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LA ESPADA DE POSEIDÓN por desire nemesis

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                                                      OBSESIÓN

 

 

Alteza—dijo Kaien que permanecía a solas con Kiryu.

 

No hay dudas—expresó el otro con firmeza.

 

Si me permite me retiro—le dijo el mayor y el otro agitó la mano en señal de que podía irse mientras le daba la espalda y miraba hacia las montañas más allá de la ciudadela.

 

 

 

 

 

 

………………

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando sintió que de nuevo la puerta se abría pensó que sin dudas era su fiel guardián que se había olvidado de algo.

 

¿Qué sucede?—preguntó sin voltear.

 

Al menos voltea para que pueda hablarte de frente—dijo la voz de cierto castaño de pronto sobre su oreja y sorprendido el otro volteó.

 

¿Qué haces  aquí?—preguntó Zero.

 

Me prohibiste acercarme a tu hermano pero no recuerdo que me impidieras acercarme a ti—le dijo el de ojos borgoña tomándolo por sorpresa entre sus brazos.

 

¿Qué se supone…?—preguntó el otro.

 

Son demasiadas preguntas por un día—dijo Kuran antes de besarlo.

 

Lo llevó hasta el fino escritorio y lo sentó allí antes de que el otro se diera cuenta de lo que estaba pasando. La lengua palpitante que recorría la boca del futuro rey lo excitaba sin que el pudiera comprender el motivo ni hacer nada al respecto. Las manos del castaño sobre sus caderas quemaban.

 

Por favor no—alcanzó a murmurar el futuro rey.

 

¿Te he dicho cuanto me gusta que digas eso?—expresó Kaname y luego añadió mientras le volteaba--¡Desvístete! Sé que no puedes desobedecerme—

 

¿Qué… me has… hecho?—preguntó entre jadeos el ojos amatistas mientras sentía como su cuerpo obedecía a su pesar.

 

Nada que un amante no le haga a otro—dijo el castaño antes de tocar su parte más privada que ahora quedaba apretada entre el escritorio y el vientre de Zero.

 

¡Mientes!—expresó el otro antes de gemir ante el movimiento que el otro hiciera con su mano, las suyas estaban aferradas al otro extremo del escritorio, muy tensas.

 

¿Te atreves a llamarme mentiroso?—dijo el ojiborgoña mientras su otra mano se colaba entre la camisa y el pecho del príncipe en donde comenzó a  pellizcar una tetilla—Hace tiempo que nadie osa llamarme así. Eso… merece un castigo—dijo el castaño con su boca saboreando el hombro del otro como si de un helado se tratara. Su pelvis empezó a imprimir cierta presión sobre las nalgas del otro de manera continua y acelerada y con cada embestida el pulso del otro se aceleraba.

 

¡Bas… basta ya!—la voz de Kiryu sonó tan temblorosa y necesitada  al expresarlo.

 

¿Cómo se te ocurre darme órdenes? Yo soy el que te las daré—susurró un poquitín molesto el vampiro en su oreja antes de morder el lóbulo.

 

Las sensaciones del cuerpo que se apoyaba por detrás, la mano del otro sobre su falo a punto de explotar y la incomodidad de la caricia en la tetilla junto con su aliento en el cuello fueron demasiado para Zero que solo pudo dejar ir su boca, desbocadamente.

 

¡Hazme… tuyo!—fue la súplica de Kiryu.

 

¡Buen perrito!—dijo a su oído el castaño y en lugar de ofenderse para su sorpresa el otro se sintió más excitado con eso.

 

Kuran lo poseyó allí mismo y durante el coito que hizo que el mueble se moviera a un lado y otro invariablemente despojó al otro de su camisa y con sus dientes le produjo varias lastimaduras en la alba espalda haciendo que el otro gimiera de dolor mezclado con deseo y provocando que su alma se hundiera más en la desesperación de sentirse su juguete.

 

Los jadeos y gemidos eran fuertes y si algún inoportuno hubiera pasado cerca los hubiera oído lo que volvía todo más trágico para el peliplateado que se sentía de lo peor al ser el aspirante al trono y al estar haciendo aquello sobre el escritorio de su padre.

 

Cuando Kuran se vino él ya no pudo soportarlo y se derramó sobre el mueble tan preciado. Sintió que las presiones que lo tenían atrapado hasta entonces lo liberaban y cayó de rodillas junto al escritorio agarrándose de él para no desmayarse.

 

¿Por qué no me matas?—preguntó casi sollozante y lleno de vergüenza el príncipe, sin mirarlo.

 

Porque sería demasiado fácil para ti—le respondió el otro antes de partir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

…………

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sin saber exactamente que razón le llevaba ahí, Kaien Cross bajó a las mazmorras y deambuló por el espacio de piedra y cemento hasta que una cara asomó por una de las rejas de las puertas.

 

¡Vaya! Tenemos visitas. ¿Qué te ha traído aquí, gran protector?—preguntó Toga mientras el otro le miraba silenciosamente—Veo que ni tú mismo lo sabes—adivinó.

 

¿Qué esperaba? ¿Qué iba a decirle? Nada de lo que se le ocurrió servía en lo más mínimo. El rubio volteó para irse por donde viniera.

 

¡Oye! ¡No te vayas!—le gritó el de un ojo agitando un brazo a través de la reja y el ojos mieles volteó a verle con curiosidad y sospecha en la mirada--¡Voy a prometerte algo!—Ahí venía la amenaza se dijo Cross—Voy a escapar de aquí—el caballero volteó de nuevo y comenzó a alejarse, ya había escuchado amenazas como esa antes—Y cuando lo haga te llevaré conmigo—atónito el otro se detuvo y después de unos segundos volvió para encarar al otro y corroborar que había oído bien—Tanto si quieres como si no—fue la seria amenaza de Yagari Toga.

 

Yo no puedo…--¿Estaba explicando al otro que no podía huir con él? Era una locura se dijo el pelilargo.

 

Por eso he dicho que te llevaré. No requiero tu venia para eso—dijo el capitán.

 

 

 

 

 

 

Mucho rato después de que el otro se fuera Toga se sentó solo en su celda con sus pensamientos ahora muy claros. Había tenido mucho tiempo para pensar en el otro después de que lo encerraran. Esa enfermiza fidelidad que demostraba por el príncipe era su talón de aquiles y lo que lo llevó a aquella difícil posición en su barco. Había tenido tiempo de pensar en lo ocurrido en el BLUE EYES y llegó a la conclusión de que no importaba quien lo hubiera tenido antes porque el deseaba estar entre sus piernas.

 

Ahora más que nada era su obsesión y sobre todo por lo que le había costado Cross. Le cobraría con su cuerpo el que le arrebatara su barco y más que nada al bajarle los humos él… él lo tendría para si.


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