Siheung, Corea del Sur. Año 2000.
—Haru enfermó, mamá —Dijo el niño bastante preocupado.
La madre de Jongdae se acercó al canino y revisó cada parte de éste con cuidado. Subió la mirada a su hijo y le preguntó, inquieta:
—Haru está muy mal, ¿qué le pasó? —Tomó con cierta velocidad el abrigo de Jongdae que se encontraba sobre el sofá, agarró las llaves del auto y tomó con muy poca delicadeza la muñeca de su hijo, subiéndolo con el perro al auto —. Iremos al veterinario. Mientras, ponte el abrigo —Extendió su mano para dárselo, pero Jongdae la miró raro.
—Mamá, es medio día y hace demasiado calor —Frunció el ceño, pero su madre no se rindió y movió su brazo libre para darle el abrigo a Jongdae —. Mamá, me moriré quemado.
—No me importa, tómalo —Le aventó el abrigo en la cara, obligándolo a que se lo pusiese.
Haru tenía una enfermedad rara, últimamente se encontraba volviendo la comida para perros que Jongdae le daba, tenía diarrea y heces ensangrentadas, cosa que, obviamente, asustaban al pequeño, pues tenía a Haru desde que tenía consciencia.
Cuando llegaron a un veterinario de la ciudad, Iseul, su madre, entró rápidamente al consultorio del veterinario a exigir por una rápida consulta a Haru. Iseul entró tan apresurada que incluso olvidó que su hijo estaba detrás de ella.
Jongdae bufó y se sentó en una de las bancas de espera, murmurando cosas sin sentido sin que se percatase que realmente había alguien a su lado, escuchándolo e intentando no reír a lo alto.
—¿Qué le pasó a tu perro? —Jongdae se sobresaltó tanto que incluso dio un respingo. Suspiró lento y miró al niño que estaba junto a él.
Sus carnosos labios, sus parejos y delineados ojos y su cabello que caía suavemente en un contorno delicado y elegante en su rostro, hacía sobresalir a aquel chico.
—Él está enfermo —Jongdae tragó inaudiblemente saliva, tratando de no mirarle. El otro rio anonadado.
—Ya sé que está enfermo, por esto están acá —Jongdae sonrojó —. ¿Qué le pasa?
—No lo sé, lo revisarán —Jongdae tuvo que juntar las palmas de sus manos sobre las mangas largas del abrigo que su madre le había obligado a colocar sobre su pálido torso.
—La mía también está enferma. Creo que tiene anemia. Con medicamentos se pondrá bien, eso espero —El otro suspiró —. Por cierto, ¿cuál es tu nombre? Qué descortés soy. Yo soy Yifan, pero me puedes decir Kris. Odio mi nombre, en serio.
—Soy Jongdae —Respondió el otro y lo miró a sus ojos, hipnotizándose en éstos.
El nombre de Kris resonaba en cada rincón de su cabeza, torturándolo e incitándolo a que siguiera con una conversación.
—E-Espero que tu mascota se encuentre mejor —Jongdae se levantó y haciendo una leve reverencia, quiso retirarse, pero Kris se lo impidió, agarrándolo de la muñeca.
—¿Te vas? —Preguntó levantando una ceja —. No me dejes solo, conversemos más. ¿Tienes celular? —Jongdae asintió y por un momento se odió por haberlo confirmado —. Te pasaré el mío y tú pásame el tuyo.
Jongdae desde que conocía a las chicas, sabía que no eran su estilo. Le había contado a su familia, y ésta lo había apoyado muy bien. Aunque era pequeño, sabía bien lo que quería, así que estar con un chico varón muy atractivo como Kris era tentador.
Pero entre ambos, Jongdae no era la excepción.
—Haru tiene parvovirus —Su madre llegó a su lado —. Con algo de medicamentos e inyecciones se pondrá mejor y se curará en poco tiempo. Ahora tenemos que irnos, Jongdae —Sacó de su bolso su teléfono celular y lo sacó completamente para marcar un número —. Tengo una junta.
—Te llamo a las ocho, Jongdae —Kris le guiñó un ojo, provocando un leve sonrojo por parte del menor en todo el contorno de sus infladas e inocentes mejillas.
Llegando a su casa, lo único que Jongdae realizó fue subir estrepitosamente hacia su cuarto, tumbarse en la cama y haciendo un adorable y único mohín sobre sus labios, esperó la prometida llamada del mayor.
Durante todo el tiempo esperado hizo muchas cosas, como posicionarse en la cama con muchísimas poses distintas y ridículas, saltó en la cama y cepilló sus dientes frenéticamente.
Como veía que el otro no llamaba, incluso llegó a pensar que solo se trataba de una broma de mal gusto.
Suspiró ante su pensamiento y viró los ojos, ¿qué cosa podría esperar de un chico apuesto de que apenas acababa de conocer?
—Eres un hijo de un maldito maíz, estúpido, estúpido y sensual Kris. ¿Por qué carajos dije maíz? —Lo maldijo en voz baja, llenando su alcoba de un bochornoso eco. Jongdae estaba a punto de decir todas las groserías posibles del mundo e incluso buscaría más tarde cuáles más existían para lanzárselas hacia aquel chico, hasta que el sonido de su celular le hizo sobresaltar.
Se acercó temeroso y con los dedos rozó la pantalla de su celular y pudo ver un poco más detallado que se trataba de Kris, llamándole con un leve retraso. Gritó muy gaymente a sus ocho años y contestó el celular, queriéndose mostrar indiferente con el otro al lado de la línea.
—¿Jongdae? Hola, soy Kris.
—¿Kris? No conozco a ningún Kris —Dijo limándose una uña con “indiferencia”.
—Oh, ¿en serio? Entonces creo que marqué mal, perdón…
—¡No! Sí te conozco —Jongdae gritó mostrándose muy exaltado —. Hola, Kris. Se me acaba de venir a la mente tu nombre. ¿Por qué tardaste tanto en llamar?
—No he tardado tanto. Tan solo son las ocho y cinco —Jongdae ruborizó —. Oh, vamos, dime que no has estado esperando mi llamado —El otro niño rio y como no vio respuesta alguna, prosiguió: —. Qué adorable eres.
—¿Qué? ¿Dijiste adorable? N-No soy adorable.
—Sí que lo eres —Dijo Kris removiendo su sábana para acostarse y seguir con la conversación más cómodo —. También eres muy lindo, ¿lo sabías? —Jongdae si antes era un completo tomate, ahora lo era más —. ¿Crees que podamos vernos nuevamente? Me has impresionado físicamente.
<<Maldita sea>> Pensó el menor, ruborizándose cada vez más y sintiéndose totalmente incómodo en el momento que incluso sintió como un fino hilo de sudor cubría su espalda en una sola trayectoria.
—¿Jongdae? ¿Sigues allí? —Preguntó Kris.
—Sí, sigo aquí —El otro suspiró y alborotó su cabello, colérico.
—Te conozco muy poco. Demasiado poco para ser exactos y… ya conozco tu voz de cuando estás nervioso. Es muy lindo tu tono de voz —Acuchilló finalmente el otro la conversación.
Si antes la situación estaba bochornosa, ahora lo era más.
—Nos vemos mañana en la plaza de la ciudad a las diez. No tardes ni cinco minutos. —Colgó y se fue a dormir con el corazón desbordado y con una tenue sonrisa que iluminaba brillantemente la habitación.
5 años después.
Habían pasado ya los años bastante rápido. Al principio de cuando Jongdae y Kris se conocieron, fue algo incómodo y bastante raro. Pero después de varios meses de frecuente amistad, se fueron ablandando el uno al otro. Con usuales salidas a muchísimas partes de Corea del Sur, y convivencias aún más íntimas y divertidas, fueron aumentando más su amistad. Después de dos años, estos dos eran más que inseparables. Eran el vivo ejemplo de la amistad pura y, aunque todavía no se lo decían el uno al otro, también del afecto y el amor.
—Hey, Jongdae —Kris llegó por detrás, abrazando al menor con sus delicados y finos pálidos brazos por detrás igualmente —. Tengo que decirte algo —Le dedicó una voz tan sensual que se derritió por dentro, tratando de ocultar sus sentimientos a flor de piel que el otro le causaban.
—¿Qué quieres, Kris? —Después de tanto tiempo conviviendo con su mejor amigo, ya sabía cómo esconder esos sentimientos que él le provocaba.
—¿Podemos hablar? Aquí no, me da penita —Se escondió por sobre sus estrechos brazos, adorablemente.
Jongdae bufó y se sentó en una banca del parque donde se encontraban, esperando el diálogo del otro. Seguramente sería otra estupidez de videojuegos que se sacaban a la venta recientemente o algo parecido.
—Jongdae…
—Kris…
—Jongdae…
—Kris…
—¡Jongdae! —El otro explotó —. Escucha lo que diré porque es muy importante —Restregó sus manos contra su pecho y luego las subió contra su rostro, bajó su mirada y suspiró para luego decir algo que a Jongdae le dejaría helado —. Jongdae, you’re my style.
Como vio que el otro no seguía, Jongdae hizo un ademán con sus manos para que continuase, pero el otro le mando una señal con el rostro de que había acabado.
—¿Es todo? —Preguntó el menor y el mayor asintió, avergonzado.
Jongdae suspiró, se levantó de su asiento y se abalanzó contra Kris, abrazándolo.
—¡No sabes cuánto he esperado para que me lo dijeses! —Lo abrazó, sintiendo la calidez del cuerpo que emitía Kris.
Los labios de ambos rozaron, causándoles toques eléctricos hasta la médula ósea. Entonces Jongdae no perdió la oportunidad y se acercó hacia él, obligando a que Kris lo agarrase de sus caderas, atrayéndolo más y más.
Entonces se besaron con una pasión y detenimiento absoluto.
Todo lo demás había desaparecido. Solo quedaban ellos dos. Nadie más. Besándose, amándose y demostrándose su afecto y cariño que desde hacía años querían demostrarse justo allí.
Lentamente, los fríos y largos dedos del menor subieron al cabello de Kris, agarrándolo con fuerza para permitirse un beso más subido de tono.
El oxígeno se hizo presente y tuvieron que separarse, percatándose que todas las miradas de las personas que se encontraban en el parque las depositaban justamente hacia ellos de una forma no muy amable, aunque a ellos no les importó. Juntaron sus frentes y sonrieron traviesamente sincronizadamente.
—Te quiero… Te quiero demasiado… Nunca, nunca me dejes —Dijo Jongdae, forzando a Kris a recordar la mudanza que tenía dentro de dos años hacia Canadá, amargando el momento solo para él.
Pero nada iba a entrometerse con su relación hasta el momento, y lo forzaría a impedir.