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El monstruo de Notre Dame por lorepanda

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Notas del capitulo:

Siento haber tardado pero entre el trabajo y las clases estoy que no doy abasto XD
Solo espero que lo disfruten!

El monstruo de Notre Dame

Cap 4: Sed de ti

 

Encontró la puerta que daba a una de las torres después de una hora de registrar la catedral. La cosa es que no era un sitio precisamente pequeño. Daba gracias a sus sentidos súper desarrollados que le permitían sentir la presencia de la criatura en esa parte del antiguo edificio.

Extrañamente se había dado cuenta del comportamiento sospechoso de las personas encargadas del lugar. Luego comprobaría eso.

Se aseguró de que nadie le viera acercarse, probablemente esa gente eran sirvientes de los vampiros. Lo que menos necesitaba ahora era que avisaran al segundo de su presencia. Poco a poco.

Fue subiendo sigilosamente las numerosas escaleras con su Blody Rose en las manos. Mas valía ir con precaución.

Se preguntaba con cuál de los dos se encontraría, suponiendo que de verdad solo fueran dos, ¿sería el hombre del día anterior? Y de ser así,¿qué haría? No debería dudar ni tener piedad, pero extrañamente pensar en matarlo le revolvía el estómago. No lograba olvidar su expresión cuando lo enfrentó en aquella calle. Parecía tan asustado y confuso.
Intentó no pensar en ello. Tenía que terminar esa misión para irse de allí y comenzar la siguiente.
Cuando llegó al final se encontró de frente con una puerta blindada, con runas antiguas grabadas en el marco. Era algo que uno no se esperaría, no cuadraba en un sitio como ese y de todas formas ¿para qué tanta seguridad anti-vampiros si los que vivían allí lo eran? Le pareció de lo mas extraño.
Analizó la situación. Solo había una presencia al otro lado, la sentía diferente a las demás, mucho más poderosa de lo que hubiera esperado pero no sabía a qué se debía. Por precaución atacaría de forma rápida, sin ningún aviso ni oportunidad de reacción.
Pensó que la puerta se resistiría a abrirse ante él dadas las runas que debían repeler a los vampiros, pero no pasó nada. Pudo mover la palanca que hacía girar el complejo de engranajes que sonaron ligeramente, apenas un chasquido como el de una llave girando en una cerradura, y abrió. Sin embargo sí que sintió un pequeño choque eléctrico por todo el cuerpo al traspasar el umbral. De modo que las runas servían no para evitar que se entrara si no para evitar que se saliera.

Cada vez entendía menos la situación.
Dejó la puerta abierta para evitar quedarse encerrado dentro y caminó despacio, a oscuras, respirando el aire enviciado del lugar. Fue entonces cuando un olor conocido le azotó en la garganta. El lugar estaba impregnado del hedor de la sangre.
Intentó opacarlo tapándose la nariz y boca con la manga de su chaqueta. Miró por todas partes y encontró una mancha enorme en el suelo de madera. Sangre seca. Era demasiado grande para ser de una herida leve, había salpicaduras alrededor y marcas de algo arrastrándose. ¿Una víctima? No, a pesar del fuerte olor aún se distinguía el característico matiz de un vampiro. ¿Pero, porqué?
Justo entonces sintió la presencia maligna a sus espaldas, oyó la respiración pesada de la criatura cuando, al girarse con el arma en alto, ésta se abalanzó sobre él.
Cayeron con un fuerte golpe al suelo levantando una nube de polvo. Zero le apuntó en la cabeza con la Bloody rose pero el vampiro le dio un zarpazo en la mano con la que la sujetaba, mandando el arma lejos. La sangre brotó de la herida y verla, olerla, puso frenética a la criatura. Le agarró de la muñeca y el antebrazo, le retiró la manga y se acercó la herida sangrante a la boca. Reconocía su rostro. Estaba grotescamente desfigurado por la locura de la sed, los ojos brillando con una luz roja, pero era él. El hombre del día anterior.
No, no era un hombre. Se enfadó consigo mismo por pensar siquiera un misero segundo que podría haber sido distinto. Todos son iguales, da igual que estés asustado, que patalees y grites que no quieres ese destino o, peor, que lo abraces con gusto. Cuando la sed de sangre llega nadie se salva.
El vampiro le lamió el dorso de la mano, bebiendo del chorro de líquido vital que corría de su mano hasta el codo. Cuando comenzó a descender por su brazo buscando dónde terminaba el rastro le dio un rodillazo en las costillas para quitárselo de encima. Éste gruñó con molestia por el golpe y se tambaleo en su sitio, se sentó en sus caderas para evitar otro golpe y le agarró las manos contra el pecho. Al verse en desventaja los instintos vampíricos de Zero reaccionaron, sus propios ojos se tiñeron de escarlata, le crecieron los colmillos y un gruñido gutural de amenaza le brotó del pecho.
Aún sentía el rastro que había dejado la legua ajena en su piel, como una llama que bailara por encima sin llegar a tocarlo.
El vampiro le respondió a la amenaza con otro sonido gutural de su propia garganta, intentando imponerse sobre el otro y, entonces, ocurrió algo alarmante. En contra de su voluntad sentía cómo su parte vampírica se doblegaba ante las muestras de poder del otro. Se relajó bajo él, su cuerpo dejó de luchar y dejó su cuello expuesto en son de sumisión, aún cuando su mente le gritaba que no se dejara hacer. No entendía el porqué de su reacción, era como si lo obligasen a obedecer una orden muda. Cuando la criatura encima suyo ronroneó complacida por su respuesta y su cuerpo aceptó esa complacencia con un estremecimiento comprendió el enorme error que había cometido al ir a buscar solo a ese vampiro en particular. Era un sangre pura.
¡Un jodido sangre pura!
Se revolvió con renovado ímpetu. No dejaría que la parte que más odiaba de si mismo le ganara. El otro no le prestó atención y aspiró el aroma del menor con la nariz pegada a su cuello. Posó los labios allí para sentir el pulso en la yugular, presionó con la lengua para notar cómo corría la sangre por esas venas. La necesitaba tanto… Pero conocía a ese chico. Si, lo conocía. Ese olor agridulce era inolvidable. Quería conocer también su sabor. El sabor de su sangre. Cuando le rozó el suave cuello con los colmillos tuvo un pequeño momento de lucidez. Si empezaba a beber de él no sabía si podría parar. Podría matarle. Y esa idea le hizo más daño que el ardor de la sed. Al levantar la cabeza se le nubló otra vez la vista.
Mientras, Zero reunía todas las fuerzas que tenía que eran más bien pocas y maldecía el momento en el que empezó a depender tanto de la sangre para mantenerse entero y cuerdo. Aun estaba débil. Intentó empujar el cuerpo más grande del otro, pero notó que al momento de rozar su cuello con los colmillos éste se detuvo. Extrañado observó el comportamiento del otro que se había levantado ligeramente y sacudía la cabeza de un lado a otro. Tenía la mirada desenfocada. De repente se abalanzó sobre él de nuevo y creyó que esa vez si lo iba a desangrar, pero en vez de eso se quedó suspendido sobre su cuerpo apenas a unos centímetros de distancia, respirando muy fuerte. Pronto se dio cuenta de que estaba oliéndole, parecía buscar algo en su cuerpo con desesperación. Le pasaba las manos por encima, palpando, bajando por su torso. Hasta que pareció encontrar lo que buscaba, a la altura de sus caderas. Tomándolo desprevenido el vampiro se ensañó con uno de los bolsillos de su chaqueta, rajándolo con fiereza y de el salió una botella mediana de metal rodando por el suelo, haciendo sonar el metal al rebotar contra la madera. Vio como iba tras ella. Al parecer había olido la sangre que contenía y había decidido alimentarse de ella, que era una fuente de alimentación considerablemente más pequeña, en vez de hacerlo de él.
Cuando la alcanzó clavó directamente los colmillos en el recipiente, atravesando el duro material, produciendo un horrible chirrido. Se bebió los tres cuartos de litro en un segundo.
Con aspecto de estar realmente cansado le lanzó a los pies el recipiente totalmente exprimido.
Zero estaba sentado en el mugriento suelo, sin ser capaz de moverse. Era sorprendente el hecho de que ese… lo que fuera hubiera podido resistirse lo suficiente para no matarlo, aun con la necesidad que parecía corroerle.
Kaname se tumbó boca abajo, ya consciente de sus actos pero aún muy débil  y sediento.
Permanecieron callados, aunque no se podría decir que el lugar estaba sumido en total silencio; se oían las respiraciones agitadas, la madera vieja crujiendo, los corazones latiendo muy rápido… Zero no se atrevía a romper ese mutismo, ¿qué decir de todas formas? Había sido la escena de lucha más extraña en la que hubiera participado sin lugar a dudas. Y el que se hubiera topado de frente con un sangre pura por primera vez desde aquella noche… no contribuía a hacerlo más serio o grave. Era absurdo. Él mismo estaba siendo absurdo y lo sabía. Debería coger su arma de donde estuviera y terminar con lo que había ido a hacer, o mejor, dejarle el trabajo a otro. No podía enfrentarse a un sangre pura, no solo y menos en su estado.
Se incorporó un poco en el mismo sitio, despacio y casi maldijo en voz alta. Le dolía todo el maldito cuerpo.
No le gustaba admitirlo pero estando como estaba no podría vencer solo con su orgullo; un sangre pura es capaz de hacer que los otros vampiros se dobleguen ante ellos, eran la raza suprema. No solo eran más fuertes, más rápidos y feroces, no necesitaban la fuerza bruta para vencer, bastaba una mirada suya, un pequeño empuje psicológico para quedarse paralizado en el sitio. Ese vampiro en particular representaba una doble amenaza para Zero. Casi había deseado someterse a él.
Ahora viéndolo ahí, tirado en el suelo, no parecía la temible criatura que sabía que era.
Debía disparar o correr. Pero se quedó allí.
El otro alzó la cabeza y le miró con ojos suplicantes, le temblaba el labio inferior, aún manchado de sangre.
-Lo siento- le dijo con voz rota.
Zero le miró fijamente, sin permitirse mostrar cuanto le sorprendía el que se disculpara. En contra de su mente que le decía que no se dejara engañar se dejó guiar por un impulso. Se acercó gateando hasta el otro. Podía respirarse en el aire, verse en sus ojos, estaba sufriendo de verdad.
-¿Porqué te resistes? Podrías haberme matado y ahora estarías bien.- preguntó con saña, acercando peligrosamente sus caras, enseñando los dientes con enfado.
Éste aún tenía dolor en la mirada pero también confusión.
-Yo no quiero matarte…
Zero hizo un gesto brusco, se apartó como si su respuesta le hubiera quemado como un hierro al rojo vivo.
-Por favor, vete. – continuó, se llevó las manos a la cara para tapársela -No quiero que ella te vea, no quiero que se enfade más…
Zero no entendía de qué tenía miedo un ser como él. ¿Ella?, ¿se refería a su compañera?
¿Cómo otro vampiro podía tener tan subyugado a uno de los monstruos más poderosos del mundo?
La respuesta le produjo un escalofrío. Otro pura sangre. Cada detalle que fue descubriendo a lo largo de ese día se iban acoplando a un panorama más completo y no le gustaba el resultado. Las runas en la puerta, la sangre, la actitud del otro…
Verlo ahí, temblando de dolor y miedo, le produjo una congoja que no había sentido antes, era pena. Un sentimiento que no comprendía y le pesaba en el pecho hasta no dejarle respirar. ¿Porqué? Porque, comprendió, ese podría ser él mismo.
No supo qué lo impulsó. Desde que conoció a ese hombre era incapaz de actuar como lo haría normalmente.
Acercó con vacilación la mano en su dirección. Delineó los labios resecos y agrietados con la punta de los dedos y los abrió un poco. El vampiro no le preguntó qué estaba haciendo. Solo esperó. Cuando deslizo la muñeca hasta rozarla con los incisivos supo qué quería. Con un poco de duda aceptó el ofrecimiento. El cazador tenía una expresión hermética, no podía saber en qué pensaba ni porqué hacía eso. Penetró en la carne con los colmillos de forma delicada, intentando hacerle el menor daño posible, y el mismo pensamiento del día anterior se asentó con fuerza en su mente. Ese chico le demostraba que no todas las personas de ahí fuera eran malas.




Pasaron otros minutos en silencio. Después de haberse alimentado lo justo y suficiente Kaname tenía la fuerza suficiente para moverse. Sentía una enorme gratitud por ese adolescente tan misterioso. Al mismo tiempo empezaba a hacerse preguntas. ¿Porqué estaba allí?, y ¿porqué no aparecía aún su hermana? No era posible que los sirvientes no la hubieran advertido de un extraño en la catedral. ¿O tal vez Yuki le había dejado entrar con la esperanza de que no saliera con vida de allí? Se estremeció visiblemente. Ella no sería capaz de algo así…
Se rozó la cicatriz aún tierna del cuello. No, ya no sabía de lo que era capaz.
Miró de reojo al chico que tenía al lado. Después de hacerle soltar su mano despacio se había sentado en el suelo sin decirle nada. Sujetaba su mano herida y parecía examinar los agujeros que ya cerraban, pero tenía la mirada violácea un poco perdida.
Por otra parte Zero no paraba de preguntarse qué demonios pasaba con él. Se había dejado morder, había dejado que se alimentara de él. Y no lo entendía. Con lo que odiaba la sensación de los colmillos atravesando su piel. Hizo un amago distraído de tocarse el tatuaje del cuello. Ahí donde le había mordido esa zorra. Shizuka Hio… Pero no podía evitar notar que lo que había sentido allí, minutos antes, no se parecía en nada a lo que recordaba de aquella pesadilla.
Salió de sus pensamientos al percibir movimiento por el rabillo del ojo. El sangre pura se había movido para sentarse frente a él, muy cerca suyo. Le echó una mirada de advertencia que el otro pareció pasar por alto.
-Lo siento mucho.- Le miraba la mano herida con arrepentimiento. Se la cogió sin hacer caso de su reticencia. Zero estaba a punto de soltarse del agarre de un guantazo cuando el otro le lamió las heridas. Iba a reclamarle pero sintió ese extraño calor de nuevo, como lenguas de fuego que le erizaban la piel. Cuando el moreno se apartó pudo ver que las heridas, tanto la de dientes como los arañazos, estaban totalmente curadas. No sabía que los vampiros pudieran hacer eso. Tal vez otra característica de los sangre pura.
-Emmm…¿gracias?
Inaudito, él dándole las gracias a un chupasangre. Definitivamente conocerle le había trastocado por completo y no sabía hasta dónde podía llegar esa locura si continuaba así.
Pero el otro se sorprendió un segundo para después darle una gran sonrisa, cálida y dulce que le hizo olvidar la locura misma que le producía estar con él.
Le desconcertaba, ahora mismo parecía tan humano…
Salió de su ensoñación tan pronto como recordó la misión. Debía encontrar a los responsables de tantas muertes en tan poco tiempo, entre ellas, se recordó, la mujer de la plaza. Y ellos eran sus sospechosos más viables, por mal que le pesara.
Si no iban a seguir peleando debería sacar algo de información… Aunque eso significara entablar una conversación, cosa que odiaba.
-Por…¿Porqué estás aquí encerrado?
El vampiro le miró y cambiando de expresión se levantó para ir hacia la pared contraria.
-Es donde debo estar. Mi… mi hermana me vio, en la plaza, vio lo que pasó. Solo me ha devuelto a donde pertenezco.
Sus sospechas quedaron confirmadas. Si que había dos sangre pura en la ciudad y eso era un verdadero problema.
Dio con los interruptores y prendió las luces del lugar. La repentina claridad hizo que entrecerrara los ojos.
-¿Tu mataste a esa mujer?
No había pretendido decirlo de una forma tan brusca pero le había salido sin más. Necesitaba saberlo, ver que no le estaba tomando el pelo.
-¡No!... Yo… No lo sé- parecía realmente asustado al decir eso.- Era la primera vez que estaba con humanos tan cerca. No quería que pasara nada malo. Yo… no me dí cuenta.
La angustia la sentía real, tan real… No podría haber matado ni a una mosca aunque lo hubiera intentado. Zero estaba seguro de ello. Bufó molesto.
-¡Cálmate! Dudo que lo hicieras tu.- le dijo con mal humor.
Si no fue él entonces tal vez su hermana. Como una forma de control psicológico mediante la culpabilidad o algo así. Había visto cosas peores. Otra opción era que hubiera sido otro vampiro pero eso ya sería el colmo de los colmos. Como si no tuvieran suficiente ahora mismo.
Se acercó al otro, que estaba claramente confuso, e inspeccionó el lugar.
Realmente parecía que vivía allí desde hacía mucho, tal vez siglos, pensó al ver algunos útiles y objetos infantiles. Una mesa de madera llena de juguetes, trozos de telas varias, lápices y pinceles pasados; cuadros de desvaídos colores colocados por doquier, apoyados en las paredes, ropas ajadas, libros polvorientos… Que mezcla más curiosa.
Le llamó la atención un muñeco de trapo que estaba al borde de la mesa, con las piernas cortas y rellenas colgando. Tenía un chalequito azul desgastado, los ojos eran dos botones rojos torcidos y la boca tirante en una mueca burlona. No era más grande que la palma de su mano.
-Pero… Si no fui yo, ¿quién le hizo eso?- le preguntó desconcertado y, hasta cierto punto, aliviado.
Zero había cogido el muñeco y lo miraba fijamente. Había algo raro en ese muñequito deshilachado. Desvió un momento la mirada para ver con desdén a su interlocutor.
-¿Tu quién crees?
Dejó el juguete de nuevo en la mesa. Le daba mala espina.
El mayor se sorprendió por lo que dijo y luego negó.
- Sólo conozco a mi hermana y ella nunca haría eso. Ella cree que fui yo.
“Eso habrá que verlo” pensó el de cabellos plata.
-¿Y tu quién eres?, ¿qué haces aquí?- le preguntó curioso.
-Yo…- ¿qué iba a decirle?,¿qué era un cazador de vampiros que había intentado matarlo no una, sino dos veces?
-¿Porqué tienes una pistola?- dijo sin esperar respuesta.- Sabes que esto no nos puede herir, ¿verdad?
Había sacado el arma de algún rincón apartado y la sujetaba entre dos dedos. La observaba con ojos grandes de curiosidad, como si no supiera de verdad que esa pistola en concreto podía hasta matarle.
Kaname la había encontrado de casualidad. Recordaba vagamente el enfrentamiento, el chico había sacado algo plateado de entre sus ropas e, inexplicablemente, en ese momento se sintió amenazado. Pero no tenía sentido estarlo, Yuki le había dicho que nada podía matar a un vampiro salvo otro vampiro. Teniendo esa arma en la mano sintió una fuerza desconocida, como si el arma estuviera viva. Oía un pequeño rumor en lo más hondo de la mente, un susurro tras un fino velo de la memoria. El frío metal le entumecía los dedos, ¿o estaba caliente? Era como si se reconocieran mutuamente, como volver a ver a un viejo amigo…¿Se conocían?
Sentía como la respuesta estaba apunto de emerger cuando el chico le quitó la pistola de un tirón, sacándolo de su ensoñación. Se sintió repentinamente mareado y vacío.
-¿”Nos”?- le preguntó el de ojos claros, parecía enfadado.
-Si. Tu también eres un vampiro, ¿no?- lo dijo de forma inocente, no esperaba una mala reacción.
Pero el más joven le gruñó de nuevo. Le miró extrañado.
-¿Qué pasa?- esa pregunta solo pareció enfadarlo aún más.
-Yo no soy como tú.
Esa respuesta fue contundente, parecía hecha para ser ofensiva, pero era incapaz de ver qué le molestaba tanto del asunto.
En vez de seguir preguntando se dirigió a unas escaleras que le llevarían a su antiguo dormitorio. El albino le seguía de cerca.
Zero no sabía cómo salir de ese embrollo. Por primera vez en su vida no sabía cómo proceder. Y eso le frustraba mucho. Se quedaron en otro incómodo silencio mientras subían. Se oían sus respiraciones, los crujidos de los peldaños al pisarlos. Le pareció oír también el correteo de una pequeña criatura en los rincones oscuros. Pensando que serían ratas miró en derredor.
Saltó un peldaño atrás del susto cuando vio, al pie de las escaleras, justo debajo de sus pies, a el muñeco de trapo, con medio cuerpo sobre el escalón, la cara mal cosida inclinada en su dirección, que parecía mirarle de verdad. Con un escalofrío recorriéndole el espinazo subió lo que quedaban de escaleras casi corriendo, aunque nunca admitiría el porqué.
Aún mirando hacia atrás para asegurarse de que el muñeco siniestro se quedaba donde estaba chocó contra el pecho del mayor que miraba en dirección al muñeco con expresión divertida.
-No te preocupes, solo le gusta jugar.
-¿Ah?- ¿le estaba tomando el pelo?
Sintió la mano grande y segura del otro que le había sujetado por la cadera por la inercia al chocar. De cerca notaba lo grande que era en realidad. Le sacaba una cabeza de hecho. Y él no era precisamente pequeño. Así parecía imponente.
Había visto muchas facetas en esa criatura. Primero parecía un niño pequeño, luego veía realmente el hombre gigante que era. Otras parecía un humano ingenuo pero hacía unos momentos era un vampiro enloquecido. Ese hombre era jodidamente ambiguo. No sabía qué conclusiones sacar de él.
Le puso la mano abierta en el amplio pecho para empujarlo lejos de sí. Reprimió otro gruñido de molestia, como siguiera así parecería un troglodita mental.
Se adentró lo suficiente para ver un pequeño espacio con un colchón, una manta y una almohada apolilladas con un montón de cabos de vela derretidos alrededor. Como cabecero tenía dos vigas cruzadas también llenas de velas. Vaya sitio tan espartano para vivir.
Kaname por su parte encontraba la situación de lo más extraña. Estaba hablando con otra persona que no era su hermana. Había sido un encuentro muy raro. Subrealista. Pero estaba muy contento. Tanto que era capaz de apartar a un lado la debilidad que aún lo aquejaba. Sería capaz de ponerse a saltar.
Supo que tenía una sonrisa boba en la cara; llevaba tanto tiempo sin sonreír que no recordaba que doliera tanto. Se pellizcó la cara con curiosidad, ¿se veía tan tonto como sospechaba que se veía? El chico se giro y le pilló estirándose las mejillas. Vio como apretaba los labios en una fina línea, ¿se había vuelto a enfadar? Se sintió avergonzado y dejo caer las manos a los costados.
Zero casi suelta una risotada al ver las cosas raras que hacía el mayor. Apretó los labios intentando que no se notara. Luego se puso serio de nuevo.
Tenía que irse. No iba a hacer nada hoy, y para su desgracia le costaba encontrar motivos para hacerlo mañana. ¿Qué iba a hacer con ese hombre?
- Oye, yo… Tengo que irme. Pero quiero dejarte una cosa muy clara- se le acercó de nuevo y le picó en el pecho con un dedo.- Estoy aquí investigando un asesinato. Por ahora voy a dejarte en paz, pero si…
“Si descubro que has sido tu tendré que matarte”. No le dijo eso. En cambio el mayor pareció atar cabos por su cuenta.
-Yo nunca he matado a nadie. Pero si hay algo que pueda hacer, si descubro algo que te pueda ayudar podría…
“Volver a verte”. El final de la frase inconclusa quedó suspendido entre ambos. Zero aún tenía su dedo clavado en el pecho contrario, de modo que estaban realmente cerca. Los mechones castaños, al tener la cabeza inclinada para verle, le rozaban la nariz y las mejillas a Zero. Sentía el corazón del mayor a través de la camisa, pulsando bajo su dedo, haciendo vibrar el suyo a su compás. Se obligó a apartarse, despacio.
Y cometió la que, esperaba, sería la última locura de ese día.
-Ya vendré yo.
Una promesa que no sabía si estaría dispuesto a cumplir una vez que tuviese la cabeza fría. Pero en esos momentos poco le importó al ver la sonrisa de ese hombre acompañada de un pequeño sonrojo. ¿Qué demonios le estaba pasando?
Pasó a su lado y bajó las escaleras a toda prisa, saltó por encima del muñeco que aún estaba ahí abajo y casi llegó a la mitad de la estancia cuando el sangre pura le llamó; no se había movido de su sitio.
-¡Aún no sé quién eres!
Se miraron el uno al otro un segundo. Pronunció su nombre para él, y un calor abrasante le subió por el pecho hasta las mejillas. Supo que se había sonrojado por primera vez en su vida.
-Zero.
-Yo soy Kaname.
No hubo despedidas esa noche.
Kaname se quedó allí, con una emoción más fuerte que un huracán burbujeando en sus venas.
Zero corrió fuera del edificio como si flotara en el aire
El frío de las calles desiertas no logró calmar el temblor de sus manos, ni bajar la temperatura de su cara.
No supo cómo llegó a la casa de la que había salido al anochecer y a la que volvía de madrugada imperceptiblemente cambiado. Algo a lo que no podía dar nombre había anidado en su interior y a partir de ese día no pararía de crecer. Aunque él aún no lo sabía.
Le recibieron en la puerta ambos adultos. Luego no recordaría si alguno le dijo algo o qué hizo él. Vagamente fue consciente de subir las escaleras y adentrarse en una habitación, normal esta vez, nada de colores rosas ni encajes, y tumbarse sobre la colcha azul grisácea de la cama. Al cabo de un rato entró Kaien Cross con una taza en las manos. Se sentó a su lado y le hizo beber. Tenía un sabor metálico y cálido el líquido pero no quiso analizar qué era. Al terminar se recostó de nuevo, el mayor susurró algo. Tardó en entender lo que decía.
“Habéis tardado un poco, pero tranquilo. Os hará bien a los dos.”
Estaba muy aturdido para entender el significado de todo aquello.
Pero ya le preguntaría por la mañana.

Notas finales:

Siento si algunos me salieron un poco ooc (pero es que no me queda más remedio)
Gracias por leer! nos leeremos en el siguiente.
P.d: un review no hace mal a nadie y me haría muy happy, porfa!


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