Luhan pasaba apurado, molesto y con trabajo. Apurado pues le habían dejado mucho trabajo en la oficina y tendría que tenerlo listo para el lunes, así que adiós domingo. Y molesto porque la nueva secretaria de Yixing parecía ser más tonta que una papa, pues más que ayudar causó problemas, por eso Luhan se quedó hasta tarde y no llegó a alcanzar el último tren, por lo que tuvo que volver a pie.
Conocía uno que otro atajo, pero sentía que había tomado el equivocado. Las calles eran pequeñas y oscuras, las casas sucias y de aspecto abandonado, el lugar tenía un olor a humedad. Se oían voces a lo lejos, entre ladridos y mentadas de madre. Un escalofrío recorrió su cuerpo y siguió caminando.
Pasó frente a un estrecho callejón y oyó ruidos de latas estrellarse contra el piso. Lo que parecía ser una sombra de un pequeño animal, salió del oscuro lugar, pasando frente a Luhan. Bajo la luz tenue del alumbrado público se puedo ver que era un gato, un gato negro. Y Luhan, que era supersticioso y creía en las supersticiones americanas, maldijo por lo bajo y siguió caminando algo inseguro, por la “mala suerte” que creía que lo acechaba.
Caminaba despacio, temiendo tropezar con algo, o encontrarse con alguien a la vuelta de la esquina. Cruzando la calle había una especie de almacén, las persianas de metal oxidado y las paredes pintadas con grafitis indicaban que el lugar no estaba en uso. Creyó oír voces dentro. Y se le ocurrió la estupidez de asomarse por la pequeña puerta, también de metal, que se encontraba entreabierta. Alcanzó a ver a varios chicos pelear, sin embargo, para la suerte que traía, no pudo ver la escena de película que se desarrollaba dentro del almacén, pues sintió algo golpear su cabeza y cayó… inconsciente.
Pero quizá su estupidez no le iba a dar mala suerte después de todo.
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–Entonces, tú estabas en una pelea con tu pandilla dentro de ese almacén, uno de tus enemigos me golpeó con un bate de beisbol, me desmayé y me trajiste aquí.
Sehun asintió.
Luhan se quedó viendo a Sehun por un momento. El joven tenía un filudo corte en el pómulo derecho, tan delgado que a Luhan le costó poder notarlo. Notó los encogidos y rosados labios del menor, sus ojos y sus cejas. Pensó en la edad que tendría, pero de distrajo observando el cuarto en el que estaba. La cama tenía sábanas blancas algo percudidas. Sobre la mesita de noche había un vaso con agua y algunas vendas. El piso era de madera ya gastada. Algunas esquinas y zócalos de las paredes tenían moho. Había un armario junto a la ventana, las cortinas de esta era de una tela traslucida blanca y gastada. Las paredes eran blancas y estaban algo sucias. La habitación necesita una limpieza urgente.
–Y por cierto había una carpeta con papeles, ahí está. –dijo de pronto Sehun, y señalo hacia una pequeña mesita que había en medio de la habitación.
–Mierda… –murmuró Luhan. –¿Cuento tiempo es de aquí a la estación de metro más cercana? –preguntó a la vez que se levantaba de la cama.
–Algo de 45 minutos.
–¿Qué hora es?
Sehun se encogió de hombros. Luhan hizo un gesto de desagrado y recordó que tenía un celular.
–¡Es medio día! –exclamó sorprendido.
–Eres todo un bello durmiente… Además de tener un cráneo de piedra. –bromeó el menor.
Luhan lo cargoseó y fue a revisar sus papeles. Los examinó y recordó algo. Se giró a ver al muchacho con mirada acusadora y preguntó:
–Mi laptop. ¿Dónde está?
Sehun señaló un maletín al lado de la cama y observó como Luhan se acercaba a él y lo cogía, revisando si el aparato estaría dentro. Vio como la expresión del mayor parecía relajarse.
–No pensaras que robo, ¿o sí?
–Podría esperar cualquier cosa de gente como tú.
Entonces Sehun, enojado, se acercó rápidamente a Luhan y tomo sus muñecas haciendo que soltase algunos papeles. Lo miró fijamente a los ojos. Su expresión seria daba algo de miedo, y he ahí la razón del por qué Luhan trago saliva.
–Podre pertenecer a una pandilla, pero que te quede claro, no soy ladrón. –soltó sus muñecas bruscamente y volvió a sentarse en la pequeña sillita ubicada al lado de la cama.
Luhan volvió a acomodar sus papeles y cogió su maletín.
–Gracias por ayudarme. Tengo trabajo así que me voy. –dijo, disponiéndose a salir de la habitación.
Por dentro, Sehun se debatía entre detenerlo o dejarlo ir.
Quizá si hubiera sido otra persona, no le hubiera importado que la herida en su cabeza aun no sanara, lo hubiera dejado ir y que la suerte se encargue de su destino. Pero algo en Sehun cambió de rumbo.
–Espera.
Luhan se detuvo y observó por el rabillo del ojo como el menor se aproximaba. Sintió una mano posarse en su hombro y dio un pequeño saltito.
–Tu herida aún no ha sanado. Podrías desmayarte en pleno camino, y si es por aquí probablemente te roben, te violen y te quiten tus órganos.
La expresión de Luhan reflejó claramente lo que era el horror.
Trató de huir pero Sehun volvió a tomar sus muñecas, esta vez con fuerza. Entonces empezó un forcejeo intenso. El maletín cayó de las manos del chino y los papeles cubrieron parte del suelo.
–¡Suéltame!
–No lo haré.
Y entre forcejeos y escabullidas, Luhan quedo contra la pared, con una mano al aire y la otra en el pecho de Sehun, mientras este se encontraba entre sus piernas, con una mano reposando en su cintura.
Sus rostros quedaron muy cerca cuando el menor alzó la mirada.
Y quizá Sehun sintió ganas de besarlo, porque lo hizo. Y quizá Luhan también, porque correspondió.
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–¿Dices que todo eso es para mañana?
Luhan asintió, aun sonrojado, y oyó como Sehun soltó un fino silbido.
–¡Ay, ya deja de mirarme Sehun!
Y el menor estalló en carcajadas, aun observando como Luhan continuaba haciendo su trabajo con la cabeza gacha.