Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Pandemia. por Prince Pororo

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Espero que les guste :)

Me NIEGO rotundamente a abandonar este proyecto. Me niego.

Quiero aclarar unas cosas: En las advertencias, aparece 'Incesto', va a ser un tema presente, y le dedicaré aunque sea dos capítulos protagónicos, más no será una pareja importante, lo mismo con el shota, aunque no será con tanta diferencia de edad. No creo 'poder' matar a un personaje importante, aunque aún no lo sé.

Es taokai, es taoris, es tao <3

Capítulo I

‘Se suponía que estarías a mi lado’

Los retos son siempre divertidos, pero el mundo no es tan fácil como parece

-SHINee.

 

Salió por la puerta trasera como se hubo acostumbrado en los últimos dos meses, su corazón se estrujaba un poco cada vez que lo hacía, pero él había sido quien decidió hacer ello, y tenía que entender sus consecuencias.

Tomó la bicicleta de su amigo, que yacía tirada en el suelo, y sin ver hacia atrás comenzó a pedalear hasta perder de vista aquél departamento que entendía, era el peor lugar donde podría haberse mudado. Tomó una avenida bastante concurrida y comenzó a preocuparse al ver a la típica muchedumbre corriendo desesperada en direcciones contrarias, con personas cayéndose y otras tiradas sin moverse, asustándolo inexplicablemente.

El rostro se le descompuso cuando continuó pedaleando lentamente hacia lo que parecía ser una persona muerta en el piso. Su curiosidad siempre le fue notablemente exasperante, teniendo en cuenta que ella le había traído consigo decenas de problemas con una cantidad de importancia extrema. Miró hacia ambos lados y comenzó a acercar su rostro hacia el hombre, la gente corría aún sin saber hacia dónde ir y las bocinas, que anunciaban la llegada de la policía, ambulancias y bomberos se hicieron eco en sus oídos. Tomó bastante valor y al voltear el cuerpo de aquel hombre se arrepintió a más no poder, sus ojos estaban idos, de un extraño color violeta pálido, algo desorientados y desenfocados. Una respingada nariz expulsando sangre y una gigante y, a simple vista, repetida mordida se esparcía por todo su cuello, a lo largo y ancho de éste. El suelo estaba regado en su sangre, además de asquerosos y repugnantes trozos de carne humana por el resto de la avenida. Tarde notó que éste no era el único en aquel estado, tarde notó que quien tenía debajo de su vista se estaba despertando de su letargo y, sólo cuando aquel policía oportuno le gritó, pudo notar que aquello quería morderlo como si eso fuese lo único posible a realizarse en el universo.

-¡Muévete!-gritó aquel hombre y su cuerpo reaccionó de inmediato, empujó su bicicleta hacia atrás con toda su fuerza y comenzó a pedalear sin querer enterarse qué era lo que pasaba allí. Pedaleó, pedaleó y podría jurarse a sí mismo que nunca en su vida se sintió con tanta energía para montar una bicicleta desde que había nacido aquel dos de Mayo. Tomó un atajo rápido mientras trataba de esquivar a los grupos de personas que se amontonaban en las calles pidiendo ayuda y gritando desgarradoramente. Pedaleó incluso con más fuerza, y apenas hizo ocho cuadras, llegó a su casa, dejó la bicicleta tirada en la puerta justo como la encontró, y olvidándose acerca de mentirle a la novia de su amigo, olvidándose de que probablemente ahora están juntos en la cama, corrió a toda prisa hacia su departamento y abrió la puerta con la llave que aún conservaba en el bolsillo delantero del pantalón oscuro que vestía. Desesperado, alucinando que todavía sentía a lo que fuese que estaba en el piso hacía pocos minutos tratando de morderlo, logró meter la llave al tercer intento y, cerrando la puerta con fuerza, logró volver a respirar con tranquilidad.

-Mierda.-susurró dejándose caer suavemente por la puerta de madera.

Su pecho latía frenéticamente y sus pulsaciones aumentaban poco a poco. No podía tranquilizarse aunque lo quisiese. Sus ojos no querían cerrarse, la imagen de aquel ser destruido buscando desesperadamente su pierna, aquel momento apoyada en el pedal de la bicicleta, le atormentaba segundo a segundo, provocándole escalofríos alrededor de toda su columna vertebral y su cerebro, parte de su cuerpo que no podía dejar de sentir inerte. Algo hizo cortocircuito dentro suyo cuando sintió la puerta de una habitación abrirse y logró escuchar algunos pasos, o algún sonido similar a ellos. Tomó aire desesperadamente perdiendo la poca cordura que le quedaba y comenzó a hiperventilar abatido.

-¿¡Qué hace éste acá!? ¡Yo sabía que se seguían viendo!-gritó una molesta y aniñada voz de mujer que podría reconocer hasta sordo. El susto se lo llevó cuando alguien, casi por coincidencia toco su pierna y él simplemente gritó asustado ante el tacto, alucinando nuevamente, que aquel hombre en el suelo había logrado su cometido de morder su pierna.

-¿Qué pasa?-preguntó el rubio frente a él un poco preocupado.

-Alguien me quiso morder.-logró articular sorprendiéndose de lo calmada que su voz había sonado. Ambos se rieron mordazmente de él, pero eso no importaba ahora.

-¿Quién te quiso morder, dulzura?-preguntó la chica con bastante sorna en su envidiosa voz-Nadie querría probar tu cuerpo.

Comenzó a estremecerse, sin siquiera terminar de comprender que demonios aquella chica había querido decir con ello y por primera vez en su vida, sólo se preocupó en tranquilizarse a sí mismo.

-Basta de hablarle así.-contestó el otro joven en la habitación, pero su voz no consiguió reconfortarlo.

-Deben vestirse.-dijo alzando la voz, aún en un molesto mareo mental donde todo carecía de sentido y la continua y molesta imagen de ese hombre no quería ni podía irse de allí.

-¿Por qué?-preguntó la muchacha-Yo quiero estar con él en la cama todo el día, como tú nunca estarás.

El chico volvió a temblar, pero ésta vez tampoco fue por lo que la chica dijo, sino porque, por completa desobediencia de su atormentado corazón, sus párpados se habían cerrado por demasiado tiempo y la horrorosa imagen de aquel hombre que con la cara y cuello destrozados miraba su pierna como si fuera el trozo más apetitoso de carne alguna vez comido por un ser vivo había reinado en su mente por unos segundos; y aunque él nunca probó carne de un humano en toda su vida, eso no quería decir que pensase que no podía ser rica, pero de esa suposición a estar básicamente muerto en el piso de una importante avenida, asustando a todos los caminantes de la ciudad y tratando de morder piernas ajenas, había un largo camino por recorrer.

-¿Qué te pasa, Tao? ¿Por qué debemos vestirnos? Y... ¿no te había dicho yo hace poco que no vinieses mientras esté con ella?-preguntó el rubio frente a él.

Casi saca sus ojos de sus casillas ante tal pregunta. En una situación de esa magnitud, teniendo a tu amigo frente a ti, quien está temblando de miedo... ¿Puedes siquiera pensar en preguntar algo así?

-Vete a la mierda, Yifan, pero se los advierto ahora. Afuera hay un caos, hay gente, hay gente que se parece a esos muertos vivientes de las estúpidas películas americanas que ve tu novia. Tienen los ojos raros, quieren mordernos. Tenemos que salir de aquí antes de que lleguen hasta acá.-respiraba con dificultad a medida que las palabras abandonaban su garganta y a medida que la mirada en su supuesto amigo cambiaba a una completamente confundida y claramente aturdida ante tal magnitud de información.

-¿Estás seguro que no se droga después que lo rechazaste? Capaz así es como este idiota supera las cosas malas.-la chica continuaba hablando mientras Yifan reaccionaba y abría la ventana del departamento e intentaba agudizar su oído.

-¿Puedes callarte unos segundos?-preguntó el rubio mientras se asomaba por el agujero en la pared y miraba a algunas personas entrar apurada a sus respectivos hogares en busca de un refugio físico y emocional hasta que la tempestad pasase.

-¿Es verdad Tao?-preguntó la chica repentinamente asustada.

Él simplemente asintió.

-Debemos salir de aquí. Lo estoy diciendo en serio. Es realmente malo lo que está pasando. Es terrible.-acotó volviendo su voz casi inaudible debido a los repentinos gritos que entraban desde las lejanías de la ciudad de Seúl.

-¿¡Qué esperamos!?-gritó la muchacha con suma decisión de salir de aquel lugar. Si tan sólo hubiese escuchado a su amante y se hubiese largado con él en vez de quedarse con aquel rubio bisexual, ahora podría estar completamente a salvo en las comodidades de París.

Ambos hombres se miraron por unos momentos completamente horrorizados por los desgarradores gritos que se escuchaban a lo largo de la ciudad.

-¿Han comido?-preguntó de repente Tao.

-¿Qué?

-¿Han comido?-preguntó nuevamente.

-No.

-Es mejor así, es repugnante y vomitarán de otra forma.-comentó asqueado y se levantó forzosamente del suelo donde se hallaba, sus manos aún temblaban y su labio dolía de tanto morderlo con exasperación, el momento le superaba y no podía aguantar el miedo que florecía en su pecho cada vez que algún grito se comenzaba a escuchar.

-Agarra algo de ropa.-pidió el rubio y los tres comenzaron a empacar algunas cosas que encontraron por allí. Algunos cortos minutos después, la chica encontró a ambos en la puerta del departamento.

-Ya estoy.-salió hacia el pasillo del quinto piso de aquel edificio y con sus ruidosos tacos comenzó a correr hacia la salida.

-¿¡Eran necesarios esos bichos en tus pies!?-gruñó Tao.

-No me jodas, negro.

El chico casi para en freno de no ser por estar tan acostumbrado a sus insultos sin muchos fundamentos, tomó orgullo de donde ya no conocía que tenía y continuó caminando detrás de su intento de amigo, quien nunca se atrevía a contradecir a su novia frente a él. Soltando un bufido, Tao y ambos dos llegaron hasta la puerta mientras una señora entraba al edificio corriendo con su hijo.

-¡No salgan! ¡Esas cosas están cerca! ¡Están a casi cinco cuadras de aquí! ¡Entren!-gritó mientras corría escaleras arriba con su hijo a su lado, con llaves en mano y desesperación en el rostro.

-¿Y tú decías que nos quedemos aquí?-preguntó la chica con sorna.

-Vamos.-el mayor de los tres salió del departamento corriendo y se dirigió al auto de la chica, estacionado frente al edificio. Los tres se subieron y Tao miró aquel lugar desde la ventana por última vez. El rubio arrancó el auto logrando marcar el asfalto y provocando un agudo chirrido.

-Quiero verlos.-pidió la castaña de repente.

-¿Qué?-cuestionaron ambos de un momento a otro.

-Quiero ver lo tan horroroso que hay en las calles.-acotó señalando hacia algún lugar por detrás de donde el auto se dirigía.

-Pero...-empezó Tao.

-Yo también estoy curioso.

Sólo bastó eso para que la camioneta diera un giro de ciento ochenta grados y regresara hacia donde Tao había estado no más de media hora atrás. Quiso rebatir, argumentar una coherente razón, algún modo para escapar de aquella pesadilla en la que la pareja ubicada en los asientos delanteros le metería pero sabía que todo era inútil. Su fallido amigo siempre hacia lo que la castaña quería, no importaba lo estúpido que fuese o lo muy en contra que estuviese de ello. Las siguientes dos cuadras las realizaron en completo silencio, notando así, que las calles ya no estaban llenas de gritos.

-¿Por qué todo está tan callado de repente?-preguntó ella curiosamente-¿Estás seguro que tu amigo no se droga Kevin?

Como el menor ya se imaginaba, el rubio no dijo palabra alguna para defenderle; y aunque él podía hacerlo tranquilamente, todavía esperaba el momento en que él dijese algo a su favor, aunque sea un atisbo de defensa. Soltó un bufido lleno de pura impotencia y dirigió su mirada hacia su ventana, observando como la hermosa avenida que había hace algunas pocas horas, ahora estaba llena de autos mal estacionados, sangre en el asfalto, carne humana revuelta por allí y decenas de personas mordidas, con gigantescas y horripilantes heridas por toda la extensión de su cuerpo, que caminaban a lo largo de la gran calle, en dirección a donde ellos estaban. Su paso era errático, lento y a veces descoordinado. La joven ahogó un grito de horror que escaló por su garganta y murió en su lengua, la cual mordió tratando de frenar aquello que subía hasta su boca, que no era abstracto y tenía muy mal gusto. El vómito fue lamentablemente contenido y el horrible sabor amargo y la acidez en su boca le produjo arcadas, las cuales llamaron la atención de toda la horda de personas, o... aquellas cosas.

Éstos comenzaron a moverse a un paso un poco más rápido, sin alcanzar la velocidad siquiera de un niño en un pequeño auto de plástico. Su caminar era ahora un poco más errático que antes y algunos, lograban hasta caerse, otros se trastabillaban con sus propios pies, y aunque aquello no fuese lo más inteligente que Tao dijo, no lo pudo contener.

-Tengo miedo.

-¿Pueden abrirme?-se escuchó un grito que rompió el extraño silencio dentro del auto-¡Por favor! ¡Ábranme! ¡No me ha mordido nadie!-El joven allí, algo bajo para su maduro rostro intentaba llamar la atención de aquel auto, sin lograr que Kevin abriese.

-¡Yifan ábrele la maldita puerta!-gritó Tao desesperado, intentado, en vano abrir la puerta por sus propios medios.

-¿Y si es uno de ellos?-preguntó con la vista fija en aquellos bichos, que seguían caminando hacia ellos, cada vez menos erráticamente, más no aumentaban sus lentos movimientos.

-¡No lo es! ¡Mierda!-Tao se encontraba a punto de intentar abrir la puerta de una patada, para que el más bajo pudiese entrar, más no pudo pues de repente, el seguro de la puerta trasera se levantó y el joven pálido logró subir mientras se estremecía-¿Estás bien?-le preguntó una vez la puerta estuvo nuevamente asegurada, mientras el rubio arrancaba el auto mirando a esas cosas caminar perseverantemente detrás de ellos a través del espejo retrovisor central.

-Eso...eso creo.-suspiró.

-¿Cómo te llamas?-preguntó el morocho repentinamente, intentando claramente lograr tranquilizar al nuevo integrante del automóvil.

-Soy Kim Joonmyun, muchas gracias por dejarme entrar. Pensé que iba a ser comida de esas cosas en cualquier momento.-suspiró abatido.

La joven allí se estremeció notablemente y el chico se disculpó con la mirada. Kevin vio como ya se comenzaban a alejar del tumulto de personas que seguían caminando detrás de ellos.

-¿Cómo es que todos esos están así? Hace menos de media hora eran sólo tres o cuatro.-exclamó Tao asustado, mirando fijamente al joven.

-Yo también llegué en esos momentos.-mintió, algo que sólo su compañero de asiento pudo notar-Los policías se rindieron al ver que no lograban hacer nada disparándoles y muchos de los que fueron mordidos quedaron en compañía de otras personas, que obstinadas se quedaban a su lado y terminaban siendo mordidas. Muchos de los que fueron mordidos además salieron corriendo en ese momento, ya con un pedazo de cuerpo menos y se desplazaron por todo el lugar. Fue un desastre, no sé cómo explicarlo.-dijo maldiciéndose mentalmente.

-Tranquilo, ya veremos como salir de esto.-atinó a decir Kevin desde el asiento delantero.

El camino transcurrió en silencio. Para sorpresa de todos, en el camino no se volvieron a encontrar a nadie más que pudiesen ayudar. Muchos pensamientos cruzaban la mente del pequeño. ¿Cómo podría hacer para vivir ahora que prácticamente, debía estar en un mundo infectado de personas mordidas y a su vez, convivir con su fallido amigo y la novia de aquel? Una tortura fueron esos pensamientos que azotaron su mente, por unos segundos, la imagen de aquel hombre en el suelo volvía a él. Ambos sentimientos juntos, le provocaban tanto dolor en el pecho que no pudo aguantarse de apretar aquel lugar en la zona izquierda fuertemente. Su cara hizo un gesto de gran desagrado y Joonmyun lo notó.

-¿Te pasa algo?-cuestionó al menor.

-No, no pasa  nada.-intentó articular con una sonrisa.

-Ojala si te pasase...-susurró la joven allí.

-¿Tao? ¿Estás seguro que estás bien?-preguntó Kevin y Joonmyun juró que nunca vio una sonrisa tan brillante como la del morocho mientras asentía. Aunque el rubio no parecía muy contento, decidió seguir con la vista en frente. Tao miró tranquilo hacia la ventana haciendo caso omiso al molesto gruñido de la chica en la parte delantera.

-Deja de sonreirle así.-gruño en susurros.

-Es mi amigo.-dijeron ambos al unísono.

Resignada, la chica giró el torso y se encontró con la fija mirada de Joonmyun.

-Así que...Joonmyun. ¿Cuántos años tienes?-preguntó sonriente y Kevin rodó los ojos.

-Veintiuno.

-¿Enserio?-preguntó Tao, confundido-Pareces más joven.

-Gracias.-sonrió efímeramente.

El camino fue exasperantemente largo. Tao recordaba claramente que nunca un viaje junto a Yifan podía parecerle largo, pero al parecer todo tiene que cambiar. El momento en que sintió a Joonmyun cabecear adormilado, le ofreció su hombro amablemente para que pudiese descansar en paz. Aunque al principio el mayor estuvo reticente, luego aceptó agradecido.

Yifan le miró fervientemente como si aquello hubiese sido un grave error. El moreno sonrió casi impercetiblemente acallando la carcajada que intentaba nacer en su garganta. La muchacha ya había caído rendida largos minutos antes que Joonmyun y desde entonces, Tao logró respirar más tranquilamente.

Con ambos profundamente dormidos, Yifan habló sintiendo los rayos del Sol tocar su frente desde la parte trasera del auto. El atardecer se cernía detrás de ellos y su ronca voz cortó el silencio del auto.

-¿Realmente estás bien?

-Sí.-No es que Tao quisiese sonar cortante, no era su fin para con su amigo, pero en aquellos momentos, con los recuerdos azotando su mente, la voz no era su fuerte.

-¿Por qué pusiste esa cara, entonces?-pregunté ferozmente, odiaba que Tao le escondiese cosas. Aún peor era saber que él no lo había visto y el nuevo sí. Un golpe a su orgullo, más que nada.

-Me sentí un poco mal durante unos segundos, nada fuera de lo común.-contestó intentando restarle importancia. Sentir que Yifan se preocupaba por él, algo casi inaudito últimamente, reconfortaba su pecho de incontables maneras. Tomó aire profundamente, esperando seguir escuchando la grave voz de su amigo.

-Eso espero.-contestó cortate-Por cierto, lamento que estemos así, con ella de por medio. No...Yo lo siento.

Tao sonrió, Yifan le correspondió, y ambos corazones latieron más fuertes.-No importa, fue por causas de fuerza mayor. No es que me agrade todo lo que dice, en parte tiene razón, claro. Es...difícil.

-Te entiendo...-susurró el mayor.

-¿Qué tiene ella?

Tao quiso morder su lengua, parar el tiempo y salir corriendo, borrar la memoria de su amigo, o simplemente morir en aquel mismo instante. Miró hacia la ventana tratado de parecer indiferente, ser instintivo y seguir lo que su lado irracional decía no era su punto fuerte. Y aunque el tiempo pasase deprisa en esos extraños momentos, Tao nunca creyó que escucharía esas palabras de la boca de Yifan.

-Ella sabe manipularme a su antojo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).