Cuando regresaron a casa, la señora Park estaba esperándolos para recibirlos, y aunque a Taemin no le pasó desapercibida la miradita conspiradora que cruzó con Minho cuando él se quedó diciéndole algo en el vestíbulo mientras Yoogeun se quedaba fuera jugando con Puki y él subía las escaleras, decidió ignorarlos.
Sin embargo, cuando estaba a punto de entrar en su habitación, el mayor lo detuvo, tomándola del brazo.
—Antes de salir de viaje, le pedí a Dara que llevara tus cosas a mi dormitorio.
Taemin sintió un temblor en el vientre, y enfadado por ese signo de excitación ante la idea de dormir con el mayor, se obligó a objetar.
— ¿A tu dormitorio? Pero...
—Era mi dormitorio, pero a partir de ahora será de los dos. Yoogeun pronto cumplirá los cinco años, y ya es mayorcito como para que su madre tenga que dormir en la habitación de alado.
No era eso lo que preocupaba a Taemin. Durante su estancia en Italia habían compartido la misma cama, pero Yoogeun había estado en la misma suite que ellos, así que naturalmente Minho no había intentado nada. En cambio en ese momento estaba diciéndole que iban a dormir solos, en un dormitorio aparte, y no estaba seguro de que fuera a poder resistirse a la atracción que sentía hacia él.
Resopló enfadado consigo mismo. Quizá la carne fuera débil, pero si se recordaba que había accedido a volver a casarse con él por el bien de Yoogeun no volvería a dejarse humillar, entregándose a él cuando lo único que quería era sexo.
Sin embargo, ¿podría mantener esa firme resolución tras una noche, y otra, y otra?
—Ese no es el problema —le espetó—. ¡No podemos dormir en la misma cama!
—No te ha importado estos días que hemos estado en Italia.
— ¡Eso era diferente! —insistió el menor.
—Por amor de Dios, Taemin, ¡estamos casados! —le recordó el moreno, empezando a exasperarse con su obstinación—, y además, la cama es lo bastante grande como para que no tengamos que estar al lado el uno del otro, si es eso lo que quieres.
—Por supuesto que es lo que quiero —se apresuró a mentir.
—Pues por mí estupendo —contestó él poniendo los brazos en jarras—. Si le pedí a Dara que llevara tus cosas a mi dormitorio, fue por Yoogeun. ¿Qué impresión crees que le daría que durmiéramos en habitaciones separadas ahora que estamos casados?
A eso Kate no pudo decir nada.
—Le he dicho a Dara que a partir de mañana tomaremos un té con Yoogeun a las cinco, cuando cene —le anunció el mayor—. Creo que es importante que estemos juntos a las horas de las comidas, ¿no te parece? Y he pensado llevarlo mañana a ver los cachorros de la perra del cartero, para que escoja uno. Dara le dijo que queríamos uno.
Eran las nueve de la noche, Yoogeun ya hacía rato que estaba acostado, y ellos estaban acabando la cena que les había dejado preparada la guardesa. Estaba todo delicioso, pero de pronto Taemin había perdido el apetito.
— ¿Por qué la señora Park y tu toman decisiones que conciernen a Yoogeun sin decirme nada? —exigió saber, profundamente irritado.
—Bueno, estoy diciéndotelo ahora mismo —replicó el moreno muy calmado.
—No me refiero a eso y lo sabes, Minho —contestó él en un tono de advertencia—. ¿Qué te dije sobre lo del perro?
—Vamos, Tae, sabes que Yoogeun se muere por tener uno...
— ¡Sí, y también sé que te dije que no quería que lo tuviese! —exclamó el menor fuera de sí, levantándose y arrojando la servilleta sobre la mesa
—Pero eso era porque él estaría en el colegio y tú trabajando y nadie podría hacerse cargo del perro, pero ése ya no es el caso. Estamos en el campo, y aquí no habría problema para...
—No pienso seguir escuchándote —lo interrumpió él, saliendo del comedor e ignorando sus ruegos de que volviese.
— ¡Taemin, por favor, no seas cría!
Enojado como estaba, el castaño no pensó al ir a refugiarse al dormitorio para no ver al mayor, que aquél era el dormitorio de los dos, y resopló enfadado consigo mismo cuando entró detrás de él y cerró la puerta.
— ¿Se puede saber qué es lo que te pasa? —inquirió.
— ¿Que qué me pasa? Que me las he arreglado perfectamente durante cinco años para criar a Yoogeun sin tu ayuda, Minho. Soy su madre y tú ni siquiera... tú ni siquiera...
— ¿Qué?, ¿qué ibas a decir? Sigue —lo desafió el mayor furioso— ¿Que tampoco me necesitaste para concebirlo?, ¿qué te lanzaste a los brazos de otro hombre para poder tenerlo?
La rabia que destilaban sus palabras hizo estremecer a Taemin. Nunca lo había visto tan fuera de sí, y fue precisamente aquel estallido lo que lo dejó sin habla.
— ¿Acaso crees que no pienso en ello cada día, cada hora? —le espetó el moreno, aprovechando su silencio—. Maldita sea, Taemin, ¿crees que porque no puedo tener hijos...?
Al darse cuenta de lo que había dicho Minho se quedó callado, ante la mirada entre atónita y confundida del menor.
— ¿Qué… qué quieres decir con que no puedes tener hijos? —inquirió, soltando el aliento tembloroso.