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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaa n.n 

Bueno...un día de atraso T.T Perdón :C 

Me costó un poco hacer este cap...es que tengo tantas ideas en la cabeza para este fic, que no sé como ordenarlas :C y además me siento algo presionada con el hecho de que ya lleve muchos caps. Pero por otro lado, cuando comencé este fic me dije a mi misma "lo haré más largo. Quiero que las relaciones y las acciones no se apresuren, que vaya a un ritmo normal" he intentado que la relación Aiden/Ethan se viera lo más real posible. En la mayoría de los fics es algo así como "amor a primera vista y te amo y me quedo contigo" ._. no sé. Intenté darle un poco más de realismo. No sé si lo he hecho bien. 

Pero definitivamente no pausaré esto Q_Q por muchas crisis y enredos que tenga. Le tengo cariño a esta historia
Ah, estoy diciendo cosas sin sentido xD

Espero que les guste el cap. Porfa ojo con la ortografía. No lo he revisado :P 

Muchas gracias por leer :3 

Capítulo 47: “Quemar”




—Aiden... Aiden, despierta —Alguien me sacudió por los hombros. Sentí un fuerte dolor invadiéndome la espalda y las piernas. ¿Cuándo me había dormido?—. Aiden, hay que irse —El tacto se hizo más brusco. Abrí los ojos y me encontré frente a frente con un par de ojos violetas. Intentó sonreír al verme, pero no lo logró del todo. Había algo que le preocupaba.

   —Gracias, Jack —miré a mi alrededor y noté que no había ningún colchón tendido. Todos ya se habían levantado. Con cierta nostalgia noté que el lugar de Ethan también estaba desocupado.

Me puse rápidamente de pie.

   —¿Qué ha pasado? —me preguntó, mientras me ayudaba a ordenar las sábanas y frazadas que había utilizado la noche anterior para dormir—. Cuando Eden le preguntó a Ethan por ti, él estuvo a punto de darle un puñetazo —hizo una pausa y se me quedó mirando, como si estuviese analizando mis reacciones—. Y anoche Ethan vino a dormir hecho una furia.

Tragué saliva, nervioso. Me avergonzaba contarle lo sucedido y de sólo recordarlo un nudo se formó en mi garganta. Si hablaba, sabía que mi voz se quebraría. Respiré hondo.

   —B-Bueno… —La voz me tembló un poco. Terminé de doblar una frazada y la dejé en su lugar, tomé mi mochila con nerviosismo y me até los zapatos. Carraspeé la garganta. ¿Cómo demonios iba a explicar lo que sucedió en el baño la noche anterior, si ni siquiera yo sabía muy bien lo que había ocurrido? Debía decirlo objetivamente—. Anoche Allen me besó y Ethan lo vio —solté. El rostro de Jack casi cayó al suelo por la impresión.

   —¿¡Qué!?

   —¡Juro que me tomó por sorpresa! —me defendí—. Él sólo llegó y de la nada, me tomó y… —Sus manos puestas repentinamente sobre mis hombros me obligaron a callar.

   —Te creo, Aiden —dijo—. No me debes ninguna explicación.

Expulsé en un suspiro todo el aire que inconscientemente había estado conteniendo en mis pulmones.

   —Gracias.

   —Intentaré hablar con él —dijo, antes de que nos encamináramos a la puerta.

Faltaban dos minutos para las siete de la mañana y como Yü había ordenado, todo el grupo estaba ahí esperando en la entrada principal. Yü y Ayame eran acompañados por Steve junto a siete hombres más, ascendiendo el número de personas a casi veinte o veintidós. Jack me dejó ahí y fue a hablar con Eden, para que seguramente le ayudase a hablar con Ethan.

   —¿Están listos? —preguntó una voz.

El “sí” fue al unísono.

El robusto capitán Steve cargó su escopeta y explicó brevemente la situación antes de salir. El Great Bridge estaba cerca y si todo salía bien, debíamos llegar en un día o quizás dos. Íbamos en busca de un equipo que había salido de excursión hacia esa zona hace un par de semanas y que desde hace tres días había perdido comunicación con la base. Su misión era sencilla y muy similar a nuestro propósito; investigar qué había al otro lado del Great Bridge. Según los reportes que ellos dieron, efectivamente existía un tipo de “campamento” que nada tenía que ver con La Resistencia y que al parecer mostraba mucha más organización que La Resistencia misma, ellos suponían que el gobierno tenía algo que ver en ese campamento. Los informes habían ido bien, estuvieron un tiempo observando ese campamento desde lejos y al parecer eran bastante civilizados. Se suponía que intentarían establecer contacto, pero las noticias un día dejaron de llegar y eso tenía al capitán y a los demás preocupados.

¿Será que ese organizado campamento había caído durante estos tres días?

   —¿Aiden? —Una voz me trajo nuevamente a la realidad. Miré a mi lado, era Ian. Ivy y Claire también estaban cerca—. ¿Vienes?

  —Lo siento… —les seguí para salir. Unas camionetas estaban detenidas en el estacionamiento del lugar. Me detuve cuando vi a Ethan parado bajo la puerta que guiaba a los vehículos, estaba de espaldas a mí hablando con Teo. Un nudo me retorció el estómago y mi corazón se aceleró hasta su límite—. E-Ethan… —balbuceé y él giró el cuello levemente para mirarme; otra vez sus ojos se clavaron furiosos en los míos, fulminándome, hiriéndome, siendo indiferente a mis ruegos por intentar explicar la situación. Era esa mirada vacía e impenetrable otra vez. No dijo nada y volvió la cabeza hacia Teo y ambos comenzaron a caminar hacia una de las camionetas. Me estaba evitando.

Me sentí horriblemente frustrado.

Una mano se cargó sobre mi hombro en señal de apoyo.

   —Se le va a pasar.

   —¿Tú crees, Ian?

   —Sólo tienes que esperar a que bajen un poco los humos y se enfríen las pasiones… —acarició mi hombro—. Dale tiempo. ¿Vamos al auto?  —Y como la noche anterior, me dejé guiar por ese chico que me recordaba tanto a mi hermano. ¿No tendría algo que ver Ian con nuestra familia? Él, amablemente abrió la puerta de una de las tres camionetas para que entrara. Me senté en el asiento trasero junto a la ventana e Ian se sentó a mi lado, justo cuando Allen subía a la camioneta, quedando él entre Allen y yo. Agradecí ese gesto, no quería hablar con Allen aún.

   —¿Te suena el apellido Rossvet de alguna parte? —pregunté distraídamente. Él se quedó en silencio y sonrió—. Es que…, te pareces mucho a un familiar mío —aclaré.

   —El segundo apellido de mi padre era Rossvet —Una mueca indescifrable cruzó su rostro—. Dios mío. El segundo apellido de mi padre era Rossvet… —repitió y dio un pequeño respingo alegre y se giró hacia mí para envolver mis manos entre las suyas—. ¡Sabía que ese apellido me sonaba de alguna parte! ¡Tu apellido es Rossvet! ¿No? —asentí nerviosamente con la cabeza—. ¡Lo sabía! ¡Debí haberle puesto más atención el día en que nos conocimos!

   —Supongo que somos algo así como primos… —dije, riéndome, contagiándome con su envolvente buen humor. Asintió con la cabeza y sonrió ampliamente.

   —Eso significa que ya no estoy solo —dijo. Me estremecí ante ese comentario. Él había dicho que perdió a toda su familia en el inicio del desastre. Me abrazó, riendo aún y yo correspondí ese abrazo. Creo que pude entender lo que sentía.

Allen resopló, quizás molesto.

Nos separamos entre risas. Yo también me sentía extrañamente feliz. No recordaba ningún familiar fuera de mis padres y mi hermano; no sabía qué era de mis abuelos, ni si tenía alguna tía abuela, algún tío, o primos. Jamás nadie nos vino a visitar, supongo que eso se debía a que mis padres se la pasaron siempre fuera del país. Pero ahora sabía que había alguien más allí­. Eso era reconfortante, de alguna forma.

Comenzamos a hablar sobre nuestras vidas. Le conté que mi hermano había muerto al igual que su familia, él me habló de su vida antes del colapso; vivía en una casona en el campo, lejos de la ciudad, junto a sus padres y a su hermano pequeño, allí se reunía con sus tíos, sus abuelos y su hermano mayor todos los domingos a almorzar. Fue un domingo precisamente donde todo comenzó. La mujer que vivía al lado llegó a pedir ayuda, su marido parecía muy enfermo y al parecer se había vuelto loco.

   —Seguramente se dio un festín con todos ellos… —dijo—. Mi hermano mayor nos sacó al más pequeño y a mí de allí…, pero ambos habían sido mordidos.

Eso sonaba muy trágico.

   —Lo lamento mucho.

   —Gracias.

   —¿¡Qué ha sido eso!? —La voz alarmada de Allen nos volvió a la realidad a ambos. Inmediatamente el vehículo se sacudió, con horror noté que algo nos intentaba hacer volcar; otra camioneta, una camioneta de cazador.

¡Demonios! ¡Los había olvidado!

Otro fuerte golpe sacudió la puerta. La ventana por la que había estado mirando se trizó. Era momento de actuar.

   —¡Abre la ventana! —ordené por instinto y alguien me obedeció. Asomé la escopeta que había cargado antes de que el vidrio colapsara y disparé sin mirar; la ventana del otro coche ya se hallaba demasiado cerca de nosotros. De respuesta recibimos un nuevo choque que casi me vuela la cabeza.

   —¡Son ellos! —El capitán Steve parecía incluso emocionado—. ¡Para el maldito auto! ¡Vamos a acabarlos! —me asusté un poco ante su orden. Tomó el radio e informó a las otras camionetas para que se detuvieran también.

   —¿¡Está loco!? —grité, intentando hacerle entrar en razón—. ¡Nos matarán a todos!

   —¡Nos matarán también si no nos detenemos!

   —Hazle caso, Aiden… —susurró cerca de mí la voz de Allen. Le miré molesto, enojado porque no me estaba apoyando. Sonrió—. ¿Tienes miedo? Yo puedo defenderte, si eso quieres —negué energéticamente con la cabeza.

   —No necesito nadie que me defienda.

Las camionetas se detuvieron todas al mismo tiempo. No podía negarlo, estaba aterrado.

   —¡Abajo todos! —gritó el capitán—. Él debe estar ahí.

   —¿Quién? —La respuesta a mi pregunta nunca llegó, ya había sido arrastrado hacia abajo. Los vehículos de La Resistencia actuaron como una barricada que les cortó el camino a los cazadores y con una velocidad y organización impresionantes, todos nos ubicamos en algún lugar estratégico. Busqué a Ethan con la mirada, estaba sobre uno de los techos de nuestras camionetas junto a Yü, Ayame y Eve, cargando un francotirador.

Recordé cuando yo también tuve que hacerlo, en casa de Eden. En ese entonces mi puntería apestaba.

Cargué la escopeta otra vez, nervioso y esperé. Las camionetas de los cazadores se detuvieron frente a nosotros. Eran dos.

Todo esto…, me parecía un suicidio.

   —Aiden… —La voz de Allen me asustó.

   —¿Qué? —pregunté. No era momento para hablar. Las puertas negras frente a nosotros empezaron a abrirse.

   —Toma esto… —tomó mis manos y depositó en ellas dos objetos que se me hicieron demasiado familiares. Eran un par de granadas—. ¿Alguna vez te preguntaste qué significa tu nombre? —preguntó y yo negué nerviosamente con la cabeza. ¿Qué importaba el significado de mi nombre? ¿A qué iba esto justo antes de enfrentarnos a una tropa de locos?—. Lamento lo que ocurrió ayer —dijo.

   —Luego hablaremos de eso —contesté. Él sonrió y me dio una palmada en la espalda.

   —Significa “pequeño incendio” —tomó su escopeta y se apartó de mí—. ¡Quémalo, Aiden! —gritó, ya lejos de mí—. ¡Quémalo todo!

De alguna forma sus palabras me dieron algo de ánimo.

   —Uno… —Steve comenzó a contar en voz alta. ¿Para qué?—. Dos… —Nadie me había dado una maldita orden. ¿Qué se supone que debíamos hacer? Yo traía una escopeta. Corta distancia. Recordé la organización de los jugadores en los típicos juegos de MMORPG[1] medievales que solía jugar antes del desastre. Los arqueros y hechiceros siempre atrás, para lanzar ataques desde lejos. Los luchadores en medio y los tanques, los que siempre sacaban la peor parte, delante de todo el grupo.

Tragué saliva. Yo era el tanque. Yo era la maldita carnada.

   —¡Tres! —Ellos ya se habían bajado de sus vehículos y, siguiendo un extraño instinto y movido por la adrenalina, le quité el seguro a la primera granada y la lancé hacia ellos.

Mi impresión fue enorme cuando noté que no salió fuego de ella, sino una luz, una luz enorme y…

¿¡Una granada cegadora!? 

   —¡Ahora! —gritó Allen. Mis piernas se movieron por sí solas y corrí junto a él y cinco personas más. Debíamos aprovechar que ellos no podían ver para atacarlos, aunque eso afectase nuestra vista también—. ¡Disparen! —Incluso si estaba demasiado cerca de ellos, mi muñeca tembló al oír esa orden. Recibí un puñetazo—. ¿¡Qué haces, Aiden!? —Allen le disparó al hombre que me había golpeado y que yo no pude matar. Un segundo hombre, a ciegas, se nos acercó pero cayó rápidamente. Le habían disparado desde lejos.

   —Lo siento…, es que… —Mi motivo era demasiado estúpido como para decírselo. Estaba acostumbrado a escapar de los cazadores, no a matarlos. Este hombre era un ser humano de todas formas y… ¿Por qué diablos estaba dudando?

   —¡Vamos, Aiden! ¡No me vengas con estas cursilerías ahora! —Allen me hacía reaccionar, adelantándose a mis pensamientos—. Tú mataste a esos cazadores el día en que quemaste la camioneta. No pongas excusas ahora.

   —¿¡Cómo sabes eso!?

   —¡Me lo contaron, demonios! ¡Dispara ya! —gritó. Por instinto, jalé del gatillo y le di en el estómago a un tipo que se nos había intentado lanzar encima. Allen palmeó mi espalda—. Eres tú o son ellos. Se llama supervivencia.

Algunos de ellos se habían adelantado y corrían hacia donde estaban Yü, Ethan y los demás. A lo lejos, noté que otro vehículo de cazadores llegaba. Preparé la segunda granada para lanzársela.

   —¡No! —Allen me detuvo y casi me la arrebata de las manos—. ¡Allí! ¡Preocúpate de ellos! —me hizo volver a mirar hacia donde estaban nuestros francotiradores. Efectivamente, esos diez hombres no solo corrían en dirección a Ayame y el resto, ellos iban con intenciones de atacarlos. Opté por lanzar la granada hacia allí, justo antes de que alcanzaran nuestros vehículos. La granada explotó y formó una especie de muralla de fuego que les impidió pasar.

Corrimos hacia ellos, entonces fue todo un caos de fuego y muerte. Disparé prácticamente a ciegas, no quería ver los rostros de las personas que estaba a punto de matar. Uno de ellos me saltó encima y le disparé en una pierna, su grito se escuchó desgarrador.

Parecíamos estar ganando.

Steve estaba sobre un cazador y le estaba golpeando.

   —¿¡Dónde está tu jefe!? —Su voz se escuchaba algo desesperada—. ¿¡Dónde está Cobra!? —La sonrisa del hombre que estaba bajo el capitán se vio más macabra por culpa del maquillaje de reptil.

   —¡Él ya está aquí! —rió, como un loco. Miré hacia atrás, hacia esa camioneta de cazadores que acababa de llegar, a la que no le había lanzado la granada. Reconocí la capucha negra que le cubría todo el cabello y ensombrecía ese rostro verdoso y aterrador. Se agachó para apuntar un francotirador, la mira se elevaba un poco por sobre nuestras cabezas. Seguí su trayectoria.

Apuntaba hacia el grupo de francotiradores, donde estaba Ethan; podía jurar que incluso le apuntaba a él, quien estaba demasiado concentrado disparando como para darse cuenta de que le querían meter un tiro.

   —¡Ethan, cuidado! —grité, pasando por sobre la barrera de fuego que comenzaba a extinguirse y me subí al techo de nuestro vehículo para llegar a él. Lo empujé y le hice caer sobre el capó, cubriéndole con mi cuerpo.

Sentí un fuerte dolor en mi hombro derecho.

   —¿¡Aiden!? —De pronto, el ruido de las balas empezó a hacerse lejano a mí—. ¿¡Aiden!? ¿¡Qué pasó!? —Ethan se las arregló para alejarme de ahí y palpó mi hombro, algo parecía estar incrustado ahí; lo quitó con fuerza, causándome más dolor—. ¡Maldita sea, Aiden! —me golpeó suavemente la mejilla, pero no sentí nada. El sueño comenzó a apoderarse de todos mis sentidos. Todo mi cuerpo se estaba durmiendo.

Ian corrió hacia mí y apartó a Ethan.

   —¡Aiden! ¿¡Qué ocurrió!?

   —C-Creo que… me dispararon —balbuceé con torpeza. Mi lengua también estaba dormida.

   —No, no, no. ¡No me jodas! ¡Vas a estar bien! ¡Ethan! ¡Ayúdame a llevarlo dentro de la camioneta! —Ethan obedeció en silencio y me tomó en sus brazos—. ¡Abran paso, abran paso! ¡Le dispararon!

Lo último que vi fue la oscuridad de los ojos de Ethan, atravesándome. Él parecía incluso más molesto que antes. Sus ojos volvían a herirme. ¿Qué había hecho mal ahora?

No debí haber escuchado a Allen. Debí haber lanzado esa granada al tercer vehículo de cazadores.

Debí haberlo quemado todo. Pero no lo hice. Y ahora, lo único que quemaba eran sus ojos que me hacían arder otra vez.

Mis párpados cayeron como dos pesadas cortinas de hierro.

 

 

 

 



[1] Los videojuegos de rol multijugador masivos en línea o MMORPG (sigla en inglés de massively multiplayer online role-playing game), son videojuegos de rol que permiten a miles de jugadores introducirse en un mundo virtual de forma simultánea a través de internet e interactuar entre ellos.


Notas finales:

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review :3 


Joder! >_< tengo pegada la canción Elastic Heart de Sia. 

Un abrazo a todos :3 



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