Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El monstruo de Notre Dame por lorepanda

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Siento mucho la demora pero... bueno, digamos que el tiempo libre se fue a buscar tabaco, la inspiración a la mierda y los trabajos de clase se me hecharon encima como seguritas de una disco XD
En fin, de todas formas ya lo tengo todo planteado, solo necesito encontrar las palabras para escribir.
Una advertencia, este capitulo tiene una escena explícita de tortura que hasta a mi me dio yuyu, solo digo por si alguien aquí es sensible con las decripciones detalladas (como yo XD)
También aparecen nuevos personajes, entre ellos Kaien Cross, espero haber dado un poco con lo que reír con este hombre.
Gracias por leer!

EL MONSTRUO DE NOTRE DAMME 
cap3: La sangre de un igual


No sabía por qué dudaba.
Aún no apretaba el gatillo. Por algún motivo se veía incapaz de hacerlo. Algo se lo impedía.
Observó a la criatura que tenía delante. Un monstruo con forma de hombre; sabía que era un vampiro, podía reconocer a los de su calaña a distancia. Pero este se veía asustado y confuso.
¿Por eso dudaba?
Bajo el arma con un ligero titubeo pero al instante se frenó. No, no debía mostrar piedad. Fuera él o su compañero, daba igual realmente, alguien había matado a esa mujer en la plaza y ese hombre estaba justo en medio.
En el momento en el que su determinación volvía con fuerza la criatura habló:
-¿Qué eres?
La pregunta lo pilló desprevenido, ¿es que no sabía reconocer a un cazador o…?
La tensión le azotó el cuerpo, se puso pálido, y el corazón le saltó en el pecho con brusquedad. ¿No se referiría a eso?, ¿lo había notado?
Un sonido retumbó por todo el sitio y él, aún con la sorpresa en sus facciones, cometió la estupidez de girarse.
En el momento en el que Yagari entraba en su campo de visión el viento le golpeó en la cara. Un movimiento violento y el vampiro desapareció.
-¿Pero qué…? ¡Mierda!
Yagari llegó a su altura, expresando también su frustración.
¿Cómo había podido dejar escapar a esa cosa?
La tensión y la adrenalina le bajaron de golpe haciendo que los mareos volvieran.
El mayor miraba a su alumno de reojo, un tanto intranquilo. Lo veía mas pálido de lo normal, con una ligera capa de sudor en el rostro y la respiración entrecortada.
- Chico, ¿estás bien?
-No.- Respondió con brusquedad. Justo cuando lo tenía a su alcance. ¿Porqué había tenido que tener una recaída tan fuerte en el preciso momento en el que las criaturas que buscaban salían por fin a la luz? ¡No podía tener tan mala suerte!

Le exigió de mala manera a su maestro que lo llevara a casa. No quería volver a la comisaría para reportar el incidente, mucho menos a la plaza con todo el caos, la gente, la sangre…
De camino al apartamento que ambos compartían se le terminó de ir la cabeza. Llegaron las alucinaciones. Perdió la noción del tiempo y el espacio, con la visión inundada de rojo sangre y lava recorriendo sus venas.






Una ligera capa de polvo lo envolvía todo. Se respiraba un aire pesado, o tal vez se trataba del nudo en la garganta que no le dejaba respirar con normalidad.
Todo había salido mal. Muy mal.
No quería pensar en la reacción de Yuki cuando se enterase de que había estado en el epicentro de todo ese horror.
Nunca había visto morir a un humano.
Estaba concentrado en ese misterioso aroma que resultó pertenecer al muchacho pálido como la Luna; pero no podía haber estado tan ensimismado como para atacar a alguien y no acordarse luego, ¿verdad?
No estaba tan hambriento. Cierto que hacía una semana que no se alimentaba pero era capaz de aguantar más tiempo… Lo que había pasado no era normal.
Se apoyó en una enorme viga de madera. Estaba aturdido. Sabía y siempre supo de qué era la sangre de la que se alimentaba pero nunca la obtenía por si mismo, su hermana era quien le proporcionaba todo lo que necesitaba.
Ver como la gente se apartó de él cuando la pobre mujer calló a sus pies, sentir las vibraciones de sus gritos en su propio pecho, oler el pánico… Ser consciente de cuanto se aferraban a la vida esas pequeñas y perecederas criaturas…
No la había matado. No podía ser así. Él no podía ser así.
- Kaname.
La voz femenina resonó en la estancia, sacándolo del aturdimiento. Enfocó la vista en la figura de su hermana que se encontraba un poco apartada de la luz que entraba por las ventanas, con el rostro frío como el mármol blanco, impenetrable.
- Hermana…
- ¡Cállate! ¿Te das cuenta de lo que has hecho?
Se sobresaltó por el exabrupto. Su hermana sabía lo que había pasado. Nunca la había visto tan enfadada como ahora.
- Salir a plena luz, exponerte así, ¿y si nos descubren? ¡Podrían matarnos!
El recuerdo del joven armado en el callejón pasó por su mente. Pero él no lo había matado, no había apretado el gatillo. Bajó el arma unos instantes, ¿qué tan malo podía ser un hombre que, aun habiéndole perseguido para acabar con él, dudaba de su supuesta culpabilidad?
Un resplandor rojo bañó su rostro, la atmosfera se sintió aún más pesada y más oscura a pesar de los grandes ventanales.
Yuki estaba furiosa con su hermano. Y se lo haría saber.
Kaname no intentó esquivar a su hermana, no por que no pudiera sino porque no se lo esperaba.
Lo tumbó de un brutal golpe en el pecho, sacándole todo el aire de los pulmones.
- Has sido un niño malo, Kaname. No debiste salir.
El susurro ponzoñoso silbó en sus oídos con la promesa de un castigo cruel.
Le agarró la mandíbula a mano abierta, clavándole las anormalmente largas uñas en las mejillas y el puente de la nariz. Su cuerpo no paraba de temblar.
Tiro de la cabeza hacia atrás dejando el cuello descubierto.
Estaba asustado. No sabía de qué era capaz su hermana estando tan enfadada.
El miedo barrió la calidez de su cuerpo en oleadas furiosas impulsadas por los frenéticos latidos de su corazón.
Cuando los colmillos desgarraron piel, carne y venas intentó huir. Alejarse de ella y del dolor que le provocaba. Tanto dolor. Agudo, lacerante. Insoportable. Le estaba desangrando. Sorbía de la herida abierta con ímpetu. Tiraba de su energía vital hasta sentir un desagradable sopor. Las extremidades pesaban como plomo, no podía respirar ya y la cabeza giraba vertiginosamente.
Dejando apenas un hálito de vida en su rendido cuerpo se alejó de él; estaba enojada, pero debía parar o lo dejaría en coma suspendido por unos días.
Fue hacia la puerta dispuesta a dejarlo allí. Hasta que aprendiera la lección. Solo hacía lo mejor para su pequeño hermanito.
- Te quedarás aquí, sin salir, sin alimentarte. Vendré cuando hallas aprendido a obedecer.
El golpe de la puerta y el giro de una llave sonaron macabras en el polvoriento y ensangrentado sitio.
No pudo moverse. Tampoco volver a abrir los ojos. Solo se dejó llevar por la acogedora inconsciencia, tal vez sin pesadillas que la nublaran.






La niebla de su mente comenzaba a disiparse. Las sensaciones se amplificaron, ahuyentando las pesadillas creadas por su afiebrada mente. Sentía la piel caliente y húmeda, pegajosa y desagradable.
Algo goteó en su rostro y luego sintió unas manos que posaban un paño fresco en su frente. Eso lo alivió un poco. Al abrir los ojos vio al principio unos borrones. Poco a poco estos formaron la imagen de un hombre que le resultaba del todo desconocido. Con el pelo largo rubio recogido en una coleta, ojos grises ocultos parcialmente por unas gafas rectangulares. Cuando el hombre se dio cuenta de que le estaba mirando como quien contempla una posible amenaza le sonrió de tal forma que iluminó todo a su alrededor.
-¡Eh!, ¿cómo te encuentras?- Antes de que Zero considerara siquiera el contestar se levantó de la silla en la que había estado velando su sueño y se asomó por la puerta.
- ¡Cariñín! Zerorín ya esta consciente.
Se levantó de golpe. ¿Qué le había llamado ese hombre?
Esa forma de hablar tan grotescamente cursi chocaba mucho con la voz grave que poseía. Si fuera un chico diferente a como era se habría reído de él. Pero no lo era.
Le fue a replicar de la forma más mordaz de la que era capaz, cuando el color rosa fucsia de la habitación lo dejó sin habla.
¡Oh dios! Estaba en una habitación TOTALMENTE rosa.
Paredes, cortinas, estanterías, las mismas sábanas que le cubrían… todo rosa.
Encajes por todas partes, peluches que a otros les parecerían monos pero que a él le parecían de lo más siniestros le miraban desde todas direcciones.
Tuvo la tentación por primera vez en su vida de salir corriendo, pero la voz hosca de Yagari le salvó de esa humillación.
-¡No me llames así, adefesio con patas!- le oyó vociferar por fuera de la habitación. Entonces se dio cuenta de que ese “cariñín” iba dirigido a su maestro. ¿Qué coño? El desconocido solo sonrió aun más cuando oyó el grito indignado del hombre y lo dejó entrar. Su maestro puso la misma expresión de repugnancia que debió tener él mismo al ver la temática del cuarto.
- ¡Pero hombre! ¿Cómo tienes una habitación tan infantil en tu casa? Me vas a traumatizar al chico.
- Es que siempre quise tener una niña.- dijo con toda naturalidad.
¡Horror! La cosa se ponía cada vez más fea.
El mayor decidió pasar de él y se sentó en la silla que había dejado libre. Zero supo que estaba en problemas cuando su “casi” padre le miró con su único ojo sano muy fijamente.
- ¿Cómo se te ocurre?. ¿Te das cuenta de lo que podría haber pasado por tu terquedad?
Zero lo miro sorprendido, no por la inminente bronca, si no por hablar de eso delante de un desconocido. Yagari se dio cuenta de su confusión.
- ¡No lo mires a él! Cross tuvo que ayudarme cuando te descontrolaste del todo. Estamos en su casa, es una zona discreta.
- Rompiste un par de jarrones y figuritas, pero eran regalos feísimos de compromiso, así que te lo agradezco- comentó alegremente el tal Cross para aligerar el ambiente. Yagari parecía estar deseando romper otro de esos jarrones. En la cabeza de alguno de ellos dos.
Entonces dedujo que Cross debía de ser otro cazador pues no solo lo había controlado en su estado más crítico hasta la fecha si no que Yagari , ni más ni menos que él, había confiado en ese hombre.
Lo hubiera analizado con más detenimiento pero el mayor lo devolvió a la realidad con la delicadeza que tendría un gorila al darle una buena hostia.  
- ¡La próxima vez que decidas saltarte a la torera las condiciones impuestas por el consejo yo mismo te encerraré en las putas mazmorras!
Se hubiera sentido un poco mal de no ser porque las “condiciones” le resultaban tan asquerosas como las consecuencias de su descontrol. Le devolvió la mirada al mayor, más fría si cabía.
- Que fácil es decirlo cuando no eres tú el que tiene que hacer algo tan repugnante.
-¡No me repliques, niño!- pero Yagari no podía mas que estar de acuerdo con el menor. Y es que Zero Kiryu, el último del clan más poderoso desde hacía siglos, no era un cazador cualquiera.  Era un vampiro. Desde que una vampiresa sangre pura que estaba como una cabra se presentó una noche cuando él era pequeño y los mató a todos, dejándole como el superviviente de la masacre y haciéndole vivir un infierno al llevar el estigma del vampirismo, marcándolo como un paria dentro de su propio mundo. Donde las criaturas como él debían ser exterminadas sin piedad…
Zero se transformó en aquello que mas odiaba. Aun así había logrado convencer al consejo de que le permitieran seguir siendo cazador… Claro, con la condición de “alimentarse”  adecuadamente.
Tal y como había dicho. Repugnante, despreciable, verse obligado por una naturaleza que no reconocía como suya a beber sangre humana.
Había aguantado por cuatro años, manteniendo a raya su monstruo interior hasta que no pudo más.
Por unos momentos la dura expresión de Yagari se suavizó. Lo entendía, claro que lo entendía. Pero lo que Zero debía entender, lo que él se recordaba a diario, era que beber del suministro de sangre que le conseguían regularmente era solo el mal menor.
- Sería peor que acabaras matando a alguien…- dijo en un susurro.
No porque no quisiera que Kaien Cross lo oyera, ese condenado tenía buen oído. La situación era delicada.
Él despreciaba a los vampiros como el que más pero en esa situación no era capaz. No podía odiarle a él, al que había visto nacer y crecer, al hijo de sus mejores amigos.






Despertó lentamente, rodeado de oscuridad y polvo. Los párpados le pesaban y se encontraba desorientado. Tenía el cuerpo vacío, seco. No le quedaban fuerzas y el ardor de la garganta clamaba por un poco de sangre que lo aliviara.
Se rozó apenas la herida abierta con la punta de los dedos y la notó a medio cicatrizar.
Tenía ganas de llorar, gritar de frustración,  de golpear cualquier cosa con rabia. Era la primera vez que se sentía así de impotente.
Nunca se había enfrentado a su hermana. Era la primera vez que la desobedecía.
“Pero vaya que valió la pena” pensó, recordando esos escasos minutos de gloriosa libertad.
Antes de caer de nuevo en la inconsciencia recordó algo más, unos ojos lila intensos y profundos, unas manos blancas, indulgentes aun apuntándole con un arma. Su último pensamiento fue que, sin duda, su hermana estaba equivocada. No todas las personas en este mundo son malas.






El agua caía sobre su pálida piel aliviando el entumecimiento de los músculos, llevándose el sudor y el mal humor.
A través de la puerta del baño podía oír las voces de Yagari y Kaien Cross.
Le había impresionado bastante el trato familiar entre esos dos.
Es decir, se notaba que ciertas actitudes del dueño de la casa ponían histérico al cazador del parche. Y ese era el punto, Yagari nunca perdía la cabeza fría por casi nada, menos por tonterías. Y el otro no parecía tenerle miedo ni respeto como el resto de cazadores.
Dentro de su mundo su maestro era un cazador sin igual, una persona imponente y un instructor temible. Pocos se atrevían a faltarle al respeto, y de entre esos pocos muchos menos seguían con la cabeza en su sitio habitual.
Ahora que lo pensaba, el nombre de Kaien Cross le sonaba de algo.
Recordaba algunas historias y rumores, de un cazador legendario. Había matado a tantos vampiros que acabó pareciéndose a ellos más de lo que a algunos del consejo les hubiera gustado. El vampiro sin colmillos.
Recordaba vagamente que el nombre Kaien estaba ligado a ese personaje. ¿Podría ser él de verdad?
- ¡Zerorín! Aquí tengo tu ropa lista. Baja a cenar cuando termines.
Había entrado en tromba al baño, sin llamar ni nada, con esa sonrisa bobalicona.
No. Definitivamente no podía ser él.
Zero se irguió cuan alto era, con aire amenazante aun estando desnudo y empapado. Cross ni se inmutó, dejó la ropa en un taburete al lado del lavabo y se fue con las mismas.
El poco buen humor que consiguió regalarle el agua tibia se esfumó de repente.
Salió de la bañera, se secó y empezó a vestirse.
Si se quedaba más tiempo en esa casa acabaría con las energías por los suelos. No sabía lidiar con esa clase de personas.
Sintió una punzada de euforia al recordar el día anterior.
Había encontrado a uno de los vampiros. Tenía que ir tras él, ya, antes de que el rastro se enfriara de nuevo.
Bajó con determinación las escaleras hasta la cocina. Oyó unos leves susurros y se acercó con cuidado. Lo que vio lo dejó sin habla.
Los dos estaban muy juntos. El rubio le pasaba las manos por las hebras azabaches, le rozaba el mentón con la punta de los dedos, mientras el más alto descansaba sus grandes manos en las caderas del otro. Estaban rodeados de un aura muy intima y contenida.
No se dieron cuenta de que estaba ahí hasta que dio un paso torpe e hizo un poco de ruido.
Su maestro se apartó de Kaien con un sobresalto. Este último parecía como si no pasara nada. No sabía de qué sorprenderse más, si por la relación que parecían tener más intima de lo que hubiera creído o por haber pillado a  Yagari desprevenido, ¡que era la primera vez que pasaba!
-Yo… Voy a salir.
Se giró para dirigirse a la salida, sin saber muy bien que más decir.
-¿Cómo…? ¿A dónde vas?- lo siguió hasta la puerta.
Cogió su abrigo, asegurándose de que su pistola estuviera ahí y abrió.
-Creo que he encontrado una pista sobre uno de los vampiros que buscamos. Voy para allá.
-Te acompaño.
-No, quédate. Puedo manejarme.
Salio con toda la calma que pudo reunir. Pensaba en la cara de apuro de su maestro. Había sido todo un poema.
Él no despreciaba la idea del amor, mas bien le era indiferente, pero pensar en que Yagari se hubiera dejado enredar por dicho sentimiento… era absurda hasta para el más romántico. Un sonido surgido de su propia garganta lo sorprendió. Se estaba riendo. Hacía años que no reía.
Sacudió la cabeza para sacarse esas ideas. Se terminó de colocar el abrigo y tomo rumbo a la catedral de Notre Dame… hasta que notó un peso extra en su chaqueta. Metió la mano en el abultado bolsillo y encontró una botella de considerable tamaño de metal. Cuando olisqueó un poco reconoció el aroma a sangre. Vio una nota de Kaien que tenía corazoncitos y una anotación mas brusca de su mentor al final. Básicamente le amenazaban/recomendaban que no se le ocurriera tirarla.
¡Hijos de p…!


Kaien y Yagari se quedaron en la puerta observando al joven irse.
-¿Crees que habrá mal interpretado la escenita de la cocina?- preguntó el moreno.
-Sin duda- Kaien rió realmente divertido. Había sido como ver a un niño que descubre de mala manera que su “papá” tiene nuevo novio. Solo que Kaien Cross no era ese novio. Al menos ya no.
Hubo un tiempo en el que creyó que sus sentimientos por ese hombre tan arisco llegarían a algún lado. Ambos lo intentaron, tal vez poco, pero lo hicieron. Aun así ¿cómo mantener una relación donde uno intenta destruir lo que el otro quiere proteger?
Ahora eran solo amigos, puede que menos. Solo unos conocidos
Pero mientras Kaien pensaba, intentando convencerse de que el pasado en el pasado está, Yagari le contempla en silencio, pensando, preguntándose si de verdad dejó de quererlo alguna vez.






En el vacío inmenso de su mente, sin emociones ni pensamientos, Kaname solo era un recipiente frágil lleno de asfixiantes necesidades y dolorosos anhelos.
El fuego invadía ese cuerpo que ya no era capaz de controlar.
Ahora era un animal salvaje. Solo quería sangre.
Sangre.
Sangre fresca.






Yuki miraba en la distancia al joven que contemplaba la fachada de la catedral. Sabía quién era, lo había visto el día anterior. Había estado tentada de matarlo por amenazar a su hermano. Ahora sabía porqué estaba allí. Había encontrado a Kaname e iba a darle caza.
Pero no haría falta que ella interviniese. Su hermano llevaba una noche y un día desangrado y sin alimento alguno. Ya acabaría con el cazador él mismo para saciarse. Sería un poco chapucero por ser su primera vez, pero estaría muy orgullosa.

Más atrás de Yuki Kuran, escondidos entre las sombras, un hombre y una mujer vigilaban los movimientos de la pura sangre y el cazador.
Ya faltaba poco.

Notas finales:

Muchas gracias!
Hasta el próximo capítulo. Este fic no tendrá más de 5 o 6 capitulos de todas formas.
Bye!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).