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Dinastia Japonesa.b29;b29; por Candy6588

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Notas del fanfic:

Esta historia tiene una temática diferente existe los donceles, no existen los madararui y Yonekuni no odia a los hombres♥

Es una historia diferente espero que la disfruten♥

Notas del capitulo:

Esta historia tiene una temática diferente existe los donceles, no existen los madararui y Yonekuni no odia a los hombres♥

Es una historia diferente espero que la disfruten♥

♥ Capitulo 1 ♥

 

 

 

INCRÉDULO, Madarame Yonekuni miró a su padre.

 

-No es verdad. No puede ser verdad. ¡Poseemos una de las empresas más grandes de Grecia! Maximilian Madarame, un hombre apuesto de sienes plateadas, no lucía su mejor aspecto. Pero se veían unas profundas arrugas debido  al cansancio marcaban su rostro.

 

-Asumí un riesgo y no dio resultado. De hecho, fue un desastre. La empresa está endeudada y el banco se está poniendo muy nervioso. Me hicieron hipotecar todo lo que poseemos pero aun así no están contentos. Si nos aprietan las tuercas ahora, ¡lo perderemos todo!...-

 

Yonekuni no dijo nada. « ¿Todo? ¿Hasta la casa de la familia?». Estaba tan enfadado, que no se atrevía a hablar. Su abuelo, Shinga Madarame, le había enseñado que un hombre debía anteponer por encima de todo el honor y la seguridad de su familia.

 

En vida del anciano la fortuna familiar había estado en manos protectoras y seguras. Pero Maximilian Madarame no trabajaba de esa manera. Aunque había cumplido ya los cincuenta, todavía estaba desesperado por probar que podía dirigir la empresa y hacer negocios con tanto éxito como el que había tenido su legendario padre. Sin embargo, había perdido millones persiguiendo transacciones de alto riesgo.

 

-Si te sirve de consuelo -balbuceó Maximilian…-tenías razón con aquello de que el asunto Arnott era demasiado bueno para ser cierto….-Yonekuni se giró, herido por la confesión.

 

-¿Hiciste la compra incluso aunque los hermanos Yagami te aconsejaron que lo evitaras?...-Maximilian dio un respingo y se dirigió a su primogénito con una mirada lastimera.

 

-Pensé que estaban intentando quedarse con el negocio para ellos…-

 

Yonekuni apretó los dientes en silencio sin mirar a su padre. Se avergonzaba del furioso desprecio que sentía por él. Maximilian era un buen hombre, un buen padre y un buen marido. Era querido y respetado por todos, pero su inteligencia no era demasiado grande y como empresario era un desastre. Por otra parte, Yonekuni había dedicado su tiempo libre cuando era adolescente a especular con acciones y fondos que le habían convertido en millonario incluso antes de acabar el colegio. Contemplar a su poco perspicaz padre sin poder hacer nada por sus tropiezos y estúpidos errores era, para Yonekuni, el peor de los castigos.

 

-Seré franco contigo. Puede que estemos con el agua al cuello pero nos han ofrecido una vía de escape -le confió su padre con una cierta tensión…-La oferta vino de alguien inesperado. De hecho, me sorprendió. En cualquier caso, dije que no podía ser. Que no estaría bien...- 

 

Intentando controlar su impaciencia, Yonekuni miró a su padre con el ceño fruncido.

 

-¿Qué es lo que no estaría bien?...-

 

-No puedo pedirte que hagas un sacrificio como ese a tu edad -dijo su padre evitando la mirada inquisidora de Yonekuni-. Sólo tienes 19 años...-

 

-¿Y qué tiene eso que ver con lo que estamos hablando?...-Maximilian Madarame suspiró y su aliento sonó como un silbido.

 

- Fujiwara Ryoma se ha ofrecido a respaldamos económicamente…-Yonekuni estalló en una carcajada de incredulidad.

 

-¿Fujiwara Ryoma? ¿Estás tomándome el pelo? ¿Desde cuándo nos movemos en esos círculos?

 

-Parece que podemos movemos en esos círculos si queremos -murmuró Maximilian

 

- Fujiwara es tan frío como un cadáver…-dijo Yonekuni sin que las palabras de su padre causaran la menor impresión en su broncíneo rostro…-Si te encamas con él, amanecerás con un cuchillo clavado en las costillas…-

 

-En otras circunstancias, esa hubiera sido también mi actitud. Pero Ryoma está ofreciendo más bien una unión familiar y no una simple transacción comercial…-Al oír estas palabras, Yonekuni se quedó paralizado.

 

-No querrás decir lo que estoy pensando...-

 

-Hay que considerar las circunstancias de Fujiwara -dijo su padre con sonrojo…-

 

-Consideras mal…-

 

-El único hijo que tuvo Ryoma murió hace unos diez años -insistió Maximilian resistiéndose a las objeciones de su hijo…-va ahora por su tercera esposa y todavía no ha tenido otro hijo. Sólo tiene a su nieto que vive en Estados Unidos. Quiere que Shirou se case con un muchacho japonés de buena familia, lo cual no es sorprender teniendo en cuenta que la chico es medio americano y, además, ilegítimo. Fujiwara es un hombre chapado a la antigua y está ofreciendo un trato chapado a la antigua...-

 

Incapaz de dar crédito a lo que estaba oyendo, Yonekuni guardó silencio.

 

-Si te casaras con él y tuvieran un niño, el mundo sería tuyo -Maximilian respiró con gravedad…-Sí, también sería nuestra salvación, pero tú eres ambicioso y él es como la gallina de los huevos de oro. Hablar de un acuerdo así en fríos términos monetarios es algo vulgar, pero es mi deber llamar tu atención sobre los obvios beneficios que conllevaría…-dijo el señor Madarame

 

Yonekuni cerró los ojos. Estaba disgustado porque su padre se hubiera rebajado a considerar un acuerdo como ése. ¿Shirou, a quien sus amigos habían dado el apodo de cachorro  por su amor hacia los animales y por los dulces de wagashi., iba a ser su esposo?  Sólo pensar en ello le enfurecía. Apenas lo conocía, aunque en algunas ocasiones había intervenido al verlo siendo ignorado o insultado en eventos sociales. Su desconocimiento de las normas japonesas y su naturaleza confiada hacían de él un blanco fácil, puesto que independientemente de lo que le dijeran, él sonreía y se comportaba de una manera agradable.

 

Su incapacidad de defenderse había enfurecido a Yonekuni. Odiaba a los matones y habría hecho lo mismo por cualquier criatura desamparada demasiado estúpida para cuidar de sí misma en un mundo hostil. Pero, ¿habían sido sus triviales exhibiciones de buenos modales, esos actos menores de compasión por su parte, los responsables de esa esperpéntica proposición matrimonial? La sospecha hizo que las facciones de su severo rostro se endurecieran. Cuando él entraba en la misma habitación, ella se iluminaba como un árbol de Navidad. ¿Había decidido Shirou contarle a su adinerado padre lo mucho que le gustaba Madarame Yonekuni?

 

-¿Padre, si lo que quiere Ryoma quiere un esposo para su nieto, por qué precisamente yo?...-se atrevió a preguntar Yonekuni…-y no mi hermano Kunimasa…-

 

-sabes bien que tu hermano está comprometido con Norio el cual está esperando un hijo, es imposible que sea Kunimasa…-dijo Maximilian…-por eso no se encuentra ahora con nosotros en esta reunión…-

 

-Papá... -la voz distraída de la hermana de Yonekuni, Nanami, rompió el incómodo silencio a través de la ventana que daba a la terraza…-Sé que no debería haber estado escuchando pero, aunque me muera si nos volvemos pobres, no puedes pedirle a Yonekuni que se case con el nieto de Ryoma Fujiwara. ¡Es una persona sin costumbre y vulgar…-

 

-¿Cómo te atreves a esconderte detrás de la puerta para espiar una conversación privada?...-la vergüenza provocó que Maximilian Madarame respondiese con una ira que su consentido hijo había rara vez presenciado-. Déjanos...

 

-Pero, ¡es cierto! -protestó el hermoso doncel adolescente, marcando su territorio y desafiando la autoridad de su padre…-Yonekuni tendría que ponerle una bolsa de papel en la cabeza para poder comer con él en la misma mesa, por no hablar de otras cosas más personales. Es feo y él es tan guapo...-

 

-Fuera…-ordenó Yonekuni a su hermano con una frialdad feroz. Maximilian contempló cómo su hijo se retiraba con lágrimas en los ojos obedeciendo a la orden de su hermano mayor.

 

-Desde luego, nunca he visto al chico…-Maximilian dejó escapar un suspiro de lamento-. Si está tan mal, puede que Nanami tenga razón. No te podría pedir que te cases con él.

 

Yonekuni contuvo una carcajada sardónica. Que esa fuera la única objeción que su padre interponía a tal proposición mercenaria decía mucho de su situación. Maximilian Madarame luchaba contra la desesperación y estaba dispuesto a agarrarse a cualquier clavo ardiendo que le salvara de la ruina. Yonekuni se preguntó si podía permitirse el lujo de dar un paso atrás y permitir que eso les ocurriera a sus padres y a sus hermanos

 

Y, sin embargo, a sus diecinueve años de edad, sentía que la vida apenas había comenzado. No tenía nada de inocente, eso era cierto; aunque todavía estaba en la universidad ya había adquirido una reputación de donjuán entres mujeres y donceles. Era verdad que ponía todo su empeño en ir detrás del placer. En cuanto a ese juego, apostaba alto, jugaba duro y rara vez dormía solo. No le iban las reglas de la fidelidad y del compromiso a largo plazo. Todavía no había encontrado una chica que no aceptara esas condiciones. Pero aún no se hacía a la idea de convertirse en esposo de alguien o, peor todavía, en el padre de alguien. De hecho, la idea de ser obligado a aceptar un compromiso como ése en beneficio de su familia, le llenaba de rabia y amargura. Pero también sabía que su abuelo, Shinga, habría dado su propia vida para proteger a sus seres cercanos más queridos.

 

-Me recuerdas a mi difunto hijo y a su madre…-Ryoma Fujiwara estudió el rostro de su nieto con fría indiferencia…-Tienes los mismos ojos de cachorro, la misma asustada sonrisa. No tienes agallas y la debilidad me desagrada…-

 

-Si fuera débil, habría vuelto a casa el mismo día que llegué aquí…-Shirou levantó la barbilla, sus ojos grises listos para la lucha mientras, bajo su camisa, el corazón le latía tan rápido de miedo que sintió náusea.

 

La antipatía de su abuelo le incomodaba de continuo. Hacía ya tres semanas que había llegado a su magnífica finca y cada día había sido un calvario. Había volado a Japón con la inocente esperanza de intimar, e incluso querer, a ese abuelo que aún no conocía. En cambio, se había visto forzado a aceptar que era un hombre frío, malévolo, con una lengua viperina y carente de la menor pizca de afecto hacia él.

 

-¿Me tomas por tonto?...-Ryoma Fujiwara se rió al ver su intento de desairarlo…-¿Por qué crees que te invité a visitarme? ¡Has aceptado todo lo que te he ofrecido porque tu madre está dándole a la botella de nuevo y los acreedores la están esperando en la puerta trasera de su casa!...-

 

La decepción le quitó la máscara de compostura que estaba intentando mantener y Shirou no pudo sostener la despreciativa mirada de su abuelo por más tiempo.

 

Avergonzado, dejó caer la cabeza y una cortina de cabello color negro descendió sobre su afilado rostro haciéndole aparentar los dieciocho años que, de hecho, tenía.

 

-¿Acaso no tengo razón?...-se burló Ryoma.

 

-Sí... -el admitirlo casi hizo que Shirou se atragantara, puesto que le hubiera encantado poder decirle que estaba equivocado y que su madre, Michelle, se había desintoxicado y había dado un giro a su vida. Por desgracia, no era posible decir eso y la despreciativa satisfacción de su abuelo hacía que la humillación doliese aún más. Sospechaba que estaba felicitándose por su clarividencia cuando, hace casi dos décadas antes, le sugirió a su hijo que abandonase a su embarazada novia.

 

-¡Menuda yegua ganadora eligió Kunimitsu para tener a mi único nieto! Podría haber escogido entre los mejores herederos del mundo. Podría haberse traído una princesa o príncipe para casarse con el…-Ryoma Fujiwara rugió…-Por aquel entonces yo ya era más rico que Midas y el dinero puede medirse con la sangre más noble. Pero mi hijo no tenía demasiadas luces, ¿no es así? Escogió una mujer que era una derrochadora, una lujuriosa y una prostituta...-

 

Con el rostro en llamas, Shirou se irguió de improviso.

 

-¡No me quedaré aquí sentado mientras hablas de madre de esa forma y en ese tono!

 

-¿Qué otra opción tienes? Necesitas mi dinero para sacarla de sus líos.

 

Tras esa contundente afirmación, Shirou perdió el color de su rostro. Bajó la cabeza y, enfurecido, tragó saliva. Lentamente, se hundió de nuevo en su asiento. Había aprendido cuando era aún muy joven que la penuria y la dignidad rara vez van de la mano. En cualquier caso, Ryoma Fujiwara tenía razón y la verdad no era muy agradable de oír: necesitaba su dinero. Su madre estaba hasta el cuello de deudas, bebía demasiado y, en la actualidad, se enfrentaba a varias demandas por facturas impagadas. Pero Shirou estaba seguro de que, si aliviaba a su madre del estrés de los problemas económicos, se la podía convencer de que ingresara de nuevo en una clínica de rehabilitación. Aunque fuera doloroso de aceptar, reflexionó Shirou con una sensación de vacío en el estómago, el dinero de Fujiwara podía marcar la diferencia en cuanto a las posibilidades de vida o muerte que tenía su madre. Años y años de abusos con el alcohol habían dañado seriamente la salud de Michelle.

 

-Te traje a Japón sólo porque creo que puedes serme de alguna utilidad –Ryoma dedicó a su nieto una mirada de impaciencia…-Será interesante comprobar si tienes el cerebro suficiente para reconocer un golpe de suerte cuando se te presenta delante de tus narices.

 

Shirou quedó asombrada por dicha afirmación.

 

-¿Qué piensas de Yonekuni Madarame y Kunimasa Madarame?...-le preguntó Ryoma con una sonrisa irónica.

 

El desconcertante sonido de ese nombre hizo pedazos la compostura de Shirou. Totalmente sonrojado, apartó su atención de Ryoma sin percibir la gélida mueca que había en sus labios.

 

-Son... son amable…-consiguió decir finalmente, retirando otras palabras más entusiastas que podrían haberla puesto en evidencia delante de su abuelo. ¿Cómo podía hablar libremente de Yonekuni sin revelar lo profundos que eran sus sentimientos hacia él? Se había enamorado por primera vez en su vida, pero ése era su secreto y no tenía la menor intención de compartirlo con nadie. Después de todo, Yonekuni tenía la oscura y peligrosa belleza de un ángel caído y él era insignificante.

 

Además, tenía sobrepeso. Era un amor sin esperanza y ella lo sabía.

 

-¿Cuál crees que sería la reacción de Yonekuni o Kunimasa si tuviera que enfrentarse a la pobreza? En ese momento, la familia Madarame está totalmente arruinada. Perderán sus casas, sus coches, tendrán que sacar a los hijos jóvenes de sus caros colegios y universidades y eso será tan sólo el principio de sus sufrimientos. Después de más de un siglo de riqueza y bienestar, sus padres encontrarán complicado el adaptarse a pérdidas tan grandes…-Ryoma observó cómo la sorpresa y una inmediata simpatía florecían en los expresivos ojos de su nieto…-Pero tú tienes el poder de salvarlos de un destino tan triste. 

 

-¿Cómo podría ayudarles?...-exclamó Shirou, agitado por el retrato que su abuelo había pintado. 

 

-Ayudándome a mí. Si accedes a casarte con unos de los chicos de Madarame, rescataré a su familia de la pobreza y también me ocuparé de los pequeños problemas de tu madre. Seré muy generoso con todos ellos y, por regla general, no soy hombre generoso…-

 

Shirou le devolvió la mirada con los ojos abiertos como platos. Mientras hablaba su abuelo, la boca de Shirou se había entreabierto unas cuantas veces como si quisiera empezar a hablar, pero en cada ocasión una cautela innata la había detenido.

 

-¿Yo... aceptar casarme con alguno de los Madarame? Pero, ¿cómo puede ser eso? Suena a cosa de locos... y no entiendo de qué manera eso podría ayudarte…-dijo temblando.

 

-Hay método en mi locura -Ryoma vertió un poco de brandy en una copa de cristal-. Quiero un heredero varón, pero con la excepción de tu padre, mis esfuerzos en ese sentido no han tenido ningún éxito hasta ahora. En cualquier caso, eres joven y tienes salud. Igual que el chico que los chicos Madarame. Si la mitad de los rumores que circulan acerca de su virilidad son ciertos, estoy seguro de que no le llevará mucho tiempo llevar a cabo el objetivo que me he propuesto…-

 

Su grosera risa sacó los colores del rostro agónico de su nieta.

 

-No puedo creer que me estés hablando de esta manera -protestó-. ¡Por lo que más quieras! Ningún Madarame jamás se casaría conmigo... no me querría...-

 

-No es cuestión de querer. Eso no importa en absoluto, ¿verdad? No eres ninguna belleza…-señaló su abuelo con una despreocupada crueldad que hizo palidecer a Shirou…-Pero, créeme, teniendo en sus manos la posibilidad de elegir entre casarse contigo y ver cómo su preciada familia lo pierde todo, cualquiera de los Madarame te tomará sin duda como esposo...-

 

-No... -musitó sintiendo un cierto malestar, con sus manos apretadas una contra la otra, puesto que estaba siendo humillado más allá de lo indecible.

 

-Lo hará. No son unos idiotas como su padre. Son fuertes y leales hacia su familia. Y en cuanto a ti, tienes la sangre de los Fujiwara en tus venas y te estoy dando una oportunidad magnífica.

 

-No es así como lo veo... ¡Estás hablando de chantajear a los Madarame para que alguno de ellos se case conmigo!

 

 

 

-Me desagradan las acusaciones injustificadas…-Ryoma fijó en ella su mirada de acero-. No se trata de ningún chantaje -especificó con fría claridad-. Le estoy echando una mano a cambio de un pequeño favor. Puedes dar la espalda a mi generosidad si te place…-

 

-Nunca haría eso. Por favor, ayuda a mi madre -le rogó desesperadamente.

 

-Tienes que aceptar que no me importa en absoluto si tu madre va a la cárcel o se mata con la bebida -afirmó Ryoma Fujiwara de forma seca-. Mira por la ventana...-Después de un momento de duda, Shirou se asomó para mirar hacia los pulcros jardines. Se preguntó qué era lo tenía ver precisamente ahora, con la cabeza agitada de tal modo que le impedía concentrarse. Al rato, reparó en un taxi que estaba esperando en la imponente puerta principal…-Ese taxi está esperando para llevarte al aeropuerto…-

 

Shirou estaba tan sorprendida por la noticia como él había esperado.

 

-Ahora... ¿quieres que me vaya?...-

 

-Tu equipaje ya está hecho. Si dices que no a la propuesta de matrimonio de los chicos Madarame, te mandaré de vuelta al Reino Unido inmediatamente y nunca más oirás hablar de mí. Decídete y hazlo rápido.

 

-¿No puedes ser un poco más razonable? -el pánico hizo presa de Shirou…- Es tan injusto que me lances esta proposición a la cara y que me pidas...-

 

-Lo injusto es que no des la menor muestra de aprecio por el fabuloso futuro que estoy dispuesto a darte…-Ryoma dio rienda suelta a una cruel carcajada de desacuerdo…-Pero haz lo que quieras. ¡Corre de vuelta a las faldas de tu madre y verás lo agradecida que será contigo cuando sepa que podrías haberle dado una seguridad económica de por vida!

 

Shirou titubeó al escucharle, puesto que sabía que Michelle se consideraba merecedora de una recompensa así después de los sacrificios que había hecho como madre soltera. De hecho, se dio cuenta con claridad de lo que su abuelo estaba haciendo y reconoció la presión que estaba poniendo sobre ella. Se consideraba fuerte y resistente, pero la certeza de la fría e implacable malicia de su abuelo lo asustaba y lo llenaba de desesperación. Sabía que su abuelo iba en serio. A él no le importaba lo que fuera de él y no le daría el dinero que necesitaba para ayudar a su madre a no ser que hiciese lo que decía. 

 

-Es una locura -murmuró frenéticamente-. ¡Ningún Madarame nunca aceptará casarse conmigo ni en un millón de años! Por amor de Dios, si ambos están saliendo, Yonekuni con Akane Kinomato y Kunimasa con Tsuburaya Norio con el cual a tiene fecha para la boda...-

 

 

 

-Bueno Kunimasa no funcionaria, pues se dice por ahí que su pareja está esperando un hijo, y él no es como era mi hijo, el no abandonaría a un hijo…-dijo Ryoma…-Pero Yonekuni, se está acostándose con la Kinomoto…-Ryoma se encogió de hombros…-¿Y qué tiene eso que ver?...- 

 

-Creía que... que si la quiere...-Shirou parpadeó.

 

-¿Y qué si la quiere? Eso no tiene nada que ver contigo. El decidirá entre las opciones que tiene. Es japonés hasta la médula. Créeme, el honor de la familia y otras consideraciones prácticas y materiales serán de mucha mayor importancia para él que la zorra que ahora ocupa su cama…-

 

Su sangre fría y su descuidado comentario acerca de la vida sexual de Kunimasa y Yonekuni turbaron a Shirou 

 

-¿Piensas tomar ese taxi hasta el aeropuerto?...-preguntó Ryoma con impaciencia.

 

Shirou se quedó rígido. Yonekuni Madarame nunca accedería a casarse con él, pensó enfebrecidamente. Que ellos pudieran formar una pareja era una idea ridícula. Akane Kinomoto era una chica muy guapa: alta y esbelta como un junco, tenía una gloriosa cabellera de color rubio platino y unas delicadas facciones de muñeca. ¿Pero por qué estaba preocupándose por algo que era muy probable que nunca ocurriese? ¿Por qué sé arriesgaba a exaltar a su abuelo con sus objeciones? Tenía que mantener las necesidades de su madre en el centro de su atención; Michelle había solicitado de el su lealtad y su entrega filial. Con toda seguridad podía dejar a Yonekuni la tarea de rechazar la propuesta de matrimonio. ¡Su abuelo a duras penas podría culparlo por el rechazo de su futuro prometido!

 

-Dame una respuesta…-le pidió Ryoma Fujiwara de forma llana.

 

-Está bien... Sí, me quedo…-

 

-No lo dudé ni por un instante. Me conmovió el romántico fulgor que observé en tu rostro cuando mencioné el nombre del muchacho -al ver una punzada de vergüenza en los ojos de Shirou, su abuelo prorrumpió en carcajadas y bebió su copa de un solo trago…-Me siento como Cupido, el dios del amor. Mi riqueza será tu dote y por lo menos te salvará de la humillación de ser un solterón de por vida…- 

 

Esa noche, Shirou no pudo dormir en su opulenta cama de invitados. La enorme villa estaba sumida en el silencio. Desde el momento en que había llegado a Japón ese mundo de lujo y privilegio tan ajeno a él como el clima cálido, se había sentido como si estuviera viviendo en el sueño de otra persona. Sin embargo, no era un sueño agradable; era más bien como una pesadilla en la que todo, incluso la forma que tenía la gente de comportarse, le resultaba extraño. Había hecho todo lo posible por agradar a su abuelo, lo cual había implicado sobreponerse a su timidez natural para ir a los eventos sociales cuyas invitaciones él había aceptado en su nombre. Nabiki, la hija adolescente de uno de los amigos de Ryoma, le había servido de acompañante en todas esas dolorosas incursiones en la alta sociedad.

 

Shirou había destacado por su invisibilidad en aquellas exclusivas reuniones sociales. Nabiki pertenecía a una élite de ricos y consentidos jóvenes que vestían a la última moda, se volvían locos por practicar juegos irresponsables en las fiestas y se comportaban como si el mundo fuera un aburrimiento. Shirou los había encontrado tontos y superficiales y las mujeres se habían comportado con el cómo arpías. Una y otra vez, se había retirado tras su impertérrita sonrisa, sin atreverse nunca a contraatacar. Sabía que no se podía arriesgar a ofender a nadie, por miedo a que se quejaran a su abuelo. Ni una sola vez había olvidado que su objetivo principal tenía que ver con la desesperada situación de su madre.

 

Michelle Swan era una célebre modelo de pasarela cuando conoció a Kunimitsu Fujiwara y se enamoró de él. El joven playboy japonés la había cubierto de caros regalos y le había pedido matrimonio. Durante escasamente un año los padres de Shirou, amantes de las fiestas, habían recorrido el mundo en aviones privados saltando de una fiesta a otra. Confiando en que su amante pronto se convertiría en su marido, Michelle interrumpió su carrera. Pero cuando Michelle se quedó embarazada, Kunimitsu Fujiwara cedió bajo la presión de su padre y se olvidó con rapidez de sus promesas. Michelle se negó a abortar y él la abandonó. Pero no antes de recordarle a la madre de su futura hija que no era virgen cuando lo había conocido y que, además, había adquirido una incómoda reputación por haber vivido abiertamente con él antes del matrimonio.

 

Recordando esos últimos insultos que su madre había tenido que soportar, los suaves labios de Shirou se torcieron en una mueca de disgusto. Aquel padre al que nunca había conocido había sido un hipócrita, un mentiroso y un canalla. Michelle había tenido que recurrir a los tribunales para probar la paternidad de su hija y después de una larga batalla le habían concedido una lamentable pensión para el mantenimiento del bebé que, con frecuencia, el padre se había negado a pagar. ¿Era de extrañar que su madre hubiera empezado a beber demasiado? A los siete años, Prudente fue entregada temporalmente a unos padres adoptivos. Un periódico publicó una triste historia sobre la caída de Michelle y Kunimitsu Fujiwara se sintió lo suficientemente avergonzado como para tomar medidas con el fin de asegurar que su ex novia y su hijo no acabasen sin techo y viviendo de nuevo separadas. Se les proporcionó a Michelle y a Shirou una vieja granja en lo más profundo de la campiña inglesa. Si bien Michelle detestaba la vida rural, a Shirou le encantaba y frecuentemente tenía motivos para agradecer la seguridad que les proporcionaba el tener un techo que nadie podía arrebatarles.

 

Habiendo presenciado también las muchas y difíciles relaciones amorosas de su madre, Shirou guardaba muy pocas ilusiones acerca de los hombres. Si se había visto envuelto por un destello de romanticismo al pensar en Yonekuni Madarame, sólo podía ser el resultado de una estúpida ensoñación. Después de todo, era muy consciente de que los cuentos de hadas no ocurrían en la vida real. Los hombres ricos se casaban con mujeres o donceles ricos. Si un hombre rico se casaba con una mujer o doncel pobre, ellos debían tener algo, para equilibrar la balanza, alguna característica que lo redimiese, como por ejemplo una belleza apabullarte. Pero incluso en el infortunado caso de su madre, la belleza no había producido ningún milagro. Del mismo modo, los hombres atractivos tendían a casarse con mujeres atractivas y Yonekuni estaba como para caerse de espaldas.

 

Las chicas y chicos de su grupo se amontonaban alrededor suyo, atendían la menor de sus palabras, tonteaban locamente con él, se peleaban por él; en definitiva, se comportaban como arpías. Estaba claro que él se daba cuenta de su poderoso atractivo. Por supuesto, la admiración y la atención que provocaba habían hecho de él un consentido. Un camión repleto de hadas madrinas parecía haberle bendecido en el privilegiado momento de su nacimiento. Tan escasamente inmune a sus atractivos como las otras chicas, Shirou también se había visto impresionado por él. Al principio, había sentido una inocua fascinación por él, pero más tarde había visto algo que lo había seducido con desespero. Se trataba de la testaruda galantería de Yonekuni.

 

En más de una ocasión, Yonekuni había llegado a su rescate cuando sus amigos decidían hacer de él, el objeto de su cruel sentido del humor. ¿Por qué? La acompañante de Shirou, Nabiki, lamentaba tener que llevarla allá donde fuera ella. Su rencor era expresado mediante bromas desagradables y comentarios que iban dirigidos a su falta de atractivo, su ropa barata y su aparente estupidez. Los amigos de Nabiki pronto recogieron el guante que ésta les tendía.

 

El que Yonekuni Madarame fuese en su ayuda con rápidas puñaladas de ingenio para crear una distracción que alejase a sus enemigos era algo que a Shirou le había resultado sorprendente. Después de todo, la mayor parte del tiempo se comportaba como si él fuera invisible y estuviera muy por debajo de él. Pero aquella desconcertante exhibición de instinto protector masculino lo había conmovido profundamente. Yonekuni podía ser odiosamente arrogante, despótico y presumido, pero también era la encarnación de la más descarada masculinidad. No podía creer que él quisiera aceptar aquel trato.

 

Al cabo de cuarenta y ocho horas, fue convocado al despacho de su abuelo y Shirou descubrió que estaba muy equivocado a ese respecto.

 

-Ven conmigo -las duras facciones de Ryoma lucían una nauseabunda expresión de Triunfo…-Yonekuni Madarame te está esperando en el estudio. Tuve una reunión con su padre y los abogados esta mañana. Hemos llegado a un acuerdo en todos los puntos esenciales. Me haré cargo de las deudas de tu madre y le adelantaré un fondo para que empiece un programa de rehabilitación. Yonekuni y tú seréis marido y mujer antes de que acabe este mes…-

 

-¿Marido y... mu... mujer?...-un escalofrío sacudió a Shirou nublándole la vista.

 

Su abuelo había estado en lo cierto y el no: Yonekuni estaba dispuesto a casarse con él para salvar a su familia de la pobreza. ¿Tenía él tan poca elección como él? En su caso, Shirou sabía que jamás podría darle la espalda a su madre y dejar que se hundiera como seguramente haría sin apoyo y tratamiento. Finalmente cayó en la cuenta de que tanto Yonekuni como el estaban verdaderamente atrapados por la lealtad y las buenas intenciones. Su corazón le dio un vuelco: ahora no sólo estaba seguro de que él no quería casarse con él, también estaba seguro de que él tampoco quería convertirse en su esposo si éste no lo deseaba.

 

-¡Qué jovencito tan afortunado eres!, No hagas esperar a tu novio -sonriendo con burlón deleite, Ryoma Fujiwara condujo a su reacio nieto hacia el estudio, a través del vestíbulo-. ¡Ahora que le tenemos en nuestras manos, no dejes que este pájaro se te escape!...- 

 

Cuando Shirou entró en la gran habitación, chocó con unos resplandecientes ojos grises que le dijeron que Yonekuni sin duda había escuchado el mordaz comentario de su abuelo. Incluso aunque intentó apartar su mirada, otra parte menos sensata de sí mismo quería saborear todos los rasgos de su apariencia. Por desgracia, el traje oscuro que llevaba se combinaba con una camisa blanca que le daba un aspecto intimidante. Nunca lo había visto con una ropa tan formal: podría decirse que estaba vestido para un funeral, pensó con desmayo, sopesando la pétrea impasividad de su figura. Los nervios lo hicieron tropezar con la esquina de una alfombra y se golpeó la cadera con una mesilla. Se sintió como un crío de elefante encerrado en una pequeña jaula.

 

-¡Oh, Dios mío... lo siento! -musitó, enderezando la mesa con frenético gesto.

 

Yonekuni ya había reparado antes en ese rasgo de Shirou: el pedía perdón incluso cuando no había hecho nada malo. Lo examinó de pies a cabeza con mirada rigurosa. Al más puro estilo Fujiwara, él  había crecido en altura, vestía como uno anciano: un pantalón marrón pasado de moda al igual que una camisa suelta de color blanco, un sweater dos tallas más grandes que él, y esos lentes de botella que mí siquiera su abuelo se atrevería a usar. Era imposible decir qué había debajo de tanta tela. Yonekuni se imaginó a sí mismo pidiéndole que se quitara todo para poder ver exactamente qué era lo que iba a obtener en el trato. El viejo Fujiwara no pondría ninguna objeción. El viejo era un maldito bastardo. Le había hecho saber que su nieto estaba enamorado de él y que estaba dispuesto a casarse.

 

-¿Es necesario que me mires de ese modo?...-murmuró Shirou

 

-Nunca antes me había tomado la molestia de mirarte…-

 

Yonekuni siguió estudiándolo con una intensidad descarada. Él iba a ser su esposo. Cuanto antes entendiera que él iba a hacer su voluntad y que el pastel de Wagashi quedaba descartado del menú, mejor. No estaba gordo, se dijo a sí mismo, de echo estaba muy delgado lo notaba por lo grande que se le veía la ropa. Prosiguió evaluando sus atributos. Una cabellera color negro brillante como una noche estrellada. Bien, un punto a su favor, por fin. El cutis perfecto con un rubor color rosa brillante, otro punto para él. Los ojos, del mismo negro brillante pero llenos de infelicidad ocultos tras unos enormes lentes.

 

-Por favor... -le pidió Shirou entrecortadamente.

 

Yonekuni vio el resplandor de las lágrimas en sus ojos y apartó la mirada de él. Ya había visto más de lo que quería ver y estaba enfadado con él por no saber comportarse. Un doncel japonés estuviera vestido con kimono y hubiera hecho que se sirvieran los aperitivos mientras hacía al chico preguntas corteses acerca de su familia. ¿Por qué tenía que estar triste? ¿Por la ausencia de romanticismo? ¿Qué más podía exigirle a él? ¿Acaso no iba a conseguir lo que quería? ¿No le había comprado un marido Ryoma Fujiwara? Esa humillante certeza lo hirió como un cuchillo envenenado.

 

Shirou estaba temblando. Se sintió como un esclavo puesto en venta en una subasta y le sorprendió vagamente que Yonekuni no le hubiera examinado la dentadura. Su total confianza en sí mismo también lo apesadumbró, ya que había esperado que la propia situación en la que se encontraban derribara la barrera de protocolo y buenos modales que había entre ellos. A la vista de todo esto, su frialdad acobardaba a Shirou. 

 

-Yo no quería esto... Si hubiese otra manera de... -la nerviosa y suplicante voz de Shirou se apagó. 

 

-No la hay. Deberíamos hablar sobre las condiciones…-la hermosa boca de Yonekuni se torció en una sonrisa agria, sin dejarse impresionar por las palabras de Shirou

 

-¿Condiciones?...-dijo con sorpresa, alzando sus largas y negras pestañas con expresividad.

 

-Esto es un matrimonio de conveniencia y somos casi desconocidos el uno para el otro. Funcionará mejor si hablamos con sinceridad desde el principio…- 

 

-¿No podemos comportarnos simplemente como amigos?...-Shirou suspiró.

 

Al fondo de la habitación, los abogados de la familia Madarame aún seguían litigando para obtener un buen acuerdo financiero. Contemplando el aire distraído de su papa doncel y cómo su padre parecía ahogado por la culpa, a Yonekuni no le pudo parecer más inocente la pregunta de Shirou

 

-Los amigos no se casan para tener hijos. Necesito saber qué esperas de mí como esposo…-

 

La referencia a los niños le causó una cierta incomodidad a Shirou

 

-Sé que no soy el esposo que tú hubieras elegido -dijo Shirou con cuerpo en tensión…-Supongo que aprenderemos a arreglarnos sobre la marcha.

 

-Eso es una invitación al desorden…-

 

-Dices eso y, sin embargo, tampoco te gustaría que te impusiese ningún tipo de regla….-

 

El instinto inquisidor de Yonekuni dio una señal de alerta. «No, no tiene ni un pelo de tonto», advirtió, frunciendo el ceño con desconcierto.

 

-Tengo un anillo... perteneció a mi abuela…-Yonekuni le tomó la mano…-Por supuesto, si no te gusta, puedes...-

 

-No... no, es precioso: precioso, de verdad, de verdad...-un color rosa subió a sus mejillas y lo envolvió un raro placer. El anillo de diamantes y rubíes se deslizó en su dedo como si hubiera sido forjado especialmente para él. Aquel regalo de una reliquia familiar le sorprendió y, al tiempo, lo conmovió-. No esperaba algo así...-

 

-Debo decir que la vida está llena de cosas inesperadas…-al negarse Yonekuni en redondo a comprar un anillo de compromiso, su padre le había sugerido usar el de rubíes. Sin embargo, Maximilian había esperado que Shirou se sintiera ofendido por la ofrenda de una pieza de joyería pasada de moda, aunque valiosa, que hubiera pertenecido antes a otra persona. 

 

-Gracias...-la voz de Shirou estaba llena de emoción.

 

Estudió el anillo desde todos los ángulos, admirando el profundo brillo escarlata de los rubíes y el resplandor de los diamantes. Que encajara tan perfectamente en su dedo le pareció un buen augurio.

 

Incomodado por el entusiasmo de Shirou, Yonekuni se encogió de hombros y permaneció en silencio. Cayó en la cuenta de que, aparte de un deteriorado reloj de plástico, nunca había visto que Shirou llevase ningún tipo de prenda y que era perfectamente posible que no poseyera ninguna. De repente, deseó haberle comprado un anillo.

 

-Shirou... -suspiró con una torpeza poco característica en él-. ¿Te importa que te llame por tu nombre?

 

-Por supuesto que no, es el nombre que me pusieron al nacer, intentaré ser el mejor esposo que pueda...--

 

Yonekuni casi bufó en voz alta. Sabía que él se estaba muriendo por escuchar las mismas palabras de sus labios, pero no quería mentirle. Aún le quedaba mucho para alcanzar una cierta satisfacción, si es que alguna vez podía alcanzarla. No quería casarse con él. Punto y final. Tampoco quería tener un hijo, admitió con amargura. Y no había nada que pudiese cambiar esos hechos irrefutables.

 

Tres semanas después, casi perdidas en un espumoso, mar de encaje hecho a mano y de cara seda, Shirou caminó hacia el altar del brazo de su abuelo. Aunque daba pasos pequeños, era como si dentro de su mente estuviera flotando en el aire, henchida por la emoción de estar a punto de casarse con el hombre al que amaba. Ni una sola duda hizo sombra sobre su espíritu optimista.

 

En el transcurso del día, sin embargo, la cruda realidad le iba a destinar una serie de golpes que aplastarían sus dulces esperanzas de futuro. Al cabo de unas horas, su felicidad sería destruida y su confianza hecha añicos. Cuando su novio se emborrachó hasta caer inconsciente en el banquete de bodas y tuvo que ser arrastrado al lecho nupcial, sólo Ryoma Fujiwara careció del tacto necesario para echarse a reír. Herido y humillado más allá de lo que podía concebir, Shirou olvidó haber albergado alguna vez la esperanza de que ellos dos pudieran comportarse como un matrimonio de verdad, tal era la mortificación que sentía por su ingenuidad. A pesar de su sentido común, esa noche de bodas que nunca llegaría a consumarse iba a convertirse en la noche más larga de su vida...

Notas finales:

Espero que la hayan disfrutado ♥

Dejen Review ♥


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