Seúl, Corea del Sur. Año 1999.
—¡Pasaremos unas vacaciones increíbles! —El risueño niño hizo énfasis en la última palabra.
Shin, su hermano mayor por 4 años, sonrió con complacencia, pues esas vacaciones se la pasarían en un crucero, lleno de lujos y relajantes burbujas dentro de un jacuzzi.
—Sí, lo haremos, Junmyeon —Repitió Shin y lo cargó entre sus hombros.
El menor de los Kim enroscó sus pequeñas y débiles piernas por sobre el estómago del mayor, haciéndole doler, pero al mayor no le importó y se dirigió a donde sus padres para ir a las maravillosas vacaciones.
Unas vacaciones que Junmyeon recordaría por toda la vida.
—Wow, ¡La vista es fantástica! —Junmyeon corría de allá para acá, sonriente e impresionado por tan maravillosa y deleitosa vista marítima.
—Iremos allá —Los padres señalaron la alberca trasera —. Shin, cuida correctamente a tu hermano —La mamá de ambos se colocó sus lentes de sol y se dirigió con su esposo hacia la dirección mencionada.
—¿Podemos comer? ¿Podemos? ¿Podemos? —Preguntó Junmyeon con sus ojos esperanzados y sus manos hechas un puño por debajo de su barbilla, pareciendo adorable. Jaló la manga de la playera de Shin y vio hacia la barra de comidas, saboreándose todas las comidas que había en ésta.
—Sí, podemos —Shin suspiró y colocó su brazo en la mesa llena de bocados con el rostro en la palma de su mano mientras veía a Junmyeon quien, deleitado, se servía en su plato desechable todas las comidas posibles.
Se suponía que Shin tenía que cuidar correctamente a su hermano, vigilándolo y cosas por el estilo. Pero algo que realmente le llamó la atención, lo desvió de su misión del día: Una niña de aproximadamente de su edad, pasó cerca de él. Se maravilló tanto con aquella joven que prácticamente abrió su boca de la reciente impresión y dejó caer el brazo de la mesa donde yacía recargado. La miró por última vez y vio que iba hacia la alberca, cosa que le hizo seguirla, admirando tal belleza en frente suyo, dejando a su hermano detrás y obviamente olvidándolo olímpicamente.
Junmyeon ni cuenta se había dado de que su hermano se había largado hasta que terminó de comer.
Sorprendido, miró a su alrededor, buscando con la mirada a su hermano mayor. Volvió a la barra de comidas, tomó una servilleta y limpió cuidadosamente la comisura de sus labios para volver a buscar a su hermano por el pasillo donde se encontraba.
Confundido, salió a la superficie del barco y crujiendo la madera bajo sus pies, comenzó a gritar su nombre.
—¡Shin! ¡Shiiiiiin!~ —Gritaba incontables veces, atrayendo la atención de muchísimas personas.
Se dirigió hacia el barandal del barco tipo titanic verificando que su hermano no hubiese caído del barco.
—¿Shin? ¿Te caíste? —Preguntó al mar azul, obviamente sin obtener respuesta alguna.
Junmyeon se inclinó tanto en el barandal para poder ver con claridad el mar transparente que cayó de éste.
Con el corazón demasiado asustado, pudo sostenerse con una sola mano del blanquecino barandal de donde anteriormente se sostenía.
—¡Ayuda! —Gritó con su dulce e infantil voz que dudaba que lo escuchasen.
Junmyeon ya se imaginaba allí, agarrado de ese metal blanco hasta llegar a su destino. Se imaginaba dormir allí y tener que pescar los pescados con la boca cada vez que saltasen. Le empezaba a gustar la idea, así que no gritó más hasta que una imagen de un tiburón blanco asesino pasó por su mente. Su cara de felicidad se transformó e intentó subir, pero obviamente fracasó.
—¡Ayudaaaaa! —Gritó más fuerte —. ¡Voy a morir! ¡Díganle a mamá que Shin no se cayó del barco! —Gritaba a más no poder hasta que…
Un niño pálido de alrededor de ocho años se asomó por el barandal, captando la atención de Junmyeon.
<<Demonios>> Pensó Jumyeon al ver la cara del otro <<Es…¡Kawaii!>>.
—Toma mi mano —El otro estiró su blanca mano y Junmyeon aceptó entrelazarla con la suyo, sintiendo pequeños toques eléctricos al interior de él.
Cuando estaba nuevamente en la seguridad del barco, Junmyeon se tiró al suelo y se abrazó al piso de éste, murmurando cosas que al otro pequeño le dieron miedo.
—¿Estás bien? —Preguntó el otro agachándose para verlo a la cara —. Soy Yixing, pero me puedes decir Lay.
—Hola, Lay. Soy Junmyeon —Dijo el otro parándose del piso.
—Qué aburrido, ¿no tienes un apodo? —Preguntó Yixing. Junmyeon negó con la cabeza a lo que Lay contestó: —. Pues te pondré uno… Hmmm… ¿Qué te parece…Suho?
—¿Suho? ¿Qué significa eso? —Junmyeon rio.
—Suena lindo —Reprochó Yixing.
—Suena a Soho. Un barrio de Nueva York, ¿sabes? —Rio nuevamente—. Igual es lindo. Oye, gracias por salvarme. Te debo una.
—Entonces si me debes algo, quiero que hagas algo por mí… —Yixing se fue acercando cada vez más al inocente niño. Lo tomó por los hombros y lo acercó a sí mismo…
—¡Esto es genial! ¡No pares! —Gritaba Junmyeon.
—Lo sé, lo sé. Ahora no te muevas.
—¿Acabarás pronto? En serio que duele —Dijo el otro.
—Si no duele es que no está funcionando.
—¡Ah! —Gimió Junmyeon —. También vigila que nadie entre.
—Nadie nos puede ver así —Dijo Lay.
—¡Para, para, para, para!
—¿Quieres que lo saque?
—¡Ahora!
Yixing sacó el tatuaje temporal que habían encontrado en un envoltorio de una goma de mascar de la fina piel del mayor y acarició la piel rojiza que aguardaba bajo el tatuaje.
—¿Duele mucho? —Dijo sobándoselo.
—¡Está al revés, Zhang Yixing! —Gritó Junmyeon irritado.
Yixing bajó su vista y vio que sí, el tatuaje en vez de mirar hacia la muñeca como Junmyeon quería, miraba hacia abajo. Aparte de eso, el tatuaje del pollito estaba a la mitad, cosa que irritó más al mayor.
El menor sonrió tratando de dar un buen ambiente, pero Suho tan solo lo miró mal.
—Tsk. No te enfades, mejor vamos a la piscina ~ —Dijo el otro y lo llevó a rastras hacia la piscina del crucero.
En la profundidad de la pileta, Yixing comenzó a hacer cosas raras, haciendo reír a Junmyeon. Ya habían estado en la piscina más de dos horas, y después de esas horas fueron unas auténticas pasitas vivientes, pues cada rincón de ellos estaba arrugadito. Aunque lo sabían, no les importó y siguieron más tiempo allí hasta que cayó la noche pura. Junmyeon iba a salir ya, pero tocó la parte baja de su torso y se percató de algo muy grave…
—¿Crees en el amor a primera vista? Es una farsa creo yo. —Decía Yixing deleitado.
—Yixing… —Junmyeon susurró.
—Eso realmente no existe, es algo que la gente tan solo inventa…
—Yixing…
—No, infinitamente yo nunca me enamoraría a primera vista de nadie…
—¡YIXING! —Gritó Junmyeon y el otro por fin le hizo caso. Preguntó con la mirada, a lo que Junmyeon contestó: —N-No encuentro mi… mi traje de baño —Dijo con la cabeza gacha, propenso a que Lay se burlara de él.
—Oh, Dios —Dijo Lay viendo a lo lejos a una familia que se retiraba de la pileta —. ¿No es ese tu traje? ¿El que lleva el niño en la mano?
Sí, un niño de tal vez tres años, llevaba en la mano el traje de baño de Junmyeon. El mayor infló sus mejillas con disgusto y miró tristemente a Lay quien se encontraba mirándolo.
—¿Ahora qué hago? ¡La habitación de mi familia está a kilómetros de aquí! —Lay sonrió y puso pose de estar procesando algo.
—¡Ya sé! Ponte detrás de mí y camina sin ser visto, ¿de acuerdo? —Lay se paró y salió de la piscina. Suho quería tomarle la muñeca para cancelar el plan, pero Yixing ya se había adelantado. Junmyeon suspiró cabreado y se paró lentamente tapando su zona íntima. La mirada de Lay recorrió el cuerpo del otro, haciéndole incomodar.
Lay tragó saliva con dificultad e hizo un ademán para que se incorporara y caminara detrás de él.
Había poca gente, por lo que era un poco más fácil caminar así. Sin embargo, la poca gente que se hallaba allí, los miraban extraño y decidían apartar su vista.
Lay durante todo el trayecto quiso correr hacia un lugar privado y dejar a Junmyeon solo, pues desde que lo vio cuando se iba a caer del barco pensó que era un atractivo niño. Y cuando tocó su mano, y cuando le habló y todas las pocas cosas que habían hecho juntos lo habían tomado de la manga para realizar un lazo muy cercano al otro. Lo que no se esperaba era verle desnudo y sentir cosas raras en su estómago cuando sentía que, al caminar, el otro se pegaba mucho a su espalda, haciéndole delirar.
Pero Yixing no era el único que sentía ese tipo de cosas.
Llegaron al cuarto de Junmyeon y Lay subió la mirada, avergonzado para no verle.
—Gracias, Lay… —Un espectro de incomodidad invisible se hizo presente en el momento.
—Bien, yo me voy —Yixing dio la vuelta, pero Junmyeon le agarro por la muñeca.
—Mañana vienes. Quiero darte algo.
Después de dos días, Yixing fue nuevamente al cuarto de Suho. Tocó la puerta cuidadosamente y después de un par de minutos, la que parecía ser la madre de Suho abrió la puerta. Llamó a su hijo y allí apareció él, ahora vestido y presentable para salir.
No había podido ir anteriormente a visitarlo, pues también necesitaba pasar tiempo con su familia y solo lo habían dejado ir después de dos días.
—To-Toma —Le tendió una carta que tenía elefantes azules —. No la leas aquí. Me dices más tarde lo que respondes.
Yixing obedeció y fue a su recámara a leer lo que Suho había escrito para él. Leyó cuidadosamente, tratando de no perderse ningún detalle.
Querido Lay,
¡Ah, qué penoso es esto! Empecemos por algo sencillo: ¿Cómo ha estado tu día? Espero que bien. Mi noche ha estado fabulosa junto a ti. Exactamente todo el tiempo que estuvimos juntos.
Lee, Yixing: ¿Alguna vez te has enamorado a primera vista? Porque yo lo acabo de hacer. Es como si quisieses ver a esa persona millones de veces aunque hayas pasado muy poco tiempo con él. Oh, demonios, lo he hecho contigo, ¿de acuerdo? Sí, me gustaste desde el primer momento en que te vi asomando tu cabeza para ayudarme. Me gustó cada parte de ti, cada rincón, tu sonrisa, tu cabello y tus rarezas. Es raro porque yo antes nunca había sentido algo parecido por alguien más. Sé que es muy temprano para decirlo, pero me gustas. Y aunque nos conozcamos de poco (muuuy poco, para ser exactos), quiero recordar mi primer amor junto a ti. ¿Qué te parece? Oh, estoy siendo muy directo. Ya no sé lo que quiero decir, me has bloqueado por completo. Es como si me hubieses dado un golpe directo a mi corazón.
Te quiero mucho, Yixing.
Kim Junmyeon/Suho.
Cuando terminó de leer, no supo cómo reaccionar, así que solamente se quedó en un irremediable trance con la mirada fija en un vacío profundo sosteniendo la carta que Suho le había dado.
Se había pasado mucho tiempo en la misma posición, pensando en algo que podría decirle a Suho. Pasó tanto tiempo que sintió cómo el barco paraba y hablaba por las bocinas que estaban dentro de los pasillos de las habitaciones algo como “Hemos llegado al destino. Por favor, salgan con cuidado” La voz del capitán lo hizo volver a la realidad.
Salió de su cuarto, no sin antes ver el intento de su madre tratando de detenerlo. Corrió hacia el cuarto de la familia Kim rezando para que todavía estuviesen allí. Tocó la puerta y ésta se abrió, mostrando que no había nadie más.
Maldijo en su mente y se dirigió al punto principal del barco, empujando a los turistas que querían salir para ver el gigante océano coreano.
Asomó su lindo e inocente rostro por el barandal tratando de ver a lo lejos y allí apareció él. Tomado de la mano de su mamá, viendo hacia atrás con esperanza de que alguien volviera a por él. Y ese era Lay.
—¡Suho! ¡Suho! —Gritó por encima del sonido de la gente saliendo. Como vio que su voz no se escuchaba, decidió por subirse al asta y remover sus brazos frenéticamente para que el mayor lo viese.
Junmyeon subió su dulce mirada hacia el asta y lo vio allí, con ojos esperanzados y alegres.
Yixing le hizo unas señas tratando de que viniese, pero Suho negó con la cabeza señalando a sus padres. Entonces sacó un crayón rojo que tenía en su bolsillo y bajó del asta. Se dirijo hacia algo levemente elevado, un cartel blanco. Se puso de puntillas y escribió algo que a lo lejos se podía apreciar.
“Yo también te amo”.
Yixing corrió hacia él, volviendo a empujar a la gente y lo abrazó, reconfortándolo.
—Yo también te amo —Le dijo en el oído antes de que su madre jalara el brazo del pequeño y la madre de Yixing tomara al mismo por su brazo, irritada.
Suho estiró tristemente sus brazos al igual que Yixing y allí Lay vio a lo lejos que su único primer amor solo fue de un día, y que se iba.
Allí por primera y única vez comprobó que el amor a primera vista sí existe.