Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

[SHINee] La Cabaña por HoldUp

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Esto es algo que tenía tiempo queriéndolo compartir y pues aquí está.

Es de las parejas que más me gustan y que más me apetece escribir. En fin, espero que les guste.

“Y, sorpresivamente, hablé con él… incluso reí con él”.

 

*

 

El castaño alto caminaba apresurado. El rubio lo miraba receloso y apunto de jalarse sus mechones exasperado. Eso no habían acordado con la profesora. Eso era capricho del “ojón”. Por eso, los iban a reprender. Hacía 10 minutos que habían dejado al grupo de excursión atrás.

 

— ¡Eh! — gritó de nueva cuenta el de ojos gatunos. — ¡Eh, Choi!

 

El moreno giró consternado con los gritos que pegaba el más bajo cada dos por tres, despotricando mentalmente hacia el rubiecillo. Le observó impasible.

 

— ¿Qué? ¿Ahora qué? —Apretaba sus dientes. Molesto.

 

—Te he dicho ya, unas diez veces, que pares. Debemos esperar al resto. ¿Eres retrasado?

 

—No.

 

—Bien, entonces esperarás civilizadamente conmigo, hasta que lleguen los demás.

 

—No.

 

“Lo odio”.

 

KiBum, no le tragaba. Choi era arrogante. Sumamente arrogante. El sólo estar con él le producía escalofríos. Kim aún no sabe si es por el frío que suele rodearlo cuando lo mira o por alguna razón —estúpida— desconocida que se esfuerza en no reconocer.

 

—Lo-vas-a-hacer. ¿Comprendes?

 

—No. No lo haré, no quiero. Son unos lentos de mierda y yo sólo quiero llegar darme una ducha y dormir en mi cabaña. Y así, sólo esperar a que Shin diga que es hora de largarnos a Seúl de regreso.

 

— ¡Pero que la maestra nos va a meter por culo tu idiotez! Nos dijo: Si van a subir la montaña y no esperarán a los carros, los quiero a todos en grupo. Dime, Choi. ¿Los has esperado?

 

—Si tanto te importa, pudiste haberte quedado con ellos.

 

—Pe-pero…

 

—Sé que quieres pasar tiempo conmigo, gatito, pero ésa es una excusa muy patética. —MinHo sonrió lobuno. El pequeño le lanzó una mirada molesta. Rabioso. Key estaba chispeante, pero al instante se calló, no le daría esa satisfacción. Oh, no.

 

—Tu novia me cortaría las bolas antes de que ese pensamiento imbécil, se me atravesara por la cabeza. ¿Comprendes, imbécil? —KiBum se miró las uñas asqueado y tratando de despejar su mente. — Aparte Choi, tú… tú no eres mi tipo. Ya sabes, tienes pene y eso…

 

El disgusto se hizo más notorio en el más bajo. ¿Qué hacía él dándole explicaciones al cabezota del moreno? ¡¿Qué?! ¿No podía solo haber dicho: no?

 

— ¿Estás de joda? ¡¿Tú?! ¿Vaginas? ¡Já! Por favor.

 

Se observaron. Se tragaron con las pupilas.

 

MinHo reparó en las delicadas facciones, del minino. No. Él no estaba hecho para una mujer. Él necesitaba alguien que le controlara, que le azotara ese tremendo culo cabronazo. KiBum estaba desquiciado y no.

 

KiBum afiló su mirada. Le mataría. Le lanzaría por ese camino sin cerca. Lo arrojaría cuesta abajo. Que se pudra. Le había dicho marica en su cara, y no es que no fuera homo… lo era. ¡Pero cómo se lo había espetado! Así. Escueto. Borde. Como si… como si de verdad no existiera esa posibilidad. A él le podían gustar las tetas, claro que podían. Los coños le iban bien. Que se joda la jirafa imbécil.

 

QUE-SE-JODA.

 

— ¡Los encontré!

 

El grito —soplido— cansado de una niña resonó.

 

Ambos se quedaron congelados. Si hasta ese entonces se habían mirado intensamente, ambos cambiaron a una expresión gélida. Estáticos. Disimulando. Había una clara tensión. ¿Cuánto tiempo habían perdido?

 

Key fue el primero en ceder. Él giró a ver a la chica minúscula que trataba de subir la picada de piedra, le faltaba el aliento. “Pobre” pensaron ambos. MinHo desistió en su lugar. El rubio se acercó hasta ella ofreciéndole una botella de agua.

 

— ¿Park lo ha pillado?

 

— ¿El qué?

 

—Que los dejamos atrás.

 

—No.

 

—Ya.

 

— ¿Estás feliz ahora, gatito?

 

Hijo-De-Puta.

 

—Mucho. Ahora mueve tu culo. Necesitamos llegar y tu cabaña es de las únicas con las que nos pudimos quedar.

 

Una sonrisa lobuna más, eso le dedicó el moreno.

 

Que se joda. De verdad. Que se joda.”

 

*

 

Luego de concluir la cansadísima —y maldita— subida de la montaña, después de haber nadado unas horas en las termales del fondo de la misma (montaña), se aplastaron en el autobús.

 

No se dijo más.

 

No se miraron más.

 

Todos estaban molidos. Incluso el deportista imbécil de MinHo, sí, incluso él.

 

KiBum mantenía sus ojos cerrados, completamente hundido en el asiento acolchado del autobús. Su corazón trataba de tomar aire, cansado. Increíblemente cansado.

 

El bastardo de Choi les había acompañado el tramo. Sí, pero el muy cabrón los trajo a un ritmo veloz y con escasos —nulos— tramos para respirar.

 

Al llegar a las cabañas, muchas de ellas los estudiantes, se habían visto obligados a desalojar. Entre ellas, sí, la de KiBum. Y sí, la de MinHo estaba tan pancha junto con las maletas de su egomaníaco ocupante.

 

Y sí. ¡Sí! ¡Sí, carajo! KiBum tenía que ducharse. Ducharse en la boca del lobo. Ducharse con el ojón aquel. Ducharse y tragarse su orgullo para que éste le prestara su baño.

 

—Que sepan que iré a mi cabaña, me dormiré y no los dejaré pasar hasta que se me dé mi puta gana.

 

—No jodas. —El rubio rechistó al instante— Me pegaré a ti como lapa. No dejaré que me dejes afuera. Nos tenemos que bañar. —Su tono molesto, irritado, seguro. A Minho, le fascinaba.

 

El moreno era débil ante la voz crispada de molestia de KiBum y le encantaba encabronarlo.

 

—Es mi cabaña.

 

Sonreía. El desgraciado sonreía tan… tan guapo. Key sacudió su cabeza ante la estúpida idea. No. MinHo no era mono. Ni en broma.

 

*

 

La determinación del rubio era sólida. Sólida como la madera de aquella cabaña. Solidísima. Sí. MinHo era nada comparada con ella, esa determinación fiera.

 

—Me daré una ducha. Puedes… estar ahí. No hagas mucho desorden o SooJung me cortará las bolas. —El moreno se rascaba la nuca, dudoso. Tomó una toalla mientras le dirigía una última mirada a la ventana.

 

“El campamento no tarda en llegar”; eso habían dicho.

 

— ¿Y por qué? Ambos somos chicos, ¿tan celosa es? —Key reía divertido ante la cara deformada en disgusto frente a él.

 

—No te haces ni zorra idea. Me castrará.

 

MinHo apretó su toalla firmemente para luego resguardarse en el baño. KiBum sólo se recostó —lanzó olímpicamente— en la cama que estaba junto a él.

 

La cabaña de Choi era de las más grandes, hasta en eso tenía suerte el desgraciado alto, a él apenas si le había tocado una que era 1m x 1m (bueno, quizá no era tan pequeña pero igual fue horrible e hizo un berrinche al ver cuál tenía). La del cara de rana hasta tenía una pequeña cocineta, de esas que tienen un refrigerador miniatura y una estufa, simple. KiBum sólo tenía una estúpida cafetera en su cabaña. No era justo.

 

Apenas recordarlo hizo un puchero tierno con sus pequeños y rosados labios.

 

¿Por qué MinHo tenía que tener esa cabaña? Aparte sólo era él y un chico más, alguien llamado Woohyun; KiBum lo clasifica como injusto. En su cabaña eran 3 chicos aparte de él y era mucho más pequeña. Estúpido arrogante del equipo de atletismo, seguro y le daban preferencias.

 

Parecía bastante aburrido esperar a que Choi apareciera, delante de él con sólo una toalla mientras el agua corre por su cuerpo medio trabajado y medio formado… No. No. No es aburrido, quizá está ansioso, ansioso por verlo así. NO. Definitivamente no es eso. Choi sólo es larguirucho escuálido al que se le caerá la toalla de lo flacucho que es. Sí.

 

Ruidos se escuchan a través de la puerta, el rubio se levanta curioso.

 

—MinHo, te cortaré el pene si te estás masturbando conmigo aquí. Te lo juro, cabrón calentorro.

 

Key no escucha más, todo se queda en silencio por 5 segundos para luego resonar con una gruesa carcajada del moreno y algo ininteligible que Key no logra descifrar, pero no es como que realmente se esfuerce por entender.

 

Pero a la mierda, él le da igual.

 

Se aleja de la puerta sin mucho interés y enciende el televisor, porque sí, todas las cabañas tenían… pero la de Choi era más grande.

 

“Maldito bastado suertudo”.

 

*

 

Pasa alrededor de media hora para que MinHo logre salir del baño, el mayor se había quedado dormido. En definitiva la caminata a prisa le había dejado molido. El moreno lo encuentra así, todo serenidad y ojos cerrados, tal vez hasta con un poco de baba escurriendo de las comisuras. Ríe. Ríe, porque KiBum le parece exuberantemente lindo y apetecible. Ríe, porque sabe que no hay posibilidad alguna de que algo pase en esa cabaña. Ríe, porque Key lo detesta. Ríe, porque encuentra ridículo el que Key lo odie. Y sobre todo, ríe porque sabe que Key lo desea tanto como él.

 

La situación es estúpida.

 

Él es estúpido, estúpido porque simplemente no puede dejar que molestarlo porque no conoce otra forma de acercarse a él y sí, también porque le gusta ver esa expresión. Le gusta ver la importancia que Kim le da. Le revienta el corazón de gusto.

 

Giró e ignoró la presencia del rubio, KiBum parecía no haberle escuchado. Comenzó a vestirse a paso presuntuoso. Tomó el mando encendiendo el televisor mientras se tiraba, literalmente, al lado de KiBum.

 

— ¿Ya estás despierto?

 

El hombre bajo refunfuñó ante el intruso en la cama.

 

— ¡Pero si el príncipe ya ha salido de la ducha eterna! ¿Sabes qué es el ahorro de agua?

 

— ¿Qué dices? ¿Insinúas que debí de haberme bañado contigo, gatito?

 

Y ahí estaba, la expresión. El rubio le rodó los ojos, hastiado de él. Soltó un bufido antes ponerse de pie cogiendo una toalla para luego azotar la puerta del baño.

 

“Idiota”.

 

*

 

MinHo parecía no tener paciencia a la llegada de los demás, no paraba de decir “Son inútiles, son unos lentos”, “¿por qué no vinieron con nosotros?”, “nada les hubiese pasado por caminar, flojos”, “tienen pésima salud, lo más probable” y Key no paraba de rodar los ojos ante cada comentario.

 

—Tu novia flacucha llegará, no te preocupes.

 

—Mi novia flacucha trae mi mochila.

 

— ¿Y? — Key enarcó sus cejas.

 

—Tiene mi celular.

 

— ¿Y?

 

—Mi-ce-lu-lar.

 

—Tranquilo, estoy seguro que ella ya sospecha que te gusta el porno.

 

MinHo le sonrió. Eso fue todo, Key se había sonrojado hasta el cuero cabelludo. Le había dado esa sonrisa. La sonrisa odiosa de: “Sabes que te voy a comer”.

 

El alto se puso de pie abruptamente. Al parecer había llegado el segundo camión, ahí debía venir su novia, justo ahí. Salió corriendo de la cabaña y KiBum sólo lo observó alejarse.

 

MinHo corría buscándola, pero nadie era la señorita Jung. ¿Dónde está? Pasó la mirada nuevamente por sus compañeros y se acercó aCho.

 

Hyung, ¿ha visto a SooJung?

 

*

 

KiBum se servía un poco de coca-cola cuando Choi entró riéndo por la puerta, parecía bastante divertido.

 

— ¿Qué te pasa?

 

—Los carros no llegan.

 

— ¿Y? —El alto rodó los ojos, KiBum podía ser bastante tonto—. ¿Qué con eso, MinHo?

 

—Todos los que esperaban a los “carros” van a tener que subir la montaña, como nosotros.

 

—Sigo sin ver lo divertido.

 

—Le dejé a SooJung las mochilas, se las dejé porque pensé que ella subiría en los carros.

 

— ¿Ella trae todo?

 

—Uh-hum.

 

De pronto sus miradas se encontraron y Key parecía captar el chiste.

 

— ¡Ha de venir como “El pípila”! (1)

 

Espetaron ambos al mismo tiempo, ambos reían… era extrañamente agradable aquel momento.

 

MinHo calificó la risa de Key como la más escandalosa, burlona, poco amable pero hermosa que había escuchado jamás. Escucharle reír le daba más risa, realmente se reía con fuerza. Había sido un chiste bobo (inclusive soso) y muy simple, pero al rubio parecía hacerle bastante gracia.

 

—Eh, para ya. No ha sido para tanto, basta Key. Me vas a reventar los oídos, escandaloso.

 

KiBum lo ignoró magníficamente mientras continuaba sirviendo su vaso, que había dejado a medias (porque MinHo lo interrumpió), y a su vez trataba de controlar las secuelas de la risa.

 

¿Qué estaba pasando? ¿Él, riendo con el ojón? ¡Já!

 

—MinHo.

 

—Mmm…

 

— ¿Por qué eres así?

 

— ¿Así cómo?

 

—Malo.

 

—No soy malo. —Por fin había conseguido que el de orbes más grandes le mirara, no parecía ofendido, pero sí confundido.

 

— ¿No eres malo?

 

—No.

 

El rubio paró, nuevamente, su tarea. Miró a MinHo, lo tragó con la mirada.

 

—Vale, olvídalo. —Apartó la mirada de él y se sentó en la silla junto a la mesa, mejor ignorar el tema. Sinceramente, no quería pelear con él.

 

—Vamos, gatito. ¿Por qué dices que soy malo? ¿No ves acaso que lastimas mis sentimientos?

 

El alto se había plantado en la silla frente al de ojos gatunos. Key parecía no tener ánimos de pelear con él, apenas hacía un rato que habían estado peleando de lo lindo. Ese rubiecillo tan raro como siempre.

 

El mayor tomó en sus manos el celular, comenzó a revisar un poco (de hecho, no hacía nada, pero prefería parecer que sí y así, evitar a MinHo con sus ojos demasiado grandes y demasiado escrutadores).

 

Gatito… —Canturreó el castaño recostado, prácticamente, sobre la mesa con un brazo restirado en dirección al celular que KiBum sostenía en manos.

 

No obtuvo respuesta. De verdad, Key no quería jugar con él.

 

Gatito… no me ignores, me duele.

 

Los acorazonados labios se abultaron hacia un lado, en serio como le molestaba el flacucho alto.

 

Gatito… tu celular no puede ser más interesante que yo. Anda, habla conmigo. Quizá si te portas bien deje de ser tan malo contigo.

 

Key achicó sus ojos, por fin despegando la mirada del aparato. Ese pequeño hijo de… Dio un gran suspiro.

 

— ¿Qué quieres?

 

—Hablemos. Dime, por qué soy malo.

 

—No sé por qué eres malo, sé que eres malo.

 

MinHo gruñó.

 

—No soy malo.

 

—Siempre me molestas.

 

—Eso no quiere decir que sea malo. —El hombre más bajo se enderezó en su asiento. Bien, si el ojón no iba a admitir su maldad pura hacia su inocente existencia, cambiaría de pregunta.

 

—Vale, no eres malo —rodó los ojos sarcástico—. Déjame replantear la pregunta, ¿por qué te caigo tan mal? ¿Por qué siempre me tratas mal?

 

—No te trato mal, me gusta jugar contigo.

 

Key se quedó en silencio observándolo.

 

Diablos, Minho, eres tan molesto.

 

—No soy molesto, soy juguetón —dijo guiñando al rubio, éste apartó la mirada al segundo y apretó los puños hasta que sus nudillos quedaron blancos—. Y no.

 

— ¿No qué?

 

—A tu pregunta.

 

KiBum azotó las manos poniéndose de pie. MinHo lo miró aturullado, quizá lo había cabreado demás.

 

—Ya, no te enojes. No me desagradas, de hecho tú... —Se calló pensando dos veces lo que iba a decir. Key se tomaba el puente de la nariz.

 

— ¿Yo qué?

 

MinHo alzó la mirada, sonriendo. El moreno sonreía bastante divertido. Definitivamente KiBum no podía con él.

 

—Tú me… ya sabes.

 

—No, no sé.

 

—Olvídalo.

 

KiBum ya no dio batalla, y MinHo se dijo que si verdaderamente él hubiese seguido insistiéndole le hubiese dicho. Le hubiese dicho lo mucho que le ponía ver su rostro airado y que por eso lo hacía, por eso le molestaba; lo mucho que quería besar esos acorazonados labios… le diría todo.

 

Sin embargo, ahí no concluyó su “amigable” conversación. El rubio había vuelto a tomar asiento, pero esta vez en la cama y el atleta le había seguido. Hablaron un poco más.

 

MinHo era agradable, si lo deseaba podía serlo. Kim no sabía cómo ni por qué, sólo Choi había comenzado a hablar. Y no, no era un atleta estúpido sin cerebro, parecía tener un IQ bastante… decente. Podían conversar, en lo que cabía, bien.

 

El moreno había dicho que él solía tener mucho respeto y amor hacia su abuelo, que cuando éste falleció se volvió así: desagradable, hosco, borde. Que sabía, en efecto, que asediaba a la mayoría de la escuela. Que sabía que le odiaba la mitad de la escuela, también sabía que era popular entre las chicas y eso le gustaba. También le dijo a KiBum, que ha querido terminar con SooJung más de tres veces, pero ella solía ponerse loca (sí, aún más de lo que estaba). De hecho, el alto parecía tener otra clase de intereses, le gustaba pintar y jugar videojuegos todo el día; eso espetó.

 

MinHo también dijo que estaba presionado, que su padre (entrenador del equipo de atletismo), le exigía más que a los demás. Que quería dejar el equipo.

 

—En un principio amaba hacer esto, ahora… se ha vuelto más una obligación, una carga, que algo que disfrute hacer. A veces creo que lo odio.

 

KiBum mentiría si dijera que no estaba patidifuso con la noticia, él creía que eso era lo único que MinHo podía tener en la cabeza.

 

También el moreno mencionó algo de que su hyung era, ahora, su persona favorita.

 

KiBum estaba impaciente; solía fregarse sus manos contra su pantalón negro, realmente estar ahí con el moreno lo ponía algo nervioso, no, no era esa clase de nervioso… era un nerviosismo de: ¿por qué diablos me estoy llevando bien con él? Era de ese tipo.

 

— ¿Me estás escuchando, KiBum?

 

—Disculpa, ¿qué?

 

—Nada, nada. No importa, gatito.

 

MinHo parecía relajado, quizá era el único de los dos que parecía estarlo. Se sentía bien tener al rubio junto a él, quien estaba, al parecer, bastante ansioso mientras restregaba sus manos. El alto quería cogerlas entre las suyas y hacerlas que estuviesen en paz, la manía empezaba a molerle los nervios. Se recostó boca arriba sobre el colchón mientras soltaba un suspiro sereno.

 

Era curioso que para que hablaran tranquilamente, sin tener que estar sobre el otro acosándose entre sí (bueno, tal vez sólo era Choi quien solía hacer eso), tuviesen que hablar abiertamente sobre ellos. Había llegado el turno del mayor de contarle sobre él.

 

—No hay mucho que contar.

 

Le había soltado aquello cada que el moreno trataba de cuestionarle sobre su vida. Llevaban alrededor de 10 minutos tratando de entablar una plática basada en la vida del mayor, pero él parecía no tener ganas de cooperar, pero no era como si MinHo no supiera ya bastante sobre él.

 

Sabía que le gustaba nadar, sabía que le gustaba cantar, que le gustaba pasearse por horas en el centro comercial, aun si no compraba nada, sabía que le gustaba. Era bastante escandaloso, cuando estaba molesto o contento. Nunca decía nada cuando estaba triste, ponía una cara impasible durante todo el día y nunca, en serio, quería pelear con él. Era extraño, porque aun si estaba molesto peleaba con él, MinHo cree que es porque se descarga en él y le hace gracia; si está contento también tienen enfrentamientos y todo está bien. Por eso él sabe que cuando KiBum tiene la cara tan seria, él no tiene que molestarlo, sabe que no debe. No puede. No quiere molestarlo. Quiere acercarse y decirle que puede hablar con él, pero sabe que es tonto porque ellos definitivamente no se llevan bien.

 

—Eres cabezota, eres molesto, hablas mucho, gritas demasiado, no te gusta que te digan que estás equivocado, no aceptas respuestas que consideras estúpidas y lo dices. Te cuesta morderte la lengua en todo… eres estúpido, KiBum. Sólo debías haberme dicho eso, hubiese estado conforme con eso. —La voz de MinHo salió entre gangosa y sofocada, tenía su brazo sobre su cara y al hablar no se podía entender mucho.

 

Aun si casi era incomprensible lo que decía, el rubio no pudo hacer nada más allá de boquear como pez cuando escuchó la perorata. Ellos no eran amigos, y en lo que a él le constaba, se llevaban como la mierda, no se toleraban, incluso podrían llamarse némesis el uno al otro, pero ahí estaba MinHo, con todo su larguirucho y flacucho cuerpo desparramado por la cama, diciendo con su estúpida y grande boca cómo, se suponía, era su personalidad.

 

— ¿Qué?

 

—Pues eso, eso eres.

 

MinHo se sentó en la cama quedando justo frente al rubio. Sonreía bastante divertido, lo que hizo que KiBum frunciera en entrecejo.

 

—Eres tan imbécil.

 

—Creí que era malo.

 

—Jódete.

 

Gatito, gatito, gatito… —El de orbes escrutadores canturreó mientras posaba sus manos en las rodillas del más bajo— No sabes lo malo que puedo llegar a ser. —Sonriendo lobunamente, como siempre hacía cada que le picaba la moral al mayor, se acercó un poco más a él.

 

El rubio no se movía ni un ápice de su lugar. Su cuerpo parecía estar vacuo, el contacto físico con MinHo había hecho que todo su ser huyera a algún lugar fuera de sí. Si quiera podía respirar como debía, los ojos oscuros y grandes parecían estar cada vez más cerca suyo y él no podía ni parpadear, veía como el otro se relamía los labios entre más se acercaba a él y simplemente no podía hacer nada. Callado y desvaído como muerto, así estaba KiBum.

 

¡PAM!

 

— ¡No puedo creer que me hayan hecho subir! ¡Me duele todo! ¡To-do!

 

El mayor había empujado al moreno tan fuerte y rápido que éste se encontraba en el suelo, con una mueca de: ya te enterarás luego y él con una expresión de: estoy muerto, es mi fin. SooJung entraba con toda su ira y con un montón de mochilas y demás sobre ella. Ella era tan menuda que la sola imagen hacía mucha gracia, era mona.

 

— ¿MinHo? Amor, párate. Me voy a bañar, me duele todo. ¡Más te vale que me hayas dejado agua caliente! ¡Odio las cabañas! —SooJung si quiera había reparado en la presencia del de fanales bonitos y gatunos cuando ya estaba con la toalla blanca en mano y abriendo la puerta, de lo que era, el cuarto de baño.

 

KiBum escuchó a la castaña renegar un poco más sobre lo horrible que era la “vida del campo”; lo que le dio gracia ya que esto no era “la vida del campo” sino una excursión sobre la montaña Dobongsan para “aprender más sobre sus raíces”, “ver lo bonito de la naturaleza”, “pasarla bien entre compañeros”… bueno. Igual y a él tampoco le divertía muchísimo estar ahí.

 

Perdido en su cabeza como estaba, Key (llamado así por sus amigos) no notó cuando MinHo se puso de pie hasta que éste se aclaró la garganta ocasionando que él saltara en su lugar.

 

—Pervertido.

 

Los ojos más grandes se abrieron aún más, lo había llamado “pervertido”, ¿pues qué se creía? Él no era un pervertido, es más, ni si quiera le iba a hacer nada, sólo quería molestar… ¿verdad? Sólo quería recibir un buen golpe y unos cuantos improperios por parte del más bajo para que después éste saliera corriendo echando humos por todos lados.

 

Bueno, eso era mentira. Desde luego que lo iba a besar, el rubio no huyó en cuanto él tomó ventaja, no le escupió, no lo pateó, no nada, se quedó ahí. Una vez más, MinHo encontraba la situación estúpida, ambos querían ese beso. Él lo sabía, estaba seguro de ello; al igual que sabía que KiBum sólo estaba avergonzado y no más.

 

Si sólo SooJung no hubiese llegado… Si sólo no hubiese llegado, tal vez lo habría besado, tal vez Kim hubiera notado la desesperación de él por tocarlo, tal vez dejarían el juego…

 

Gatito

 

—Cállate, me voy.

 

Key, como de costumbre, se puso de pie ofendidísimo por lo recién sucedido… pero aun si estaba enojado, su vergüenza podía más. No podía mirar al moreno a los ojos. Porque sí, estuvieron a una nada de besarse. Ellos. ¡Ellos iban a besarse! ¡Ellos que se joden! No le cabía en la cabeza, no quería que le cupiera la idea. No quería creerlo, no. Era tan raro y por una más extraña y amorfa razón, KiBum antes de que la novia de MinHo llegara había deseado ser besado. Quería ser besado. Y sí, eso era lo que más vergüenza le daba, era lo que más le pisoteaba el orgullo, orgullo muy grande y pulcro que, antes de eso, solía tener. Tomó sus cosas en manos y salió disparado hasta la puerta, entre más pensaba en lo que había estado a punto de pasar más sentía esa imperiosa necesidad de largarse e ir a un lugar donde no estuviera Choi todo labios y manos toquetonas sobre él.

 

Para MinHo todo había sucedido demasiado rápido, cuando  menos lo imaginó el mayor estaba ya frente a la puerta con el pomo en mano. Alterado como estaba, cruzó la habitación a zancadas.

 

— ¡Oye, gatito! ¡Espera!

 

— ¿Qué?

 

Y esa vez, fue para KiBum a quien le pareció todo demasiado rápido. Cuando giró para encarar a MinHo y su irritante voz, lo que sintió fueron las manos demasiado toscas y con dedos largos de MinHo, dedos que sujetaron su barbilla, dedos que no lo dejaron reaccionar, dedos que se sentían bien en su cara, dedos que más que aprisionarlo parecían acariciarlo. Y si fuera poca la tonelada de sensaciones que le causaron los simples dedos, MinHo resopló un poco sobre sus labios antes de besarlo. Besarlo tranquilamente, besarlo despacio y firme, besarlo casi sin mover los labios. KiBum se había quedado helado mientras sentía a MinHo restregarse poco a poco contra su boca. Antes de separarse el moreno dio una lamida a los pequeños labios y suspiró. Ambos se quedaron sin moverse. Sólo escuchaban sus respiraciones.

 

Key tenía las manos hechas puños sobre la camisa de MinHo. Tenían los ojos cerrados; el alto fue el primero en abrirlos enterneciéndose de una retorcida manera, ante la imagen de KiBum con mejillas teñidas y boca abultada. Era monísmo.

 

El rubio abrió sus ojos más tarde en cuanto escuchó el sonido de la regadera, el agua callendo… mierda, SooJung. Miraba al menor con ojos llenos de pánico. ¡Se habían besado! ¡Carajo!

 

—Te dije que no sabías cuán malo podía ser, gatito.

 

Y esa tarde MinHo le dedicó por última vez una de sus características sonrisas lobunas antes de que KiBum saliera corriendo como alma que lleva el diablo del lugar. Y aun cuando KiBum corrió lejos, corrió con una sonrisa bobalicona en la cara. MinHo, gran imbécil.

 

Quizá estar en una cabaña encerrado con tu némesis no es tan malo.

Notas finales:
  1. Personaje mexicano de la independencia, el cual es famoso por haber cargado una piedra enorme sobre su espalda para que los insurgentes pudiesen pasar en la Alhóndiga de Granaditas.

 

Para mí escribir esto, es decir, es el típico cliché en el MinKey; aun así quería escribirlo. 

Bueno, gracias por leer.

Espero podernos leer luego, adiós.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).