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¡Especial Navidad 2014! por Laia16

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Notas del capitulo:

Holas, Holitas y bonjoures a todos! xD

Ya sé que aún no es Navidad, ni siquiera estamos en diciembre, pero quería adelantarme un poco (o mucho, depende de como se mire) a las fechas de Navidad, para publicar un pequeños trabajo de un capítulo único en este lugar ^^

La Navidad es algo lindo, por eso quise hacer un lindo fic donde la ternura y la amabilidad sean los protagonistas en este día tan especial. NO hay lemon, pero hay ocasiones en los que el lemon no es necesario, ¿cierto? ;)

Disfrutad!!

Un niño de nueve años corría por las desérticas calles de Tokio. Aunque era Navidad, llovía a raudales, haciendo que la gente se lo pensara dos veces antes de salir de casa. El muchacho corría totalmente empapado, intentando no tropezar con el suelo resbaladizo. De vez en cuando, cerraba fuertemente sus ojos, pues las lagrimas se acumulaban y le dificultaban la visión. No tenía rumbo fijo, solo corría.

De repente, se detuvo. Estaba cansado de correr, además, se preguntaba que significado tenía correr, pues nadie lo seguía. Se encontraba solo pero esa soledad no le molestó. Caminó despacio. Se enjugó las lagrimas con la punta de la manga de su abrigo. Su respiración seguía irregular y alterada, por eso decidió sentarse en el banco de un cercano parque.

Recordó lo que había sucedido en su casa y nuevamente el enojo hizo presa de él. Le picaban y escocían los ojos de tanto llorar, pero al recordar la decepción que sintió con su hermano mayor, hizo que volviera a derramar lagrimas.

Recuperado el aliento, se puso en pie, no estaba dispuesto a regresar a casa, además, temía una reprimenda por parte de su hermano. Corrió de nuevo sin fijarse en nada y en nadie. Y aunque tenía el abrigo empapado y húmedo y sintiera un frío helando su cuerpo, no quería detenerse.

Continuó corriendo a toda velocidad unas tres o cuatro manzanas más, hasta que chocó contra algo o con alguien. Pero en lugar de preguntar quien era o que había sucedido, esquivó a la persona o al objeto con el que había chocado y prosiguió su huida.

Al fin encontró un callejón sin salida que pensó le serviría para poder meditar y reflexionar un poco, ahí, en ese lugar, nadie lo vería ni le molestaría, nadie lo encontraría. Se adentró hasta el final del callejón y se sentó en el suelo húmedo, por suerte, estaba rodeado de altos edificios que habían resguardado el callejón impidiendo que la lluvia empapara de agua el suelo. 

Desconocía la hora que era o el tiempo que llevaba huyendo de casa, supuso que sería tarde, aunque con esa tormenta era difícil saberlo, ya que el cielo estaba oscuro y nublado por grandes y grises nubarrones.

Pequeños jadeos de cansancio salían de sus labios, acompañados en ocasiones de gemidos tristes, volvió a limpiarse las lagrimas y los mocos de la nariz con la manga de su abrigo, pero estaba tan mojada de lluvia, lagrimas y mocos, que en vez de limpiarse se ensuciaba aún más. Siguió llorando y desahogándose ocultando su sucio rostro entre la palma de sus manos, frotando de vez en cuando sus nudillos por sus ojos, a veces lo hacía con tanta rabia y enojo que terminaba lastimándose él mismo, dejando aún más rojos sus ojos.

 

Pero de repente se detuvo, guardó silencio, pudo oír los pasos de alguien, alguien se estaba acercando con lentitud. Se quedó quieto e inmóvil, no por miedo, sino por qué no quería que lo llevaran a la policía y lo regresaran a casa. Dobló sus rodillas y se arrimó aún mas a la pared, para ocultarse mejor y pasar desapercibido ante la oscuridad de aquel callejón.

Aunque los pasos seguían caminado en la dirección donde se encontraba el pequeño muchacho.

El niño no pudo más, su respiración agitada por la terrible carrera que acababa de hacer, más el llanto que quería acallar con todas sus fuerzas. Le hicieron una mala jugada. Se delató. Comenzó a hipar, pequeños y graciosos hipos salían de la boca del muchacho, que con nerviosismo se intentó tapar, sin dejar en ningún momento de hipar. Sollozos de impotencia y vergüenza acompañaban aquel hipo delator.

 

-  sal de aquí “ratoncito” - dijo una voz desconocida para el menor – deja de ocultarte

 

El niño no respondió, seguía creyendo absurdamente que no sería descubierto mientras no hablara.

Cerró fuertemente los ojos, pues presentía que esa otra persona, ahora ya se encontraba muy cerca de él. El miedo lo invadió. ¿Y que ocurriría si se trataba de un pervertido? ¿Un violador o peor aun un asesino?

Presa del pánico y el miedo, comenzó a temblar, seguía ocultó en un rincón del callejón. Por desgracia, un desconocido lo había encontrado y temía por su destino.

 

Pero en lugar de una navaja o un puñal, lo que sintió, pues una caricia, tan suave, tan reconfortante. Alguien removió sus cabellos, castaños y mojados, ese pequeño y casi imperceptible roce lo habían casi calmado. Despojándolo de sus miedos y sus temores. Pero aún no se sentía del todo confiado.

¿Y si solo era una treta para engañarle y luego asesinarle? ¡Claro! ¿Un lobo con piel de cordero? Quizás ese extraño solo intentaba suavizar un poco las cosas, para que el muchacho se sintiera confiado y seguro y luego dar su toque de gracia.

 

Sin abrir los ojos, alejó su cabeza de esa mano.

Ese desconocido, se arrodilló en el suelo para quedar a la altura del menor, volvió a insistir con aquella suave caricia, acariciando aquellos cabellos tan lisos y suaves, los revolvió con cierto cariño. Pero el niño siguió reacio y no receptivo ante aquellas caricias. Tenía y sentía mucho miedo, acorralado por propia voluntad en esa callejuela sin salida, a merced seguramente de un viejo pedófilo.

 

El extraño desconocido limpió las lagrimas secas del menor con la yema del pulgar de su mano.

 

-  Shhh...no digas nada – le susurró suavemente cerca del oído al menor - ¿Has estado llorando?

 

El muchacho hizo caso al adulto, pues temía enojarlo y que al perder la paciencia le lastimara. Solo afirmó con un leve movimiento de cabeza a la pregunta realizada por el mayor.

Pero el niño se asustó cuando de repente, pudo percibir que ese hombre buscaba algo entre sus bolsillos. La imaginación del menor voló dando lugar a que se imaginase un enorme puñal, una navaja de grandes dimensiones o cualquier utensilio filoso y feo.

 

Intentó alejarse, acurrucado completamente contra la pared de la callejuela, no quería morir, no quería ser lastimado, no quería ser abusado y no quería ser maltratado.

Pero nuevamente, su imaginación y su mente se habían equivocado, sintió un pañuelo con un dulce olor, era un pañuelo perfumado. Limpiando sus enrojecidos ojos, luego limpió las marcas secas de las lagrimas en sus mejillas. Eran pequeñas caricias sin doble sentido, solo limpiaban su sucio rostro. Por último, secó las pequeñas gotitas que caían por la frente perlada de sudor del menor, secando un poco el castaño cabello.

 

-  los niños no deben llorar – dijo la voz del adulto – deben ser fuertes

Poco a poco, lenta, muy lentamente, el niño comenzó a sentir cierta confianza por el adulto. Comenzaba a sentirse seguro e incluso protegido.

-  ¿tú...eres un ángel? - preguntó con inocencia y curiosidad el menor - ¿un ángel de Navidad?

 

El adulto soltó una pequeña carcajada, aquella pregunta, tan inocente le cautivo el corazón. Pero no quería engañar ni mentir al menor.

-  no, no soy ningún ángel – le respondió el adulto – pero tampoco soy un hombre feo y malo que quiera lastimarte

Aclaró el adulto, extendió su mano a través de la oscuridad del lugar. Y aunque el niño no supiera exactamente donde estaba el adulto, le tomó la mano. El mayor apretó con suavidad la mano del menor.

 

-  tú eres mi ángel guardián – insistió el menor con seguridad – has venido a salvarme, a buscarme

El adulto sabía que nada podría hacer para hacerle cambiar de idea o de opinión.

El menor se aferró a los pantalones del adulto, acurrucándose contra el cuerpo del mayor, pues sentía que ese desconocido era su “ángel”. Se sentía seguro.

 

-  Soy Usami Akihiko – se presentó por fin el adulto

-  ...Misaki Takahashi – respondió a modo de presentación el menor, tan bajito que al adulto le costó oír lo que el menor acababa de decir – soy Misaki Takahashi – repitió

 

Akihiko rodeó con un brazo la espalda del menor, cobijandolo con su cuerpo, dando pequeños masajes para calmarlo en la espalda. Mientras que Misaki simplemente se dejaba hacer, pues aunque había perdido el miedo inicial aun seguía temblando un poco.

 

-  ¿tienes frío? - preguntó Akihiko acariciando los hombros del menor – es normal, tienes el abrigo totalmente empapado y húmedo...

-  n-no t-tengo fff-frío – protestó el menor, pues no quería parecer débil – no..n-no te preocupes

 

El adulto sonrió, le recordaba a él cuando era pequeño, se alejó dos pasos del menor y se quitó el abrigo, con cuidado le puso su abrigo al menor. Misaki sintió el peso de ese gran abrigo, le quedaba muy grande y largo, pero se sentía un poco mejor. Akihiko cargó a Misaki quien se acurrucó aún más contra su pecho, buscaba cobijo en el cuerpo del adulto. Todas las sensaciones y sentimientos que había sentido minutos antes, incluso mientras corría, ahora se transformaban en un profundo sueño.

Apoyó su adormecida cabecita contra el pecho del mayor, el corazón y la respiración acompasada del adulto tranquilizo completamente al menor, quien a los pocos minutos se encontraba dormido entre aquellos brazos que lo cargaban con facilidad.

 

Akihiko caminó por las calles cargando a un adormilado Misaki, conocía el apellido Takahashi, por eso no le costó encontrar la casa de su mejor amigo. Lo que desconocía es que su mejor amigo tuviera un hermano menor, pues hasta la fecha, pocas veces Takahiro hablaba de sus problemas personales. Pero por lo visto, era cierto que Misaki era el hermanito de su mejor amigo.

Cuando llegó a la casa de los Takahashi, apretó el timbre y la puerta se abrió de repente y con un estruendoso ruido, que por suerte, no llegó a despertar a Misaki.

Del interior del hogar familiar, salió Takahiro con enormes lagrimas colgando de sus ojos, preocupado y consternado.

 

Lo primero que vieron los ojos de Takahiro fue un enorme bulto dormido y abrigado con un abrigo muy largo, luego miró y se dio cuenta que se trataba de su hermano pequeño, suspiro aliviado. Su hermano estaba bien y alguien lo había traído de regreso a casa. Luego por fin se fijó que se trataba de su amigo, Akihiko.

Eso aún le alegró y calmó más, por suerte, no había sido un desconocido raro ni un pervertido quien había hallado a Misaki. Se trataba de su mejor amigo, Akihiko, al menos la suerte le había sonreído en esa ocasión.

Takahiro dejó pasar a su amigo quien le sonrío a modo de saludo.

Takahiro tomó el pequeño cuerpo de su hermano entre sus brazos, reconoció el abrigo, era el favorito de su amigo, agradecía que con esa lluvia Akihiko hubiera cubierto con su abrigo al pequeño Misaki.

Después le puso la pijama y sin despertarlo, lo recostó en su futón, el menor no se había enterado que ya se encontraba en su casa.

Akihiko pidió una explicación a su amigo y Takahiro aceptó contar lo sucedido ese día.

Ambos tomaron un té en el salón.

-  Esta mañana, todo sucedió esta mañana, Misaki estaba muy ilusionado, pues íbamos a celebrar la Navidad juntos, primero pasaríamos por el cementerio y visitaríamos las tumbas de nuestros padres, rezaríamos una o dos oraciones y luego disfrutaríamos de un buen restaurante, los dos solos, los dos juntos...pero, el director general de mi trabajo, me llamó, un compañero había enfermado y yo debía hacer la suplencia, por lo tanto, Misaki y yo no podríamos pasar la Navidad juntos, al oír eso, Misaki se enojó conmigo y con mi trabajo, dijo literalmente: “¡¡Tu trabajo es mas importante que papá, mamá y yo!!” Después huyó de casa, me asusté, salí corriendo pero no lo vi, no pude ir al trabajo, lo busqué por todas partes, por las cercanías de casa, pero no lo encontré

Se lamentaba Takahiro totalmente abatido por el miedo y el pánico que había sentido ese día

–   temía que algo malo le sucediera, no quería perderle, perdí a mis padres el año pasado, no quería perder también ahora a mi hermano

Akihiko pudo entonces comprenderlo. Para Misaki lo importante era poder visitar la tumba de sus padres en un día tan especial, pues solo hacía un año que habían muerto y esas muertes, el menor aún no las había asimilado ni superado. Para un niño de solo nueve años, no puede comprender la importancia que tiene un trabajo. Lo comprendía, entendía que Misaki se sintiera traicionado, defraudado y decepcionado.

Pero también entendía a Takahiro, debía mantener a su hermano menor, pagar los suministros del hogar, pagar el alquiler, la comida, el colegio, la ropa de ambos, todo. Por eso no podía permitirse el lujo de desechar o ignorar el trabajo. Era demasiada la responsabilidad que cargaba aquel muchacho de su misma edad.

Takahiro se limpió las lagrimas, no tenía caso llorar en esos momentos, Misaki había regresado a casa.

Akihiko sacó de su billetera tres billetes de diez mil yenes.

 

-  toma, acepta esto como regalo de Navidad por mi parte – dijo Akihiko con una encantadora y sincera sonrisa – acompaña a Misaki al parque de atracciones, comprale todos los caprichos que quiera y disfruta de la Navidad que hoy no habéis disfrutado...para un niño, siempre es Navidad, no importa el día...solo, disfruta

 

Takahiro dudo unos segundos, quizás dos o incluso tres minutos antes de terminar aceptando aquellos billetes. Era cierto, Akihiko era el “ángel guardián de la familia Takahashi”. Con ese dinero tenía de sobras para pasar un hermoso día con su hermano, visitar la tumba de sus padres, comprar un gran ramo de flores para sus tumbas e incluso mimar y consentir un poco a su hermano.

 

-  gracias...gracias por ser mi amigo – agradeció Takahiro con ojos llorosos – pero me da pena tener que aceptar este dinero

-  es un anticipo de la editorial por mi nuevo libro, no te preocupes, en este caso, tu lo necesitas más que yo ¿cierto?

 

Akihiko se puso en pie, pues debía regresar a casa.

 

-  quiero despedirme de Misaki – dijo Akihiko dirigiéndose a la habitación que compartían ambos hermanos

 

Entró despacio y se arrodillo en el suelo, besó la frente del menor con suavidad, intentando no despertarlo. Pero antes de que pudiera ponerse de pie, las pequeñas manitas de Misaki lo detuvieron de la corbata, así que tuvo que volver a arrodillarse.

Misaki solo susurró en sueños: “Gracias, mi ángel”

Akihiko le acarició y besó la cabecita del menor por última vez, antes de tomar las manos del pequeño para que soltara su corbata. De igual modo le susurró también en el oído: “De nada”

 

Esa fue la primera vez que ambos se conocieron, con el tiempo, ese recuerdo, quedó casi olvidado, sin saber, qué 10 años después, se volverían a reencontrar, en una situación...un tanto incómoda para ambos.

Notas finales:

¿Que les pareció? :)

Dejenme saber sus opinines y comentarios :D

Sal-1-2! ^^


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