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Blue Ocean Floor (Diamond) por JHS_LCFR

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Notas del fanfic:

Portada by AnniePark :)

Notas del capitulo:

Blue Ocean Floor

 

 

Do Kyungsoo tiene veintidós años. No obstante, lo había conocido el verano pasado, cuando había visitado aquella playa con su familia a modo de vacación, un merecido descanso.

Do Kyungsoo llevaba ojotas y una malla blanca con manchas y salpicados negros y rojos, la remera celeste que llevaba no le combinaba en absoluto, pero no le importaba: caminaba solo a las siete de la tarde, en el medio del atardecer donde esperó encontrarse miles de parejas amándose o niños reacios a salir del agua para volver al hotel.

Maravillosamente no había nadie, y sonrió sintiéndose más que bien.

Kyungsoo no necesitaba realmente de la compañía de la gente, incluso se veía perfectamente despreocupado en caso de que su familia desapareciese y ya no le quedara nadie: Kyungsoo sabía cuidarse muy bien; se cocinaba solo, sabía lavar y planchar la ropa, limpiar su casa le parecía la tarea más hermosa y en la facultad llevaba buenas notas, sin importarle la cantidad de horas que las materias le absorbían de la vida.

Sí, Kyungsoo encontraba cómoda la situación de vivir solo. Lástima que nunca se le dio, lástima que se la pasaba encerrado en el piso de arriba de su casa, atado al escritorio y a la computadora de su cuarto, escribiendo trabajos prácticos y dejando de lado los libros que sus padres le compraban a modo de felicitación.

Ignorando la arena meterse entre la suela de la chancla y sus dedos, pensó, manos tomadas tras su espalda: hacía rato que no leía, nunca había terminado “La insoportable levedad del ser” y, habiendo deseado por años tener en sus manos “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas” de Murakami, ahí lo tenía, sin haberlo leído.

Abandonados, amontonados con otros libros. Llenos de polvo.

Él mismo estaba lleno de polvo.

Do Kyungsoo, con la Luna iluminándole la arena ante el cielo que se había vuelto negro, se dio cuenta de que tenía veintiún años y ningún amigo.

Levantó la cabeza y escrutó el manto de estrellas.

No tengo nada.

Sólo libros.

Libros sin leer y ningún amigo.

 

 

Sus padres no entendían por qué le gustaba tanto caminar a la orilla del mar y de un lado al otro, volviendo sobre sus pasos, como en la obra A line made by walking…y ya tenía que andar metiendo en su vida ejemplos de los libros de Arte Contemporáneo.

Siguiendo, sus padres no entendían por qué no se metía al agua, por qué no chapoteaba o se dejaba bañar por las divertidas y encantadoras olas. ¿Por qué al pequeño Kyungsoo no le gustaba nadar? ¿Por qué no se quitaba la ropa y se metía al agua, como cualquier persona normal? ¿Por qué ni siquiera gustaba dormirse bajo la sombra de una sombrilla y descansar, respirar aire de playa y dormir con la sensación de la marea marcando el ritmo de sus sueños?

Kyungsoo no lo decía, pero no sabía nadar.

Tampoco quería aprender: se ahogaría.

 Menos le gustaba jugar a la lagartija y achicharrarse bajo la supuestamente protectora sombra de la sombrilla o de alguna carpa. Con ponerse protector y caminar, él era feliz.

O algo así.

No lo sé.

Sacudiendo la cabeza, decidió apagar su mente y dejar de malgastar pensamientos que podrían más tarde retener nombres de autores y de obras famosas, porque si bien faltaban dos meses y medio para el parcial, Kyungsoo no quería desaprobar ni olvidarse de nada.

Y de vuelta fue haciéndose de noche, sus padres juntando las cosas y marchándose, dejándolo solo.

Técnicamente feliz.

 

 

-¿Hay alguien ahí?

La pregunta había salido de sus labios involuntariamente. No tenía miedo, pero tampoco se sentía seguro: el agitar del agua se había intensificado tras sus talones, le habían hecho girarse y pudo jurar por Dios que en ese momento había visto algo. Había divisado a alguien metido en el mar, balanceándose a medida que nadaba fuera del agua por culpa de las olas.

-¿…Alguien…?—y ladeó la cabeza, no muy seguro de qué hacer: No tenía ganas de llamar a los guardavidas, tampoco estaba bien ignorar el hecho de que alguien estaba nadando a esas altas horas (porque Kyungsoo había visto el reloj en su muñeca izquierda, y las once de la noche no es un muy buen horario para clavarse y perderse en el medio del mar)—Alguien que nade…¿Estás ahí?

Y no obtuvo respuesta, sólo el mecerse de la gran masa azulada: la noche estaba oscuramente negra, sólo pequeñas pintitas brillaban porque la Luna estaba detrás de dos nubes borrosas y perezosas que no se movían. Aún así, Kyungsoo pisó la arena mojada, sintiendo el agua helarle los dedos y mojarle la chancleta.

-Tienes que salir…no quieres resfriarte—siguió, ojos cansados por el ir y el venir, el aire de mar atravesando su cuerpo y adormeciéndole los huesos.

“Estoy bien”, le contestaron de pronto, frenándolo en seco al oír la voz en su mente y en su cabeza, haciendo eco contra las paredes de su cerebro.

-¿…quién…?

“No te metas, te congelarás y morirás ahogado", siguieron. Porque era una sola voz, pero resonaba lento y pesado, despacio. “No quieres morir, ¿Cierto? Te he visto, tus padres siempre te miran con rareza pero, a la vez, preocupados”.

-Ellos… - se lamió los labios, ¿Qué estaba haciendo?—. Ellos no me entienden. No deberían preocuparse, estoy bien solo, estoy preparado.

“No lo creo. Mírate, estás hablando solo, con el cuerpo en dirección al mar y la mirada baja, fija en la arena”.

-No estoy solo—contestó, ofendido—. Estoy hablando contigo.

“Escúchate, escucha tu voz: tienes un tono agudo y bajo, suenas cansado, insípido”.

-Es que soy insípido—murmuró, sin darse cuenta del grado de humillación que suponía aceptar aquello—. Casi que no tengo alma, los ojos me lloran a cada rato por el brillo del monitor y…y no tengo amigos. Sólo tengo una cama, una cama y libros que ya no leo.

“¿Y si sabes que no eres feliz así, qué te mantiene en esa forma de vida, eh?”.

La voz era grave pero dulce, Kyungsoo podía jurar haberla oído antes, en algún lugar, en algún momento…

-…No lo sé. Quizás tengo miedo a cambiar…a cambiarme.

“Si no cambias, dejarás de existir. Un ser insípido y sin alma es lo mismo a un alma que se escapa de su cuerpo…si dices no tener nada en tu interior, entonces es porque tu ser no está contento con tu vida, con la forma en que manejas tu cuerpo”.

­-¿Quieres decir que a mi alma no le gusto?

“Exacto. Por supuesto que no. Mírate, de nuevo: estás hablándole al mar, a un pedazo de suelo cubierto por agua”.

-Estoy hablando contigo, tú eres alguien—refunfuñó, pisando de nuevo y salpicándose solo—. Una voz tiene que venir de alguien.

“No necesariamente”, rió mientras Kyungsoo avanzaba, sintiendo el frío y el temblor subir por sus piernas.

-¿Por qué? Cada vez que me acerco más a ti, tu voz se hace más clara, más fuerte—porque Kyungsoo creía entender, creía comprender que en efecto había alguien allí a unos metros, nadando. Los sonidos perdían la distorsión y golpeaban de lleno en sus oídos y en su pecho, pero no había nadie cerca hablando—. No te escondas—pidió, avanzando con el agua a su cintura y agitando los brazos—. ¿Quién eres? Dime tu nombre.

“No tengo nombre. Puedo ser quien quieras, alguien a quien quieras ver”.

Kyungsoo frunció el ceño, aturdido: sus chanclas se habían hundido en la arena, optó por quitárselas y dejarlas salir a flote cuando quisieran. Ya descalzo y con el agua estrujándole gélidamente por la cintura, sintió que se le revolvía el estómago: se lamió los labios y escrutó el horizonte.

-¿Por qué algo me dice que te llamas Jongin?

Y una hermosa risa le contestó, casi dándole escalofríos.

“Adivinaste”, le dijo, pero sabía que mentía. “Ése es mi nombre…ahora… ¿Cómo te imaginas que soy? ¿Cómo me ves?”

Y Kyungsoo cerró los ojos, ignorando el explotar de las olas contra el puesto del salvavidas y toda sombrilla de madera incrustada en la playa, arraigada al suelo.

-Te veo alto, alto y morocho…de piel oscura, de ojos oscuros y a la vez claros. Siento que puedes tener tanto el pelo negro como blanco, los ojos bien oscuros y a la vez…grises, como hechos de hielo, de aire.

“Bien, bien”, le alentó Jongin. “¿Qué más?”

-Tienes un cuerpo…bonito—titubeó el otro, aún con los ojos cerrados, inspirando hondo—. Tienes brazos torneados, tienes una espalda ancha y una cintura marcada, piernas fuertes y…

Jongin pudo sentir el temor, pudo sentir la pena. Lo envolvió con sus brazos.

“¿Y?”

Y entonces Kyugnsoo abrió los ojos, sorprendido por el impacto: una ola había barrido con él. Le picaban los ojos y había tragado agua salada; su nariz y su garganta ardían, dolían. El calor y el picor eran insoportables. Kyungsoo no podía moverse.

“¿Qué más, Kyungsoo? Dime qué más ves”.

Kyungsoo intentó gritar, intentó agitar sus brazos. El agua se lo tragaba y tiraba de él hacia el centro para luego estamparlo contra el fondo con cada ola. La Luna llena brillaba como nunca antes lo había hecho.

“Habla, Kyungsoo. Termina de describirme”.

Y el agua barrió con él de nuevo. Y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo.

Se lo llevó varios metros lejos de la orilla, resultaba imposible para él alcanzar a pisar o rozar con sus pies el fondo.

Sólo cuando pudo mirar al cielo por última vez antes del estallido de luces blancas, Kyungsoo creyó oír el rugir de un motor: un auto, un jeep, una pequeña lancha…

Venían a salvarlo.

 

 

Do Kyungsoo tiene veintidós años. El año pasado se ahogó por un descuido, pero no por eso le teme a la playa: este año sus padres han vuelto a llevarlo de vacaciones con ellos, pero no al mismo lugar. Esta vez se trata de un pequeño lago, con rocas a las cuales aferrarse, subirse y sentarse, con un hermoso bosque bordeando gran parte de la orilla, de forma que si se cae, pueda aferrarse a las ramas y salvarse. Vivir.

Ya no lo dejan caminar hasta tarde, ahora lo vigilan y hasta le dan de comer.

Do Kyungsoo tiene veintidós años y noventa y tres días de vida cuando se escapa esa noche, caminando tranquilamente por los pasillos del hotel, cruzando las calles de aquel calmo pueblito turista que no conoce: la gente anda a pie, los únicos autos son los de los turistas que invaden las calles y los pocos estacionamientos. Sabe que tiene que agarrar por la calle para la derecha, cinco cuadras seguidas para luego subir la montaña de arena y lo encontrará, encontrará aquella hermosa y delicada fuente de agua.

El calor asfixia, pero él no se quita su remera. Se ha comprado una roja, una que combina más con esa vieja malla. Decidió no usar ojotas, sentir el suelo en contacto directo con sus plantas le resulta más placentero, lo hace un poco menos infeliz.

No sonríe, no llora, no se asusta. Sigue inmutable, apolillado, insípido…medio feliz.

Llega a la montaña, sube y la pasa, esquivando las piedras. En la cabaña de madera donde se armó un bar, nadie lo mira, nadie cae en su existencia: la música es fuerte, han traído a una banda y la armonía del jazz poco a poco le llega.

Levanta una comisura: en ese lugar no se siente en paz. Quiere volver a la playa, quiere encontrarse de vuelta a solas con su sombra.

Se agacha entonces contra el agua, se abraza las rodillas y suspira.

-¿Estás ahí? ¿Pudiste seguirme?

Esa mañana había escrito con una vara en la arena un mensaje efímero, deseoso de que se lo tragase el agua y se lo llevase.

-Decía “estoy aquí. Veámonos esta noche”—sonríe, porque dentro de todo… -. Eres mi único amigo, no seas así.

Pero nada de nada, el agua no le responde: la Luna vuelve a asomar, completa, cegadora y brillante. Las nubes acuosas se han ido y las estrellan se ven insoportablemente radiantes.

-Todo es perfecto—murmura, hundiendo las palmas en la arena mojada, recibiendo el agua—. Sólo faltas tú.

Jongin.

Y otro destello juguetón llama su atención en el horizonte, haciéndole levantar la cabeza y reír. Sonreír.

-Jongin—Do Kyungsoo corre, ignorando los turistas que le gritan y le llaman para que no cometa nada grave, para que no arriesgue su vida así—¡Jongin!—Do Kyungsoo corre, corre y trota y corre, porque el agua le sube rápidamente y le cuesta avanzar, pero piensa seguir—Sabía que vendrías, ¡Sabría que querrías que nos encontremos también!

…Aquí.

Y tirándose el pelo húmedo para atrás, Kyungsoo ignora el agua que le congela el pecho y ve su reflejo,  claro, claro y a la vez transparente, distante.

Es un chico, es un chico de tez morena y labios carnosos el que le sonríe con desdén, mirándolo con sus ojos grises, negros, rojos. Porque también el color de su pelo cambia con el ondear del agua, pasando de castaño a despeinado y rubio, volviendo a acomodarse y retomar el color del fondo azul, el de las mismas olas.

Todo su ser es azul y celeste, Kyungsoo sabe que si lo toca, aturdirá su imagen y no lo volverá a ver.

-Jongin…

Pero éste no dicta respuestas, simplemente lo mira con pasión, levantando una sola comisura.

 

 

Do Kyungsoo tiene veintidós años y noventa y tres días.

Do Kyungsoo levanta los brazos y levanta las rodillas, dobla las piernas.

No quiere estar solo. No quiere ni cama, ni facultad ni libros.

Sólo quiere un poquito de amor.

 

Un amor que, Jongin…

…quizás…

…Kyungsoo cree, puede dárselo.

 

 

 

 

Notas finales:

Yo...no sé qué es esto. Perdón.

Salió como salió y...

 

Lo siento OTL

 

PD: ya leyeron

Best You Ever Had

? :)


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