoces, soy uno de los más fuertes y de los más poderosos del infierno.
-No te creo, todos sois unos mentirosos, si eres tan poderoso, ¿Cómo es que tienes esa forma de niño?
-… Ciel no contestó.
-Es una orden, contesta! Gritó Sebastian.
-Todos tenemos la forma que mejor representa nuestra personalidad…murmuró el demonio.
A Sebastian se le iluminó el rostro.
-Así que eres un niño en todos los aspectos jajajajaja, no me extraña nada, eso explica porque te gustan tanto los juegos y eres tan insoportable…pero a la vez extremadamente deseable.
Un momento, ¿Qué demonios acababa de decir? Esto no era lo que había pensado, maldito crio, no puede ser cierto…
Ciel al escuchar estas últimas palabras ignoro el hecho de que Sebastian le hubiera criticado de esa manera.
-Así que al conde Sebastian le gustan los hombres y curiosamente “niños”, la sonrisa había vuelto a los labios de Ciel, el cual decidió levantarse del suelo.
-Has escuchado mal, nunca dije tal cosa, no mientas, eres un mentiroso dijo Sebastian enfurecido.
-Sabes que no puedo mentir delante de ti, es parte del contrato ¿recuerdas? Pregunto con voz dulce a la vez que se acercaba más a Sebastian.
-Sé que mientes, tú manipulas la verdad dijo Sebastian en un último intento de auto engañarse, se negaba a aceptar que esas palabras hubieran salido de su boca, mientras Sebastian maldecía para sus adentros, Ciel se acercó a Sebastian y le abrazó, sus pequeños brazos rodeaban la cintura de Sebastian.
El conde miró sorprendido a Ciel, ¿Qué haces? Le preguntó.
-¿No te puedo dar un abrazo Sebastian? Eres mi amo y yo…. Te amo.
Las mejillas de Sebastian se encendieron. ¿Qué acababa de oír? Hoy nada tenía sentido en esa mansión.
-¿Qué has dicho? Volvió a preguntar Sebastian con voz entrecortada.
-Lo que oyes Sebastian, yo…yo…yo te…
-¿TE QUÉ? Gritó el conde sin poder contenerse.
-Yo...Yo…yo jajajajajajaja nada Sebastian, deberías ver tu cara en estos momentos.
-….
Iba a matar a ese niño, definitivamente, se la había vuelto a jugar, Sebastian hizo gala de toda su paciencia y en vez de gritarle, decidió devolvérsela, además haría algo que siempre quiso hacer.
-Oh! Tan rápido cambias de opinión querido Ciel, yo si te amo, volveré a hacer que cambies de opinión….
Sebastian separó al menor de su cintura y se arrodilló.
-¿Qué tienes pensado hacer conde? Dijo con burla Ciel.
Sebastian posó sus manos en las mejillas de Ciel y acercó su cabeza a la suya, y posó sus labrios en los del joven demonio.
Ciel miraba a los ojos a Sebastian que también los tenia abiertos, se miraban fijamente pero sin interrumpir ese pequeño beso, Ciel tuvo intenciones de separarse pero Sebastian le lanzó una mirada que lo único que podía significar era que no se apartara, que era una orden.
El joven demonio seguía asombrado, sin duda su amo era una caja de sorpresas, siempre lo había sido, pero esto era diferente.
Sebastian decidió apartarse, sus miradas todavía seguían fijas, fue Ciel quien interrumpió ese contacto visual, ladeo la cabeza y preguntó.
-¿Necesitas algo más, señor?
-No, puedes retirarte, Sebastian esbozó una sonrisa, había conseguido dejar sorprendido a su mayordomo.
-Entonces me retiro…
Ciel se dirigió a la puerta, cuando iba a marcharse y cerrar la puerta, Sebastian le llamó.
-Ciel, no creas que hemos acabado…esto no ha hecho más que empezar…Por cierto quiero hacerte una última pregunta antes de que marches a preparar la cena. Dijiste que me amabas y no lo desmentiste, sé que no puedes mentir ya que así lo hemos pactado, por lo tanto ¿Me amas de verdad?
-Señor, esa pregunta no es muy propia de usted, esta cansado de tanto esfuerzo y no piensa bien, por favor vaya a descansar, le llamaré cuando tenga todo preparado.
-¡Es una orden, dímelo!