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Amante de su Marido [2Min] por Bora2minFlamer

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Notas del capitulo:

Aigo bueno les traigo las actualizaciones de hoy n.n
Muchas gracias a todas por sus RW y esero en estos capítulos se aclaren sus dudas y se dejen ver esas sorpresitas n.n

 

A este paso creo que acabaremos el fanfic el fin de semana  jaja xD


f2min, querida en verdad que no me percaté de los vestidos y faldas e.e pero gracias, trataré de hacer una mejor adaptación.

 

ggaabbyy22  muchas gracias, sí, ya me encuentro mucho mejor de salud jeje solo fue un pequeñísimo virus en el estómago kk n.n

 

Ahora sí, a leers!! <3

Sentado en el amplio alféizar del ventanal de la sala de estar, Taemin observó pensativo a su hijo jugando alegremente en el jardín con perra de los Park. El niño, que estaba corriendo delante del animal, dio un traspié, yendo a caer de bruces sobre el césped, y la perra corrió solícita junto a él, pero al momento el chico volvía a ponerse de pie sin un solo rasguño.
Llevaban allí dos semanas, y Tae se sentía ya casi completamente recuperado, lo que quería decir que no había motivo para que permaneciesen allí por más tiempo, y que deberían volver a casa y retomar sus vidas.
Sin embargo, el castaño no podía engañarse con respecto a cómo reaccionaría su hijo ante la idea de marcharse. Adoraba a Minho, a los vigilantes, y a su perra, y sin duda se disgustaría mucho.
En ese momento, se oyó el ruido de un coche deteniéndose frente a la casa. Debía tratarse de Minho, que había salido después del desayuno para asistir a una reunión de negocios. A los pocos minutos aparecía en el jardín, dirigiéndose hacia Yoogeun, que corrió hacia él nada más de verlo, riendo cuando lo alzó en sus brazos haciéndolo girar con él.
Mientras los miraba, Taemin no pudo evitar imaginar una escena similar. Estaba paseando por el jardín, al lado de Minho, con la cabeza apoyada en su hombro, y un brazo de él en torno a su cintura, y de pronto aparecía Yoogeun y corría hacia ellos.
Se sintió estremecer. ¿Por qué, por qué tenía que martirizarse de esa manera con cosas que nunca iban a ocurrir? Parecía que nada podía destruir el amor que sentía por Minho, ni siquiera algo tan doloroso como que se hubiese negado a aceptar una y otra vez que Yoogeun era su hijo.
Tenía que decirle al mayor que quería marcharse, y tenía que decírselo ya, antes de que su vulnerabilidad se hiciese aún mayor. Inspirando profundamente, se levantó y salió al jardín.
Cuando lo vio acercarse a ellos, Minho dejó al niño en el suelo.
—Yoogeun-ah, ¿no es hora de que lleves a Puki a casa? —le sugirió Minho al niño—. Debe de ser ya su hora de comer.
El chiquillo asintió. Fue por la correa, que yacía en medio del césped, y la enganchó en el collar de la perra.
—Vamos, chica —le dijo, tirando de la correa.
Y se alejó, hablándole al animal como si pudiera entenderle.
— ¿Sabes? —le dijo el moreno de repente a Tae mientras veían marchar al niño—, he estado pensando, y no creo que haya razón para que el chico no pueda tener un perro. Es muy responsable. De hecho, ayer al ir a comprar el pan me crucé con el cartero y me dijo que su perra labrador ha tenido varios cachorros y quieren regalados. Podríamos acercarnos mañana para que Yoogeun escoja uno.
—¡No!, ¡Yoogeun no va a tener un perro! —lo interrumpió el castaño bruscamente. Minho frunció el ceño.
—Vamos, Tae, se muere por tener uno...
— ¿Crees que no lo sé? — replicó el menor—. Puede que hayas estado pensando, Minho, pero es obvio que no has pensado en que nuestra casa no es tan grande como ésta, y en que yo tengo que trabajar —le espetó enfadado, dándole la espalda.
—No te pongas así, Minnie... —comenzó el alto, extendiendo una mano y poniéndola sobre su brazo.
Taemin se revolvió al instante, girándose hacia él y diciéndole furiosa:
— ¡Suéltame, no me toques! Odio que me toques.
Al ver cómo sus agrias palabras ensombrecieron el rostro del moreno, el menor se dio cuenta de que se había pasado. Sin embargo, antes de que pudiese disculparse, la tristeza de los ojos de Minho se transformó en ira, y de pronto lo agarró por los brazos, atrayéndolo bruscamente hacia sí.
— ¡Déjame, no...! —protestó él, pero el resto de sus palabras fueron silenciadas por los labios de Minho.
La ira que lo agitaba por dentro hizo que Taemin le respondiese con la misma intensidad. Sin embargo, la causa de aquella ira no tenía nada que ver con que el moreno quisiese comprarle un perro a su hijo, sino con el deseo que insistía en reprimir a toda costa. Su cuerpo estaba volviéndose contra él, se dijo cuando se oyó gemir suavemente. De algún modo, en ese momento en la mente del menor se disipo el pasado, y se disipo también la traición del mayor. Sin darse cuenta, sus manos subieron hasta su rostro, y el tacto de sus mejillas afeitadas fue suficiente para acrecentar la excitación que se estaba apoderando de él.
Las manos de Minho tampoco estaban quietas. Habían empezado a recorrer su espalda con sensuales caricias, luego le masajearon los hombros, volvieron a bajar por la espalda hasta la cintura, y no se detuvieron allí, sino que siguieron bajando. Taemin se estremeció cuando alcanzaron sus caderas y tiró de ellas hacia delante, apretándolas contra las suyas.
El movimiento de la mano derecha de Minho, subiendo y bajando de su glúteo a su pecho, arrancó de la garganta de este un intenso gemido, y se arqueó hacia él extasiado.
—No, Min. No... Mmm... así... —se oyó el menor murmurar a sí mismo, farfullando a continuación palabras de alabanza y ruegos entre los apasionados besos que se estaban dando—. Minho... —jadeo, colocando su mano encima de la que él tenía sobre su pecho—. Tócame bien...
— ¿Bien?
El tono ronco de su voz le dijo al menor lo excitado que el contrario estaba, y un cosquilleo delicioso lo recorrió de arriba abajo.
—Ya sabes a qué me refiero... —lo urgió—, sabes lo que me gusta.
— ¿Te refieres a esto? —inquirió Minho, acariciando su pectoral en torno al endurecido pezón. Tae se estremeció.
—Mmm... Sí, a eso —asintió en un susurro—. Pero sin la ropa, Minho. Quiero que me quites la ropa y que tú te la quites también. Los dos desnudos —añadió—, sin nada entre nosotros.
— ¿Sin ropa?—repitió él como un eco—. ¿Y qué me dices de así?

Le subió la camiseta a través de la camisa, y froto la tela contra el pezón, arrancando un gemido desesperado de placer de los labios del menor.
— ¿Te ha gustado? —inquirió el moreno.
—Mmm, sí... —asintió el menor tembloroso.
Minho tomó una de las manos del menor y la plantó con la palma abierta contra su pecho, haciéndola descender hacia su estómago, y más allá. Los dedos de Taemin se apretaron ansiosos contra la bragueta de su pantalón, explorándolo febrilmente, pero quería tocarlo de verdad. Estaba ya a punto de bajarle la cremallera, cuando sonó el móvil de Minho y el antipático ruido lo devolvió a la realidad.
¿Qué estaba haciendo? Se apartó del mayor, que estaba mirándolo aturdido, y echó a correr hacia la casa queriendo escapar no sólo de él, sino también de la humillación que sentía.
— ¡Tae, espera!
El alto maldijo entre dientes. El móvil seguía sonando. Irritado, lo apagó, y fue tras el menor. Tan pronto como llegó a su dormitorio, Taemin abrió el armario y sacó las maletas que el mayor les había comprado. Abrió una de ellas en el suelo, y empezó a descolgar ropa de las perchas y a meterla en esta de cualquier manera.
— ¿Qué estás haciendo? --La voz de Minho lo hizo girarse.
— ¿Qué crees tú que estoy haciendo? —le espetó—. ¡Estoy haciendo las maletas! ¡Yoogeun y yo nos vamos! Nunca debimos venir, nunca. Sabía que...
— ¿Qué sabías? —lo interrumpió el mayor.
El brillo furioso en sus ojos hizo que el corazón empezara a latirle como un loco y que un escalofrío le recorriera la espalda, pero se dijo con firmeza que no iba a dejarse intimidar.
—Lo que sé es que no quiero seguir ni un minuto más aquí, Minho, viviendo bajo el mismo techo que tú—le contestó enfadado apartando la mirada.
— ¿Qué es lo que ha pasado, Minnie?, dímelo —le rogó él exasperado—. Hace cinco minutos estabas en mis brazos y de repente...
—No quiero hablar de eso —lo interrumpió el menor—. Lo que... lo que ha pasado ahí fuera no ha significado nada para mí. No ha sido más que...
— ¿Más que qué? —lo desafió Minho.
Taemin sabía que lo que estaba intentando era que lo mirara, pero también sabía que, si lo hacía, podría ver en sus ojos lo vulnerable que era en realidad, así que manteniendo la cara vuelta hacia un lado, le gritó obstinadamente:
— ¡Nada!
— ¿Nada?—repitió él en un tono quedo.
Había un matiz amenazante en su voz, y al verlo avanzar hacia él, aturdido, dejó caer la ropa que tenía en la mano, y trató de huir de él, dándose cuenta demasiado tarde de que había ido hacia la cama en vez de hacia la puerta. Estaba atrapado, con Minho delante de él impidiéndole el paso. No le quedaba otra opción más que trepar por encima de la cama y escapar por el otro lado, pero justo se había dado la vuelta y se estaba encaramando a esta cuando Minho lo agarró por un tobillo y lo detuvo.
—Buen intento —farfulló divertido—. Siempre me pareció que tenías uno de los traseros más bonitos que he visto en mi vida —dijo bajando la vista a esa parte de su cuerpo—. Y creo recordar...
Taemin no quería oír lo que recordaba, y por una buena razón: temía que escuchar al alto hablar del pasado la hiciese sentirse aún más vulnerable.
—Y respecto a ese... « Nada »... —murmuró el mayor en su oído—, ¿qué te parece si empezamos otra vez desde el principio?
Minho se subió también a la cama, haciendo rodar al menor hacia un lado para que quedara boca arriba, y se colocó sobre él, apoyando su peso en las rodillas y las manos. A Taemin le bastó con mirarlo a los ojos para saber lo que iba a ocurrir. El alto tenía la vista fija en sus labios, y el menor se encontró de pronto entreabriéndolos y humedeciéndolos con la punta de la lengua.
—Así que lo que ha pasado fuera hace un rato no era nada... —murmuró el moreno.
Sin despegar sus ojos de los de él, trazó lentamente con el índice la curva de la mandíbula del menor y luego el contorno de sus labios.
—Sabes que voy a besarte, ¿no es verdad? —añadió—. Y sabes que quieres que te bese.
Tae intentó decir que no, intentó convencerse de que no, pero Minho no estaba jugando limpiamente. Sabía lo loco que lo volvía su manera de besar, esos besos lentos y sensuales que hacían que se derritiera por dentro. Y lo sabía porque él se lo había dicho mil veces mientras habían estado casados. Y quizá también más recientemente pensó el menor,...aquella noche, cuando él había estado con fiebre. Debería reaccionar, empujarlo y salir de allí, pero era como si estuviese bajo algún poderoso encantamiento, porque, con el corazón latiéndole como un loco, no podía apartar los ojos de la boca de Minho.

Notas finales:

aigo estos dos xD no se controlan!! <3


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