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Painkiller por Lolita98

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen, son creación de Yana Toboso.

La siguiente historia es original y de mi propiedad.

Espero que la disfruten<3

Notas del capitulo:

Hola a todos! <3

Solamente quiero decir que hace tiempo que no escribo y tal vez ya no tenga la misma práctica que antes, aún asi, espero que les guste, y me dejen su opinión con un review<3

 

Una tormenta inesperada tomó por sorpresa a los habitantes del centro de Londres. El aire del huracán azotaba las ramas de los árboles, los panorámicos y las sombrillas de la gente que se atrevía a salir a la calle con semejante tempestad. El atisbar la luz neón violácea de un pequeño local en la esquina de aquella calle con las palabras “abierto” grabadas en él le pareció como ver las puertas del paraíso. Se subió el cuello de su gabardina negra, observando su aliento al exhalar frente a su nariz. El frío le calaba hasta los huesos y no esperó un segundo más para adentrarse en el modesto restaurante que le salvaría de pescar un fuerte resfriado. La campanita de la puerta anunció su entrada al pequeño local. Observó a sus alrededores, solamente había un hombre de edad avanzada tomando un café en la esquina del lugar, y una mujer de esponjosa cabellera rubia atada en una coleta que al parecer era la cajera. Aun tiritando, el joven se acercó hasta la barra, la mujer de inmediato sacó una pequeña libreta de su delantal blanco y agitando sus largas pestañas falsas le miró fijamente.

-Buenas noches, ¿va a ordenar, joven? –Preguntó mientras descaradamente mascaba algo de goma de mascar.

-Té… por favor… -Apenas se escuchó como un susurro saliendo de sus delgados labios. Estaba demasiado débil como para poder articular unas cuantas palabras más.

-Enseguida. –Respondió la mujer, mientras le repetía la orden al cocinero.

El hombre de pelo azabache suspiró de alivio de nuevo, aún tenía algo de adrenalina corriendo a través de su torrente sanguíneo. Una punzada de dolor le devolvió a la realidad, con el ceño fruncido se llevó la mano derecha a un costado. –“Maldición”. Una bala le había alcanzado, y por la excitación del momento no se había percatado. Pudo observar el líquido rojo manchando sus guantes blancos. Pensó en ir a un hospital, pero no llevaba dinero consigo como para pagar un taxi, y no llegaría muy lejos con semejante clima si desidia andar hasta el lugar.  

-¡Ciel! ¿Quieres apresurarte con el pedido?, ¡es un maldito té, por Dios! -Gritó la mujer de maquillaje vulgar a una pequeña niña de cabello corto, aparentemente la mesera, quién se acercaba con una charola de metal.

Se acercó hasta donde se encontraba el joven herido, quien al tenerlo de cerca se dio cuenta de que no se trataba de una niña, sino de un niño con rasgos bastante afeminados.

-Su orden, señor. –Gruñó por lo bajo el pequeño con una mueca de disgusto, se notaba que no le gustaba trabajar ahí.

-Gracias… -Sonrió el mayor, divertido con la expresión del niño, quien parecía no importarle lo que pensarían de él por su mal carácter.

Resignado bebió de la pequeña taza de té, el líquido sabía espantoso, pero estaba caliente y él se congelaba, así que no podía quejarse. Se quedó unos minutos más, hasta que su taza quedó vacía. Sin darse cuenta ya había oscurecido y la lluvia había disminuido su intensidad considerablemente.

-¡Ciel, el día de hoy tu cierras! –Avisó la mujer mientras se ponía su impermeable y tomaba su sombrilla, el cocinero la acompañaba. –En cuanto nuestro último cliente se vaya, termina de lavar los platos y limpia la barra y te puedes ir. –Se despidieron la cajera y el cocinero antes de pasar por la puerta.

-Tsk.- Se escuchó al pequeño ojiazul quejarse desde la cocina.

El mayor quería retirarse ya, caminar hasta su casa y tirarse en su tibia cama a dormir, pero la curiosidad que le causaba el más joven era bastante fuerte, así que le esperó hasta que se acercó a limpiar la barra.

-¿Cómo es posible que dejen a un niño a cargo de una tienda completamente solo? –Preguntó el moreno al aire, ya que no buscaba una respuesta en sí.

-No soy un niño.-Murmuró el más joven, mientras fregaba la mesa entre ellos dos con un viejo trapo. –Tengo dieciocho. –Se jactó el chico que no medía más de uno cincuenta.

-Pues te ves demasiado joven para tu edad. –Se burló el mayor, observando los movimientos torpes del niño al lustrar la barra.

-Pues gracias. –Sonrió fingidamente el menor, dándole la espalda al extraño para deshacerse del pedazo de tela sucio y cerrar la puerta de la cocina.

El mayor le siguió con la mirada. Y pensar que le había confundido con una niña. Rio para sus adentros, la verdad es que el andar del niño no era nada femenino, caminaba como si de un personaje de la realeza se tratara, y sus rasgos eran delicados como una muñeca.

-Estoy a punto de cerrar señor, le recomendaría que se retirara. –Dijo el ojiazul, quitándose de encima el mandil blanco que llevaba atado a la cintura, revelando sus pantaloncillos cortos hasta la rodilla.

-Sebastian… mi nombre es Sebastian. –Sonrió el hombre extraño, al tiempo que se ponía de pie para retirarse, justo como se lo habían pedido.

-No me incumbe quien seas. –Se burló el más joven mientras abría la puerta del local, haciéndole una seña que lo invitaba a salir.

El peli azabache sonrió, le agradaba ese niño. –Como digas… -Murmuró el mayor, decidido a irse al fin, mientras hacía presión en la herida punzante.

El pequeño buscaba en su repertorio de contestaciones altivas algo bueno que responderle al hombre de gabardina, cuando frente a sus ojos éste se desplomó en el suelo, llevándose consigo una silla de la cual se sujetó.

-¡Oye, Sebastian! -Regresó rápidamente hasta donde el hombre, inclinándose para observar lo que le pasaba. -¡¿Qué rayos…?! ¡Estas sangrando! –Exclamó el niño al notar el líquido tibio que resbalaba de su costado izquierdo. -¡No te atrevas a morir en mi restaurante, idiota! –Le gritó al cuerpo inmóvil del moreno.

                                                                                                                                 

-A-ayúdame a levantarme, y prometo que no moriré en tu preciado restaurante… -Masculló el mayor, intentando reincorporarse con la ayuda del niño.

-Tsk… estás muy pesado… Murmuró el más bajito, intentando cargar con el largo cuerpo del mayor. –Te vas a desangrar si no te llevo a un hospital…

-¡No! –Exclamó rápidamente el mayor. –Llévame a mi departamento, no está muy lejos de aquí. –Indicó el moreno, caminando fuera del local con ayuda del niño.

-Maldición… -Se quejó el ojiazul resignado. No quería pasar su sábado por la noche de esa manera, pero tampoco quería un cadáver en descomposición en el piso del restaurante en que trabajaba. Después el sería el encargado de limpiar.

Caminaron algunos minutos bajo la lluvia que caía ligeramente sobre Londres, el frío les congelaba las narices y cada cinco pasos resbalaban debido a las banquetas mojadas y al peso extra de Sebastian.

-Aquí es… -Murmuró el mayor cuando llegaron a un edificio de unos ocho pisos de alto, se veía viejo y algo sucio, y al menor le dio mala espina, pero si el moreno había dicho que esa era su casa, pues esa era su casa.

Un hombre de avanzada edad les abrió la puerta sin siquiera mirarles “buenas noches” dijo bajito automáticamente, sin despegar su vista del televisor que tenía en su pequeño cubículo. El más joven sirvió de apoyo para el más alto por un periodo de tiempo más, hasta que llegaron a un oxidado elevador con forma de jaula que los llevó hasta el piso seis.

-Gracias… Ciel. -Jadeó el mayor, quitándole su peso de encima al pobre chico y pasando éste ahora a los barrotes oxidados del elevador.

-No me hables viejo extraño, solamente lo hice porque no quiero un cuerpo maloliente en mi restaurante. –Respondió secamente el ojiazul, sobándose el hombro por el esfuerzo que había costado arrastrar a un hombre adulto durante tanto tiempo.

Sebastian sonrió entre su dolor, pero que obstinado era ese niño, pensó.

-Aquí es… -Anunció cuando llegaron a la habitación 16-K

El moreno sacó una llave del bolso interior de su gabardina y la metió en la cerradura de la puerta.

-Adelante, tal vez te caería bien un buen té después de tu esfuerzo. –Le invitó a pasar el mayor, quien ya se encontraba dentro.

El menor observó al moreno adentrarse en la habitación oscura, solamente iluminada por la luz de la luna que entraba por una ventana del viejo lugar. Pudo jurar por un momento que sus ojos color borgoña cambiaban a un púrpura luminoso por un segundo. Ya tenía un pie dentro de su pieza, pero algo dentro de su cuerpo le ponía en alerta. “Nunca hay que prestarle atención a un hombre extraño que te invita a pasar a su casa”. -Se recordó a sí mismo. Sin mencionar que lo que tenía incrustado en el abdomen no era exactamente una astilla, ese tipo podría ser cualquiera.

-No… yo… tengo que irme… -Pronunció rápidamente el menor antes de salir disparado del piso, y en minutos del edificio.

El asombrado oji escarlata  cerró la puerta unos segundos después, se quitó la gabardina empapada en agua y enseguida la camisa blanca manchada de su sangre. Buscó en la cocina (que consistía solamente de la estufa, un microondas y una mesa sencilla con un par de sillas) el botiquín de emergencias. Con unas pinzas sacó la bala de su costado con una mueca de dolor y enseguida se vació un bote de alcohol en la herida para después suturarla el mismo.

-Ciel…-Murmuró al atar un nudo a su costura. –Bastante inteligente… -Sonrió maliciosamente. 

Notas finales:

¿Les ha gustado? 

Espero que si<3

Por favor, dejen un review para saber su opinión!

Muchas gracias, los amo<3


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