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Adicto por Ichigosan

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Notas del fanfic:

Holaaaaa, tanto tiempo!! Primero quiero pedir disculpas a los seguidores de mi otro fic "En aquellos días...". Pasaron muchas cosas, entre no tener tiempo y hasta cambie de pc y me olvidé de pasar la memoria, por ende perdí todo lo escrito jajaja. Pero en cuanto la universidad me lo permita, tengo pensado seguirlo.

Y bueno, como estaba aburrida y tuve un tiempito escribí un one-shot. Tenía la idea hace rato en la cabeza y no quería desperdiciarla. Espero que les guste!!

Saludossss.

Solo hay una palabra capaz de definirme perfectamente en este momento de mi vida: Adicto.

Tokio recibe a un nuevo y soleado día de primavera. La actividad entre la gente ha comenzado desde hace unas horas. Autos van, autos vienen. Personas van, personas vienen. Todos al acelerado ritmo tan común de la capital de Japón.

Entre esas miles de cabezas caminando unas entre otras, se puede reconocer a una de cabellos castaños y hermosos ojos esmeralda. Onodera Ritsu, de 25 años de edad, saliendo de la estación de trenes que lo lleva rumbo a su trabajo en Marukawa Shoten.

–Buenos días –dijo a sus compañeros, recibiendo el mismo saludo de parte de ellos.

El joven se sentó en su puesto de trabajo. Estaba algo atrasado con los deberes pendientes y eso le generaba mal humor. Si tenía que ser completamente sincero, no lograba que el manga shojo le gustara. Lo suyo era la literatura, pero entonces… ¿por qué seguía trabajando allí?

Porque las adicciones te llevan a hacer cosas que en verdad no quieres, pero no puedes evitarlo.

–Tienes suerte de que Takano-san esté en una reunión, Ricchan –dijo su compañero de banco y amigo Kisa Shouta-, sabes cómo se enoja si llegamos tarde.

–Es cierto –suspiró-. Es que anoche me quede hasta tarde revisando un manuscrito y me quedé dormido esta mañana.

– ¿Así que te quedaste dormido? –resonó una profunda voz llegando a la oficina-. Entonces puedo deducir que llegaste tarde. ¿Eh, Onodera?

El menor expresó una mueca de molestia pero se abstuvo a contestarle a su jefe. No estaba de humor para entablar una discusión y al parecer el mayor entendió el mensaje, pues extrañamente para Ritsu que se esperaba unos cuantos gritos, Takano se quedó callado.

Las horas pasaron en armonía. Ya llegada la tarde el joven castaño había logrado terminar su trabajo pendiente y estar al día. Exhausto, fue hasta la máquina expendedora a comprarse un café.

Con la lata en la mano recargó su cabeza contra la pared y expulsó un suspiro cargado de fastidio y cansancio. Tan abstraído estaba que no se percató de la presencia tras él.

–Te ves terrible –dijo el azabache haciéndose notar.

–Lamento no ser de tu agrado –contestó con ironía.

–No digas estupideces, tú siempre eres de mi agrado.

Mientras el menor se sonrojaba ante las palabras recién dichas, el mayor se recargó de espaldas sobre la pared quedando a su lado.

–Lo que quise decir es que no te ves bien, ¿te pasa algo?

–No dormí bien anoche, es todo.

–Eso ya lo sé –hizo una pausa-. ¿Acaso no te acostumbras aun al trabajo? ¿O quizás te exijo mucho?

–No es eso –titubeó-. A veces me desoriento un poco y me cuesta entender si estoy haciendo bien las cosas o no... No me resulta tan fácil, yo nunca trabajé de esto antes –se justificó.

–No tienes por qué defenderte, no te estoy regañando –manteniendo su semblante tranquilo-. Ya te lo he dicho, si estuvieses cometiendo algún error te lo marcaría. Estás haciendo las cosas bien a pesar de ser un novato.

–B-Bueno…Gracias.

–No hay de qué –se acercó a él y sacudió sus cabellos-. Ya cambia esa cara.

Soy adicto… a su constante preocupación. A veces disfrazada y a veces tan directa que me paraliza...

Las horas continuaron pasando. El humor de Ritsu había mejorado tras las palabras de su jefe, quien tenía la capacidad de ser muy influyente en el menor.

Antes de que se dieran cuenta la hora de ir a casa había llegado. Con todo listo, Onodera se paró y se despidió… E inmediatamente Takano hizo lo mismo.

En pocos minutos estaban ambos saliendo del edificio, a paso sereno y en profundo silencio.

–No tienes que venir siempre conmigo. No me voy a perder.

–No es mi culpa que vivamos en el mismo edificio.

– ¡Eso no tiene nada que ver…!

–Tienes razón.

– ¿…Entonces?

–Es solo una excusa para poder pasar tiempo contigo.

Queriendo ocultar su sonrojo agachó la cabeza, aturdiéndose con los estruendosos latidos de su corazón. No fue capaz de responder. No sabía que decir, siempre se quedaba sin palabras ante ese hombre.

Soy adicto a su insistencia. Aunque reniegue de ella, si en algún momento él dejara de buscarme… me sentiría muy triste. Soy adicto a sentirme necesario para él…

Llegaron al piso doce del gran edificio en donde vivían. El menor le dio las buenas noches a su vecino y se dirigió a su puerta. Sin embargo, como si la búsqueda de la llave y el proceso de abrir la puerta fuese en cámara lenta, una vocecita en su mente repetía incansable: “Detenme, detenme. Arrástrame a tu departamento, por favor”.

Y casi como si hubiese oído ese contradictorio deseo, el mayor tironeó del brazo del castaño hasta llevarlo dentro de su apartamento y acorralarlo contra la puerta.

–Ni creas que te vas a escapar. Esta noche no.

–P-Pero Takano-san… –quiso protestar.

– ¿No has aprendido? A estas alturas deberías saber que con negarte no ganas nada. Sabes que sucederá de todas formas. Así que solo déjate llevar… –susurrando en su oído-,…Ritsu.

Soy adicto a su voz, tan profunda y erótica. Sobre todo cuando dice mi nombre. ¿Siempre fue mi nombre tan hermoso? No, solo en su voz suena así. Es como si me hipnotizara… Haría cualquier cosa que me mandara esa voz…

Los labios del menor fueron atacados por los de Takano. Con esa táctica envidiable, arrastraba a Ritsu a un mundo de profunda ensoñación. La lengua del mayor lo invadía, la sentía recorrer cada centímetro de su cavidad y jugar con la suya, la cual tímidamente buscaba seguirle el ritmo.

Pronto se encontraban en la habitación, Masamune sobre Ritsu, mientras poco a poco las prendas de ropa volaban por los aires. Rápidamente solo quedaron en ropa interior. Aquellas pieles desnudas y sudorosas se pegaban entre ellas. Los cuerpos buscaban aun más cercanía.

Las grandes manos de Takano marcaban un recorrido con sus dedos, delineando cada contorno del cuerpo del menor, quien se estremecía ante tan delicado tacto. El azabache conocía el cuerpo de su amor como la palma de su mano. Se sabía de memoria aquellos puntos más sensibles que con tan solo rozarlos le volaban la cabeza a Ritsu.

Soy adicto a sus caricias, a sus manos, a su tacto… ¿Cómo es posible que con tan solo un roce sienta que me quema la piel? ¿Cómo puede hacerme perder la razón con solo tocarme?

Mientras las caricias no cesaban, la lengua de Masamune se unió a la actividad dejando la boca de su amor para comenzar a descender. Se detuvo en su cuello, aquel esbelto cuello que tanto disfrutaba de atormentar. Sabía cuánto enloquecía al menor aquello, y siempre se dedicaba a lamer, besar y morder cada centímetro. Le encantaba dejar marcas. Que todo el mundo viera que ese hermoso ángel de ojos esmeralda tenía dueño, y ese dueño era él.

A esas alturas Ritsu no podía hacer más que gemir y tironear del cabello de su atacante, buscando descargar un poco de la adrenalina que le inundaba el cuerpo.

La hábil lengua del mayor descendió por el pecho de su presa, dedicándose a otro de sus puntos favoritos: los pezones. Aquellos botoncitos tan tiernos y extremadamente sensibles. Bastó con una mordidita para que Ritsu arqueara su espalda y gritara su nombre, acrecentando cada vez más la punzante erección que le generaba someter así al menor.

Luego de contornear y succionar los pezones de su uke por largo rato, la incansable lengua continuó bajando. Mordía cada parte de su vientre y su cintura, delineaba con su lengua el ombligo y simulaba embestidas en él.

–N-No…Ah…D-Da cosquillas…

–Adorable –dijo con una tierna risita.

Con un camino de dulces besitos recorrió su vientre bajo hasta llegar al bóxer del menor, abultado y húmedo. Lamió por sorbe la tela, consiguiendo que lágrimas y gritos de placer escaparan del chico.

Ansioso, mandó a volar el bóxer y engulló el miembro dulce de su amado. Más gritos, corrientes eléctricas y gran placer inundaron a Ritsu al sentirse apresado por esa cálida cavidad.

Soy adicto a su lengua, a cada cosa que me hace con ella… Desearía que su lengua me recorriera de la cabeza hasta la punta de los pies, que me saboreara y me devorara por completo. Quiero ser atormentado por su lengua a cada segundo de mi vida…

No aguantó mucho tiempo más y el menor se vino en la boca de Takano, quien tragó aquel néctar como lo más delicioso del planeta.

Alzó las delgadas piernas de su amante, besando la parte interna de sus muslos para descender hasta su entrada. La contorneó con la lengua, logrando que el cuerpo entero de Ritsu fuera víctima de un fuerte espasmo y su miembro comenzara a palpitar nuevamente.

Masamune levantó la mirada para encontrarse con la que él consideraría la mejor vista del mundo. Ritsu agitado, ruborizado y con una mirada suplicante que le pedía más.

– ¿Cómo puede un principito mimado como tú ser lo más hermoso y erótico del mundo? –preguntó con voz aterciopelada, mientras subía a besar sus labios nuevamente.

–C-Cállate… –avergonzado ante aquellas palabras escondió el rostro en el cuello del mayor.

Takano acarició el rostro de su príncipe con dulzura, mientras con delicadeza alzaba sus caderas a la altura de su miembro deseoso.

–Relájate… –susurró mientras de a poco entraba en él.

Soy adicto a su dulzura. Saber que es solo así conmigo, que solo a mí me muestra esta parte tierna de él…Me hace sentir tan especial. Quiero ser el único. No quiero que trate así a nadie más, solo a mí. Que solo a mí me mire de esa forma tan hermosa, que solo a mí me abrace con tanta gentileza…

En solo segundos el interior de Ritsu era invadido por Takano. Todo su cuerpo sentía su presencia, la cual se hacía notar con un dolor y un placer que se complementaban perfectamente. Hasta que el dolor se alejó y solo quedó el placer. El placer y el deseo desesperado de más. De sentir más, de querer más.

Desesperadamente el castaño se aferró a la espalda del mayor, mientras éste entraba y salía de él con precisión y certeza, dando con aquel punto en su interior que lo llevaba a la locura. Pronto ambos estuvieron cegados por el placer, ajenos al mundo que los rodeaba. Solo existía ese momento, solo existían ellos dos, solo existía aquel acto pasional y sincero.

Luego de muchos gemidos y jadeos, de abrazos desesperados que pretendían fundirse con el otro, ambos llegaron al clímax. El menor se dejó hundir en el mullido colchón mientras trataba de recuperar el aire. Sintió ese molesto vacío cuando Takano salió de su interior, pero fue rápidamente reconfortado por su abrazo, que lo rodeaba celosa y protectoramente.

–Te amo, Ritsu –susurró contra su piel, acariciando sus cabellos.

El menor no contestó, solo se dejó abrazar y se apegó disimuladamente a aquel cuerpo que lo tenía cautivo. Poco a poco sus ojos se fueron cerrando, y lo que podía escuchar no era más que la respiración serena de Masamune y sus propios pensamientos.

Soy adicto a sus demostraciones de amor, a sus incesantes “te amo” que me congelan el alma. Aquellas palabras se convirtieron en necesarias para mí, al igual que estos encuentros. Los necesito, no puedo dejarlos. Sé que no es lo correcto, sé que no debo enamorarme de él de nuevo… pero soy incapaz de rechazarlo. Soy incapaz de alejarme. Soy débil ante él.

Soy un completo adicto a Takano Masamune. A todo lo que él implica y a todo lo que él me haga. Nunca hubiese querido volverme tan dependiente de su amor, pero como dije esto es una adicción. Y como toda adicción, sé perfectamente que tengo un problema. Un problema de absoluta necesidad con este hombre. Pero que lo sepa no significa que lo reconozca.

No hay adicto que reconozca su problema con facilidad, justamente porque no queremos mostrar nuestra debilidad ante él. Pero quienes deciden reconocerlo lo hacen con la esperanza de salir de aquel pozo. Los admiro. Realmente me gustaría intentar dejar mi adicción y salir adelante, ser independiente y no necesitar de Takano-san como al aire que respiro. Pero no. No lo haré porque sé que no podré lograrlo.

Hay adicciones curables y otras no. Esta no es curable. Lo sé bien porque yo ya fui adicto a él en el pasado. Tuve 10 años de abstinencia en los cuales creí que había logrado olvidarlo, pero con tan solo verlo nuevamente volví a caer ante la tentación.

Mi adicción no tiene cura. Es una adicción que me acompañará hasta el día en que me lleve a la muerte. Pero entre más pasa el tiempo y más me sumerjo en estos momentos, en los cuales estoy rodeado por sus brazos, más me doy cuenta de que no deseo salir de esto. Que si es una adicción incurable estoy feliz de ello. Que si voy a vivir el resto de mi vida en brazos de Takano-san y morir en ellos, está bien para mí.

Porque fui, soy y seré adicto a él para siempre. Y aunque quizás nunca tenga el valor para decírselo, tampoco lo tendré para siquiera pensar en dejar esta adicción.


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