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El maestro por Destroy_Rei

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Notas del fanfic:

Es super simple, yo debería estar estudiando pero en vez de hacerlo, me puse a escribir esto u.u

Las palabras en el proyector dejaban de cobrar sentido en esa asignatura, era como si estuvieran escritas en cualquier idioma, o tal vez en alguna lengua muerta, desconocida, quizá también era una lengua que todos conocían a excepción del alto moreno de ojos grandes y castaños, porque oía al maestro hablar, intentaba leer las palabras proyectadas de color blanco en cuadros negros, podía ver cómo sus compañeros hacían preguntas respecto a los textos, pero él no entendía nada. Era frustrante, especialmente porque había tenido un promedio de calificaciones perfectas en sus primeros dos años de la universidad, incluso había aprobado perfectamente el primer curso de Antropología, pero este, era imposible.

 

-       ¿Entendieron? – preguntó el esbelto maestro, volteando a borrar la explicación que había echo en un esquema dibujado a mano a un lado del pizarrón blanco

 

Tal vez lo terrible no era la materia en si ni la escritura, Minho, el moreno que no entendía nada, desvió los ojos apenas el maestro se volteó a borrar, sus ojos se deslizaron por las piernas torneadas y largas del joven maestro Kibum, en sus muslos suculentos, en su hermoso y perfecto trasero.

 

-       Minho – le llamó con su voz firme, el borrador aún en su mano, la atención de todo el salón estaba ahora en él - ¿entendiste?

 

Al alto muchacho se le colorearon las orejas al instante, mientras mentía asintiendo bruscamente. Kibum le dio una mirada casi de advertencia, mientras proseguía con la clase, ¿le habría notado? ¿El maestro Kibum habría visto cómo le miraba el trasero? El moreno enterró el rostro avergonzado en el cuaderno de apuntes –completamente vacío-, su vida era un infierno por culpa de ese docente, por culpa de su cuerpo hermoso y esa afición que tenía por vestir jeans ceñidos que resaltaban la gloriosa curvatura de su precioso trasero.

 

Kim Kibum era uno de los maestros más jóvenes, era guapo, extravagante, se reía con libertad y era perfecto. Tenía el cabello negro siempre brillante, bien peinado; una cicatriz en su ceja que le daba una forma única; altos pómulos; pequeños y afilados  ojos de gato; la nariz más hermosa del universo entero; sus labios eran una obra de arte; su cuerpo era una maravilla; su trasero…. Joder, su trasero. Minho se sintió enamorado en el instante mismo en que sus miradas se cruzaron en uno de los largos corredores del campus. El moreno iba atrasado a su practica de fútbol, y el esbelto muchacho de ojos felinos caminaba tranquilamente bebiéndose un vaso de café de los más grandes. Minho pensó que era un alumno y le sonrió descaradamente, pero el otro simplemente corrió la mirada, apretó el paso y le dejó ahí plantado, mirándole como un idiota. El moreno frunció el ceño confundido, ¿No era gay? ¿Se había equivocado? Dio un rápido vistazo al muchacho de espaldas, era jodidamente hermoso. No, no podía estar equivocado, estaba seguro de que ese chico era gay, ¿no era de su gusto?, todo ese tipo de estúpidas preguntas desfilaron en su mente mientras trotaba sin entender hacia las canchas, jamás imagino que sería un maestro.

 

Aún recordaba la primera vez que le vio en clases, era su ultima asignatura del viernes, la primera vez que la tenía, había entrado al salón riendo junto a Jinki y se habían sentado en frente como era costumbre, le sonrió al hermoso pelinegro en cuanto lo vio entrar, pensó en lo precioso que era, en lo conveniente que sería ser su compañero, pero la sonrisa fue cediendo cuando vio que el bonito joven dejaba sus cosas en el escritorio de los maestros. No, tenía que ser una jodida broma. El muchacho ordenó las cosas, sacó su laptop y bebió un sorbo de su largo vaso de café, Minho estaba boquiabierto como un idiota, mientras Jinki intentaba llamar su atención, pero no podía salir de su asombro.

 

-       Mi nombre es Kibum – explicó el maestro, anotando algunos datos en la pizarra, el alto no pudo evitar dar un rápido vistazo a su trasero – seré su maestro de Antropología en este programa, espero que den lo mejor de ustedes este semestre, voy a pasar la lista así puedo empezar a aprender sus nombres, ¿bien?

 

Sus ojos volvieron a encontrarse apenas su hermosa boca pronunció ‘Choi Minho’, el estudiante atendió a su nombre y el maestro le miró intensamente con esos ojos felinos. Una pequeña y divertida sonrisa se dibujo en sus labios tan solo un instante, y luego estaba recitando nombres de otras personas.

 

-       me siento como un idiota – susurró, llamando al atención de su compañero

-       ¿eh? – Jinki le miró extrañado, con sus ojos rasgados - ¿Por qué?

-       Intente ligar con él – confesó avergonzado

-       ¿Con el maestro? – preguntó el otro extrañado

-       Yo no sabia que era un maestro – suspiró hundiéndose en su silla

-       ¿Fuiste a darle tu móvil o algo así de idiota? – se rió divertido

-       No, solo le sonreí en el pasillo hace unos meses, pero fue ese tipo de sonrisas – admitió derrotado

-       ¿ese tipo de sonrisas?

-       Del tipo ‘te quiero en mi cama’

-       ¡Bien! ¡Vamos a comenzar la clase! – anunció el pelinegro, empezando a abrir archivos en su laptop, haciendo que todos guardaran silencio.

 

Kibum era divertido, era agradable, daba ejemplos a cada cosa que explicaba y hacia reír a todos. Minho se sentía hipnotizado, porque no solo era hermoso, también era divertido y sumamente inteligente. No era el tipo de maestros aburridos y aún así era autoritario, no permitía que apartaran la atención de las lecciones y lo dejo demostrado en esa primera clase, cuando volteó a mirar al moreno, con sus ojos agudos.

 

-       Entonces, ¿Minho? – el alto asintió con expresión asustada - ¿cuáles son las bases del estudio del hombre?

-       Ehh – empezó titubeante y avergonzado – no lo escuche

-       Lo sabia – dijo con expresión dura, volteándose a mirar al resto – aunque no esté mirándoles, sé perfectamente quienes están escuchando y quienes no – volvió a mirar al alto, alzando ambas cejas de forma casi desafiante – además, escucho todo lo que hablan, todo

 

El alto se quedó pálido ante aquello, mientras el mayor retomaba las lecciones, ¿Le habría escuchado hablar con Jinki al principio de la clase? Joder, quería matarse. Esa tarde descubrió con pesar que no podía cambiarse a otra clase y tendría que soportar la vergüenza de enfrentar al hermoso docente desde ese día hasta fin de semestre. Tendría que soportar saludarlo, interactuar con él, y aún peor: Tendría que aguantar el no perderse en su hermosa figura y atender a las lecciones.

 

Pero fue un fracaso.

 

Las calificaciones de Minho se fueron directamente a lo más bajo, el muchacho de ojos felinos le entregaba sus exámenes, llenos de cruces rojas y enormes números tan bajos que hasta al más flojo de los estudiantes le daría vergüenza. El alto agachaba la mirada sin ser capaz de enfrentar a su maestro, joder, estaba perdido. No podía cambiarse con otro maestro porque solo Kibum estaba impartiendo esas clases, y no podía botar esa asignatura porque estaba fuera de los plazos. El moreno se resignó a buscar otra forma de aprobar, pero para la tercera calificación ya parecía imposible.

 

-       Minho – le llamó cuando acabó la clase y todos iban saliendo

-       ¿Si? – el alto llevaba la mochila colgando floja de su hombro, mientras se acercaba avergonzado hacia el docente

-       Quiero hablar contigo, ¿Puedes esperarme un poco antes de salir?

-       C-claro

 

El moreno tomó asiento mientras veía cómo todos salían y Kibum terminaba de anotar algunas cosas en su computadora. Era hermoso. Minho nunca se había sentido tan atraído por otra persona, y era confuso a la vez, prefería creer que era admiración porque resultaba un poco bizarro estar enamorado de un maestro, pero el pelinegro era como de otro planeta, sus rasgos eran preciosos. Al alto le encantaba su pequeña nariz que se veía sonrosada en las frías mañanas, sus mejillas delgadas, sus pómulos altos, su bonita boca y sus gatunos ojos. Fantaseaba con él todas las noches y se quedaba prendado cuando lo encontraba en la biblioteca revisando estudios. El moreno sabia que era un error, que no estaba bien, pero por más que se reprendiera mentalmente, no había nada que realmente pudiera hacer.

 

-       Bien… - susurró el mayor, llamándole la atención. No había nadie en el salón y la puerta estaba cerrada, el murmullo de los alumnos se alejaba paulatinamente - … he estado revisando tus ultimas calificaciones…

-       ¡oh! Lo siento … - dijo avergonzado, encontrándose con aquellos ojos oscuros mirándole ahora con una hermosa suavidad - … no sé qué me pasa…

-       Hablé con otros colegas, pero ellos dicen que eres muy bueno y aplicado, pedí un informe de tu historial y es perfecto – levantó un montón de papeles para hacer énfasis en sus palabras - ¿No te gusta Antropología? En el primer curso aprobaste con las mejores calificaciones…

-       No es eso…

-       ¿No te gusta mi clase? ¿Es eso?

-       ¡No!, usted es un gran maestro… uno de los mejores – suspiró, se sentía estúpido y se odiaba por tener a esa hermosura de hombre preocupado

-       Minho – le llamó con suavidad, levantándose de la silla para rodear su escritorio -  sé que eres bueno, que no tiene problemas de aprendizaje y pasas la mayor parte de la hora intentando prestar atención… - se apoyó en la mesa de madera, mirándole intensamente

-       Maestro… - dijo quedo, viéndolo ensimismado

-       Voy a ayudarte, ¿bien? – se cruzó de brazos, ofreciéndole una hermosa sonrisa – cuando tengas una duda puedes venir y hablar conmigo, es una asistencia que tus compañeros aprovechan pero jamás me has detenido en un pasillo para explicarte algo, no te sientas presionado ni avergonzado porque te he llamado la atención en clases, ¿bien?

-       Si – sonrió agradecido

-       Bien, ahora puedes irte – se enderezó, volviendo tras el escritorio para guardar sus cosas. El alto asintió entusiasmado, mientras corría a la salida para abandonar el salón - Minho - cuando estuvo a punto de salir, el mayor volvió a llamarlo – deja de verme el culo en clases, ¿bien?

-       Claro, lo siento – hizo una reverencia completamente sonrojado, ante la sonrisa divertida del otro.

 

 

 

Aquella conversación generó una relación completamente diferente entre Kibum y Minho, sin alejarse de los limites entre alumno y profesor, Choi comenzó a frecuentarlo más veces en la biblioteca, en los pasillos y al final de la clase para aclarar dudas, sus calificaciones mejoraron considerablemente y fue como si el universo volviera a estar en equilibrio, aunque el alto a veces se aprovechaba de la situación y hacia más preguntas de las que en verdad sentía, solo para robarle la atención al pelinegro y ver su hermosa sonrisa más de cerca.

 

En cierto modo era un poco terrible, porque para el pesar del alto, mientras más veía e interactuaba con su maestro, más le gustaba, cada cosa de él le encantaba, desde sus sonrisas divertidas hasta sus carcajadas burlescas. Todo, y era como un virus que empezaba a expandirse por todo su cuerpo, porque ahora iba más allá de las ganas de cogerlo sin sentido en cada superficie de la universidad, de su casa y del mundo entero, ahora estaba evolucionando más allá, a una cosa que a veces le hacia doler el pecho cuando veía a lo lejos a Kim riendo con otros alumnos y con otros maestros, así que sus planes de buscar al mayor por cualquier pregunta idiota se volvió más intenso que nunca.

 

-       Minho – le saludó el maestro con su voz suave una mañana en la biblioteca. Era un viernes caluroso, un día después del campeonato de futbol que el equipo del moreno había ganado – te vi ayer en las canchas, felicitaciones

-       ¿de verdad? – preguntó sorprendido, mientras tomaba asiento junto al otro casi con naturalidad

-       Si, no me gusta el futbol, pero di un vistazo cuando estaban acabando – volvió a mirar las hojas gastadas de un antiguo y pesado libro – los maestros hablaron toda la semana sobre el encuentro y me dio curiosidad

-       Muchas gracias – sonrió amplió el alto, mirándole con cariño

-       ¿Qué necesitas? – dijo sin mirarle, como si apresurara las cosas para que el otro se fuera

-       ¡oh! ¡Si! – tomó su cuaderno de anotaciones, colocándolo bajo las orbes oscuras del otro – No puedo entender esta teoría…

-       Déjame ver… - le quitó el cuaderno, leyó un par de veces, escribió algo rápido que el otro no alcanzo a leer y le devolvió los apuntes – ahí está, ¿bien?

-       Si… - Minho le miró confundido ante su extraño comportamiento

-       Tengo que irme, ¿si? No vemos en clases

 

El docente cogió todas sus cosas y se levanto de la mesa con prisa, era como si de pronto hubiera recordado algo y tuviera que irse rápidamente. Choi le vio salir presuroso, y se derrumbó derrotado, ¿Se habría cansado de verle todo el día? Era probable, no muchos soportarían tener a un pendejo persiguiéndoles por todos lados preguntando cosas estúpidas y obvias, pero Minho no quería dejar de verlo ni de estar con él. Con desgano miró el cuaderno:

 

xx- 91420912  llámame (: me han llegado comentarios malintencionados dentro de la universidad pero puedo seguir ayudándote”

 

Eso era aún mejor que simplemente abordarlo fuera de clases.

 

 

 

 

 

 

Se juntaron esa misma tarde en una cafetería de diseño simple y moderno a la vez, estaba bien iluminada y se ubicaba bajo la sombra de los enormes arboles del parque. Kibum vestía jeans y una playera ancha con tonos suaves. No era nada fuera de lo normal pero se veía hermoso. Minho sentía que el corazón le dolía al verlo tan perfecto y tan cercano. Pidieron café frio y limonada con menta.

 

-       He escuchado un par de cosas que no quisiera repetir – dijo con franqueza el maestro, dejando sobre la mesa de madera sus gafas de sol – y no quiero que eso se interponga entre nosotros… - El alto sintió que su pulso se volvía loco con ese ‘nosotros’

-       Lo siento, quizá he sido muy inoportuno, usted es un maestro increíble, no quiero traerle problemas…

-       Me gusta – admitió el otro hablando bajito – me encanta que seas inoportuno…

-       Kibum…

-       Minho, sé que no eres tan tonto, ¿bien? Yo también me he estado aprovechando un poco de mi condición como maestro…

-       ¿Es en serio? – preguntó solo para comprobarlo, con los ojos chispeantes

-       Quizá no te vi simplemente por curiosidad jugando ayer… - Los ojos felinos le miraron con complicidad mientras bebía su café americano bien frío.

 

 

 

 

Empezaron a encontrarse con mayor frecuencia, Minho descubrió que lo que sentía iba creciendo, como si no tuviera un limite, y se expandía con más fuerza cada vez que el pelinegro reía libremente por alguna estupidez, se preocupaba de él cuando necesitaba algún consejo, o le daba esos abrazos de largos minutos cuando tenían que dejar de verse. Choi estaba loco de amor para cuando ya habían pasado solo un par de semanas de salir, y era terrible, para el día en que se besaron por primera vez, escondidos tras un enorme árbol, el alto ya ni siquiera podía pensar con claridad sin tener el precioso rostro de su joven maestro tatuado en sus pensamientos.

 

-       te amo – susurró Minho sin contenerlo, contra la boca húmeda, volviendo a atrapar sus labios en un beso caliente y torpe – te amo desde aquella vez que te vi en el pasillo

-       Si me amas tanto, pídemelo – susurró Kibum ladeando el rostro casi con ternura, con sus ojos felinos a medio cerrar y la espalda apoyada en el inmenso árbol.

-       Se mi novio, solo mío – se apegó más al mayor, tomándolo cariñosamente por la cintura

-       Tu también, solo mío – rió, besándolo más intenso.

 

Minho dejó de frecuentar a Kibum en la universidad, dentro del aula no iba más allá de una sonrisa cómplice entre clases, y si ese era el precio que debían pagar para estar juntos estaba bien, porque al salir tenían su recompensa. El alto se sentía agradecido, cada vez que se juntaban en la tarde o noche, cuando iban a comer a un restaurante o al cine o a cualquier lugar que sirviera para alimentar ese amor casi clandestino.

 

La primera vez que el moreno fue al departamento de su novio fue un sábado por la tarde. El sol brillaba intenso y él estaba ahí nervioso, con una bolsa llena de pastelillos y frituras. Kibum le abrió la puerta colgándose de su cuello para besarlo deliciosamente como recibimiento, el alumno pensó, mientras le rodeaba con su brazo desocupado, que vivir una vida así sería perfecto.

 

-       quiero que te quedes aquí por siempre – susurró el mayor, sentándose sobre las piernas de su alumno en el sofá, cuando la película que habían empezado a ver llegó a los créditos

-       ¿Eso es una invitación? – sonrió contra su boca, abrazándolo más estrecho a su cuerpo

-       Es una invitación a futuro – asintió, besándole con suavidad

-       Que bueno - aprobó el alto -  porque tengo pensado que me soportes muchos años más – rió, dejando un beso en la pequeña nariz del otro.

 

 

 

 

 

Las cosas cambiaron un poco a fin de semestre, cuando solo quedaba un par de exámenes para terminar. Alguien había esparcido el rumor de que uno de los maestro jóvenes estaba saliendo con alguien del alumnado, la gente hablaba de una alumna pero otros cuantos apuntaban seguros a que se trataba de un alumno. Tuvieron que idear un plan perfecto para alejarse sin levantar sospechas, había sido difícil, pero ambos estaban tan enfocados en proteger la relación que estaban dando todo de su parte.

 

-       ¿Y si me cambio de universidad? – propuso una tarde el alto mientras estaba junto a su novio en la cocina, el mayor le iba a preparar una cena especial en recompensa. Había ganado las finales universitarias de futbol, pero se sentía completamente derrotado al no poder celebrar como hubiera querido: besando al hermoso maestro frente a todos. Eso habría sido mucho mejor que haber tenido que simplemente saludarle a lo lejos en las gradas.

-       No – dijo firmemente, sirviéndole una copa de champagne – este es nuestro sacrificio para poder ser felices – le entregó la copa, y luego volvió a apoyarse en el mesón para preparar las verduras – además, será solo hasta que acabes…

-       Pero es mucho sacrificio – se quejó, tomándolo suavemente por las caderas para atraerlo hacia si – te ves hermoso – susurró contra su oreja

-       ¿Te gusta? – sonrió divertido, apartándose un poco para que lo observara – es la playera de mi jugador favorito…

-       mmh – asintió aprobándolo, mientras sus dedos se deslizaban, acariciando suavemente con sus pulgares las redondas nalgas del otro – eres perfecto amor…

-       Minho… - suspiró, dejando el cuchillo aún lado para apoyar las palmas de sus manos en el mesón, levantando más su trasero, incitando al menor.

-       Te amo – susurró, dejando un pequeño beso en su cuello.

 

Kibum respiró agitado, removiéndose incómodo en el abrazo apretado del otro, restregando su trasero contra la erección palpitante que aún entre la ropa se clavaba deliciosamente contra su cuerpo. Minho gruñó, apretando más el agarre, tirándolo con fuerza hacia su cuerpo, haciendo que el mayor se arqueara, recostando la cabeza en su hombro fuerte. El menor no sabía cómo habían llegado a eso, de estar preparando la comida, a estar a punto de follar en la cocina, los dedos largos de su mano derecha estaban ahora desabrochando su pantalón, mientras sus gruesos labios dejaban besos húmedos en ese cuello largo, y sus caderas se mecían suavemente, haciendo notar su necesidad.

 

-       Te amo tanto – habló contra su piel, cuando le había desabrochado el pantalón y sus dedos le habían empezado a bajar la prenda hasta sus muslos – eres delicioso – suspiró, metiendo su mano entre las piernas torneadas y blancas, separándolas.

-       Yo también te amo – respondió ahogado el más bajo, sintiéndose tan vulnerable y tan amado, acariciando la mano del moreno que le sujetaba firmemente las caderas

 

Minho se aparto un par de segundo para bajar su propia ropa de un tirón, dejando su erección caliente acariciar el trasero del otro, solo cubierto por sus bóxer. Kibum jadeó más fuerte cuando el alto empezó a restregarse más fuerte, y sus manos grandes empezaron a subirle la playera para acariciar sus pezones sensibles y erguidos en placer. Era perfecto. El alumno sentía que estaba en el cielo, acariciando las suaves y hermosas tetillas, haciéndole gemir de esa forma, empapándole la ropa interior con su propio pre-seminal. Le hizo voltear el rostro para mirarlo fijamente, estaba excitado y sonrojado, era lo más hermoso que había visto en su vida entera.

 

-       joder, eres perfecto – gruñó, besándole intensamente, enredando sus dedos en el elástico de la ropa interior para bajársela suavemente – me tienes loco – gimió contra su boca

-       Te amo – lloriqueó, cuando el menor bajó besando su espalda, hasta sus glúteos – Minho…

-       Mi amor, te amo tanto… - admitió con el rostro sonrojado, sin dejar de besarlo entero. Lo cogió por las manos, entrelazando sus dedos – eres lo más hermoso

-       Cállate, no me hagas avergonzarme – se quejó, reprimiendo los gemidos, cuando el otro empezaba a deslizar su lengua hacia su entrada – te quiero adentro…

-       Como ordene profesor – susurró con voz ronca, lamiendo la entrada apretada – joder, eres una delicia… - gimió, empezando a prepararlo

 

 

Cuando sintió que ya estaba preparado, lo giró sobre si mismo, agarrándolo por al cintura firmemente, besándolo intenso, disfrutando de la sensación hermosa del maestro temblando entre sus manos. Lo levantó y recostó en el mueble de cocina, abriendo sus piernas entre caricias. Lo penetró con suavidad, tomando su tiempo para no hacerle daño, apretando la cintura suave entre sus manos para reprimir un poco las sensaciones, mientras escuchaba los jadeos deliciosamente desesperados del mayor. Besó sus pezones y luego empezó a succionarlos con cariño, como si fueran la cosa más deliciosa del mundo, intentando distraer al otro mientras daba el último empuje hasta llegar bien adentro. Era el paraíso. Siguió lamiendo las tetillas erguidas y húmedas, mientras reprimía sus caderas que temblaban ante los impulsos de moverse en ese calor embriagante, pero no iba a presionar las cosas, amaba demasiado a Kibum para hacerle daño.

 

-       muévete – ordenó el otro ahogado, agarrándose de sus hombros amplios

-       ¿ah? – preguntó apenas, temblando

-       Muévete – gruñó, sacudiendo el mismo su cuerpo contra el otro, volviendo loco al alto con esa pequeña acción.

 

Minho no pudo soportarlo y empezó suavemente a moverse, haciendo que ambos gimieran casi a unísono. No podía explicarlo, no era capaz de expresar lo que sentía, el amor se le escapaba de las manos, era demasiado, Kibum, con su rostro sonrojado, con sus lindas facciones hermosamente contraídas era la cosa más importante del mundo, el hombre perfecto para él. El alto dejó que una de sus manos resbalara por el cuerpo sudoroso del otro y fuera a apretar sus nalgas mientras se impulsaba más adentro y masturbaba el hermoso pene del maestro con su otra mano. Era demasiado. El mayor se corrió al poco tiempo, gimiendo contra su boca, enterrando sus uñas en la espalda bronceada de su alumno, Choi lo hizo poco tiempo después, sin dejar de repetirle cuanto lo amaba.

 

-       arruinaste la cena – se quejó el mayor, dejando que el moreno descansara contra su cuerpo intentando recuperar la respiración

-       lo siento amor – rió ronco, dejando un beso en el pecho del otro

-       Te amo tonto – sonrió el más bajo, besando la frente perlada en sudor del menor

-       Yo también a tí mi hermoso maestro – Susurró irguiéndose cansado, besando los labios hinchados del otro.

 

 

Minho sabia que no era fácil, pero por Kibum podía intentarlo.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado ;) saluditossss


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