Deidara, un joven de tan solo 19 años. A su corta edad ya es un ninja renegado. Su arte es lo único que le importa, o bueno, importaba. Hasta que conoció a Sasori.
Cuando llego a Akatsuki, Deidara solo tenía 16 años. Como cualquier adolescente era bastante irritante, en especial para su compañero. Siempre hubo diferencias entre ellos, partiendo por el arte, Deidara con sus explosivas esculturas, y Sasori con sus eternas marionetas. Por otro lado, Sasori le doblaba la edad, era más maduro, centrado, y a veces incluso muy aburrido. Describiéndolo así, ¿Cómo fue que Deidara se enamoró?
Y ni él se lo explicaba. Le daba mil y una vueltas, no había respuesta. Una persona tan fría, al menos con los demás. Deidara estaba seguro que ha sido el único en toda la organización que lo ha escuchado reír. Tal vez era eso, siempre fue diferente con él, lo protege, lo cuida, y por sobre todo, nunca lo hizo sentir menos. Aunque no consideraba su forma de arte como la mejor, nunca dijo que fuera un mal artista, que es lo que más le importa, su arte.
De repente un ruido lo sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió.
-¿Por qué tan solo, Deidara?- Dijo Sasori, sentándose al lado del rubio.
-Solamente estaba pensando, jm…
-¿En qué?
-Danna, ¿Puedo confiar en usted?
-Ya te dije que puedes tratarme de “tu”, no me molesta.
-Eso no responde a mi pregunta, jm.
-¿Qué clase de pregunta es esa, Deidara? Claro que puedes.-Dijo con su seriedad característica.
-¿Qué haría usted si se enamora de alguien?-Dijo mirándolo a los ojos.
Sasori no supo cómo responder, solamente sonreía con nerviosismo. Siempre sintió una gran atracción por Deidara, desde que llego. A pesar de eso, no quiso que pasara más, él es un niño todavía, debe estar con alguien de su edad, aunque eso le rompiera un poco el corazón, en el fondo solamente quería su felicidad.
-¿Danna?
Sasori se apartó un poco, saliendo de sus pensamientos, pero, él nunca se había enamorado, o al menos eso creía.
-Decírselo, supongo. Deidara, la verdad nunca me he enamorado…- Dijo avergonzado Sasori.
-Bueno, pensé que sí… -Miro hacia otro lado- Ya que es tan lindo- susurró el rubio.
-¿Dijiste algo?
-No, nada… Me sorprende que nunca se haya enamorado…
-Solo de mi arte…
Algo se encendió en ese momento dentro de Deidara. Si su maestro está enamorado de su arte, él tiene que ser su arte.
Pasaron un par de días y les asignaron una misión. Los dos solos en la mitad de la nada, no sonaba mal. Deidara ni siquiera tomó en cuenta de lo que se trataba la misión, lo único que le interesó era estar a solas con su amor imposible.
Llevaban un par de horas caminando, y raramente Sasori no estaba dentro de su marioneta como suele hacerlo. Ya era bastante tarde, la noche se acercaba. Y aún quedaban dos días de viaje.
-Sasori no danna…
-¿Qué pasa ahora?
-Y-yo quiero ser su marioneta.- Dijo decidido
-Repítelo.- Sasori no tenía palabras. ¿Por qué querría hacer algo así? Sabiendo que debía matarlo para ser su marioneta.
-¡QUIERO SER SU MARIONETA!
-Pero Deidara… ¿Por qué?- No lo podía creer simplemente… De todas formas el no haría algo como eso.
-Porque yo quiero…
-Porque tú quieres…
-Porque yo quiero que usted me ame, Danna.-Dijo Deidara completamente avergonzado.-Quiero ser su arte.
Sasori no sabía dónde meterse, todo esto es tan repentino.
-Quiero ser su arte, y que me ame.
Ahora entendía, ahora todo era más claro. Tomó la mano del rubio y lo miró a los ojos.
-Deidara, no necesitas ser una marioneta para que yo te ame… yo ya te amo.- Y antes que Deidara pudiera decir nada, lo besó.
¿Puede nacer el amor en medio del arte? La respuesta es un rotundo SI.