Akihiko vio como su hijo salía corriendo de casa, pero no quería ir tras su hijo, ya regresaría cuando tuviera hambre, estaba cansado de seguirle la corriente. Desde hacía días que su hijo se estaba volviendo un rebelde y no sabía como controlarlo.
Incluso hoy mismo lo había ido a buscar al colegio y cual fue su sorpresa al ver al menor con pantalones cortos, eso fue el colmo, la gota que derramó el vaso.
¿Se sentía mal por haber discutido con su hijo? ¡Por supuesto! Pero, Misaki debía entender que no podía estar desobedeciendo sus normas constantemente ni desafiar su autoridad.
Sacó un cigarro de su paquete de tabaco y lo encendió, luego aspiró su fuerte aroma. Necesitaba meditar y reflexionar sobre esa última discusión. Ambos debían llegar a un acuerdo o terminarían por odiarse mutuamente. Se dirigió a su despacho y se encerró allí, de todos modo, tenía que continuar escribiendo su nueva novela. Pero la inspiración no le llegaba, estaba preocupado por su retoño, quizás debía reconocerse a sí mismo que había sido cruel con su pequeño hijo, quizás no había sabido seleccionar mejor sus palabras, quizás no debió decir esas palabras tan crueles a su pobre hijo, pero realmente lo había hecho enojar.
Sentía que debía ir a buscar a Misaki, la angustia lo carcomía por dentro como un terrible gusano. Al final, salió de su despacho y se dirigió escaleras abajo, tomó su abrigo y salió de casa.
Corría por las calles de la ciudad, la tarde pasó a ser la noche, cualquier niño castaño le recordaba a su pequeño hijo. Se imaginaba la peor de las situaciones, quizás había secuestrado, violado, lo mantenían como un esclavo, quizás incluso le hubieran dado una gran paliza, quizás se habían burlado de el, lo habían humillado. Pensamientos como esos, recorrían y espantaban la mente y cabeza del escritor.
No sabía donde buscar a su retoño, quizás se estaba escondiendo en algún parque cercano, quizás estuviera con su amigo, quizás hubiera ido a pasar la noche en algún bosque a las afueras de la ciudad. No sabía por donde comenzar a buscar. Todo le daba vueltas, los nervios a flor de piel no ayudaban en absoluto. Necesitaba serenarse y calmarse, mantener la sangre y cabeza fría para poder centrarse en lo que era importante en ese momento: Su hijo.
Llamó a su viejo amigo y tutor escolar del menor: Hiroki.
- Necesito tu ayuda, mi...sobrino a escapado de casa, no lo encuentro por ninguna parte, ni siquiera en los parques de las cercanías, luego te contaré los detalles – le dijo Akihiko tan punto el teléfono fue descolgado
- ¡Idiota! Son las diez de la noche, mañana yo tengo que ir a trabajar...¿Donde paras? - preguntó Hiroki - ¿Vas en auto o vas a pie?
- A pie, conducir por la ciudad es una pesadilla, además, no puedo fijarme bien si se trata o no de Misaki – le respondió el escritor – Date prisa, es tarde y corre peligro si alguien lo encuentra...
Hiroki y Akihiko quedarón en encontrarse frente a la puerta del colegio. Cuando al fin se encontraron frente a la puerta del colegio, Hiroki le hizo prometer que luego de encontrarlo, debería decirle la verdad de ese asunto. Akihiko no pudo hacer más que aceptar. Ahora la importancia y la preocupación era otra: Misaki.
Recorrieron palmo a palmo la ciudad, buscando en callejones y callejuelas, incluso en los bajos fondos de la ciudad. Pero no había ni rastro del menor. Las ideas y lugares donde podría haber estado el menor comenzaban a agotarse. Ambos adultos estaban ya cansados de correr y caminar como locos por toda la ciudad. El viento comenzaba a silbar fuerte. Akihiko no pudo más y estallo en desesperación, apoyado en un muro, comenzó a sollozar, quizás fuese el estrés o el sentimiento de perder a su hijo. Pero se abrazó con fuerza a su viejo amigo, necesitaba ser consolado. Hiroki entendía el sentimiento de su amigo, sabía que ese niño no era solo su “sobrino”. Por eso lo abrazo fuertemente para que al menos durante unos segundo o minutos, pudiera hallar la paz interior que en esos momentos no tenía y tanto necesitaba. Después de unos minutos en completo silencio y después de haber recuperado el aliento. Siguieron buscando al pequeño.
Al final llegó la madrugada y seguían sin pistas de Misaki. Los dos adultos ya no sabían ni donde buscar ni que hacer. Akihiko era un personaje público, si iban a la policía seguramente no tardarían ni dos minutos en tener a la prensa encima. Y eso a corto plazo complicaría aún más el asunto y la búsqueda del menor. Se vería obligado a responder infinidad de preguntas e incluso podría ser que quien tuviera al menor se deshiciera del pequeño y jamás lo encontrarían de nuevo con vida. Pero sus posibilidades de encontrarlo ellos solos eran remotas o prácticamente inexistentes.
Pero ambos estaban seguros de una cosa: Misaki no se había escondido ni estaba jugando con ellos. Misaki había sido capturado y secuestrado. El problema era recuperarlo ahora sano y salvo. El pequeño podía estar escondido u oculto en cualquier solar abandonado, en cualquier bloque de edificios, en un departamento, cualquier desalmado podría haber capturado lo más preciado del escritor, su hijo.
- ¿Que debemos hacer, Hiroki? - preguntó Akihiko desesperado con ojos apagados - ¿Donde podemos buscar ahora?
- No podemos llamar a la policía, ellos te harán preguntas y tu dudo que quieras responderlas, además, ellos tampoco pueden ir casa por casa hasta encontrar a Misaki – le dijo su amigo
- ¡Debemos encontrarlo! Alguien tiene a Misaki, alguien puede hacerle daño, alguien puede incluso hasta matarle para quitarse “el problema” de encima y abandonar sus restos en algún lugar – Akihiko sintió el peso y la presión de la culpa en su corazón – Ojala no hubiésemos discutido, que tontos e idiotas fuimos por discutir...
- Después ya pensarás en eso, ahora debemos seguir buscando – intentó animar un poco Hiroki – No desesperes, ese muchacho no puede desaparecer....
Siguieron con la búsqueda del menor, pero a pocas horas de que saliera el sol, ambos estaban cansados, ya no tenían ánimos de continuar. Pero por su amigo, Hiroki no estaba dispuesto a rendirse. Y Akihiko a su vez, no estaba dispuesto a perder a su hijo, por nada del mundo iba a renunciar a buscar a su pequeño y rebelde hijo. Caminaron un rato más y otro rato siguió a otro, así sucesivamente, hasta que se vieron forzados por sus cuerpos a detener temporalmente la búsqueda. Eran las seis de la mañana, llevaban desde la tarde-noche anterior buscando al menor y de momento no habían encontrado ni rastro.
Los dos entraron a un bar que acababa de abrir, tomaron un pequeño refresco sin gas sentados en una mesa.
- Debemos encontrar el modo de hallar a Misaki, es imposible que el aire que respiramos sea más visible que Misaki – dijo el escritor con síntomas de fatiga y cansancio – un niño no desaparece, lo hacen desaparecer, pero no puede desaparecer por voluntad propia
- Akihiko, ya te dije que no desesperes, mantener la cordura es lo que nos hará encontrarlo, si nos ponemos histéricos terminaremos olvidando el objetivo principal, quizás alguien lo tenga, tienes razón, pero no puede tenerlo retenido ni secuestrado permanentemente, algún vecino o alguien verá algo raro y lo reportará...O eso espero...
- ¿Y mientras que podemos hacer? No podemos simplemente confiar en que una buena persona aparezca y nos regrese a mi...sobrino...
Hiroki no respondió, sabía que cualquier cosa que dijese sería en vano e inútil. El escritor estaba demasiado abatido como para hacerlo entrar en razón. Prefirió guardar silencio y esperar a recuperar un poco el aliento.
- Comunicaré una pequeña mentira al colegio, hoy pasaré el día contigo, seguiremos buscando a Misaki – le dijo Hiroki a su mejor amigo – Pero solo pido que no pierdas la cabeza, lo encontraremos...Pero por el bien de Misaki, no desesperes, no caigas en la tentación de la desesperación, ¿Okey?
El otro hombre aceptó la única condición impuesta por su amigo. Sabía que tenía toda la razón del mundo, lo sabía, pero temía no poder cumplir su promesa de no caer en la desesperación. Terminó de tomar su refresco y pagó la cuenta de ambos refrescos. Se levantó de la mesa con fuerzas renovada. Salieron del bar y siguieron caminado sin prisas, pues aunque habían descansado unos minutos seguían cansados mental y físicamente.
Las horas pasaban de nuevo y ambos hombres decidieron que debían cambiar el modo de buscar al menor.
- Akihiko, sé que no te agrada la idea, pero debemos informar a la policía, nosotros solos no avanzaremos y ellos...quizás puedan hallar alguna pista o algo, además, cuanto más tardemos en informar a las autoridades más peligro correrá Misaki – le dijo Hiroki a su amigo – debemos tomar ahora una decisión, ¿no te parece?
- Es cierto...debemos hacerlo por el bien de Misaki – repitió Akihiko
Informaron a la policía sobre la desaparición de Misaki. Akihiko fue entonces cuando confesó que se trataba de su hijo, frente a la policía y frente a su amigo. Fuera de casa seguía llevando el apellido Takahashi para evitar así preguntas incómodas, pero la realidad es que era su hijo. Su hijo había huido de casa después de una discusión verbal que habían tenido los dos.
Después de introducir los datos a la computadora dieron inicio a la búsqueda del menor. Mientras, Akihiko y Hiroki permanecieron en comisaria reportando cualquier detalle que pudiese ayudar a localizar al menor.