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Amigos por Rochan

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Notas del fanfic:

Volviendo a las andadas jajaja.. hace tiempo que no escribia, asi que cualquier consejo es bien recibido.

 

Nombre: Fernando

Mi mejor amiga: Lía.

Mi mejor amigo: Lía.

En conclusión, Lía ha estado a mi lado desde pañales.

El orfanatorio San Carlos era uno de los tantos de la vieja ciudad. Monjas por aquí y por allá, misa en la mañana, padre nuestro en la tarde, ángel de la guardia por la noche. Todo rondaba con naturalidad. Lía era hija de una de las voluntarias y llegaba al orfanato todos los fines de semana. Ese anormal día, un sábado, Lía llego con su clásico peinado media cachetada y su vestido azul al local. Se la paso acosándome para que yo jugara a la casita con ella. Acepte.

El mejor error de mi vida.

En ese momento teníamos seis años, casi llegando a los siete. Nos dirigimos al gran jardín, conocido también como “la madriguera”, en donde  hay unos juegos en forma de casita.  El juego transcurrió bien hasta que Lía, problemática desde niña, dio una exclamación fatal.

“! Como mi esposo tienes que obedecer! ¡Las mujeres mandan!”

Yo tenía apenas seis años. No dejaba, en ese momento,  que me trataran así. Simplemente conteste:

“Si quieres mandar entonces tienes que ser el esposo”.

Y eso hicimos, cambiamos de roles.

Jugamos y jugamos perdidos en nuestro mundo. Ella explicándome como debía cocinar y cambiar al bebe, yo recreando un ejemplo paterno de uno de mis libros para explicarle a ella como actuar.  Por el rabillo del ojo observe pasar a una de las tantas parejas adoptantes. En este caso, doña Clara, como decía llamarse, llevaba semanas visitando el orfanato, intentando encontrar a su futuro hijo. Yo no me acerque a ella. Doña Clara era joven, y como aprendí gracias a los niños grandes, ese tipo de personas buscaban bebes. Yo tendría mas oportunidad con parejas cuarentonas, aquellas que buscaban a un niño que supiera hacer popo y pipi por si mismo. Doña Clara no era para mí; simplemente seguí jugando bajo la atenta mirada de ella.

***

Cuando cumplí 12 años, aun seguía en el orfanato.  Las monjas se dedicaban en enseñarnos letras, números y ciencias, también labores manuales. Según comprendí, al cumplir los 18, tendría que dejar el orfanato. Ellas no querían dejarnos a la deriva, nos enseñaban oficios. Y Lía seguía rondando por allí. Ella tuvo una pequeña ilusión conmigo y nos separamos por semanas. Un día, llego, se me acerco y con una sonrisa me dijo:

“Me gusta Rafael”

A mi no me gusto esa noticia. Me di media vuelta y no le hable ese fin de semana. Ella se me acerco la semana siguiente, con un libro y una disculpa. Creía que estaba molesto con ella por ignorarme. Yo pensaba que era al revés.  Lía era mi mejor amiga. La abrace y le explique mi molestia:

“A mi también me gusta Rafael”

Ella me miro, ladeo su cabeza y sonrió. Simplemente dijo: “No te quitare a tu amigo.  A mi me gusta de forma romántica, Nando”.  Yo respondí sin comprender el fondo de mis palabras.

“Yo también lo quiero románticamente”

Lía ese día vestía un conjunto blanco. Acababa de salir de misa y todos estaban en el jardín. Ella estallo en lágrimas y grito improperios que atrajeron a las monjas como lo hace el popo a las moscas. Yo me quede sentado, escuchando y mirando la escena. Lía lloraba, ahora hablaba bajito. Su mamá llego junto a las monjas y me miraban a mi y a ella. Los niños mayores pronunciaron una palabra que me marcaria de por vida: Gei. Tiempo después, luego de los castigos y sermones del padre, de leerme y leerme la biblia, comprendí el significado de esa palabra. Y como era de esperarse, para alguien de mi edad y dentro de la pequeña comunidad donde vivía, me transforme en la oveja negra.

Lía falto a la escuela cuando me liberaron de mi sentencia y junto a su madre me sacaron del orfanato. Simplemente me llevaron a la casa de la mamá de Lía, me sirvieron galletas y chocolatada y hablamos largo rato. En la casa de Lía estaba Doña Clara, quien nunca adopto ningún bebe. Según la doña, tenia 25 años; yo me sorprendí ¡desde que yo tenia seis ella tiene veinticinco! Su esposo había muerto cuando ambos buscaban un hijo, así que no adopto. Cuando llego la hora de irme, Doña Claro puso mis manos sobre su palma y dijo:

-“Déjame ser tu madre”.

Camino al orfanato, Lía me conto que cuando jugamos a las muñecas aquel día, Doña Clara quiso adoptarla. Ella ya tenía mamá, así que se negó. Lía escucho la conversación que sostuvo su madre con la doña y se entero que la segunda quería adoptar un hijo gay. Su madre le prometió encontrar a uno que la necesitara a  la doña. Y la mamá de Lía se comunico con la doña luego de años y le comento lo sucedido. La doña viajo desde muy lejos ese mismo día, pero el orfanato no le dejaba verme. Lía y su mamá se despidieron de mí y entre al orfanato.

Cuando entre a mi cuarto compartido, encontré mi cama manchada con tierra. Me dormí encima, sin limpiar nada. La semana paso  entre insulto e insulto sin que las monjas se dieran cuenta. Cuando doña Clara pudo entrar al orfanato, corrí hacia ella con mi mochila hecha.  Nunca mas regrese a San Carlos. Y como era de esperarse, Lía me persiguió hasta mi nueva escuela. Poco después su mamá abandono el voluntariado y se mudo a la misma ciudad que yo.

Y Lía…

Nunca me pidió disculpas por el problema en que me metió.

 

 


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