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LIKE A CLOUD por Foxlady

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- Sev-

- Hm?-

- Porqué hay una cuna en tu sala de pociones?-

- Ah, eso.- Severus colgó su túnica de pociones de un clavo y miró por sobre el hombro a su joven esposo.- Es para poner un bebé.-

Harry, que tenía los papeles de su tesis en el regazo y estaba repantigado en el sofá más grande de la sala, descalzo y con los lentes en la punta de la nariz, siguió con la mirada a su flamante marido por todo su camino por el vestíbulo de Grimmauld Place, a la cocina, a colocar el plato de alimento a los pies de su gato regalón, Ari, a alimentar a la lechuza y el cuervo que compartían las pechas del ventanal, a quitarse las botas y ponerse zapatillas de casa y finalmente a sentarse frente e él en el gran sillón de felpa que era su favorito, una taza de Darjeerling en la mano.

- Qué?

- Estoy esperando que elabores.- dijo Harry con sequedad.- Un bebé? No es muy pronto para empezar a enseñarle pociones?-

- No es para enseñarle, Harold, no seas ridículo.-

- No lo irás a usar de ingrediente!!- bramó Harry, dejando sus libros a un lado.

- Las lágrimas y la sangre de bebé son excelentes decantantes de pociones de demonología, pero…- Severus no pudo acabar la frase, porque lo traicionó una sonrisa.- Oh, calma tu moral erizada, Harold, es sólo para mostrarle los hechizos de puericultura a los estudiantes de medimagia.-

- Ah.- dijo Harry, levantándose para sentarse en el brazo del sillón de su antiguo profesor.- Ya te imaginaba rellenándolo como un pavo…-

- Siempre tienes que pensar lo peor de mí, Potter?- soltó Severus, con un deje de amargura. Harry entornó con los ojos y se frotó la manga de su viejo sweater rojo por la cara.

- Lo siento. Sólo puedo excusarme diciendo que el examen de hechizos de bloqueo me está volviendo loco.- dijo, tomando la mano descolorida de Severus en las suyas. Sev movió la cabeza, y levantó la suya para apartar un poco del pelo de Harry, que algo más largo por la libertad que le daba el Quidditch, ahora parecía más que nunca una palmera.

- Deja que te prepare una sopa relajante. Te estás esforzando mucho, Harry.- dijo Severus, que sólo lo llamaba así cuando el ex Gryffindor lograba conmoverlo. Harry había elegido una carrera en el Quidditch al salir de Hogwarths, una carrera loca y alegre que lo había llevado a ganar con la selección de Inglaterra dos veces la copa Europea y una la Mundial: pero una lesión en la columna vertebral había amenazado su vida, eso sin contar ponerlo en silla levitadora, durante un año.

 

Sólo un atrevido tratamiento experimental para regenerar nervios y las habilidades del mejor maestro de pociones del mundo le habían devuelto no sólo su columna, sino también las ganas de vivir. Y aunque Severus Snape, absuelto de la guerra y condecorado por su rol como espía en la caída de Voldemort, había sido el máxime sorprendido cuando su ex alumno decidió perseguirlo, tras dos años de acoso y una persistencia conmovedora del muchacho héroe que hubiera podido tener a cualquier brujita o brujito de Inglaterra, el ex maestro de pociones se había rendido y había reconocido su afecto por el porfiado jugador de quidditch, que en sus propias palabras, como acababa de curarse la espalda que se había roto jugando quidditch, ahora se moría de ganas de volver a partírsela presentando las oposiciones para ser Auror.

 

Sí, los amigos de Harry todavía le echaban todo tipo de antihechizos y antídotos cada vez que lo veían, pero el Niño que Vivió seguía instalado en Grimmauld Place, Severus Snape como el primer sorprendido.

 

- No me estoy esforzando lo suficiente.- Harry se recostó contra su hombro.- No hay modo de que me acuerde de la trigonometría básica de la transformación caótica. Llamé a Hermione para que me la explicara y me aulló por teléfono que me lo había explicado tres años seguidos, que molestara a la vieja gata mejor.-

- Yo te explicaré.- dijo Severus, acariciándole el pelo un momento al sentir la nariz de Harry contra su mejilla.- Pero primero cenemos, quieres? No pude ir a almorzar con la doble clase de alquimia que tuvimos en la universidad… estoy hambriento.-

- Aunque sea una frase muy usada yo también.- dijo Harry con una risa ahogada, mordiéndole la oreja. Severus meneó la cabeza, aunque no podía evitar una sonrisa ante su increíblemente voraz amante. Con decir que habían consumado su relación cuando el antiguo Seeker tenía cuatro vértebras menos.

- Harry… comida primero. Y tu espalda…-

- Mi espalda está bien, gracias, manda saludos… ahora, nos sacamos la ropita?-

- Quiero comida primero. Ten compasión de este pobre viejo hambriento.- dijo Snape, su baja risa ahogada haciendo retumbar el pecho en el que Harry apoyaba las manos.

- Nu.-

- No seas…-

- Te portas más joven que yo a veces, Severus.- dijo Harry con una risita, empezando a tironear la camisa del alquimista. Y era cierto: Harry había tenido una vida salvaje, ya fuera en la guerra o siendo una estrella del Quidditch; Severus, en cambio, amante de los claustros y del mundo académico, había elevado las cejas a las ideas del Niño que Vivió más de una vez, mortífago o no mortífago.

Y además, ser un maestro de pociones tenía sus ventajas. Con decir que Harry estaba muy seguro que bajo ciertas luces, el que tenía más arrugas a los veintinueve años era él. No que los veintitrés años de diferencia no se notaran, pero algo habían hecho todos esos años de pociones rejuvenecedoras en el profesor.

Y eso sin contar sus habilidades para otro tipo de pociones.

Harry sonrió al sentir las manos de Severus subir por su espalda, bajo el sweater. Luego se puso a gritar, porque alertada por el movimiento, la gata de Severus, Morgana, decidió que quería jugar también, y se encaramó en su espalda como en un árbol.

- SÁCAME ESE MALDITO MONSTRUO!!!-

 

 

 

- … sh… no le hagas caso, es un idiota… sh, mi tesoro, mi amor, mi angelito, duerme que papá está aquí y va a cuidarte muy bien… no dejaré que ese animal vuelva a molestarte…-

- Te vas a venir a acostar de una vez? - ladró Harry desde la cama, enfurruñado leyendo su libro de aritmancia mientras Severus, en bata de brocado negro, se paseaba, acariciando a la maligna gata, que acurrucada en sus brazos ronroneaba y le echaba miradas sarcásticas a Harry por sobre el hombro del maestro de pociones.

- Déjame calmar a Morganita. La asustaste con tantos gritos…-

- Me dejó la espalda como si hubieran cortado leña en ella!!-

- Qué exagerado eres. Mi pobre animalito…-

- Prrr! Miaw, miaw!- dijo la gata, desplegada como una puta vieja y frotando su sedosa cabeza contra el mentón de Severus. Severus acabó de consentirla con un platito de crema en la cocina y luego volvió al fin a acostarse, quitándose la bata para meterse en la enorme cama de postes, drapeada en verdes y castaños, muy formal en su pijama de franela negra.

- No me vas a explicar?-

- Mañana, después de la clase de medimagia, a las diez.- telegrafió Severus, apagando la lámpara y acomodando las almohadas.- Ahora, tengo temas más urgentes que discutir contigo.-

- Como qué?- dijo Harry, con cierta aprensión.

- Como que hay que limpiarte muy bien esos arañazos. Ponte de bruces, Potter.-

- No me vas a poner alcohol de quemar, verdad?-

- No.- dijo Severus, quitándole la camiseta con la que el aspirante a Auror dormía.- tengo mejores ideas.- agregó, montándose sobre sus caderas.

 

El primer beso en el arañazo hizo a Harry respirar hondo; el segundo, suspirar de placer y apoyar el rostro en la almohada. Lo que sentía por su antiguo profesor… sí, todo el mundo pensaba que estaba completamente loco. Y sin embargo, él tampoco sentía deseos de explicarlo. Le habían dicho que podía tratarse de un extraño complejo de Electra, su necesidad de un padre, el apoyo en la única persona que había sufrido las mismas pérdidas y el mismo horror de Voldemort… pero lo cierto, era que cuando estaba así, recostado contra el ancho pecho del hombre que ahora le significaba su hogar, le importaba un comino lo que el resto opinase. Solamente sabía que cuando podía hundir los dedos en esa espesa melena negra y sentir esos labios tan expertos en los suyos, se sentía libre, e inundado de una felicidad que nadie le había dado.

 

Severus no era un fan del Niño que vivió, un adorador de la estrella de quidditch o una chica con los ojos puestos en su cuenta bancaria: él lo había conocido, niño indefenso y dolorido, aterrado y maltratado, y lo había visto, inválido y asustado, lleno de odio y de miedo.

 

Y lo había visto matar a Voldemort con las manos hasta que no quedó nada más que sangre y trozos, y lo había retenido en sus brazos luego, hasta que la ira había pasado.

 

Nadie más podía entenderlo así. Nadie más lo conocía así…


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