Estaba todo oscuro, ni el más mínimo rayo de luz podía ingresar a ese lugar. A lo lejos, la sombra iba de poco en poco acercándose a la pareja asustada. Temiendo ser lo que esperaban, Alexander y Vlad salieron corriendo en torno al bosque.
Lo que realmente iba a suceder, era solo cuestión de tiempo.
Ese día como cualquier otro, en el lejano castillo de Brennenburg, el temible y asombroso Alexander se hallaba realizando sus típicas pociones de las cuales la mayoría pertenecían a la magia oscura. Era lo que él sabía manejar, los conocimientos, la infraestructura, el tiempo, todo eso encajaba perfectamente en su mundo. Lo que debía hacer era demostrar que nada de lo que se podía encontrar en la oscuridad simplemente pertenecía allí, tenía que haber una explicación para tal acontecimiento,…y eso era lo que Alexander quería confirmar.
Años como aprendiz de la creación de hechizos y conjuros llegarían por fin a dar fruto.
Todo dependía de que la gota caiga correctamente dentro del frasco ovalado, la perfección tenía que acudir en ese momento, nada ni nadie podía impedir que la magia siga su rumbo.
Con mucha atención, comenzó a volcar delicadamente el contenido sobre la boca del frasco.
- Hola.
- ¡JODER!-gritó Alexander, revoleando sin querer la botella que tenía en su mano hacía una esquina del laboratorio.- ¿¡Por qué hiciste eso!?
- ¿Hacer qué?-se preguntó su aclamado siervo.
- Oh santo cielo, tiempo y dedicación,…tiempo y dedicación era lo único que pedía para poder ejecutar de manera PERFECTA este proyecto, y tú vienes con eso de “hola voy a arruinarle los experimentos al maestro con un, ¡hola!”-exclamó Alexander de forma burlona y sarcástica.
- E-eh, bueno no se ponga tan así, ¿perdón sería la palabra para que se calme?
Alexander suspiró en señal de calma. Ahora que estaba más tranquilo, recalculó el daño que había provocado, y en total la cuenta daba como resultado algo muy negativo.
- Ya no hay caso, el experimento fue todo un desastre-dijo penosamente, sentándose sobre un escalón.
Mirando por la traslúcida ventana, el paisaje se tornaba en sí en un maravilloso espectáculo que fijaba la vista de cualquiera que pasara por allí. Sin importar las historias que acontecían por dentro de los establos o castillos, Brennenburg se había convertido en el epicentro de las maravillas incalculables, el jardín de Adán y Eva, todos os complacían con eso.
- Deje de gimotear un momento, señor, y reitero mis disculpas. Simplemente vengo a darle las buenas nuevas.
-¿Y cuáles se suponen que serían las benditas noticias para que pueda opacar este daño inmensurable por el cual pasé todo mi tiempo dedicado?
-…Eh…señor…los comunicados que provienen del pueblo indican que liberaron más esclavos y…bueno, acusados por las jurisdicciones de la Inquisición.
Pensativo, Alexander se propuso a encargar los nuevos planes para continuar con los masivos secuestros, sin embargo, esta vez decidió hacerlo más diferente.
- Encárgate de empacar lo necesario, iremos al establo de animales por el pueblo, y luego veré qué hacer.
- Si, mi señor-el siervo se disponía a realizar sus mandados, sin antes comprobar que todo estaba bien- y sepa que realmente no lo quise hacer a propósito.
- Los errores suceden siempre, mientras que sepas no volver a cometerlo de nuevo todo irá bien.
- Entendido, señor, con permiso y mil disculpas.
Al oír la puerta cerrarse, como si fuera un sueño, sus brazos comenzaron a temblar, dejando a la luz las cicatrices del último destierro.
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