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Mañana puede ser tarde por Aomame

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Mañana puede ser tarde

La primera vez que lo vi, él dormía incómodamente en un asiento de avión. Aún recuerdo la caída de su fleco sobre su frente, y la curva de su cuello al tener la cabeza apoyada en una pequeña almohada. En ese momento pensé que mi compañero de asiento debía estar sumamente cansado como para dormir antes de iniciar el vuelo. Recuerdo que me dije que tendría un viaje tranquilo, sin vecinos hablanchines que no me dejaran leer o escuchar música. Detesto que las personas desconocidas entablen conversación conmigo con una facilidad y naturalidad que no  poseo.

Él  durmió aproximadamente dos horas de las cinco que duraba el viaje. Despertó como reloj suizo a la hora del almuerzo, y fue en ese momento que nuestras miradas cruzaron por primera vez. No hablamos, tan sólo esbozamos una ligera sonrisa de conocimiento. Al parecer a él, al igual que a mí, le gustaba la tranquilidad y el silencio.

Hablamos por primera vez, cuando la casualidad nos llevó al mismo hotel. Fue un hecho que nos sorprendió a ambos y que no pudimos dejar de comentar. Su voz era clara, grave pero al mismo tiempo suave, muy agradable. La conversación que inició como un simple comentario se prolongo cerca de tres horas, al punto tal que acabamos en el bar del hotel tomando un par de copas. Quién inicio y quién termino la conversación, es algo que ahora no recuerdo.

Una noche de esas de largas charlas y copas constantes terminó en la cama de alguno de los dos. Los recuerdos confusos de nuestros brazos y piernas entrelazados, de respiraciones agitadas y jadeos extraños, de sudor, saliva y semen, se mezclan en mi mente como un torbellino, aún, excitante.

Así inicio. Así me enamoré de él y él de mí.  Y podía decirse que lo teníamos todo.

La última vez que lo vi, él dormía. Su rostro hermoso de piel pálida lucía inexpugnable. Su cabello caía sobre la almohada de funda blanca con una perfección casi dolorosa. Yo lo amaba entonces, pero por un momento había perdido el rumbo.

Años habían pasado desde que iniciamos nuestra relación. Años donde había habido de todo, desde peleas hasta reconciliaciones, desde decepciones hasta sorpresas agradables. Pero en resumen, éramos felices. Habíamos comenzado a vivir juntos. Nada parecía entorpecernos. Pero el tiempo que había pasado, le había quitado lo excitante al coqueteó y a la insinuación ajena. Era como dejar algo emocionante por algo monótono. Eso pensé en aquellos tiempos. Estaba equivocado, pero probablemente era sólo una excusa.

Termine cometiendo un error, uno muy grave. Engañe a la persona que amaba, su confianza y su amor. Y lo peor  de todo ello no fue lo que vino después, sino esa mirada suya que no me podré sacar de la cabeza jamás, esa mirada que me persigue cada noche en cada nueva pesadilla. Su mirada de terrible dolor. Vi en sus ojos color violeta como su corazón se desgarraba por dentro, como toda ilusión y felicidad se hacían pedazos y tornaban a la oscuridad.

Lo demás, de ese día fatídico, es aún más confuso que nuestra primera noche, juntos. Pasó tan rápido, tan impredecible. Recuerdo haber bajado las escaleras del edificio donde vivíamos detrás de él. Recuerdo que hablaba, y qué él no quería escucharme. Recuerdo su espalda alejándose de mí, mis manos girándole del hombro para que me mirara, para que me perdonara. Y luego, él se soltó. Pero no nos dimos cuenta, ni él ni yo ni aquel. La siguiente imagen fue él en el arroyo de la calle, un charco de sangre alrededor de su cabeza y las marcas de llantas en el asfalto. Él se soltó, se soltó para siempre de mi mano.

Estuvo en coma tres meses, parecía dormido, así como esas noches en que me dedicaba a verlo furtivamente en nuestra cama. Tres meses y al cuarto mes empeoró, al quito el médico dijo: muerte cerebral.

Su cuerpo vivía a través de maquinas, nada más. Respiraba y su corazón latía, pero él, él no abría los ojos, ni hablaba, ni pensaba. Y aún así, yo me quedé ahí, día y noche, esperando eso. Esperando que sus parpados se levantaran y que su voz suave llamara a mí nombre.

La decisión la tomaron sus padres, yo no era nadie legalmente para opinar diferente. Además, tal vez era cosa del destino, dijo su padre. El hermano gemelo de él, estaba enfermo del corazón, necesitaba un trasplante y ahora lo tendría.  La decisión, supongo, la has adivinado ya. Decidieron desconectarlo, acabar con su vida artificial y darle su corazón a su hermano.

Estaba aterrado, frustrado, no podía entender como esos padres podían matar a uno de sus hijos para darle vida al otro. No podía, no lo entendía. Grité y maldije cuanta palabra se vino a mi mente. Insulte a sus padres, hice a su madre llorar; me aferré a su cuerpo, desgarré mis fuerzas y mi garganta hasta que seguridad me sacó, hasta que una enfermera presta clavó una aguja en mi brazo y perdí la conciencia.

La última vez que lo vi, para ser más exactos, parecía dormir sobre una plancha de acero. Tenía el rostro cubierto con una sábana blanca y cuando lo descubrí, su hermoso rostro seguía impasible, nada había cambiado, sólo que ahora su piel estaba fría, y ya no había aliento tibio entre sus labios. Sólo algo había cambiado radicalmente, en su pecho una línea vertical indicaba el lugar donde habían extirpado su corazón. Para mí fue una masacre, fue un acto cruel y devastador, lloré sobre su cuerpo inerte como un niño perdido, horas y horas, incapaz de aceptar, rogando, suplicando que aquello fuera sólo un mal sueño, el peor de todos. Lamentablemente no fue así o quizás, sigo inmerso en él.

El cuerpo que amé, ese de piernas largas y brazos delgados, ese, cuyo torso amaba abrazar por la espalda, en cuyos hombros me gustaba apoyar el rostro. Ese cuerpo con esos ojos hermosos de atardecer, de esa sonrisa tranquila como remanso de manantial, con esas manos tibias, y esos gestos particulares. Ese, que se entregó a mí tantas veces, que me lo dio todo; se redujo a cenizas grises y pálidas una mañana de domingo, frío y descomunalmente nublado.

En ese tiempo aún lo amaba. ¿Y sabes qué? En este instante, lo sigo amando.  Nunca dejaré de hacerlo, porque en este planeta y en cualquier otro, incluso en otra galaxia o universo, no habrá nadie como él.

Aprendí que en la vida no hay más que amor y muerte. Ya tuve lo primero y lo segundo me lo arrebató. Ahora mantengo mi amor en mis recuerdos y en mi corazón, y espero que la muerte me lleve de regreso a su presencia. Igual pido demasiado, igual tal deseo es descabellado.

Pasé meses, no, años culpando  a sus padres, rumiando la vida de ese hermano suyo que no le pertenecía. Pasé noches llenándome de amargura y rencor hasta que descubrí que el único culpable era yo. Yo que lo traicione, yo que lo hizo salir huyendo de nuestra propia casa, quién lo orillo a alejarse, yo quién lo hirió mortalmente. El auto que lo atropello no fue más que un instrumento compasivo que le dio el tiro de gracia. Yo maté a la persona que amaba. Yo, nadie más.

Vivo con eso cada día, y sí, por si lo estás pensado, muchas veces desee quitarme la vida, muchas. Pero si lo hago, tal vez tenga menos posibilidades de volver a verlo, quizás mis pecados así no tendrían redención. Así que soporto, soporto mi existencia como el castigo que merezco. Es la pena que me he impuesto.

Ahora ya lo sabes. Así que, da media vuelta y regresa a tu casa. No hay nada que pueda ofrecerte, no hay nada bueno que obtengas de aquí. Tal vez no seas tú o yo quién sea herido, tal vez sea la persona que te aguarda, tal vez no puedas darte cuenta hasta que sea tarde. Vete, y abrázale, amale, cada día en cada segundo.

 Mañana puede ser tarde.

 

 

Notas finales:

Wola! Esto es one shot no puede ser más, bueno, si puede, pero no porque me emocino y tengo muchas cosas que hacer jajaja

ok varias cosas que platicar con ustedes. 

1. Volví!!! Estoy feliz de volver, mucho, mucho. Me pondré manos a la obra en lo que tengo pendiente (tengo muchos pendientes) así que aguantenme un rato más.

2.Este one shot es triste lo sé, y querrán matarme lo sé, y que debí poner en advertencias la muerte del personaje, pero pensé que eso le quita cierta consistencia al relato porque estaría predispuest@s a lo que podía pasar... No sé...¿qué opinan?

3. La inteción era tratar dos temas, el primero la infidelidad, y luego, uno más importante y dificil, ¿qué hacer cuando alguien cercano tiene muerte cerebral? En lo personal no sé que haría. ¿Ustedes qué opinan al respecto?

4. Notese que extrañé el dialogo entre nosotr@s, siempre es enriquecedor.

5. Disculpen cualquier falta de ortografía o de mala redacción, ando fuera de ritmo.

Ah, creo que ya. 

Por cierto, no ando depre, sólo me gustó el tema. 

Espero que les haya gustado (de alguna manera) y nos vemos en la proxima, en alguno de los espacios que tengo por aquí

Ciao!!


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