En un pequeño mundo habitan un pequeño sueño y una pequeña pesadilla. Aquellos dos seres existían bajo las órdenes de un ángel. El sueño y la pesadilla no se llevaban bien puesto que el ángel alentaba al sueño a ser más fuerte, mientras que a la pesadilla le hacía suprimir su poder.
Todo era paz, aquel ángel tenía una cabellera de color castaña, una bella sonrisa, unos ojos color avellana que irradiaban felicidad, todo gracias al sueño, que lo iluminaba con su luz, pero todo esto cambio cuando unas sombras aparecieron, aquellas sombras estaban al mando de la pesadilla, la cual había logrado burlar la gran muralla de aquel mundo. Aquellas sombras impedían al sueño el dar su luz al ángel, el cual fue perdiendo fuerza. La pesadilla creció, poco a poco fue adquiriendo más poder y control del pequeño mundo.
Aquel mundo se fue llenando de tinieblas, las cuales alcanzaron al ángel, el cual fue perdiendo esa gran sonrisa y aquella felicidad en sus ojos, sus alas eran, poco a poco, arrancadas por aquellas sombras, lo llenaron de cadenas y candados. Aquel ángel se sentía solo, cada vez más el sentimiento de tristeza lo invadía, aquel sueño no podía hacer nada ya que su luz no alcanzaba al ángel, único que podía hacer era ver como la vida de aquel ser era consumida por las tinieblas.
Aquel ángel, poco a poco, dejo de creer en aquel sueño, el cual fue perdiendo fuerza y brillo, su imagen se iba reduciendo a solo una pequeña llama, la cual sobrevivía para ver de nuevo a su ángel brilla, pero cada vez se vía más amenazado por las tinieblas y aquellas sombras que lo único que hacían era herir más al ángel.
Todo era, en aquel pequeño mundo, una profunda oscuridad, de las alas del ángel solo quedaban una pocas plumas, de aquel ángel solo un recipiente vacío llenos de cadenas, de aquel sueño sola una pequeña llama, de aquella pesadilla era el pequeño mundo.
Cuando la pesadilla se creía triunfante apareció un forastero de piel pálida, cabellera negra y una mirada que helaba a los demás, aquellos ojos negros eran penetrantes, aquel forastero no llevaba nada solo una increíble voluntad y una hermosa bondad, aquel forastero irradiaba una fuerte luz. Aquel forastero vagaba en aquel mundo y encontró al sueño, lo levanto con cuidado y lo arropo, el sueño al sentir su presencia despertó de su estado de inconciencia y en un pequeño susurro logro decirle algo al forastero…
-Por favor, salva al ángel, puesto que él es mi mundo –
Aquel forastero bajo al sueño y llenándose de valor, convirtió su voluntad en un escudo y a su bondad en una espada y partió a combatir a aquella pesadilla que había llenado de tinieblas aquel pequeño mundo. Una larga batalla se produjo, las cosas no pintaban muy bien para el forastero pero logro llegar al ángel.
El forastero no podía creer las cadenas que ataban al ángel, lo maltratadas que estaban sus alas y la tristeza que tenían sus ojos. Tomo su espada y rompió las cadenas, curo sus alas pero esto no basta, el ángel estaba muriendo, el forastero empezó a llorar al ver que aquel ángel no reaccionaba, por alguna extraña razón lo quería proteger y fue gracias a ese sentimiento que se logró una acción, el forastero beso al ángel, un beso cargado de ternura, de bondad, de felicidad, pero había un nuevo sentimiento que llegaba junto con aquel beso, el amor, el cual logro salvar a aquel ángel, que poco a poco fue sacando aquellos sentimientos de soledad y tristeza.
La pesadilla no podía creerlo, las tinieblas retrocedían y las sombras eran consumidas por una intensa luz, era el sueño que logro recuperase gracias a que el ángel había reaccionado.
En un pequeño mundo vive un gran sueño, el cual llena de luz aquel ángel, que fue retomando su cálida sonrisa y sus ojos se fueron llenando de felicidad, pero la luz del sueño no era la única que iluminaba a aquel ángel, aquel forastero ayudaba al sueño a aquel ángel siguiera adelante. De la pesadilla solo queda un pequeño punto, el cual amenaza con volver a llenar de tinieblas el pequeño mundo, pero se mantiene a raya gracias a que el forastero no deja solo al ángel.
- Dime tu nombre – pregunto aquel forastero.
- Tsuna – menciono el pequeño ángel – y ¿Cuál es el tuyo?
- Kyoya
Aquel ángel aun no entiende muy bien al forastero, pues junto con el han llegado nuevos sentimientos que lo confunden, pero el ángel sabe una cosa, sin aquel forastero ya no podía vivir, sin su sonrisa, sin aquella mirada tan tierna y dulce, si aquel ángel había caído en las manos de aquel forastero, que ahora vivían en aquel pequeño mundo.