Castiel no había tenido la oportunidad de conocer a muchos humanos, solía dedicarse a observarlos a distancia pero nunca había interactuado activamente con ellos, sabía que cada uno era diferente y especial sin embargo de entre todos esos seres había uno que resaltaba claramente para el ángel de profundos ojos azules, su protegido, estaba totalmente seguro de que este era mucho más especial que cualquier otro. Había vivido durante tanto tiempo y nunca antes había percibido a alguien como aquel rubio, le encantaba admirarlo, era incluso más interesante que lo que los humanos llaman televisión, tanto le gustaba que podía pasar horas sin despegar el ojo del cazador, le agradaba verlo dormir, comer, leer, conducir y ¿Por qué no? al tomar un baño, todo lo hacía exquisitamente bien, aquellos musculosos brazos, su ancha espalda y aquel firme trasero le provocaban un deseo poco puro al ángel del señor.
En muchas ocasiones había sido reprendido por el humano, quien alegaba su “espacio personal” y algo sobre el ser un acosador, pero todo esto parecía no aplicar durante aquellas largas noches donde el cazador sufría los estragos de llevar una vida poco convencional, enfrentándose a toda clase de monstros que un humano cualquiera jamás tendría la desgracia de conocer, Dean Winchester no era precisamente un humano “normal” había muerto en más de una ocasión, conoció a la misma muerte, el hambre, la guerra, la peste había visitado el cielo, el infierno ¡valla! Incluso al purgatorio pero a pesar de todo el oji verde seguía siendo un humano, solo un simple y frágil mortal con responsabilidades enormes. Todas las cosas a las que se tenía que enfrentar no desaparecían así como así, estaban dentro de sí mismo como una parte más de sus ser y junto con los errores que había cometido a lo largo de su vida lo atormentaban continuamente.
Durante aquellas noches Castiel se acurrucaba junto al rubio quien al sentirlo se refugiaba en el pecho del ángel buscando suprimir las horribles pesadillas que asaltaban su mente. Castiel lo rodea con sus brazos y reza una oración por su protegido (aunque sabe que si este lo escuchara seguro renegaría a mas no poder) no sin antes depositar un suave y tierno beso en la frente del cazador empapada en sudor frio mientras con sus dones hace que todos los recuerdos dolorosos se alejen, al menos por una noche, de su adorado cazador de ojos verdes, porque él es su ángel, su protector, su guardián, que haría todo para no verle sufrir para aliviar sus cargas, es quien vela por él y sobre todo es quien más lo ama en todo el universo.
Todas las mañanas Dean y Sam desayunan juntos en algunas ocasiones comparten lo que cada uno soñó, bromean o se burlan de los hombres y mujeres que aparecen en televisión, Castiel los observa desde el otro lado de la habitación, durante el día Dean nunca se comporta como horas antes cuando el sol aún se oculta y tampoco menciona palabra sobre el asunto pero Cass puede sentir el agradecimiento y cariño que emana la mirada que le dirige el cazador y eso es más que suficiente para él.