Enfadado, tanto como un demonio puede estarlo, Sebastian Michelis entro en la dirección. Al mirar puso cara de asco: William, el "director" de la escuela, vestido con esmoquín y con su tipica corbata marrón, ademas de las gafas propias de el, peleaba con el pelirrojo que intentaba robarle un beso. Entre golpes y esquivadas Sutcliff termino desparramado por el suelo.
-Ahg, no tengo tiempo para esto Shinigamis...
-Ah, demonio, eras tú.
-Si, William, soy yo. En fin, solo queria preguntar...¿¡Que hace la reencarnación de mi Bocchan en el cuerpo de ese humano, y en mi clase?
Aún tirado en el suelo, el pelirrojo hablo.
-oh, Will~ te dije que se daría cuenta...
-No me importa -el tono de William T. Spears era frio-. Según el despacho del departamento de Shinigamis esta alma esta destinada a una vida normal sin interrupciones de demonios ni shinigamis. Así que te pediré que no interfieras. Aunque se que es dificil para una bestia como tú.
Antes de que el demonio pudiera reclamar algo, una oscura sombra y un sonido excéntrico llenaron el ambiente terso.
-He he he~ Cuanto tiempo, criatura.
Era el. Sin duda, era el ex-Shinigami Undertaker. Venía vestido como siempre, con su túnica, su sombrero, su cabello tapandole la mirada sombria y sus uñas negras, hermosas y exóticas en cierto modo. Uno se sorprendería al escuchar que esas prendas sobrevivieron mas de mil años. Aunque claro, todas las cosas menos el sombrero. Puesto que el original había sido destrozado en una pelea contra Sebastian... Pero eso es otra historia.
-¿Que quieres, Undertaker?
Rapidamente, Grell ya estaba parado y mirando seductoramente al ex- dios de la muerte.
-¡Sebas-chan!¡No debes ser tan malo! El tiene su encanto~
Y como por arte de magia, el pelirrojo se encontraba sostenido en las afiladas uñas del peli-gris.
-He he he~ Eres lindo...
Mientras esto ocurria, Sebastian miraba a William. Aunque lo negara, pareciera que una vena amenazaba por reventar en su cara.
Luego de un rato, donde solo se escuchaban "kyaa" y "he he he", por fin esos dos se alejaron.
-Okey, ¿que deseaba, Undertaker?
-Así esta mejor, he he he~. En fin, solo queria mostrarte algo, demonio...
-Mi nombre es Sebastian Michaelis.
-Como sea~
Undertaker, con sus largas uñas, saco un papel laargo de su sombrero. Luego de varios minutos de buscar lo que deseaba, llamo la atención de todos.
-¡Aquí esta! sabia que no podria perderlo, he he he~
El papel decía así:
>Departamento de Shinigamis especializados en almas. ADVERTENCIA, CONTENIDO PRIVADO (la condena a quien mire esto sin autorificación sera dictada por el Shinigami de turno, la condena puede variar según las circustancias y el dios de la muerte que se haga cargo del caso)
---Parrafó 16, certificado número 913. Fabricado el 14 de Diciembre.---
Por este documento, el nuevo Conde Phantomhive admite que el demonio desde ahora llamado Michaelis Sebastian pueda absorver su alma una vez finalizado su deseo. También se le certifica a la misma criatura a ser el propietario de la misma alma las veces reencarnadas que este desee. Por lo tanto, esto certifica a la criatura a hacer con la alma lo que a su antojo desee.<
Y así, tan traumante como parecía, el documento terminaba con una pequeña firma, la del Perro Guardián de la Reina...y una pequeña gota sangrienta del mismo. Cuando todos terminaron, Undertaker volvió a guardar el documento. Antes de que alguien reaccionara, ya habia desaparecido, con una de sus tipicas risitas.
-Michaelis. No creas lo que ese viejo loco te diga, ¡no toque esa alma....! Ah, ya se fue...
-Will~ ¿Donde quedamos?
-Oh, no...
-¡Que frío! ¡Will-chan! ¡Kyaa~!
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Sebastian Michealis conducia su Lamborgini negro hacia su hogar. Era un modelo de lo mas nuevo. Pero ese no era el asunto. Lo que sucedia ahora era mucho mas importante. ¿Seria real el documento que le mostro Undertaker? Si, era la firma y la sangre de su amo, ¿pero que seguridad le daba eso? ¿Realmante esa alma era suya? Eso significaba...¿que el nuevo Ciel le pertenecia solo a el?
No pudo seguir reflexionando: Allí, en la acera, dos maleantes estaban molestando a un peli-azul. Y si, al verlo de cerca, confirmo que se trataba ni mas ni menos que el rey de Roma. O en este caso, la reencarnación del Conde.
Rapidamente, y con un aura negra siguiendo su paso, bajo de su lujoso coche y camino hacia el lugar de los hechos.
Hoy no estaba de humor para lidiar con humanos estúpidos.
-Dejenlo en paz.
-Ah, la viejita viene a defenderlo...
¿Acosa habia llamado al legendario Michaelis Sebastian viejita? Oh, no. Esto estaba mal. Con un arból que estaba cerca, su puño atravezo el tronco, dejando un aujero perfecto.
-Eh, Señor, era una broma...jeje, sabe como son los jóvenes, las hormonas...¡Corre!
Y así, rudos llegaron y como gallinas se marcharon.(*)
-Gracias, Michaelis-sensei...
No había tiempo para esto. Ciel fue obligado "amablemente" a entrar dentro del lujoso automovil.
-¡Bocchan! ¿Acaso esta loco? ¡Podrían haberle lastimado! ¡¿Que hacia fuera a estas horas de la tarde?! ¡No debe salir sin mi!
-¡Michaelis-sensei! Otra vez me llama de ese modo...
-Oh, cierto. Lo lamento Ciel, es que...en fin, ¿por que no estas en tu casa?
-Bueno, es que...no me gusta estar en casa. Estoy solo con las sirvientas. Así que quería ir a tomar aire, pero me encontre con esos tipos. No se por que me molestan solo ...perdone, me da pena contarselo.
-Oh, no hay problema, Ciel. Bueno, ¿me dices tonde vives? Así te dejo en tu hogar. Solo de ese modo podre quedarme tranquilo.
-Es que...Michelis-sensei, realmente no quiero ir a casa. Allí me siento solo. Podría...¿pasar unas....noches con usted?
Y....listo. Un gran sonrojo en su rostro. ¿Porque lo había dicho? Ahora se sentía como un idiota.
Luego de unos minutos de conducir sin una sola palabra, Ciel decidio hablar y romper el ambiente denso.
-L-lo siento, Michaelis-sensei...no debi hablar. Probablemente usted tiene otras cosas que hacer, y ...tal vez su pareja no quiera que vaya allí.
Cuando el muchacho se estaba retirando el cinturon de seguridad, una mano enguantada le volvió a posicionar en su lugar.
-No, Ciel. No es ninguna molestia. Solo me impresiono tu pregunta. Quedate tranquilo, no hay problema. No tengo otras cosas que hacer. Ademas me gustaria cuidar de ti.
¿Enserio? ¿Este tipo queria que Ciel se conviertiera en un tomate rojo?
-G-gracias, Michaelis-sensei....pero, ¿ a su pareja no le molestará ?
Una calida risa. La primera vez que la escuchaba. Era acojedora. Pareciera que la boca y la voz le daban un dulce beso a tus oidos. El sentido de oido de Ciel se deleito. Esa risa esa hermosa.
-No, no tengo pareja.
-Oh, ¿es un mujeriego?
Otra vez la risa. Ciel no pudo evitar sonreir tambien.
-No, realmente nunca eh salido con nadie.
-¿Enserio? Pero es tan guapo...
Ah, ahora el propio joven queria convertirse en un tomate. No, un tomate no. Un super tomate kawaii mas rojo que la sangre hirviendo. Así se veria en estos momentos.
-Gracias, Ciel. En fin, ahora si puedes decirme donde vives. Digo, no tengo inconvenientes en que vivas conmigo por un tiempo, debe ser duro para ti vivir en soledad...pero, aun asi debemos avisar a las sirvientas. No vayan a creer que te e secuestrado...ademas, necesitas mudas de ropa y tal vez quieras recojer algo mas.
-Si...¡Muchas gracias, Michaelis.sensei! -Ciel no pudo contenerse, se levantó del asiento y abrazó al mayor-.
-¡Ciel, tranquilo! ¡No puedo conducir!
Una curva. Por suerte el auto no choco contra el arból que había allí. Se escucharon mas risas alegres.
Desde ahora, la verdadera historia comienza. Llena de terror, humor, amor y, infaltablemente, el rojo....el rojo de la pasión, el amor...y el rojo sangriento mas hermoso.