¡UN MAL AUGÜRIO!
El mar estaba quizás demasiado tranquilo, Yagari Toga sentía cierto resquemor que no sabía interpretar del todo pero que le traía inquieto. Había ordenado que dejaran subir a cubierta a los prisioneros que así lo desearan pero en grupos pequeños por supuesto. En el primero estaban Joseph, el rubio y algo convaleciente pasajero casi anónimo, Seto Kaiba el capitán de la tripulación de la nave atacada que seguía al otro aparentemente atento a su estado de salud pero en verdad mirando toda la nave y aprendiéndose los puestos de cada uno de los piratas. Estaban el príncipe y su escolta que miraba de vez en cuando al capitán con cierto respeto y cautela. Muy apartado cierto castaño de ojos bordeaux miraba a todos con cierta mirada peligrosa desde las sombras de uno de los cabezales de la nao.
Yagari estaba inquieto por esa salida imprevista ya que desde que lo hiciera cautivo el otro no había mostrado interés en apartarse de su cabina. Este era otro signo de que lo que se avecinaba no era nada bueno, pensó el pelinegro con adusta mirada mientras dejaba de observarlos para mirar el tenebrosamente tranquilo mar. Estuvo así por un tiempo y luego entró a su cabina a ver mapas para tranquilizar su espíritu.
Joseph se dio cuenta de que el peligris no estaba con ellos en la bodega pero si en el barco. Kaiba vio que lo miraba y le dijo—El que comanda la nave los envió a un camarote privado cuando descubrió que es un príncipe—
El rubio lo miró con atención. Ahora entendía su testarudez. El tipo era noble en serio.
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No me importa lo que digas. No creo en la palabra de ese pirata—dijo el ojiamatista al ojos mieles.
¿Y crees que yo si? Pero no tenemos mas remedio, alteza—le dijo Kaien mirando por sobre su hombro al barco entero y topándose con la mirada de esos dos.
Para mi desgracia tienes razón—dijo el miembro de la familia real mirando el plácido mar. Exhaló el aire con cierta resignación y se volvió para ir bajo cubierta cuando se topó con cierta mirada dirigida a él desde un sitio recóndito del barco. Se quedó paralizado un momento y viendo esto su escolta se alarmó.
¿Sucede algo alteza?—preguntó el rubio.
No… nada—dijo titubeante el usualmente seguro Zero.
Los ojos de Kuran tenían cierta fascinación hipnótica que el trataba de resistir y el miedo palpable que le causaba tal debilidad lo hacía sentirse avergonzado de si mismo. Recordando por un momento los sonidos emitidos la noche anterior quitó los ojos de él y los dirigió a la distancia, dándose cuenta en el acto que algo estaba cambiando en la atmósfera.
Extensos nubarrones de tormenta se acercaban con paso presuroso mientras que un viento helado comenzaba a levantarse y las olas en la distancia parecían acrecentarse. Un mal augürio cubrió el barco como un manto helado.
Capitán—dijo el contramaestre entrando a la cabina de su superior—¡Debe ver esto!—
Cuando salió de su lugar de planeamiento su cejo se frunció aún más y su ojo azul se volvió más oscuro al ver lo que se temía—¡Giren 30 grados a estribor!—ordenó después de mojar un dedo y agitarlo al viento para saber de que dirección provenía la ventolera.
¡30 GRADOS A ESTRIBOR!—repitió el contramaestre a voz en grito para que el primer oficial recibiera el comando. La nave escoró en gran manera cuando procediera a tal acto, tanto que todos en el barco debieron buscar asidero para soportar la experiencia. La proa filosa del navío de casco rígido y alto cortó las olas que a ella se acercaban con la precisión de una filosa espada y todos los tripulantes sintieron en sus cuerpos la alarma que les envolvía.
Una copiosa lluvia empezó a caer en el momento en que Toga iba a ordenar que llevasen abajo a los prisioneros. Seto estaba mirando todos los procesos con el interés que solo da la experiencia y la comparación. A pesar de ser piratas los hombres del barco cumplían su parte con la precisión que solo da el acostumbramiento prolongado a las tareas.
¿Qué sucede?—preguntó el rubio a su lado.
Esto se pondrá feo. Mejor ve bajo cubierta es muy fácil que salgas herido. Estamos atravesando un huracán—le informó el ojos azules.
¿Y tu?—preguntó el melado.
Aunque no me gusta la idea podría ayudar. Después de todo nuestras vidas también corren peligro—dijo el castaño con el ceño fruncido ante la desagradable tarea que se auto-encomendaba.
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Es mejor que vayamos bajo cubierta—le dijo Cross.
Los ojos del peliplateado estaban visiblemente más opacos que de costumbre y su semblante estaba relajado y ajeno a aquello que estaba ocurriendo, tanto que su guardián sintió reparos.
¿Alteza?—preguntó un segundo antes de que el otro se soltara del mamparo en que se apoyara ese tiempo y saliera corriendo por la cubierta rumbo a la borda. El acto tomó desprevenido a su guardia que para cuando tomó conciencia de lo que el otro estaba haciendo este estaba a punto de saltar al vacío.
Si no fuera por la inesperada reacción de cierto castaño de ojos bordeaux que impidió que lograra su cometido, Kiryu se hubiera perdido en las aguas.
El más alto puso al peliplateado entre el mamparo y él a una distancia prudente de su guardián que sin embargo pudo ver como ambos se miraban. Kuran con el regocijo del cazador que ha atrapado a su presa y Zero con impotencia y desconsuelo. Su mano se arrolló sobre el brazo del otro que lo tenía asediado con ellos. Después de un segundo tomó fuerza de una interior frustración y tomando desprevenido al otro le evadió y corrió por la cubierta de nuevo con la intención de alejarse de él, justo en el momento en que el palo mayor recibía un rayo quebrándose por la mitad y empezando a caer sobre el príncipe para horror de Kaien.